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El sacerdote guapo - Arturo Pérez-Reverte
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El sacerdote guapo

Era, probablemente, el cura más guapo que he visto en mi vida. Parecía un galán de Siguiendo mi camino o Las campanas de Santa María: delgado, alto, moreno, elegante. Y además, lo que ya era el colmo de la exquisitez canónica, a menudo vestía sotana. Hablo de mediados ya los años 90, así que háganse...

Era, probablemente, el cura más guapo que he visto en mi vida. Parecía un galán de Siguiendo mi camino o Las campanas de Santa María: delgado, alto, moreno, elegante. Y además, lo que ya era el colmo de la exquisitez canónica, a menudo vestía sotana. Hablo de mediados ya los años 90, así que háganse idea. Debía de rondar los cuarenta. A las feligresas de la parroquia –un lugar de la sierra de Madrid vagamente pijo en esa época–, y a algún que otro feligrés, recuerdo, las traía locas. Los domingos se ponía la iglesia de bote en bote, y las beatas de plantilla rivalizaban de pronto en celo místico. Como diríamos ahora, aquel sacerdote nuevo era un crack. Un figura.

Nunca fui hombre religioso –la vida de reportero me vacunó contra eso–, pero siempre me interesó la historia de la Iglesia como pilar de la cultura occidental. Conozco razonablemente la patrología y los textos evangélicos, me he calzado encíclicas papales y leo a teólogos díscolos como Hans Küng, del que hablé alguna vez aquí. Me gusta conversar con sacerdotes inteligentes que permiten conocer el otro lado de la colina, y aquél lo era. Algún día fui a verlo oficiar, y saltaba a la vista que no era un cura progre. Decía misa a la manera conservadora, e incluso se revestía con ornamentos en desuso como el amito y otras prendas sacras. Casi parecía a pique de decir ite, missa est, en vez de podéis ir en paz. Bastante carca, para entendernos. Pero eso sí: cuando salía de la iglesia con su sotana bien cortada o con su elegante clergyman negro de cuello romano, parecía un galán de cine.

Era muy educado y algo tímido. Más bien reservado. Conversamos varias veces –yo lo había hecho a menudo con su antecesor en la parroquia– y lo encontré amable y claro de ideas, aunque fueran las suyas. Cuando yo llevaba la charla a los extremos más reaccionarios de la Iglesia Católica, él se escabullía con mucha prudencia: celibato, aborto, teología de la liberación. Por ahí pasaba de puntillas. Casi nunca se pronunciaba de forma comprometida sobre esa clase de asuntos. Yo bromeaba provocándolo, y él sonreía discreto, miraba en torno y cambiaba de conversación. Fumaba mucho. Recuerdo que paseamos varias veces hasta un bar cercano, donde nunca lo vi probar una gota de alcohol, y en una ocasión sí hablamos más a fondo del celibato sacerdotal, del que se mostraba firme partidario.

Justo por aquella época yo había publicado La piel del tambor. Esa novela estaba protagonizada por un sacerdote, el padre Quart, agente secreto del Vaticano, que es enviado a Sevilla para esclarecer el misterio de una pequeña iglesia local amenazada por la especulación que, en apariencia, mata para defenderse –la trama suena poco original a estas alturas, pero diré en mi descargo que se publicó antes de El código Da Vinci y de cuanto con ese estilo vino a continuación–. El caso es que mi personaje era un sacerdote guapo y elegante, y que el párroco al que me refiero se parecía un poco. Alguna vez saqué el asunto a relucir, pero sin profundizar mucho pues él no había leído nada mío. No era de lecturas laicas, me dijo alguna vez.

Al final le regalé la novela. Ya me contará, páter, le dije –siempre llamo páter a los curas–. Y él la hojeó un poco mientras yo me preguntaba, en mis adentros y no sin malévola curiosidad, qué pasaría por su cabeza cuando el sacerdote de la novela viviera su tórrida historia de amor con la sevillana Macarena Bruner. Pero lo cierto es que me quedé sin saberlo. Pasaron dos o tres meses, nos vimos un par de veces, él no mencionó la novela y yo no le toqué el tema. Silencio administrativo. O no la ha leído, pensé, o no le gustó y calla por delicadeza.

