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5 poemas de T.S. Eliot - Zenda
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5 poemas de T.S. Eliot

Poeta, dramaturgo y crítico literario. Un rebelde que reventó la poesía de su tiempo con su obra cumbre, La tierra baldía. A continuación puedes disfrutar de 5 poemas de T.S. Eliot. Burnt Norton Tiempo presente y tiempo pasado se hallan quizá presentes en el tiempo futuro y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado. Si todo...

Poeta, dramaturgo y crítico literario. Un rebelde que reventó la poesía de su tiempo con su obra cumbre, La tierra baldía. A continuación puedes disfrutar de 5 poemas de T.S. Eliot.

Burnt Norton

Tiempo presente y tiempo pasado
se hallan quizá presentes en el tiempo futuro
y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado.
Si todo tiempo es eternamente presente
todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es mera abstracción
quedando como eterna posibilidad
solamente en el mundo de la especulación.
Lo que pudo haber sido y lo que fue
apuntan a un solo fin, que está siempre presente.

Los hombres huecos 

Un penique para el viejo guy

Somos los hombres huecos

Somos los hombres rellenos

Inclinándonos juntos

Casco lleno de paja. ¡Alas!

Nuestras voces secas, cuando

Susurramos juntos

Son quietas y sin sentido

Como viento en hierba seca

O patas de rata sobre cristal roto

En nuestra seca celda.

Figura sin forma, matiz sin color,

Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;

Aquellos que han cruzado

Con ojos directos al otro Reino de la Muerte

Nos recuerdan -si acaso- no como perdidas

Almas violentas, sino sólo

Como los hombres huecos

Los hombres rellenos.

II

Ojos que no me atrevo a encontrar

En el otro reino del sueño de la muerte

Estos no aparecen

Allí, los ojos son

Luz de sol sobre una columna rota

Allí, está un árbol balanceándose.

Y voces están

En el viento cantando

Más distantes y más solemnes

Que una estrella desfalleciente.

No me deje que esté más cerca

En el reino del sueño de la muerte

Déjenme usar

Tan deliberado disfraz

Abrigo de rata, piel de cuervo, tablas cruzadas

En un campo

Comportándose como el viento se comporta

No más cerca-

No ese encuentro final

En el reino del crepúsculo

III

Esta es la tierra muerta

Esta es la tierra de cactus

Aquí las imágenes de piedra

Se levantan, aquí ellas reciben

La suplicación de la mano del muerto

Bajo el parpadeo de una estrella desfalleciente.

Y así es

En el otro reino de la muerte

Levantándonos solos

A la hora en que estamos

Temblando con ternura

Labios que besarían

De Oraciones a piedra rota

IV

Los ojos no están aquí

Andamos a tientas

y evitamos la palabra

Reunidos sobre esta playa del río hinchado

Sin mirada, a menos que

Los ojos reaparezcan

Como la estrella perpetua

Rosa de muchos pétalos

De reino crepuscular de la muerte

Rosa de muchos pétalos

De reino crepuscular dela muerte

La esperanza solo

De hombres vacíos.

V

Aquí vamos alrededor del cactus

Cactus cactus

Aquí vamos alrededor del cactus

A las cinco de la mañana

Entre la idea

Y la realidad

Entre el movimiento

Y el acto

Cae la sombra

Porque tuyo es el reino

Entre la concepción

Y la creación

Entre la emoción

Y la respuesta

Cae la sombra

La vida es muy larga

Entre el deseo

Y el espasmo

Entre la potencia

Y la existencia

Entre la esencia

Y el descenso

Cae la sombra

Porque tuyo es el reino

Esta es la forma en que acaba el Mundo

Esta es la forma en que acaba el Mundo

Esta es la forma en que acaba el Mundo

No con un estallido, sino con un murmullo.

