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Berna González Harbour: "Goya es el autor que mejor refleja la España de hoy. Goya es España" - Zenda
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Berna González Harbour: «Goya es el autor que mejor refleja la España de hoy. Goya es España»

Corría el año 2002 y la comisaria María Ruiz acababa de hacer su entrada en los estantes de las librerías. El mundo editorial arropó a esta protagonista intrépida, a esta nueva heroína moderna, una superwoman amante del deporte y con poco tiempo y espacio para su vida personal. Una mujer que se desmarca a grandes...

Tras toda una vida en los medios, Berna González Harbour probó las mieles de la literatura. Lo hizo de la mano de una mujer joven, psicóloga de la policía, rebelde y muy trabajadora, María Ruiz. Una mujer perseverante, como ella, que se empeñó en dejar su huella en la literatura.

Corría el año 2002 y la comisaria María Ruiz acababa de hacer su entrada en los estantes de las librerías. El mundo editorial arropó a esta protagonista intrépida, a esta nueva heroína moderna, una superwoman amante del deporte y con poco tiempo y espacio para su vida personal. Una mujer que se desmarca a grandes zancadas del manido estereotipo del género, que a día de hoy parece ya superado.

Tras el primer título, su autora, González Harbour, se afanó en darle vida propia a María. La comisaria tiene ahora un nombre propio y una serie de libros (Verano en rojo, Margen de error, Las lágrimas de Claire Jones) que continúa con El sueño de la razón (Destino, 2019). Además deleitó a sus lectores con otra entrega de ficción, Los ciervos llegan sin avisar, protagonizada por otra mujer que se enfrentaba a una investigación sobre un accidente del que fue testigo en el pasado.

Desde hace tiempo Berna González Harbour camina con soltura por el sendero de la novela negra. Conoce los códigos y se recrea con ingeniosos y ágiles diálogos. Sus tramas bien estructuradas (ella suele compararlas con cremalleras bien cosidas y rematadas) la han erigido como una de las grandes damas del noir en castellano. Presenta estos días el más reciente abordaje a la vida de María Ruiz, una telaraña que vincula arte y crimen.

La puesta de largo elegida ha sido el Museo del Prado, espacio cultural de referencia que celebra estos meses su bicentenario. En sus salas, llenas de turistas y amantes del arte, la comisaria Ruiz investiga su último caso: una cadena de crímenes, sin conexión aparente entre sí, cuya rúbrica tiene mucho que ver con las pinturas negras de Goya. Una serie de asesinatos en los que la puesta en escena del acto criminal creará dudas a la investigadora: ¿qué relación podrían tener los cuadros de Goya con la aparición de tres pavos muertos en Carabanchel?

La «Agatha Christie española» realiza un atrevido salto de altura con su último título. Berna González Harbour sale de su zona de confort para entablar un cuidado diálogo entre arte y literatura. Con el tiempo los lectores de novela negra recordarán El sueño de la razón como la novela que convirtió al genial pintor zaragozano en móvil y escena de varios crímenes. Mientras tanto González Harbour se encuentra con Zenda para hablarnos de literatura, periodismo, de la creación novelística y de cómo el arte es fiel retrato de nuestros impulsos y emociones.

Comenzamos.

—Si no me equivoco habíamos dejado a la comisaria María Ruiz de vuelta a su destino obligado, tras la resolución del caso de la joven Claire Jones en Santander. ¿En qué estado anímico se encuentra Ruiz?

"Por haber sido, tal vez, demasiado recta y haber investigado a un superior, María Ruiz está investigada"

—Está en un estado bastante diferente, muy negro en lo que respecta a la policía, a la realidad que tiene por detrás, que es eso, una investigación, un juicio que le espera sobre su propia actuación, y es algo que choca absolutamente con ella porque ella es recta. Lo que pasa es que precisamente por haber sido, tal vez, demasiado recta y haber investigado a un superior, está investigada. Y a la vez se encuentra con cierto despegue, distanciamiento, una sensación de extrañamiento de la propia policía y de la realidad. Esta vez va a tener que actuar desde los márgenes, sin placa ni pistola, y va a ver cómo sus propios compañeros, que eran sus subordinados, ¡su equipo!, le hacen el vacío (dicen que para protegerla, porque si no, le va a ir peor). Pero eso ella, que aprecia tanto la lealtad, lo sufre.

—¿Cree que el hastío mueve a María a sumergirse de lleno en cada caso? Lo digo después de leer su anterior novela, que me trajo a la cabeza un dicho (desconozco su procedencia): “Esto es más aburrido que una tarde de domingo en Soria”. 

—No. No es el hastío. Es el afán de saber la verdad. Ella tiene un sentido de la verdad por encima de todo protocolo, por encima de todo comportamiento correcto, porque quiere desvelar la verdad. Es justiciera al viejo estilo. No, nunca es el hastío. Es verdad que ella no sabe estar quieta, no sabe aburrirse, eso es algo que ella desconoce. No sabe lo que es el ocio. No sabe, en ese sentido, lo que es la vida normal. Ella siempre está volcada en su trabajo.

—María Ruiz se ha hecho valer en un mundo que tradicionalmente se ha asociado a los hombres. Pero, aun considerando sus méritos, sigue habiendo compañeros —cada vez menos— que se asombran de su aplomo y su fortaleza trabajando. ¿Cree que, de existir en la realidad, María estaría abriendo camino en comisarías a mujeres policía?

—Bueno, poco a poco todas vamos abriendo camino. Creo que María representa a la mujer de hoy, cualquier mujer de hoy que, precisamente en muchísimos territorios, son mundos de hombres. Tiene que romper, y muchos no la ven con la autoridad. Pero son figuras así las que hacen falta para abrir paso.

—¿Cree que a María le ha perjudicado ser feminista en el desarrollo de su carrera profesional?

"No creo que se plantee María como feminista. Simplemente como mujer que quiere su sitio en la vida"

—No, no creo que se plantee ella como feminista. Simplemente como mujer que quiere su sitio en la vida. No creo que lo haya elaborado, quiero decir. Sí creo que la mujer en general, y ella es posible que responda a este tiempo en el que defiende su territorio, va a encontrar a gente en contra.

—Las anteriores novelas centradas en la comisaria Ruiz tenían un trasfondo más social, tocaban casos que todos reconocemos por las noticias. ¿Cómo surgió la trama de las pinturas de Goya? ¿Por qué Goya?

—Goya es, para mí, el autor que mejor refleja —aunque lo hiciera hace 200 años— la España de hoy. Goya es España. Goya es el contraste entre nuestra capacidad de crear cosas bellas (él creó cosas bellísimas). Goya se volcó en el contraste de España, entre la belleza, el color, el deseo, la sensualidad que reflejaba en sus primeras pinturas, cuando España intentaba abrazar la Ilustración, las luces, la modernidad europea; y Goya fue capaz de pintar los contrastes de la negritud en que se sumió España (pintó los desastres de la guerra, el canibalismo, la muerte, la brujería, los aquelarres, el atraso, la ignorancia…). Creo que eso está muy presente hoy: la España de hoy es capaz de ser maravillosa y a la vez autodestructiva, como lo fue capaz durante la Guerra Civil, y por eso me fijé en Goya, o la obra de Goya se fijó en mí. La obra de Goya me agarró por las solapas y me zarandeó. Y especialmente el contraste entre estos dos cuadros que son sobre los que bascula mi novela, La Pradera de San Isidro, año 1788, con esa luz, ese color, ese afrancesamiento… y la misma pradera, treinta y cinco años después, en las pinturas negras, llena de olvidados, marginados, borrachos, desahuciados, desesperados, oscuros… Era la misma pradera, el mismo pueblo, el mismo Madrid. Y, sin embargo, eran las luces y las sombras.

