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Carolyn Richmond y su indagación sobre El jardín de las delicias, de Francisco Ayala - Zenda
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Carolyn Richmond y su indagación sobre El jardín de las delicias, de Francisco Ayala

Carolyn Richmond y Francisco Ayala, en Granada en 1987. Fotografía de la portada del libro ‘Días felices. Aproximaciones a ‘El jardín de las delicias’ de Francisco Ayala’, Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2018. Para Francisco Ayala, uno de los grandes escritores españoles del siglo XX, literatura y vida estaban estrechamente unidas hasta el punto...

Carolyn Richmond y Francisco Ayala, en Granada en 1987. Fotografía de la portada del libro ‘Días felices. Aproximaciones a ‘El jardín de las delicias’ de Francisco Ayala’, Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2018.

Para Francisco Ayala, uno de los grandes escritores españoles del siglo XX, literatura y vida estaban estrechamente unidas hasta el punto de que, según decía, “la biografía de un escritor consiste en sus obras”. Carolyn Richmond, su viuda, solo entiende también la vida vinculada a la escritura, y desde esa concepción ha dedicado los últimos quince años a intentar descifrar los múltiples significados de El jardín de las delicias, cúspide de la larga y fecunda trayectoria literaria de su marido. El resultado es una completa exégesis de ese libro que su propio autor consideraba “un arca de palabras” y que le sirvió para hablar del amor y el dolor, la ternura y la crueldad, la vida y la muerte.

Lo que en principio iba a ser un prólogo a una edición crítica de El jardín de las delicias, se le fue pronto de las manos a Carolyn Richmond (Nueva Inglaterra, 1938), para convertirse en el libro que ganó recientemente el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos y que ahora publica la Fundación José Manuel Lara bajo el título de Días felices. Aproximaciones a El jardín de las delicias de Francisco Ayala.

"¿No es perverso intento el de querer oponerse a la fugacidad de la vida?, se preguntaba Ayala en el epílogo de El jardín de las delicias"

El texto premiado no es una crítica literaria al uso, como otras que ha publicado Richmond, catedrática emérita de Literatura Española de la City University of New York y experta en la obra de Leopoldo Alas, Clarín, Ramón Gómez de la Serna y en la de Ayala. Es “una indagación abierta” sobre el conjunto de piezas que componen la citada obra ayaliana (Premio de la Crítica, 1972), combinadas, según decía el propio autor, “como los trozos de un espejo roto”.

Sin embargo, pese a la fragmentación, tan característica de la obra de este narrador, ensayista, sociólogo, crítico y traductor, Ayala se reconocía a la perfección en esos trozos y se hacía preguntas como las que figuran en el epílogo de El jardín de las delicias:

“¿Para qué has escrito? —me reprocho—. ¿Para qué tenías que escribir? ¿Acaso no bastaba?… El sarcasmo, la pena negra, la loca esperanza, el amor, esa felicidad cuyo grito de júbilo decae y se extingue en el sollozo de conocerse efímera, el sarcasmo otra vez, el amor siempre, con sus insoportables y deliciosas torturas de que son instrumento el reloj, el teléfono, el calendario, los oscuros silencios y la imaginación insaciable, todo eso, ¿no bastaba acaso con haberlo sufrido? ¿Era sensato preservarlo en un arca de palabras? ¿No es perverso intento el de querer oponerse a la fugacidad de la vida?”