Un día, tras un viaje largo, fui a la iglesia a ver qué tal le iba, y encontré a otro oficiando la misa: un simpático abuelete aficionado al vino tinto, con el que acabé haciendo buenas migas. Y en los días siguientes me contaron la historia del cura guapo, o su desenlace. Se había fugado con una atractiva feligresa, que en el arrebato pasional abandonó a su familia. Se largaron juntos a un feliz paradero desconocido. Entonces creí comprender por qué el cura guapo no había dicho ni una palabra de mi novela. Se vio un poco reflejado en ella, quiero suponer. Y a veces me pregunto, en mi elemental vanidad de novelista, si aquella lectura pudo influir algo en su decisión. Ustedes lo comprenden, ¿verdad?… Me gusta imaginar que ayudé a que la Iglesia perdiera un pastor de almas y el amor ahorcase una sotana.

__________

Publicado el 12 de agosto de 2018 en XL Semanal.

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Arturo Pérez-Reverte

Editor y cofundador de Zenda. Arturo Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Fue reportero de guerra durante veintiún años. Con más de veinte millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, muchas de sus novelas han sido llevadas al cine y a la televisión. Hoy comparte su vida entre la literatura, el mar y la navegación. Es miembro de la Real Academia Española. perezreverte.com · @perezreverte · fb.com/perezreverte ·  mypublicinbox.com/perezreverte

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Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

No sé si ha sido un lapsus, si ha sido una interferencia inconsciente freudiana o ha sido intencionada la frase, don Arturo. Lo del «huevo de la cara» o como decir también «el ojo de la entrepierna», me ha sorprendido. Pero, bueno, el sr. Pérez-Reverte siempre nos sorprende. Pensándolo bien, sí, algunos parecen tener los huevos en la cara y el cerebro en el culo.

Quizás sí, todo el proceso completo, no solamente Napoleón, me refiero a la Ilustración y la Revolución, sin olvidarnos de la Revolución Americana y la Inglesa y tampoco olvidemos el proceso que se inició con el Renacimiento y sus repúblicas, trajeron cambios y modernidad. Un proceso de libertades y concienciación ante el sometimiento, iniciados desde la Edad Media. Cambios y moderniad. Incluso en España a pesar del rey Felón.

Pero, de nuevo, toda Europa, incluida España, se cubrirían de sangre.

Parece que todo progreso social y político humanos siempre tienen que estar teñidos de ese rojo elemento.

Cambios y modernidad. Pero, también grandes retrocesos. El XIX es el siglo del gran desarrollo de los fatídicos nacionalismos en toda Europa, germen de las terribles masacres del siglo XX. Quizás la culminación de Napoleón, el final de su proceso, sea la IIGM, con guerra prusiana de por medio.

Congreso de Viena, Santa Alianza, etc. La gran diplomacia en su momento más álgido. Talleyrand, Metternich, personajes irrepetibles que forjaron todo esto en una arquitectura de efímera palabrería sin fin. Nunca se habló tanto para tan poco. Las élites europeas volcadas en el mantenimiento del staus quo y de sus privilegios de clase. Hasta esto también influyó en España: para salvarle el culo a Fernandito el Felón con los 100.000 hijos de la madre que los parió (de nuevo una invasión francesa) y terminar con el breve liberalismo.

Poder, élites, privilegios, cargos públicos, dinero, koldos, software de la Complutense, falcons… … … nada ha cambiado. No hay revolución que cambie todo esto.

Un huevo de la cara.
Excelente artículo, don Arturo.