El cultivo de los árboles de navidad 

Hay varias actitudes hacia la Navidad,

Alguna de las cuales podemos pasar por alto:

La social, la adormecida, la patentemente comercial,

La alborotada (los bares abiertos hasta la medianoche)

Y la infantil -que no es la del niño

Para quien la vela es una estrella y el ángel dorado

Extendiendo sus alas en la cima del Árbol de Navidad

No es sólo una decoración, sino un ángel

El nido se maravilla en el Árbol de Navidad:

Dejen que continúe en el espíritu de maravilla

En la fiesta como un acontecimiento no aceptada como un pretexto;

De tal forma que el arrebatamiento brillante, la sorpresa

Del primer Árbol de Navidad recordado,

De tal manera que las sorpresas, deleite en nuevas posesiones

(Cada una con su peculiar y excitante olor),

La espera del ganso o el pavo

y el esperado miedo en su aparecer,

De tal forma que la reverencia y la alegría

No sean olvidadas en experiencias posteriores,

En el hábito aburrido, la fatiga, el tedio,

La conciencia de la muerte, la conciencia del fracaso,

O en la piedad del converso

La cual puede ser corrompida por vanidad

Displicente a Dios e irrespetuosa con los niños

(Y aquí recuerdo también con gratitud a

Santa Lucía, su cancioncilla y su corona de fuego):

De tal forma que antes del fin, la ochentava Navidad

(Por ochentava quiero decir cualquiera que sea la última)

Los recuerdos acumulados de la emoción anual

Sean concentrados en una gran alegría

La cual será también un gran miedo, como en la ocasión

En que el miedo vino a cada alma:

Porque el comienzo nos recordará del fin

Y la primera venida la segunda venida.

El Director 

Desdicha al desdichado Támesis

Que fluye tan cerca del Espectador

El director

Conservador

Del Espectador

Corrompe la brisa

Los accionistas

Reaccionarios

Del Espectador

Conservador

Con los brazos enlazados

Dan vueltas

A paso de lobo.

En un desagüe

Una niña

En harapos

De nariz achatada

Mira

Al director

Del Espectador

Conservador

y muere de amor.

 

La Canción de Amor de J. Alfred Prufrock

Vamos pues tú y yo,

cuando la tarde se estira contra el cielo

como un paciente anestesiado sobre una mesa;

vamos pues, a través de ciertas calles semidesiertas,

los susurrantes asilos

de noches inquietas en baratos hoteles de una noche

y restaurantes de aserrín con conchas de ostras:

Calles que siguen como un argumento tedioso

de intención engañosa

para conducirte a una pregunta agobiante…

Oh, no preguntes, “¿Qué es?”

Vamos pues y hagamos nuestra visita.

En el cuarto las mujeres van y vienen

hablando de Miguel Ángel.

La neblina amarilla que frota su espalda contra el cristal de la ventana,

el humo amarillo que frota su hocico contra el cristal de la ventana,

lamió su lengua en los rincones de la tarde,

se demoró sobre los pozos que permanecen en los desagües,

dejó caer sobre su espalda el hollín que cae de las chimeneas,

se deslizó por la terraza, dio un salto repentino,

y viendo que era una suave tarde de octubre,

se enredó alrededor de la casa y se quedó dormida.

Y en verdad habrá tiempo

para el humo amarillo que se desliza a lo largo de la calle

frotando su espalda sobre los cristales de la ventana;

habrá tiempo, habrá tiempo

de preparar un rostro para encontrar los rostros que encuentres;

habrá tiempo para asesinar y crear,

y tiempo para todas las obras y los días de manos

que levantan y dejan caer una pregunta en tu plato;

tiempo para ti y tiempo para mí,

y un tiempo aun para un ciento de indecisiones,

y para un ciento de visiones y revisiones,

antes de tornar la tostada y el té.

En el cuarto las mujeres van y vienen

hablando de Miguel Ángel.

Y en verdad habrá tiempo

para preguntarse, “¿Me atrevo?”, y, “¿Me atrevo?”

Tiempo para voltearse y descender la escalera,

con una mancha en el medio de mi pelo

(Ellos dirán: “i Cuán delgados están sus piernas y sus brazos!”)

Mi abrigo mañanero, mi cuello que sube firmemente al mentón,

mi rica y modesta corbata, pero sostenida por un simple alfiler

(Ellos dirán: “i Pero que delgados están sus piernas y sus brazos!”)

¿Me atrevo

a perturbar el universo?

En un minuto hay tiempo

para decisiones y revisiones que un minuto anulará.

Porque las he conocido todas, todas las he conocido

He conocido las noches las mañanas, y las tardes,

he medido mi vida con cucharitas de café;

conozco las voces muriendo con una caída mortal

bajo la música de un cuarto más lejano.

¿Entonces cómo podría yo presumir?

Y he conocido los ojos ya, todos los he conocido

los ojos que te fijan en una frase formulada,

y cuando estoy formulado, tendido sobre un alfiler,

cuando estoy clavado y estrujado sobre un muro,

¿entonces cómo debería empezar

a escupir todas las colillas de mis maneras y mis días?

¿Y cómo podría entonces presumir?

y he conocido todos los brazos, todos los he conocido

brazos con brazaletes y blancos y desnudos

(Pero a la luz de la lámpara, derribados con claro pelo marrón!)

Es el perfume de un vestido

que me hace tanto divagar?’

Brazos que yacen a lo largo de una mesa, o envueltos alrededor de un chal.

¿Y debería entonces presumir?

¿Y cómo debería empezar?

¿Diré, que he ido en el crepúsculo a través de estrechas calles

y observado el humo que se alza de las pipas

de hombres solitarios en mangas de camisa, asomándose por las ventanas?…

Yo debí haber sido un par de garras rotas

barrenando el suelo de mares silenciosos.

Y la tarde, la noche, duerme tan apacible!

Suavizada por largos dedos,

dormida… cansada… o finge,

estirada en el suelo, aquí entre tú y yo.

Debería, después del té, los bizcochos y los helados,

tener la fuerza de forzar el momento hasta su crisis?

Pero aunque he llorado y apresurado, llorado y orado,

aunque he visto mi cabeza (haciéndose ligeramente calva)

traída en una bandeja,

no soy profeta, y aquí no hay gran asunto;

he visto el momento de mi grandeza vacilar,

y he visto el eterno Lacayo agarrar mi abrigo, y reír disimuladamente,

y en pocas palabras, tuve miedo.

Y hubiese valido la pena, después de todo,

después de las tasas~ la mermelada, el té,

entre porcelana, entre alguna conversación entre tú y yo,

hubiese valido la pena,

haber penetrado el asunto con una sonrisa,

haber comprimido el universo en una bola

y hacerla rodar hacia alguna pregunta abrumadora,

Decir: “Soy Lázaro, vengo de los muertos,

vengo a decírtelo todo, todo te lo diré”.

Si uno poniéndose una almohada en su cabeza,

Dijese: “Eso no es lo que quise decir del todo.

No es esto de ninguna manera.”

Y hubiese valido la pena, después de todo,

hubiese valido la pena mientras tanto.

después de las puestas de sol y de entrada los patios de y las calles lloviznadas,

después de las novelas, después de las tazas de té, después de las faldas que se arrastran a lo largo

del suelo

y esto y tanto más?

Es imposible decir lo que quiero decir!

Pero como si una linterna mágica lanzara los nervios en figura sobre la pantalla:

Hubiese valido la pena

si uno, colocando una almohada o quitándose una manta,

y volteándose hacia la ventana, dijera:

“No es esto de ningún modo,

No es esto lo que quería decir, de ningún modo.”

No! No soy el príncipe Hamlet ni he pretendido serlo;

soy un señor asistente, alguien a quien bastará

avanzar, comenzar una escena o dos,

aconsejar al príncipe; sin duda, una herramienta fácil,

deferente, alegre de ser usada,

política, cuidadosa y meticulosa;

lleno de alta sentencia, pero un poco obtuso,

a veces, en verdad, algo ridículo

casi, a veces, el Tonto.

Envejezco… Envejezco…

Llevaré arremangados los ruedos de mis pantalones.

¿Me partiré el pelo delante? Me atreveré a comer un durazno?

Me pondré pantalones blancos de franela y caminaré sobre la playa.

He oído las sirenas cantándose recíprocamente.

No pienso que me canten a mí.

Las he visto cabalgando hacia el mar sobre las olas

peinando el pelo blanco de las olas sopladas hacia atrás

cuando el viento sopla el agua blanca y negra.

Nos hemos detenido en las cámaras del mar

por niñas marinas adornadas con algas marinas rojas y marrones

hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.

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Laura di Verso

Leo poesía, con o sin rima. Y me gusta que me cuenten cuentos. Frecuento las redes, poco, desde marzo de 2020, como @lauradiverso.

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