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Aurora Egido: "La literatura y las Humanidades sirven para remontar las miserias" - Zenda
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Aurora Egido: «La literatura y las Humanidades sirven para remontar las miserias»

Quizá sea en ese «no sólo» donde resida, si no el corazón, un pulmón, el hígado o el páncreas —que elija el lector el órgano vital que desee— del volumen: la catedrática emérita de la Universidad de Zaragoza expone que la obra de Cervantes se entiende mejor en su totalidad. La profesora manchega subraya que...

Para Aurora Egido (Molina de Aragón, 1946), leer y estudiar a Cervantes ha supuesto siempre un auténtico placer. El último libro de la secretaria de la RAE, experta en la literatura patria del Siglo de Oro, responde al nombre de Por el gusto de leer a Cervantes (Fundación José Manuel Lara, 2018), resultado de dieciséis años de trabajos dedicados a la obra del autor no sólo del Quijote, sino también de La Galatea o Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

Quizá sea en ese «no sólo» donde resida, si no el corazón, un pulmón, el hígado o el páncreas —que elija el lector el órgano vital que desee— del volumen: la catedrática emérita de la Universidad de Zaragoza expone que la obra de Cervantes se entiende mejor en su totalidad. La profesora manchega subraya que el escritor alcalaíno puso todo su ingenio al servicio de las Humanidades, demostrando que «en estas y en la dignidad de la lengua o lenguas en las que iban vertidas se asentaba la dignidad del hombre». Maestro «sin púlpito ni aula», consiguió lo que ningún otro autor español: «la asunción universal que identifica el español con la lengua de Cervantes».

Zenda conversa, pues, con Egido a propósito de Por el gusto de leer a Cervantes: 

—Señora Egido, ¿a usted qué le apasiona?

"La pasión de los libros sigue intacta"

—Decía Baltasar Gracián que “tiñe de sus colores la pasión cuanto toca”. A mi edad, créame, puede más la razón, aunque también procuro que la pasión no destiña. La de los libros sigue intacta. 

—¿Y qué le obsesiona?

—Suelo huir de las perturbaciones anímicas, pero sí que me preocupa la deriva de muchas cosas, particularmente en el ámbito de la enseñanza y en el de las Humanidades en general. 

—¿Uno se obsesiona con lo que ama?

—Suele ocurrir, pero, incluso en el ámbito de lo profesional, hay que procurar poner cierta distancia. Desde lejos, todo cambia y hasta mejora. 

—Usted, ¿qué ha aprendido leyendo?

"Nunca he pertenecido a la secta de quienes todo lo han aprendido en los libros"

—Nunca he pertenecido a la secta de quienes todo lo han aprendido en los libros, como le ocurría al príncipe de una comedia de Benavente. La vida enseña mucho, pero los libros me han regalado esa otra vida que amplía horizontes y te enriquece. 

—¿Y qué ha aprendido enseñando?

—Mucho, pues enseñar consiste en aprender. Y desenseñando. Eso lo aprendí de Victoria de los Ángeles, a la que traté varios veranos en Santander, cuando yo era vicerrectora de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. 

—En este libro escribe que leer a Cervantes siempre ha supuesto para usted un auténtico gozo, y estudiarlo un descanso placentero.

—Así es. Leer a Cervantes me ha regalado aquello que él mismo dijo en el Viaje del Parnaso: “Yo he dado en Don Quijote pasatiempo”. 

—¿»Todo está ya en Cervantes», como dijo Alejo Carpentier?

—Creo que sí. Cervantes escribió con un profundo sentido de la universalidad, que sin embargo no está reñida con lo particular y cercano. La prueba es el Quijote, que además parece incombustible, pues ha sido leído por personas de todo tipo, tiempo y lugar. 

—¿Por qué se entiende mejor su obra leída en su totalidad?

"El Quijote ha dejado en la sombra otras obras suyas tan fundamentales como el Persiles"

—Eso ocurre con casi todos los autores, pero, en su caso, conviene hacerlo particularmente porque el Quijote ha dejado en la sombra otras obras suyas tan fundamentales como el Persiles. La lectura total ofrece además un efecto especular que enriquece el conjunto. 

—¿Cómo consiguió que la lengua española se identificara «como la lengua de Cervantes»?

—Por muchas razones, pero sobre todo por su afán de claridad a la hora de trasladar los conceptos y los temas más complejos a un lenguaje inteligible para sus contemporáneos y que, a diferencia del de Shakespeare, no se aleja apenas del actual. Él se guio además por un principio de variedad que no está reñido con la unidad, pues escribió de todo y para todos. El Quijote pasó pronto a la otra orilla y se tradujo a infinidad de lenguas. En el prólogo a la Segunda Parte, dijo Cervantes que se enseñaría español en la China con esa obra, como así ha sido: desde el año pasado, los sesenta y tantos millones de chinos que estudian bachillerato pueden elegirlo oficialmente. 

—En uno de los estudios recogidos en Por el gusto de leer a Cervantes, recoge una frase del Libro VI de La Galatea: «Libre nací y en libertad me fundo». ¿Hasta qué punto fue Cervantes un hombre libre?

—Bueno, tenga en cuenta que es el último verso de un soneto recitado por una pastora “desamorada”. Esa frase, tan lapidaria, todos deberíamos ponerla sobre nuestras cabezas. Pero, a la hora de la verdad, la libertad —Cervantes lo explica muy bien en varias obras— no depende únicamente de nosotros, pues está en juego la de los demás y el peso de las circunstancias. Acogerse a ella indica toda una filosofía de vida que sin duda él deseó seguir, aunque no siempre lo consiguiera. La vida de los escritores tiene, en muchas ocasiones, poco que ver con su obra. Pero lo bueno de la literatura y de las Humanidades es que sirven para remontar las miserias.

—Cuenta que Cervantes consiguió que la utilidad de cada obra «se dedujera del mismo deleite, pasando a ser este sustancial en el proceso creativo». ¿Antes no se leía por gusto?

"El gusto ha existido siempre, tanto en el plano vital como en el literario"

—El gusto ha existido siempre, tanto en el plano vital como en el literario. Yo me refería a la formulación de una nueva estética, que se afianza a finales del siglo XVI y principios del XVII. Frente al delectare et prodesse de la poética horaciana, que conjugaba el deleite con el provecho, Cervantes y otros escritores como Góngora convirtieron ese predicado en algo nuevo, al considerar que el provecho puede residir en el mismo deleite. La prueba de oro está en el Quijote. 

—Barcelona es clave en el Quijote. Además de ser la ciudad en la que sufre la derrota definitiva, con la que decide volver al pueblo, en la ciudad condal, por ejemplo, se pone en contacto con la imprenta, un rasgo de modernidad.

—Así es. Don Quijote y Sancho, dos manchegos de un innominado lugar, ven por primera vez una ciudad grande como Barcelona, abierta al Mediterráneo y cruce de pasajeros de distinto origen que viajan hacia otros destinos. Cervantes ya los había colocado ante los duques aragoneses, mostrando a nueva luz la vieja oposición entre corte y aldea. En Barcelona, dos pueblerinos, que además nunca habían visto el mar, se enfrentan a un mundo desconocido en el que don Quijote es derrotado finalmente y vuelve a sus orígenes. En cierto modo, y salvando las distancias, bien podemos recordar La ciudad no es para mí (una película cuyo guion escribió, por cierto, Fernando Lázaro Carreter). 

—Usted subraya la pluralidad de lenguas en la obra cervantina «como marca sustancial de la dignidad del hombre».

—Ese es un aspecto fundamental en toda su obra, pues Cervantes, que había leído y viajado mucho, da cuenta de la riqueza comunicativa de las distintas lenguas del mundo, así como de la necesidad de la traducción para entenderse. Ello es evidente en su teatro, pero sobre todo en el Quijote y en el Persiles, donde se enfrentó sin duda al maleficio de Babel. 

—A propósito de Cataluña, ¿cree que el español es un idioma perseguido o, al menos, marginado por el nacionalismo regional?

"Lamento que en Cataluña una riqueza como la del bilingüismo se haya convertido en problema"

—Yo he vivido varios años en Cataluña, donde trabajé, estudié Filología Española y fui profesora. Guardo de ella el mejor de los recuerdos. Allí me enseñó casi todo lo que sé sobre Cervantes Martín de Riquer. Lamento que una riqueza como la del bilingüismo se haya convertido en problema, pero afortunadamente no siempre la intención política se convierte en realidad. Así lo deseo y espero. Tanto como que el catalán nunca vuelva a ser marginado por nadie.

—Volviendo a su libro, me llamó la atención el estudio dedicado al médico Francisco Díaz, autor del primer tratado de urología, que incluía un soneto de Lope y otro de Cervantes, amén de otro anónimo.

—Bueno, es un capítulo curioso. Cervantes dijo en La Galatea que la poesía es ciencia. En esa época, la poesía lo abarcaba todo y era equivalente a la literatura en general. Los médicos eran entonces muy cultos y Francisco Díaz, el destinatario de los dos sonetos, fue profesor en la Universidad de Alcalá, donde había estudiado Artes, Filosofía y Medicina. Se le considera el padre de la urología y el inventor de la uretrotomía interna. A nosotros nos resulta chocante comprobar cómo Lope y Cervantes subliman en verso el Tratado de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y carnosidades de la verga y urina del doctor Díaz. 

—También he descubierto, en el capítulo dedicado a los vejámenes, que la prevaricación académica, ahora tan de moda, al menos mediáticamente, no es cosa nueva. Es maravilloso el «Tenemos un doctorando» de Góngora, que en Por el gusto de leer a Cervantes menciona.

—Los vejámenes en el grado de doctor existieron en todas las universidades españolas y americanas hasta bien entrado el siglo XIX. En ellos, se ponía como no digan dueñas al que se doctoraba y a su familia. Hechos para la ocasión por estudiantes o autores de poca monta, ofrecen, sin embargo, en el caso de Góngora, una auténtica joya. El supuesto bobo que se doctora termina dando vueltas como un trompo al final del romance. 

 

—No le sorprende que los restos de Cervantes acabaran en el Convento de las Trinitarias, quienes poseían «una nada despreciable herencia jocoseria».

"Los conventos cultivaron todo tipo de literatura, incluida la burlesca"

—No. Cervantes lo dispuso así en su testamento sin ningún reparo. Respetaba y debía mucho a la orden Trinitaria como cautivo que fue. Es que a veces tenemos una idea del Siglo de Oro adornada de paños negros que no se corresponde con la realidad. Los conventos cultivaron todo tipo de literatura, incluida la burlesca. Tenemos una preciosa prueba en el vejamen de Santa Teresa al que hago referencia en ese capítulo, donde se trasluce la guasa de la monja carmelita. 

—Para finalizar, ¿cómo están las cosas en la RAE de Santiago Muñoz Machado?

—Pues bien, gracias a Dios. Yo le deseo lo mejor, como se lo deseé a los directores anteriores, porque la Academia es la suma de todos y cada uno de los que han pertenecido y pertenecen a ella. Cada director tiene su afán. Ahora toca solucionar una difícil gestión económica que esperamos tenga pronta solución. Todo lo que hace la Academia, desde la Gramática al Enclave RAE, no tiene precio, pero cuesta. Como he dicho en otras ocasiones, cuanto atañe a la lengua debería ser una cuestión de Estado. Confiemos en que así sea.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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