Toni Fernández
Toni Fernández
4 meses hace
Responder a  Ricarrob

Mencione usted de vez en cuando en sus largas diatribas algún chanchullo del PP, no? Es que si no, vamos a pensar que usted no es ecuánime, sino más bien un sectario. Y le escribe alguien que desprecia a los políticos españoles, a todos. Y a quienes les siguen. Por razones obvias.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Toni Fernández

Bien, muy bien contestado, en mi opinión, querido amigo. Y me voy a atrever a apoyarle, aunque desde luego no lo necesite, con mis propios argumentos:
Para mi, históricamente y hasta la fecha, la izquierda (en su más puro espíritu) sólo tiene, o tuvo, o debió tener, tres valores fundamentales y esenciales que la diferenciaba del resto de ideologías o ideas políticas.
El primero la COHERENCIA con sus postulados, los cuales estaban totalmente alejados de los nacionalismos y aspiraban a crear mejores condiciones para toda la población, sin excepción o limitación. Ya podemos ver en nuestro país que esto se ha traicionado con unos compañeros de viaje totalmente alejados de esa idea fundamental, no importándole a los partidos del gobierno auparse al poder con ellos y convirtiendo, o intentándolo, a unos ciudadanos en ciudadanos de primera y otros de segunda con menos igualdad, derechos y financiación, y todo ello con tal de permanecer en el poder. Y si esto no logran cumplirlo en un país ¿cómo van a hacerlo en todo el mundo, lo que debería ser su objetivo primordial?
Por otra parte, como segundo valor, esa coherencia siempre ha estado ligada a la VERDAD en sus teorías, postulados y afirmaciones. Ya hemos visto múltiples veces como actualmente, para esta supuesta izquierda, la verdad es un mero instrumento que cambia de un día para otro, destruyendo la confianza legítima de sus votantes. Y sin verdad ¿quién podra confiar más en ellos?
El tercer valor, y el más doloroso en su falta de respeto, es la ÉTICA y HONRADEZ en sus planteamientos, programas y, en especial, en la consecución de los mismos. Reiteradamente hemos visto que para esta supuesta izquierda, la corrupción, la vejación de propios y contrarios, la falta de respeto a las reglas del juego que todos nos dimos, y el sacar partido del poder de forma amoral se ha convertido, y por desgracia reiteradamente, en su seña identificativa.
Ser de izquierdas es como el amor, el cariño, el respeto y la fidelidad a un o una amante. Una vez que te traiciona y te defrauda es dificil perdonar y volver junto a él o ella. Ese es mi caso.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Toni Fernández

Perdóneme, sr. Fernández, en mi tardanza en contestarle. Realmente ya le contesté a usted pero, por las maravillas de la tecnología, no se añadió mi comentario y respuesta.

Lo primero, decirle que si leyera usted habitualmente mis comentarios sabría que, por mi parte, critico tanto a tirios como a troyanos, a los «hunos» como a los «hotros». No sé decirle exactamente en qué porcentaje exacto, no llevo la cuenta.

Lo segundo, decirle que escribo estas humildes líneas solamente por placer y por desahogo, no por lo que piense nadie de mí que me la trae al pairo. Yo sé lo que soy y cómo soy y eso no va a cambiar por lo que digan o piensen los demás.

Lo tercero es decirle que es lógico y saludable criticar más a quien disfruta del poder en un momento determinado. Las gentes que gobiernan deben estar preparadas para recibir críticas, asumirlas y deben conocer lo que realmente piensa la gente de ellos y de su ejercicio del poder. Como le digo, en una democracia, esto debe ser un ejercicio sano y saludable.

Por último, decirle que quizás me excedo más en criticar a esto que yo llamo la izquierda cutre de este país que no tiene parangón con ninguna otra izquierda democrática del mundo Occidental.

La acusación de sectario es muy fuerte y solamente se debe aplicar a quién es un fanático y un dogmático de alguna de las ideologías que el ser humano desgraciadamente ha dido capaz de inventar (casi todas terminadas es «ismos») y, además, intenta imponerlas por la fuerza a los demás. Siento decirle que yo no reuno ninguna de esas características y decirle, además, que criticar al poder no es sectario, ni nunca lo ha sido. Error de concepto, en mi opinión.

