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¡Tu propia leyenda Pokémon está a punto de comenzar! - Zenda
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¡Tu propia leyenda Pokémon está a punto de comenzar!

algo así como derruir la abadía de Westminster para construir, con sus fragmentos, una nueva Disneylandia [patchwork: Tejido hecho por la unión de pequeñas piezas de tejido cosidas por los bordes entre sí] I. Breve apunte sobre la poesía. Pablo Velasco Baleriola ha publicado un libro de poemas. Pablo Velasco Baleriola ha ganado un premio...

algo así como derruir la abadía de Westminster

para construir, con sus fragmentos,

una nueva Disneylandia

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[patchwork: Tejido hecho por la unión de pequeñas piezas de tejido cosidas por los bordes entre sí]

I. Breve apunte sobre la poesía.

Pablo Velasco Baleriola ha publicado un libro de poemas.

Pablo Velasco Baleriola ha ganado un premio gracias a su libro de poemas.

Intuimos, entonces, que lo que hay en el interior de su libro deben ser poemas.

Si no, decidme: ¿qué otra cosa puede haber en el interior de un librodepoemas? Quizá un rinoceronte con alas, o una serpiente de cascabel androide, o una fila de ordenadores dispuestos en estricto orden: aquí tienes el ordenador más barato; aquí tienes el ordenador más caro.

Yo no sé muchas cosas sobre la poesía, quiero decir: la he leído. He leído a William Butler Yeats y a William Carlos Williams, y he pensado en cómo puede ser posible que ahí haya tres Williams si yo sólo he hablado de dos personas. He leído también a Alejandra Pizarnik, que me ha hecho llorar. Para Platón, la poesía era la literatura. Podríais pensar que esto aclara algo las cosas, pero lo cierto es que yo tampoco sé muy bien lo que es la literatura. Quiero decir: la he leído. He leído a Ernest Hemingway y he pensado en que a su nombre le falta sólo una para convertirlo en el escritor más serio de la historia de la humanidad. He leído también a Marguerite Duras, que me ha hecho llorar.

El libro de poemas de Pablo Velasco Baleriola se llama Patchwork. El año pasado, que ya no está aquí, otro libro de poemas ganó el mismo premio que el de Pablo Velasco Baleriola. Los dos los ha publicado la editorial Bandaàparte. Siempre me acerco con temor a los libros de este sello, porque me recuerdan a Anna Karina bailando un madison entre dos chicos en un café, y yo no sé bailar. Mis piernas chocan la una contra la otra. Cuando bailo parezco un Pokémon.

II. Elige tu Pokémon tipo fuego/agua/planta.

Este es el comienzo de una aventura. La aventura es un libro de poemas de Pablo Velasco Baleriola que se llama Patchwork. En él habitan varios Pokémon, Gilles Deleuze y Nathy Peluso. No sé cuál de esas opciones me daría más miedo cruzarme en una cueva sin poder usar destello. La aventura empieza con un niño llegando a casa después del colegio un día de invierno. Su madre no está. No está. No está. Retumba en las paredes de su casa. La Game Boy está esperándolo encima del escritorio, tal y como la dejó ayer antes de irse a dormir. La enciende, juega un rato y desaparece de la faz de la tierra. Después decide apagarla.

La consola lo avisa:

Everything not saved will be lost

Y el niño vuelve a recordar.

III. Extenso apunte sobre la memoria colectiva y la memoria individual.

fuera han demolido

un edificio y su crash down

se descomprime en el sonido exacto

de una construcción

de lego desplomándose en el suelo

de mi habitación en 2001.

He pensado acerca de si una hoja de papel podría ser un patchwork. Según la definición oficial, creo que no. He intentado imaginar la mente de Pablo Velasco Baleriola mientras observaba aquella alfombra, o aquel cojín, o aquella sábana (en una pantalla). Creo que es interesante tratar de colocarse en el punto de partida de un poeta a la hora de concebir su obra. Quizá Patchwork nació aquel verano en el que el Pokémon Go se puso tan de moda, tanto que los niños empezaron a abarrotar la pista de patinaje de la playa de mi ciudad todos los días por la noche. Aquella pista de patinaje era un gimnasio Pokémon, y aquel fenómeno nos atizó como un estímulo sacado de nuestro pasado.

Todo aquello estaba enterrado. Quizá enterramos las cosas en nuestra memoria como los oficinistas archivan sus documentos, como las madres guardan en una carpeta las fotografías de las vacaciones en Andalucía: con ánimo recolector, con voluntad de eternidad. Es curioso que no pensemos nunca, mientras recolectamos, en qué podrá pasar con todo ese almacenamiento cuando desaparezcamos. En cuál es el hilo que conecta el mundo a los cuerpos sin emociones. Quizá haya una inteligencia superior que, una vez muertos, nos extrae todo aquello que hemos aprendido y lo utiliza para urdir un plan de invasión al universo. Decenas de millones de recuerdos de decenas de millones de personas empleadas con finalidad colonial. Parece poco probable.

He pensado en escribir una reseña sobre Patchwork. Por eso he encendido el ordenador, que está algo roto porque el hardware

A Pablo Velasco Baleriola le gusta Japón. He pensado en que también le gustarán sus grafismos, que a mí me recuerdan a las películas de Yasujiro Ozu y a una música que avanza despacito. Ozu rodaba desde la altura de un tatami, y Pablo Velasco Baleriola menciona los tatamis en Patchwork. También menciona la ciudad de Yokohama y el barrio de Minato Mirai. Creo que hay algo significativamente japonés en este libro de poemas: una delicadeza extraña, como punzante; un aguijón que hiere fácil, quirúrgico. Es un pinchazo rutinario el que ejerce Patchwork, y yo me acerco a él y noto todos los otros pinchazos, los del resto de mi vida, los que ya había olvidado por completo.