—De pintarlas hoy día, ¿cómo cree que serían las pinturas negras de Goya? ¿Qué parecido tienen el Madrid de entonces y de ahora?

—Igual (risas). Con otra ropa, la ropa de hoy. No lo sé, él abrió la llave de la modernidad. Después de Goya no hay nadie que le haya superado. Ofreció herramientas para toda la modernidad: desde la pintura abstracta al surrealismo hay ya destellos de todas esas corrientes que vinieron después y que han sido ecos y desarrollos de la puerta que él abrió.

—Al inicio de la novela a María le cuesta poner el foco en las pistas correctas para resolver el caso, y es Eloy, un joven okupa, el que la dirige por ese camino de sombras que la conducirán a conocer muchas de las respuestas sobre el caso. ¿Quién es Eloy?

"Creo que la crisis ha dejado descolgada a mucha gente, ya no solo por razones económicas, sino ideológicas y de afectividad"

—Eloy es un chaval okupa. Hoy alguien me ha dicho que es como un “ángel adolescente”, y me ha gustado mucho esa definición. Es un chaval okupa, menor, como uno de tantos jóvenes que viven fuera del sistema. Madrid está lleno. España está llena. Creo que la crisis ha dejado descolgada a mucha gente, ya no solo por razones económicas, sino ideológicas y de afectividad. Hay una desafección, un extrañamiento del sistema. Y representa ese universo antisistema donde no tiene que haber maldad, sino que hay búsqueda de la verdad. Hay una luminosidad especial en Eloy. Precisamente en su forma de ayudar a María, aunque sea policía, él no está viendo a una policía (que eso es sistema), ve a una persona que busca la verdad. Y él también quiere la verdad. Y esa luminosidad es la clave de esta relación.

—¿Qué cree que produce el sueño de la razón?

—Monstruos [risas]. Ya sabes que Goya dijo que el sueño de la razón produce monstruos. Y ése es el sentido de la novela: en cuanto la razón duerme, en cuanto nos descuidamos, la locura nos toma como presas. Eso es lo que retrató Goya. Eso es lo que está pasando hoy. En cuanto abandonamos las herramientas de la razón surge la locura, surge la perturbación, surge la incapacidad de entendernos, los garrotazos… Por eso creo que Goya está tan vigente.

—La última entrega de la serie, Las lágrimas de Claire Jones, fue finalista del premio Dashiell Hammett y ganó el premio de los libreros de Cantabria. ¿A qué saben los premios literarios?

—Bueno, ¡saben muy bien! Esta es la cuarta entrega, y cada una ha ido teniendo más reconocimiento que la anterior. Estoy muy contenta. Los premios son muy masculinos, todavía hay en la novela negra muchísimo desvío hacia la masculinidad. Eso es así, y está denunciado y tratado. Irse  abriendo camino poco a poco también ahí es un logro que estoy segura que nos cuesta más a las mujeres que a los hombres. Por eso saben mejor.

—¿Tendremos María Ruiz para rato, o aparcará la serie por otros retos en la ficción?

"Cada proyecto son dos años de trabajo. ¡Son embarazos de dos años! Y ahora tengo que descansar un poquito de ella"

—Sí. María ha venido para quedarse. Otra cosa es cuándo pueda seguir. Cada proyecto son dos años de trabajo. ¡Son embarazos de dos años! Y ahora tengo que descansar un poquito de ella. Tengo otra idea en la cabeza, de intercalar otra cosa. Pero por supuesto que va a seguir. Hay gente que piensa que es más fácil seguir con un personaje. Y no. Realmente ahora lo que me apetece es hacer otra cosa distinta, porque los personajes, aunque los conozcas, los hayas parido y sepas la vida de cada uno, te someten a unas restricciones importantes. Tienen su carácter, y tú no puedes ser arbitrario con sus actuaciones, porque deben responder a su devenir, a su pasado, su barrio, su familia, a su futuro, y a veces sí que te apetece romper el corsé y crear algo. Y posiblemente me incline por intercalar una historia distinta.

—Toda la serie de novelas de la comisaria María Ruiz está inspirada en hechos reales: ¿es la novela negra el género literario que más bebe de la vida?

—No me atrevería a decir… Posiblemente sí. Es decir, otros géneros pueden beber de la vida. Muchos beben de la imaginación: la ciencia ficción bebe de la imaginación. Bueno, de la imaginación y de la vida, sobre todo de la refabricación de la vida. Entonces, no siento que otros géneros no beban de la vida, pero creo que toda novela negra tiene que ser un retrato de nuestra vida, de nuestra sociedad, de nuestros contrastes, nuestras distancias.

—¿Tiene ya pensada la trama de la siguiente aventura de Ruiz?

—No, lo que te digo. Tengo pensada una historia muy potente y no he decidido si va a ir por libre la historia o voy a necesitar a María. En Semana Santa o verano empezaré a centrarlo. La historia la tengo, lo que no he decidido es si es de María o no.

—¿Cómo le llegó el personaje de María? ¿Cómo la encontró?

"Leyendo muchos hombres con personajes de hombres, y noté, sentí, que me faltaba un personaje como nosotras, como tú o como yo, como cualquier mujer que tengamos alrededor"

—Leyendo mucho. Leyendo muchos hombres con personajes de hombres, y noté, sentí, que me faltaba un personaje como nosotras, como tú o como yo, como cualquier mujer que tengamos alrededor. Es decir, una policía eficiente, que debe demostrar mucho más, a veces, que los hombres. Y así nació. Poco a poco ha ido creciendo, se ha fabricado un pasado, un presente, un futuro, una circunstancia, y yo creo que ya me acompañará siempre. Aparte de que los lectores me lo piden. Eso es maravilloso, pero a la vez, cuando has tardado un año o dos en crear la novela, luego la leen en una noche y dicen: “¡La siguiente!” [Risas]. Es increíble. Supongo que como los chefs y la comida, que pueden elaborar un plato en cinco horas y llegas tú y en un bocado te lo acabas.

—Vuelve a deleitarnos su novela con la confrontación entre el viejo y el nuevo periodismo. Una vez más la labor periodística es uno de los motores de la trama. ¿El personaje de Luna es un homenaje al periodismo?

—Sí. Soy periodista y tiene que estar el periodismo en mi trama. Luna es un homenaje al periodismo, y Nora también, que es el nuevo tipo de periodista digital, mucho  más rápida, pero no por ello menos rigurosa. Ahí están conviviendo dos generaciones, adaptadas cada una a su medio, que representan lo que estamos viviendo.

—¿Nos podría contar cómo afronta la escritura de cada novela? ¿Cómo se documenta, qué herramientas emplea, qué método de escritura sigue…?

"Yo sé más o menos adónde quiero llegar, pero no sé cómo. Voy lanzando platillos, los pongo en movimiento y el gran desafío es empezar a recogerlos"

—Documentarme todo. He tenido que leer muchísimo de Goya (muchos libros, que me han atrapado y obsesionado). La trama la escribes de un golpe, no conviene tampoco estar parando para comprobar cada detalle. Sí que he leído muchísimo de Goya, he investigado los subterráneos de Madrid, me ha ayudado a entrar un amigo arquitecto municipal de la zona (está en los agradecimientos). Tengo policías que me asesoran en cuestiones como, por ejemplo, sobre el juicio, sobre el expediente. En áreas muy especializadas me he documentado (cómo se afronta un expediente, qué tipo de abogado, qué tipo de vista, qué cargo tiene quién interroga, ese tipo de cosas) con un policía que sabe. Dicho esto, ¿cómo definirlo? Es imposible definirlo: partes de una idea, de un fogonazo, de esos dos cuadros de Goya. Partía también de una visita al sanatorio de la Florida, donde está enterrado Goya sin su cráneo. ¡Me generó tantos enigmas! Como tantas obras de Goya, el perro semihundido que no sabes adónde está mirando, qué le va a pasar, cuál va a ser su suerte… Digamos que me fue envolviendo este universo. Yo sé más o menos adónde quiero llegar, pero no sé cómo. Voy lanzando platillos, los pongo en movimiento y el gran desafío es empezar a recoger los platillos cuando llegas al final y que todo vaya cuadrando. Es complicado, requiere mucha concentración, mucha obsesión. Poca planificación para mí, porque yo tengo que avanzar con la trama.