Reflexione, por favor, sobre estas humildes palabras.

Saludos cordiales.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Ricarrob

Esas maravillas de la tecnología que menciona han hecho también, cual duendes juguetones, que su comentario señor Ricarrob desapareciera de su lugar inicial y mi comentario, como apoyo al suyo, aparezca ahora antes que el de usted y pierda asi su sentido inicial.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace
Responder a  Basurillas

Nunca un comentario, hecho con buena intención, pierde su sentido. El tiempo es relativo y, aunque no sabemos manejarlo, controlarlo, tiene realmente poca importancia. Cuando somos capaces, pocas veces, de abstraernos de nuestra materialidad, el éxtasis sexual es una de ellas, la rememoranza nostálgica es otra, el dolor intenso por la pérdida de un ser querido es otra, la comunión con la naturaleza en un éxtasis bucólico otra, el tiempo deja de tener sentido y, nosotros, pobres humanos, somos capaces de controlarlo… por breves momentos.

Un abrazo.

jose carlos seghiri pizarro
jose carlos seghiri pizarro
4 meses hace

Es fascinante, como todo lo que escribe. El Asedio, Un Día de Cólera, El Husar.
España no estaba preparada para recibir los valores que venían con las águilas de la Libertad. España era un país del Clero y la Corona, aquí imperaba la Inquisición y no sirvió de nada abrir las cárceles de la Inquisición. Un país analfabeto y embrutecido por catecismo, misas y rosarios de la aurora con el que asustaban a las gentes que dormían.

Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Efectivamente. Y los mega-millones de rosarios meramente mecánicos y las mega-millones de misas meramente presenciales, se repitieron durante los nefastos 40 años de franco-puritanismo. Nunca jamás un país perdió tanto el tiempo. Misas y rosarios en un país en el que el Maestro estaba ausente e ignorado.

Sí, embrutecimiento.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace

Las pulsiones por mantener lo mismo de siempre, lo conocido, aquello con lo que te encuentras a gusto aunque lo reconozcas desfasado, incompleto y superado es una constante en la humanidad, tras haber probado nuevas formas de entender la existencia y descubrir nuevos valores morales, políticos y económicos. Lo que ahora denominamos graciosamente «salir de la zona de confort» es lo que pedía Europa tras el follón napoleónico. No había vuelta atrás. Las viejas cuitas dinásticas, la fe concebida como dogma inquebrantable y el olvido de la burguesía como motor de la organización social tenían los días contados, por mucho que la llamada restauración intentase volver a la situación anterior. Napoleón, a pesar de sus desastres bélicos en sus últimos años, había inoculado con éxito en la sociedad el gérmen de la modernidad y de un nuevo pensamiento que ya se encontraba rondando en el ambiente con anterioridad. A partir de ahora todo se examinaría y se pondrìa en duda y el respeto debería ser nuevamente ganado sin tener en cuenta formas ancestrales y caducas.

Julia
Julia
4 meses hace

Sr Pérez Reverte:
No cabe duda de que le apasiona la Historia y disfruta contándola. Yo la estudié y conozco lo suficiente para tener una ideíta, saber de qué estamos hablando y poseer una opinión.
Yo opino de lo que conozco y puedo dar mi parecer basado en la razón, lógica o sentido común de otros temas ajenos a mi entorno y me divierte . Soy como los comentaristas de TV que opinan de todo y salen en las tertulias, salvo que a mí me gusta opinar por escrito.

En un discurso, mi suegro dijo que ‘la Aldea de Arriba (barrio) casi pudo haber sido nuestro Waterloo’ (pronunció vaterló) por dificultad en una canalización .
La gente comentó: Don Alfredo ha dicho que la Aldea de Arriba es el váter de Soutelo.

