Esta entrada es algo diferente a las que he hecho hasta ahora —quizás en el continente, pero no en el contenido—.
Los lectores de Zenda encontrarán una entrevista-reportaje al fotógrafo y director de cine Henry Chalfant (1940, Sewickley, Pennsylvania, Estados Unidos). Él hizo eterno, con sus fotografías y documental Style Wars (1983), los inicios del graffiti y la cultura Hip Hop de Nueva York, convirtiéndose en pionero y referente mundial de estas temáticas.
Remontándonos a los orígenes, en el Nueva York de los años 70, Chalfant fue responsable de que se extendiese, como una epidemia, a jóvenes de todo el mundo.
Concibo este reportaje como un ejercicio de justicia y de honestidad hacia mis orígenes, mi mundo, ese en el que me he movido durante más de 20 años; ese mundo que he disfrutado, que he vivido con intensidad y me ha hecho crecer como persona, y que, gracias a él, he llegado a la fotografía.
El pasado septiembre, viajé a Nueva York y tuve el placer de entrevistarle para Zenda.
Charlamos en su casa de Brooklyn sobre los orígenes de la cultura Hip Hop, su mirada antropológica de concebir la fotografía, los inicios del graffiti, sus libros y cómo vivió el todo ese proceso social.
P– ¿Qué te llevó a empezar a fotografiar el graffiti en los metros de Nueva York?
R– Vine a vivir a Nueva York en el año 1973. Ya en aquella época me interesaba mucho la antropología y el arte. Veía pintadas en los metros, algunas muy elaboradas, quería tomar fotos, necesitaba tomar fotos, pero al principio me salían muy mal, iba a los túneles y estaciones y allí no había apenas espacio ni luz.
Yo no era fotógrafo, no sabía hacer fotos. No las revelaba en mi estudio: iba a recogerlas a las tiendas de “revelado en una hora”. No podía esperar a verlas, y tuve que aprender mucho para saber hacer buenas fotografías. Lo hacía por pura diversión y porque me parecía antropológicamente muy interesante, sin ninguna pretensión más.
Poco a poco fui conociendo mejor la ciudad y, pocos años después, empecé a moverme por las afueras y los barrios. Fui al Bronx, hacia el año 1977, donde había mejores sitios para hacer fotos (el metro en este barrio va al aire libre y por encima de puentes), la luz del día me venía genial para poder mostrar bien los colores y las formas.
Ahí fue cuando empecé a trabajar mi método para tomar fotos, mis empalmes de vagones enteros.
Al haber estudiado escultura, esta técnica fotográfica me resultaba sencilla, me sentía muy cómodo con ella.
Los fotografiaba con mi cámara Nikomat. Con el tiempo, pude comprar una Nikon FM con motor y eso fue una maravilla: me dio mucha versatilidad, ya no tenía que ir corriendo detrás de los vagones, los fotografiaba con una óptica 50mm por partes y luego, en mi estudio, con tijeras y pegamento, montaba los vagones enteros.
En ese momento, era mi única manera de tomar las fotografías, no podía ir a las cocheras de los metros, estaba prohibido.
Mi amiga fotógrafa Martha Cooper que trabajaba para un periódico de Nueva York (que me la presentó el artista ya fallecido Dondi White en 1980), miraba de otra manera. Ella subía a las azoteas de los edificios para disparar fotos y empezó a trabajar su método, que luego mucha gente le copió, que consistía en sacar el fondo movido y el tren quieto.
P- ¿Eras consciente de que lo que estabas fotografiando, iba a tener repercusión mundial?
R- No, claro que no. Para mí era sólo un juego, algo divertido en mis tiempos libres. Me sentía como un cazador.
Reconocía las obras de muchos de esos chicos, conocía los nombres que escribían, y fue algo así como seguir su rastro. Quería fotografiar todos, excepto los que estaban muy mal, o no me parecían interesantes.
Tuve la suerte de vivir ese momento de la Historia y poder este allí para documentarlo y mostrar el graffiti al mundo.
P- Lo mágico y bonito de tu historia es que tú hacías tus fotos, con la misma inocencia y diversión, con la que aquellos chicos pintaban los metros. ¿Eras consciente de esto, de que compartíais esa actitud?
R- Ahora sí, en aquel momento tanto para ellos como para mí sólo era un juego, algo divertido. Sólo tenía esa pasión por buscar esos trenes pintados y fotografiarlos al igual que estos chicos la tenían por ir a pintarlos y ver circular sus nombres y dibujos.
P- ¿Tuviste algún problema por tomar fotografías por aquellas calles y barrios?
R- Tuve mucha suerte, sabía que me movía por sitios peligrosos. Mis amigos me decían que estaba loco, ver por allí a un chico blanco con una cámara de fotos no era muy habitual. Sólo llegué a tener un problema, con unos chicos de una pandilla de puertorriqueños que hablaban en español, (en aquellos años había bastantes pandillas en esas zonas de Nueva York). Pensaron que les estaba fotografiando en la calle donde se juntaban, pero cuando les mostré las fotos que hacía se calmaron, sólo me dijeron: “Como vea mi cara en el periódico de la ciudad, estás muerto”. No llegó a más, fue el único momento en el que tuve miedo.
P- ¿Llegaste en esos momentos a tener complicidad con los escritores de graffiti? ¿Te llamaban cuando iban a pintar los metros para que les hicieras fotos?
R- Estuve tomando fotos como tres años antes de conocer a ninguno. Algunos me vieron hacer fotos a sus propios trenes, ellos salían de la escuela e iban a ver sus circular sus graffitis y, en estos momentos, coincidí con algunos de ellos, pero no se fiaban de mí por ser blanco y mayor que ellos.
Varios hacían fotografías de sus trenes con cámaras familiares en formato pequeño de 110 mm. No eran buenas fotos, casi todas estaban de lado.
Cuando vieron algunas de mis fotos de día, de frente, bien encuadradas, y mis montajes de vagones, quedaron asombrados y esto me dio un “pasaporte” para entrar en su mundo.
Todos querían tener buenas fotos de sus obras, entonces empezaron a llamarme y me decían: “Henry anoche hicimos uno en la línea 3 y circula en la mañana”. Para mí era perfecto: me encantaba hacer las fotos por la mañana, era la mejor hora por cómo estaba colocado el sol.
P- Gracias a tu trabajo, has viajado por todo el mundo. ¿Encuentras diferencias del graffiti de aquella época en Nueva York, con el actual en Europa?
R- Aquí sólo fue un juego de niños, no fue serio. Nunca llegó al nivel de dificultad de Europa, fue una especie de juego con la policía, con el que poder contar las historias o incluso ir con alguna novia o amigos a las cocheras y beber cervezas los fines de semana.
No había policía en las cocheras. Disponían de más tiempo: podían estar pintando noches enteras, incluso varias veces en un fin de semana. Utilizaban pintura de muy mala calidad, cubría muy poco, necesitaban mucho tiempo para poder hacer esas obras tan grandes y elaboradas. Era otra época, esto era nuevo, nunca se había hecho.
El estilo de Europa es muy distinto. Allí, el graffiti llegó más tarde, empezaron a hacer cosas parecidas a los de aquí, pero pronto evolucionó, había gente con estudios y base artística, eso se notaba. En cuanto a cómo actúan en Europa, son más duros, más guerrilleros, más profesionales.
-¿De qué estas más orgulloso: de tu trabajo fotográfico o del legado que has dejado?
– Para mí, todo forma parte de la misma historia. Estoy orgulloso, claro, de haber sido de los primeros en fotografiar el graffiti en los trenes en una época muy especial, en sus inicios.
Otra cosa de la que estoy muy orgulloso fue que junto a Martha Cooper, mostramos al mundo lo que era el breakdance. El breakdance empezó años antes que el grafitti, pero no fue hasta el año 1976 o 1977 cuando tuvo su “boom” más mediático.
En la parte Downtown de la ciudad no lo conocíamos. La primera vez que Martha lo vio fue gracias a su trabajo como fotógrafa de prensa. Escuchaba la radio de la policía para poder llegar a tiempo a los sucesos, y un día fue a una estación de metro por el aviso de una pelea entre dos pandillas juveniles. Había una mesa llena de navajas y armas blancas, requisadas por la policía. Martha hizo una gran foto de aquella escena.
Se encontró a todos los jóvenes tumbados en fila en el suelo. Al ver a Martha, un policía se dirigió a unos de los chicos y le dijo: “Dile a la fotógrafa lo que estabais haciendo”. “Solo estábamos bailando», respondió el joven. En realidad, estaban haciendo un “desafío” de baile.