Pablo Velasco Baleriola me devuelve al niño triste que fui hablándome de Miley Cyrus. Tiene unas armas infalibles que me apedrean el corazón: él sabe que aquí, en este lado del mundo, en el que Disney Channel definió nuestra extravagante forma de enamorarnos, Hannah Montana es una herida abierta. Él recuerda cosas azarosas, es un saltarín del idioma. Habla de Mario Bros, del metro de Ciudad Universitaria, del T. Rex, de Pac-Man; yo escucho: aquel niño inocente, aquel pequeño pelirrojo que corría por las calles, aquella alma solitaria ha muerto. Quedas tú, un rastro sombrío, una luz que apenas si parpadea, un requiebro de vida en este mundo que se te escapa de las manos; y ahora más, y ahora menos, y ahora menos…

He pensado acerca de si mi vida puede ser un Patchwork. Según la definición oficial, creo que no. ¿De qué materia está hecha mi vida? ¿De carne? ¿De huesos? ¿De vísceras? ¿De sangre? ¿De madera, quizá? ¿Quizá de recuerdos?

IV. La rutina me está matando; la rutina me mantiene con vida.

hago del pasado

  objetos imposibles.

me digo que escribir es una invitación

explícita al equívoco. me digo

que esa imagen es un backflip del deseo

all my trash en esta línea falsa.

¡Es un círculo!

Papá dibuja los mejores círculos. Coge cualquier palo en la playa, ¡le vale cualquiera!, y se mueve alrededor de sí mismo como un compás. Papá es redondo. Es un alfiler. Papá empieza el círculo donde estoy yo y termina el círculo en el mismo sitio. Es como si no se hubiese marchado nunca. Siempre está igual: haciendo círculos.

Pero yo no quiero estar en el comienzo. Yo quiero estar en el centro del círculo.

Aunque allí ya no veré nunca más a papá.

V. Una breve conclusión o sobre por qué Patchwork es la corona de las cosas tristes.

oigo el ruido de mi cuerpo acomodándose

al efecto viscoelástico del hábito.

Sí, lo sé. Pablo Velasco Baleriola ha escrito un libro de poemas. Ese libro se llama Patchwork. Entiendo la posibilidad de que una persona que no conozca su batería de referencias se pierda en sus páginas, sienta un calambre en la espalda al sumergirse en ese tejido tan aferrado a las palabras y, simultáneamente, tan vehementemente alejado de ellas. Creo, sin embargo, que hay cosas evidentes.

Una de ellas es que este joven poeta domina su herramienta de trabajo. Conoce la lengua. Sabe modularla. Sabe hacer música con ella. Con el paso del tiempo he aprendido que suelen bastar un par de páginas —siendo generosos— de un poemario para determinar si el autor ha logrado domar a la bestia. Con Pablo Velasco Baleriola bastan tres líneas. Dice: «algo centrifuga mi interior. / no sé si mi estómago o la peonza made in Japan / que perdí a los 11 años». Tres versos le sobran para plantear no sólo la tesis, sino también la propuesta formal de Patchwork. Este es un libro que vive en permanente tránsito entre el dolor presente y el eco del dolor pasado. Si es que no son la misma cosa. Y el pasado de Pablo Velasco, igual que el mío, está en Pokémon. Está en Tennessee, con Miley Cyrus.

La visión del comienzo en nuestra brecha generacional era la del profesor Oak. La pantalla se encendía, pasaba del negro al blanco y nosotros, niños, pensábamos: esta debe ser la luz de la que todos hablan. Oak aparecía entonces, en píxeles, decía: «¡Tu propia leyenda Pokémon está a punto de comenzar!», y lo que venía después era la aventura de un niño que luchaba contra la soledad. Iba por las ciudades, con su mascota, intentando encontrar algo. Ese algo nunca aparecía, porque los juegos de Pokémon no terminaban jamás. Su punto final era un ideal imposible de alcanzar. Algo así como la felicidad.

Me da miedo Patchwork, porque perfora las hebras de mi intimidad. Se atreve a cargar con fuerza contra mi sacralizada infancia, y eso me aterra. Eso desvela, por otra parte, que la aspiración generacional de Pablo Velasco Baleriola no sólo funciona: conmueve, astilla, agrieta. Porque ahora pienso en mi infancia como un jardín verde, pero lo cierto es que aquel niño pelirrojo que corría por las calles estaba siempre invadido por el miedo. Y Patchwork me devuelve a aquel sueño terrible en el que mi dragón de juguete cobraba vida y me atacaba, siniestro, mientras dormía. Mi dragón terminó en la basura. Pensaba, infeliz, que con él se marchaban los temores.

Pero los miedos nunca se van.

VI. Epílogo trasnochado.

Recuerdo la primera vez que la besé. Fue una experiencia sísmica: la torre del reloj se derrumbó y éste aterrizó en mi muñeca. Pude parar el tiempo.

Ahora doy un beso y escucho:

gracias

por comprar en Carrefour

—————————————

Autor: Pablo Velasco Baleriola. Título: Patchwork. Editorial: Bandaàparte. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Adrián Viéitez

Periodista cultural y estudiante de filosofía. Profesor de poesía contemporánea en el Máster de Periodismo Cultural de la USP-CEU. Antes, en la sección de cultura de El País, La Voz de Galicia, Radio Galega, Jot Down o en el Festival Márgenes. Coordinador de la antología 'Árboles frutales' (Ed. Dieciséis, 2021) y autor de los poemarios 'tratado sobre tu nombre' (Ed. En el mar, 2021) y 'Alta Escuela Musical' (Ed. Dieciséis, 2022).

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