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Cómo me encontré con Walter Arias - Zenda
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Cómo me encontré con Walter Arias

En El novio del mundo, de Felipe Benítez Reyes, celebramos la vuelta de uno de los personajes más recordados de la literatura de los últimos veinte años, y de la mano de su autor. “Una voz peculiar y con una mente desatinada”, según Benítez Reyes, que regresa con la misma frescura de entonces. El libro,...

En El novio del mundo, de Felipe Benítez Reyes, celebramos la vuelta de uno de los personajes más recordados de la literatura de los últimos veinte años, y de la mano de su autor. “Una voz peculiar y con una mente desatinada”, según Benítez Reyes, que regresa con la misma frescura de entonces. El libro, recién publicado por la Fundación José Manuel Lara, se publica con un epílogo inédito.

 

Empecé a escribir esta novela en mayo de 1996 y le puse el punto final en julio del año siguiente. Recuerdo su proceso de escritura como un trance un tanto febril, con sentadas diarias de hasta catorce horas, algo que hoy no sólo me parece impensable, sino también imprudente, tanto en aspectos puramente literarios como en cuestiones de salubridad.

Se trataba de construir un personaje a través de un pensamiento anómalo y a partir de un enfoque que oscilase entre la lucidez y el disparate, entre el razonamiento y el desvarío. Para dar un poco de coherencia a ese mixtifori, pretendí la conciliación del humor con el horror, de la broma con el espanto. No consideré tan importantes las peripecias como la interpretación que el personaje aplicara a tales peripecias: centrar la acción esencial en la glosa de las acciones circunstanciales (y me acuerdo de aquella apreciación de Epicteto que Laurence Sterne puso al frente de su Tristram Shandy: “Lo que turba a los hombres no son las cosas en sí, sino las opiniones sobre tales cosas”).

"Pero si bien me esforcé en no entrometerme en sus derivas de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión, lo cierto es que Walter Arias se entrometió a saco en las mías."

Con Walter Arias, el protagonista y narrador, hice un trabajo actoral: ponerme no sólo en la piel de un personaje por completo ajeno a mí, sino asumir también su pensamiento y sus movimientos de conciencia, bastante opuestos a los míos. Un personaje, en suma, que no admitiese la intromisión del pensamiento y la conciencia del autor, de sus códigos emocionales o ideológicos, para preservarle de ese modo su coherencia peculiar, basada a veces en la pura y desatada incoherencia. Pero si bien me esforcé en no entrometerme en sus derivas de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión, lo cierto es que Walter Arias se entrometió a saco en las mías, y les confieso que, mientras daba forma a estos enredos acogidos en lo fundamental al patrón de la novela picaresca, todo lo otro que escribía se me contagiaba de walterismo, incluidos los artículos para periódicos —y aún me pregunto, con agradecimiento, cómo no me los echaban para atrás—.

En mi caso, la concepción de una novela no suele partir de una visión panorámica, sino de detalles tan pequeños como insignificantes: una frase, una imagen, un tono. De esta novela recuerdo sus dos detonantes, a saber: 1) me presentaron a un pájaro de la noche madrileña, actor a tiempo parcial, tarambana a tiempo completo y creo recordar que algo así como relaciones públicas de una discoteca por entonces de moda; bien, aquel joven se quejó de su alopecia creciente y me ofreció su diagnóstico científico: “Creo que estoy quedándome calvo de tanto comer coños. Estoy convencido de que los coños sueltan un líquido que quema el pelo”, y no estoy seguro de que lo dijese ni medianamente en broma; en aquel instante pensé: “¿Cómo sería escribir una novela con un protagonista que se rigiera por este tipo de mecanismos mentales, en el caso de que pueda implicarse a la mente en tales mecanismos?”, y 2) en un vuelo de Madrid a Palma de Mallorca me hice una pregunta que no tenía nada que ver con mi trayecto ni con nada en particular: “¿Cómo sería la historia de alguien que se acostase en un hotel de Ámsterdam y se levantase tirado en una calle de Melilla vestido con un camisón de mujer?”. Una de esas preguntas, en suma, que uno se hace cuando no tiene nada que hacer, con el beneficio de que ese tipo de interrogantes ociosas nos distraen el ocio e incluso, a veces, pueden llevar bastante lejos a las imaginaciones privilegiadas: “¿Cómo sería la historia de un hidalgo que perdiese la cordura a fuerza de leer libros de caballerías?”, pongamos por caso.

"Si en una novela en primera persona, en forma de autobiografía fingida, dispones de un personaje con una voz peculiar y con una mente desatinada, sólo tienes que moverlo un poco y dejarlo charlar mucho."

Pasado un tiempo, hice un cóctel con aquel par de dosis infinitesimales, por así decirlo, y me puse a escribir esta novela, sin tener ni idea de cómo resolvería esa mudanza insólita del personaje desde tierras holandesas al África de los españoles —en especial en una historia en la que de antemano quedaban descartadas las alfombras voladoras y los diablos cojuelos—, aunque intuyendo que alguien a quien le pasara algo así no podía tener una vida ni demasiado común ni demasiado previsible. Esa fue la pauta de arranque.

El resto creo recordar que fluyó: si en una novela en primera persona, en forma de autobiografía fingida, dispones de un personaje con una voz peculiar y con una mente desatinada, sólo tienes que moverlo un poco y dejarlo charlar mucho, sobre todo si, como es el caso de Walter Arias, se trata de alguien dispuesto a confundir la meditación con la divagación, la metafísica con la palabrería y el sentido común con el sinsentido.

Aproximadamente.

Sinopsis de El novio del mundo, de Felipe Benítez Reyes

El protagonista de esta novela, Walter Arias, es una mezcla de filósofo surrealista y de psicoanalista antifreudiano, de romántico y de obseso sexual, de arlequín y de monstruo, de moralista y delincuente. Mezcla, en fin, de todo aquello que no puede ni debe mezclarse. «Mi pensamiento oscila entre Descartes y el barón de Munchausen», confiesa Walter Arias, precursor del movimiento filosófico llamado walterismo, una de las corrientes espirituales menos espirituales de cuantas conoció el pasado milenio. Burlón y despiadado, visionario y reflexivo, humorístico y macabro, Walter Arias nos cuenta los vaivenes de su vida —su noviazgo con el mundo— a lo largo de un hilarante thriller picaresco y metafísico.

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Autor: Felipe Benítez Reyes. Título: El novio del mundo. Editorial: Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2018. Venta: Fnac y Casa del libro

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Felipe Benítez Reyes

Felipe Benítez Reyes nació en Rota (Cádiz) en 1960. Su obra poética está recopilada en los volúmenes Trama de niebla y Li-bros de poemas. Entre sus novelas, traducidas a varios idiomas, se cuentan El novio del mundo, El pensamiento de los monstruos, Mercado de espejismos y El azar y viceversa. Sus relatos están recogidos en el libro Oficios estelares. Ha obtenido el Premio de la Crítica, el Premio Ateneo de Sevilla de novela, el premio Fundación Loewe de poesía, el Premio Nadal de novela y el Premio Nacional de Literatura, entre otros.

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