Sabe una cosa que he aprendido? El carajo. Una cestita en un palo no se si mayor menor, al que mandaban para otear el horizonte.
Me gusta la frase, Vete al carajo! aunque tenga distinto significado del de antaño.
Buen día Capitán.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Julia

Buenas noches doña Julia, el nombre correcto de esa cestita, siendo purista, es «cofa», la cofa. Otra palabra naútica interesante y que puede resultar equívoca es «jardin». No suele ser conveniente, en términos profesionales o laborales «meterse en muchos jardines».
Una duda me queda preguntarle a usted ¿el Soutelo al que se refiere es al de Pontevedra en Galicia?
Un saludo.

Raulmanny
Raulmanny
4 meses hace

Armand de Caulaincourt, un general y diplomatico frances trato de disuadir a Napoleon de la invasion a Rusia pero fue con el como parte de su Estado Mayor. Mas de un siglo despues sus memorias sobre esa campaña fueron estudiadas por generales alemanes durante la operacion Barbarossa. No aprendieron las lecciones.

Basurillas
Basurillas
4 meses hace
Responder a  Raulmanny

Buenas noches. Sí, es posible que no las aprendieran. Pero tambíen es posible que si lo hicieran y sacasen las conclusiones correspondientes, pero el tío Adolfo las despreciara, igual que despreciaba a la mayoría del alto mando de la Wehrmacht, pensando que él era un iluminado por la gracia y no se podía equivocar. Le díó igual retrasar el principio de la operación más de un mes para ayudar al nefasto Mussolini en su desastre griego (lo que tal vez le impidió conquistar Moscú por la precipitada llegada del «general invierno» ruso); no le importó no prever dotar de material de invierno para las tropas y medios mecánicos del ejército (se murieron de frío o se quedaron parados entre el hielo y la nieve); no le importó, algunos meses más tarde, declarar también la guerra a los Estados Unidos, con todos los ingentes medios de toda índole que esta nación dedicó para ayudar a los soviéticos; y desde luego no le importó destinar y malgastar millones de marcos y recursos sin fin para asesinar a incontables personas en el holocausto judío. Hitler se consideraba infalible tras la derrota de Francia, a pesar de haber intentado sin éxito vencer a los británicos, y pagó con creces esta creencia. Casi igual que Napoleón. Sólo ellos fueron los culpables.

Aguijón
Aguijón
4 meses hace

«Gran Bretaña siempre dispuesta a desestabilizar Europa mandase quien mandase en ella…»
Un apunte solamente:
Memorias de Sir Winston Spencer Churchill, capitulo:
Un intervalo trágico, España.
Allí se pueden extraer notas interesantes al respecto…
Ese texto es el que debe incluirse en los libros de historia de la ESO y no la propaganda falsaria de Portillo, pagada por Churchill precisamente cuando la División Azul combatía en Rusia.

Francisco Brun
4 meses hace

Los fragmentos de la historia con los que nos ilustra el señor Pérez Reverte parece que se produjeron en lapsos de tiempo relativamente cortos, pero si nos detenemos a pensar en las miles y miles de trifulcas, combates, pactos, traiciones, muertes o amoríos; no existe en mi opinión un camino preciso de hechos desencadenantes y es muy probable que la indigestión por una comilona del día anterior realizada por algún hombre poderoso, cambió el curso y el destino de millones de almas para siempre.
Hoy, ahora mismo, tenemos que rogar que Putin, XI Jinping, Joe Biden, o algún otro, no pasen una mala noche con sus respectivas señoras y estas, a su vez, no se alteren por falta de cariño; porque mañana mismo, se podría desintegrar el mundo entero.
Por fortuna esto seguramente no ocurrirá y nuestra única preocupación se concentra en manejar, nosotros, los de a pie, a nuestras respectivas mujeres, lo que es muy simple, solo se necesitan dos palabras dichas en forma enérgica para terminar de una vez por todas y para siempre con los caprichos femeninos…¡Si querida!. Y el mundo seguirá su curso.

Cordial saludo

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