—¿Qué es lo más bonito que le han dicho sobre la serie de la comisaria María Ruiz?

—“Es más que una novela negra. Es pura literatura”. Me agrada muchísimo porque yo intento hacer literatura, no estrictamente novela policíaca.

—Cuando se enfrentó a su primera novela, ¿recibió algún consejo valioso que pueda compartir con los lectores de Zenda?

—Hay que leer para escribir. Camarasa solía decir que hay muchos más escritores que lectores, que los escritores de novela negra eran más escritores que lectores. Hay que leer, hay que leer para escribir, ¡hay que vivir! Intenté escribir mucho más joven y no lo conseguí. Tuve que haber vivido mucho para conocer sentimientos, para ahondar en situaciones, para ampliar registros… pero seguramente el mejor consejo es ese: leer.

—Si volviéramos atrás en el tiempo y la Berna de hace diez años pensase en escribir una novela, ¿qué le diría la Berna de hoy?

—Adelante. Escribir es la mayor felicidad que puede haber en el mundo. Es un refugio terapéutico. Soy feliz encontrando frases, soy feliz escribiendo, buscando otro adjetivo, buscando la trama… Es un refugio maravilloso para huir de la vida. Le diría: “Bienvenida, adelante, sigue, porque vas a ser feliz». Realmente yo soy feliz escribiendo.

—¿Quiénes son sus referentes en novela negra?

"Quiero reivindicar a Agatha Christie, porque nos enseñó ese momento en que todos podemos ser culpables"

—Camilleri fue importante para mí en los inicios; desde luego Banville, que para mí es el rey; Claudia Piñeiro, por decirte alguien que es argentina, es una mujer, tiene una voz muy singular; los americanos, Chandler, Patricia Highsmith… y como no solemos tener muy en cuenta a Agatha Christie porque literariamente era otra cosa, yo la quiero reivindicar, porque nos enseñó ese momento en que todos podemos ser culpables, novelas como Diez negritos y tantas otras en las que todos tienen alguna razón para haber sido el asesino. Y todos podemos ser malvados, todos podemos ser culpables, todos tenemos grises. Eso nos lo enseñó Agatha Christie.

—Y en general, ¿qué libros recomienda?

—Los buenos libros.

 

Berna posa disciplinada ante el objetivo de la fotógrafa. Sonríe y al terminar —tras este día maratoniano— tiene aún que ejercer como anfitriona de otro acto literario.

El Madrid que dibujó Goya tiene mucho que ver con el Madrid que nos dibuja González Harbour. Las descripciones naturalistas de El sueño de la razón no se detienen en lo que podemos ver: descienden a las cloacas, al hedor, se codean con desharrapados, retratan fielmente todo lo que está al margen. Incluso la propia Ruiz camina, durante toda la trama, sobre esa delicada frontera.

Mal que nos pese, las sombras, nuestros rincones oscuros, aún tienen un filón reservado para el género negro.

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Raquel Jiménez Jiménez

Chica prensa (gabinete de comunicación) y estudiante aficionada a la Historia. A veces hago reseñas y entrevistas. Me encanta el teatro, ¿Qué sería de nosotros sin él?

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