Baudelaire y compañía

La primera originalidad de El lector decadente reside en su título. Debería titularse Antología de textos decadentistas del siglo XIX. Pero Atalanta ha escogido cambiar el punto de vista: del escritor al lector. Los lectores —protagonistas inopinados del libro— debemos seguir la cartografía marcada por sus editores, Jaime Rosal y Jacobo Siruela, que nos llevarán a través de diversos textos pertenecientes a autores conocidos o desconocidos. Rosal se centrará en Francia y Siruela en Inglaterra para que cada lector, soberano del libro, escoja aquellos fragmentos que les resulten más sugerentes y, de paso, conozca las vidas de sus autores a través de breves e incisivas notas biográficas. El periplo por las páginas abunda en fotografías, grabados, dibujos, pinturas…

¿Qué es el decadentismo? Es un movimiento literario cuyo artífice fue Charles Baudelaire. Precisamente él es quien abre el volumen con un texto de El esplín de París, que bien podría servir de paráfrasis de todos los demás textos: “Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin caminos, sin hierba (…) encontré a varios hombres que caminaban encorvados. Cada uno llevaba una enorme Quimera, tan pesada como un saco de harina o carbón (…). Interrogué a uno de esos hombres y le pregunté a dónde iban así. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que evidentemente iban alguna parte, ya que los impulsaba una invencible necesidad de caminar”.

Los escritores decadentistas quisieron hacer de su vida una quimera: un producto de su imaginación que borrara los límites entre la vida soñada o escrita por ellos y el mundo real, para lo cual emplearon el alcohol y las drogas, pero también, y por encima de todo, una actitud escapista frente a una sociedad burguesa que detestaban, y frente a su estilo literario: el naturalismo, preconizado en Francia por Émile Zola, partidario de reflejar únicamente lo real y no lo imaginario.

Quizá la biblia del decadentismo sea la novela A contrapelo, del francés Joris Karl Huysmans, extractada en El lector decadente. Cuenta la historia de un noble que se retira a una mansión campestre para vivir complemente solo, rodeado únicamente de objetos artísticos: grabados de Odilon Redon, cuadros de Gustave Moreau, libros de Edgar Allan Poe… Su vida consistirá únicamente en contemplarlos e imaginar en torno a ellos, alejado por completo del mundo exterior.

Huysmans relata cómo, paseando una tarde por el campo con Zola, que había sido su maestro, éste le acusó de asestar un terrible golpe al naturalismo al publicar A contrapelo. Aquél le replico afirmando que “deseaba romper los límites de la novela, hacer entrar en ella al arte, a la ciencia, y no servirse de esta forma literaria más que como un marco (…)”.

Tras leer los extractos de A contrapelo en la parte francesa, me resultó curioso que en la parte inglesa Jacobo Siruela diera cuenta de un singular personaje cuya vida encarnaba la del personaje de Huysmans. Se trata del escritor y millonario William Beckford (1760-1844), quien hubo de marcharse de Gran Bretaña acusado de pederastia, para volver años más tarde y construir en la campiña la gigantesca abadía de Fonthill, con una torre de 44 metros de altura que se desplomó debido a fallos arquitectónicos. En el interior, entre enormes cristaleras góticas, colgaban de los muros cuadros de Rembrandt, de Durero, de Velázquez, de Mantegna… La abadía era, toda ella, una gigantesca quimera de Beckford.

Este ha sido mi periplo a través de las páginas de El lector decadente. Otros lectores escogerán para emprender su viaje literario textos igualmente sugerentes de Isidore Ducasse, Marcel Schwob, Stephane Mallarmé, Teophile Gautier, Oscar Wilde, Aubrey Beardsley… Toda una experiencia literaria.

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Autor: Varios. Título: El lector decadente. Editorial: Atalanta. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro