El francés Ian Manook llegó al relato criminal tras una larga experiencia como periodista de viajes. Irrumpió en el género en 2014 y lo hizo entre aplausos. Su primera novela, Muertos en la estepa, publicada en España por Salamandra el pasado año, fue merecedora del SNCF du Polar 2014, el Premio de las Lectoras de Elle y el Premio de los Lectores de Quais du Polar/20 Minutes. Tanto aquélla como Tiempos salvajes, una nueva ficción recién llegada a las librerías españolas también con el sello de Salamandra, están protagonizadas por el comisario Yeruldelgger. Ambientadas en un paisaje tan infrecuente en el género como las estepas heladas de Mongolia, la localización no deja lugar a dudas: Manook tiene una larga experiencia como periodista de viajes. “Solo escribo sobre los países a los que me gustó viajar. En este caso concreto, construí primero a Yeruldelgger y cuando el personaje ya tenía la enjundia suficiente, cuando su consistencia me pareció monolítica, busqué un paisaje que le fuera bien. Consideré la posibilidad de llevarlo a La Patagonia, Alaska, Islandia o Mongolia”.
Que al final fuese elegida la tierra de Gengis Kan fue debido a que es un país que casi no existe:
“Hay tres millones y medio de habitantes y se extiende entre dos monstruos: China y Rusia, sin más referencia histórica que Gengis Kan, quien conquistó dos tercios de las tierras habitadas en la época y exterminó al diez por ciento de la población mundial de su tiempo. De un planeta habitado entonces por 400 millones de personas, Gengis Kan y sus descendientes, en un siglo, mataron a 40 millones”.
No hay duda de que el dato es un buen telón de fondo para una historia criminal.
Manook reconoce que dar a conocer el paisaje y el reducido paisanaje de Mongolia le ha aguijoneado tanto como la trama del asunto que arranca cuando la inspectora Oyun, ayudante de Yeruldelgger, encuentra el cadáver de un jinete y su montura, aplastados bajo el lomo de una hembra de yak.
“Me han interesado las dos cosas en paralelo, pero no al mismo nivel. La construcción de una trama policiaca de una forma mecánica es un placer personal, dar a conocer Mongolia es un placer que quiero brindar al lector. Sostengo que ser un escritor es ser un egoísta generoso. Egoísta porque escribir es un placer personal y escribo lo que me gusta, generoso porque quiero aportar al lector cosas que van a enriquecerle”.
Llama también la atención que un género tan eminentemente urbano como la novela negra, en manos de Manook adquiera tintes ecológicos.
“Los libros protagonizados por Yeruldelgger se parecen a Mongolia, donde está la población más dispersa del mundo. Hay una única ciudad, Ulán Bator, donde se reproducen todos los pecados de todas las grandes urbes del planeta. Asimismo, en Ulán Bator se perpetran los mayores atentados ecológicos, pero la estepa es uno de los lugares donde la ecología alcanza su máximo esplendor de todo el planeta. Esto es una contradicción específica de los mongoles”.
Sostiene Manook que se equivocan quienes consideran que la de Mongolia es una sociedad ideal por primitiva.
“Es esencialmente nómada y en Occidente tenemos una imagen del nomadismo que no es real. Pensamos que los nómadas son gente feliz, que se mueven por paisajes idílicos y es totalmente a la inversa. El nomadismo es una forma de supervivencia en un medio hostil. De hecho, el nomadismo sólo existe en los medios hostiles: los desiertos, las junglas, en ciertas montañas… Las tradiciones nómadas sólo son una astucia para transmitirle a las generaciones futuras las técnicas de supervivencia”.
Así, pese a que el nomadismo no tiene nada que ver con las road movies que tanto gustan en nuestros días, el desarrollo de Tiempos salvajes sí que recuerda por momentos a esas historias de carretera, favoritas en la ficción occidental de nuestro tiempo.
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