Ayala falleció a los 103 años en noviembre de 2009 y, en la última etapa de su vida, asistió ilusionado al proceso creativo del libro que preparaba Carolyn Richmond. Y, como contó la autora hace unos días al presentar la obra premiada, cada tarde, cuando ella terminaba su jornada de trabajo, el escritor se sentaba a su lado, “delante de la pantalla del ordenador, para repasar juntos” lo que había redactado. “Sus comentarios, tanto los relacionados con el contenido como los estilísticos, siempre me resultaban de provecho, aunque yo creía que el libro no iba a funcionar porque se alargaba y se alargaba; era una investigación, una pesquisa, y yo no sabía bien cómo iba a acabar aquello”. Cuando Ayala perdió gran parte de su visión, su mujer le leía en voz alta cada día lo que había escrito: “Era un acto de amor, una relación curiosa en la que yo, la crítica literaria, era también la esposa y la amante”, decía Carolyn Richmond, que conoció al autor de Recuerdos y olvidos (Premio Nacional de Narrativa, 1983) en los años setenta, cuando Ayala, en el último tramo de ese largo exilio que lo llevó a Buenos Aires, Río de Janeiro, Puerto Rico y Estados Unidos, daba clases de Literatura Española e Hispanoamericana en prestigiosas universidades de este último país. En 1976, tras jubilarse el escritor de su labor docente, comenzó una relación sentimental entre ellos, que se prolongaría durante más de treinta años.

Tras la muerte de Ayala, pasó mucho tiempo, años incluso, antes de que Carolyn Richmond se sintiera con fuerzas para continuar con ese libro que ella considera “una odisea intelectual”, un proceso que la llevó a “una nueva y personal lectura de El jardín de las delicias«.

"Lo que me interesa como crítica literaria es la escritura como proceso intelectual. No me da miedo no saber qué me voy a ir encontrando en el camino. Para mí escribir es vivir"

Lo que me interesa como crítica literaria es la escritura como proceso intelectual. No me da miedo no saber qué me voy a ir encontrando en el camino. Para mí escribir es vivir; he vivido en este libro al que he llamado Aproximaciones porque se trata de aproximaciones a la literatura de Ayala”, afirmó en la presentación Carolyn Richmond, que es presidenta de honor y directora académica de la Fundación Francisco Ayala y que fue también editora de las Obras Completas del escritor, publicadas en siete volúmenes por Galaxia Gutenberg.

La reflexión y la emoción cabalgan juntas en Días felices. Aproximaciones a El jardín de las delicias de Francisco Ayala, una obra que no se puede entender cabalmente si no se ha leído ese “clásico moderno” en el cual está basada y que, junto con Recuerdos y olvidos, es uno de los libros más importantes de la última etapa creativa del escritor granadino, cuya obra fue reconocida también con el Premio Nacional de las Letras, el de las Letras Andaluzas, el Cervantes y el Príncipe de Asturias.

Cuando empezó a “bucear” en el contenido de El jardín de las delicias, Richmond se permitió “sucumbir al encanto de la obra en sí” y “en lugar de servir de guía para el lector”, optó, “instintivamente, por seguir el ejemplo dado por el propio autor/narrador en su prólogo y epílogo, así como en gran parte del contenido del libro, donde entabla, consigo mismo y con receptores, ficticios o reales, un diálogo acerca de temas, grandes y pequeños, que abarcan desde el sentido de la vida, y del arte, hasta la expresión escrita de formas diversas”, afirma la autora, para quien su texto acabaría siendo “un reflejo del propio autor: una especie de obra en marcha (work in progress) personal y literaria”.

"A Francisco Ayala le gustaba en sus libros plantear más preguntas que respuestas, sembrar dudas en el lector, y así lo hace en El jardín de las delicias"

Cualquier proceso creativo, añade Richmond, implica “una búsqueda constante, diálogo —eso me lo enseñó mi marido, que era una persona dialéctica, no predicaba— y también divagación”. “Todo este libro ha sido una divagación” para tratar de desentrañar El jardín de las delicias, una obra de fácil lectura, al menos en apariencia, pero cuyos textos “son de una riqueza enorme” y contienen numerosas referencias a los clásicos. A escritores como Cervantes y Dante, entre otros, recurrió la autora mientras preparaba su obra.

En El jardín de las delicias están muy presentes el tiempo, uno de los grandes temas de Ayala; la música y el arte. De hecho, el escritor de joven quiso ser pintor (su madre pintaba muy bien) y “se vio obligado a elegir entre la pintura y la literatura. Eligió la escritura, pero le encantaba visitar museos y tenía una apreciación estética muy desarrollada”, aseguró Richmond.

A Francisco Ayala le gustaba en sus libros “plantear más preguntas que respuestas, sembrar dudas” en el lector, y así lo hace en El jardín de las delicias, en el que enfrenta al “lector cómplice” a cuestiones sobre “el sentido de la existencia humana, la relación entre el individuo y el tiempo y el proceso creador”, comenta Richmond, quien hace hincapié en la importancia que la fragmentación tiene en la obra del autor de Muertes de perro. Una técnica narrativa que “refleja en sí misma una visión troceada de la realidad: una escritura influida sin duda alguna por los acontecimientos bélicos ocurridos durante la vida del autor de un lado, y del otro por las técnicas vanguardistas que tan acertadamente reflejaron aquella nueva realidad histórica social”, escribe la autora en el preámbulo de Días felices

"Cuando yo me muera —le decía Ayala a su mujer— tú serás libre. Y Richmond sabía bien que la libertad a la que se refería su marido iba más allá de lo vital: que se trataba de una especie de liberación a la vez intelectual"

Cuando yo me muera —le decía Ayala a su mujer— tú serás libre”. Y Richmond sabía bien que la libertad a la que se refería su marido “iba más allá de lo vital: que se trataba de una especie de liberación a la vez intelectual”. “Él sabía que yo no podía llegar a ser quien era en realidad hasta que él se muriera”, afirma Richmond, antes de señalar que esa “libertad” podría apreciarse en el fondo y forma de la última parte de su libro, escrito todo él con un rigor y estilo admirables, fruto de su profundo conocimiento de la obra del autor.

En 2019 se conmemoran los diez años de la muerte de Ayala, que en 2006 asistió entre emocionado, escéptico, agradecido y asombrado a los numerosos actos, exposiciones y congresos que se organizaron con motivo de su centenario, bajo la dirección del poeta Luis García Montero. “Entonces se celebró al hombre, la vida, y el que hubiera llegado a esa edad tan lúcido, la palabra favorita de la prensa”, comenta Richmond. Se publicaron numerosas ediciones de sus libros, pero el escritor era consciente de que, en España, muy poca gente los había leído.

Ahora, mi tarea y la de la Fundación es fomentar el estudio y la comprensión de la obra de Ayala. Tenemos que darle otra vida, pero una vida literaria, y por eso en 2019 vamos a poner énfasis en el escritor, no en el hombre”, subraya Carolyn Richmond, académica correspondiente de la Real Academia Española.

Sinopsis de Días felices. Aproximaciones a El jardín de las delicias, de Francisco Ayala, de Carolyn Richmond

Fruto de un dilatado proceso de redacción, las Aproximaciones de Carolyn Richmond a El jardín de las delicias de Francisco Ayala tienen un carácter excepcional por la estrecha relación, tanto afectiva como literaria, que unió a la autora a quien fuera su esposo; pero también, y sobre todo, por el rigor y la lucidez de sus planteamientos, así como por la originalidad de su enfoque y desarrollo. Más que un análisis de corte tradicional, Días felices ofrece una indagación abierta en la última, y más profundamente personal, obra de invención del escritor granadino, con la que dialoga acerca de temas como el arte, el tiempo y la relación entre literatura y realidad. En última instancia, sugiere Richmond, tanto ella como el propio Ayala y sus lectores somos cómplices en la recreación de los recortes, diálogos y evocaciones preservados en esa “arca de palabras”.

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Autor: Carolyn Richmond. Título: Días felices. Aproximaciones a ‘El jardín de las delicias’, de Francisco Ayala. Editorial: Planeta. Venta: Amazon y Casa del libro

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Ana Mendoza

Nacida en Sevilla, la periodista Ana Mendoza ha desarrollado gran parte de su trayectoria profesional en la Agencia Efe, donde, en los últimos dieciocho años, se ha dedicado de lleno a los temas culturales, en especial a los de literatura y lengua, su gran pasión. A lo largo de estos años ha realizado más de novecientas entrevistas. En 2015 fue galardonada con el Premio Nacional de Periodismo Cultural.

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