Ellos le enseñaron el baile y ella aprovecho para hacerles varias fotos. Me enseñó las fotos entusiasmada, y me dijo: “mira este va a ser mi nuevo proyecto, quiero verlos de nuevo; si encuentras a gente bailando, avísame, por favor”. Al poco tiempo conocí a un chico que era amigo de gente que bailaba breakdance.
En 1981, me invitaron a hacer una performance en el Soho mostrando mis diapositivas. Quise hacer algo diferente y atractivo. Hablé con Fab Five Freddy para que viniera con amigos a hacer música y contacté con el chico amigo de los bailarines de Breakdance, para que los invitara a venir también.
Fue un evento genial, con la música de Fab Five Freddy. Los bailarines que vinieron eran Crazy legs, Frosty Freeze y el resto de “Rock Steady Crew” (el grupo pionero y a los pocos años más importante de la historia del breakdance a nivel mundial), y con mis diapositivas, fue muy bonito. Avisé a Martha e hizo grandes fotos para su artículo.
De esta performance fue donde surgió la idea con Tony Silver de realizar la película Style Wars. Él lo vio muy claro, me dijo: “Henry, con estos jóvenes y su cultura, tenemos una película”.
Y así fue: en 1983 se estrenó la película, llegando a tener influencia entre jóvenes de todo el mundo.
Este es mi legado, junto con mis libros y la película, el dar a conocer esta cultura fuera de su ciudad natal, de sus barrios y abrirla al mundo.
– ¿Cómo fue publicar el libro Subway Art?
– Martha y yo teníamos pensado publicar cada uno nuestro libro: ella, más centrada en el trabajo documental y reportaje sobre toda la cultura Hip Hop (rap, graffiti y breakdance), y yo, sobre mi trabajo del graffiti en los metros.
Estuvimos durante un año buscando editoriales cada uno para su libro, pero a nadie le interesaba: todo el mundo ignoraba esta cultura en Estados Unidos. Entonces, decidimos que era buena idea juntarnos y hacer el proyecto entre los dos.
En 1982 fuimos a la feria del libro de Frankfurt. Allí conocimos la editorial Thames and Hudson y finalmente fueron ellos quien lo publicaron en 1984.
Viendo el éxito de este libro, en 1987 publicaron mi segundo libro junto a James Prigoff llamado Spraycan Art.
– ¿Cómo fue para ti el salto del analógico al digital?
– Lo llevé muy mal. No me gustan las cámaras digitales pequeñas con tantos menús, me resultan muy complicadas.
Estuve muchos años sin hacer fotos con este cambio; cuando volví a hacerlas en digital, ya no era de manera profesional.
Las uso, claro. Ahora mismo, tengo una Canon 5D. Es muy buena cámara: sólo hago con ella fotos familiares y cuando hay que hacer alguna foto en alguna producción.
Creo que con el digital se ha perdido muy rápido el romanticismo.
– ¿Sigues teniendo contacto con alguno de aquellos escritores de graffiti?
– ¡Sí, claro que sí! Con muchos de ellos. Ahora bastantes tienen vidas relacionadas con el mundo del arte, y otros tienen vidas normales con sus familias.
Suelo ver a muchos de vez en cuando.
Para mí es una de las mejores recompensas: mantener estos amigos después de 40 años.
– ¿Cómo ves ahora mismo la escena del graffiti en Nueva York?
– Ya no es como antes. Cuando la ley se puso muy dura, hubo un gran cambio. Al hacer un daño a la ciudad valorado en más de 1.000 dólares, la gente iba a la cárcel y se les quedaban antecedentes de por vida, en muchos estados con estos antecedentes, no es posible adoptar niños, trabajar por ejemplo de abogado o policía.
Con spray era muy fácil hacer un daño de más de mil dólares, por eso la gente dejó de hacerlo.
Ahora no tiene nada que ver, hay mucho arte urbano, aunque me guste no es lo mismo, en esencia es muy diferente.
Creo que la actitud de ahora ya no es la misma, fue una época muy bonita, pero ya pasó. Ya no me interesa, por eso no voy por el mundo haciendo fotos del graffiti actual, me dedico a mostrar sus inicios y la “Vieja Escuela”, su época dorada.
Ahora el graffiti ya es algo normal, mundano en la sociedad.
Como forma y color me gusta mucho, pero ya hay demasiado, se ha globalizado.
– ¿Cuál es la foto que más te costó conseguir, de la que estas más orgulloso?
– Perdí muchas fotos, se me escaparon muchos metros.
Lo peor era cuando ibas al Bronx y veías irse un tren para Brooklyn, tardaba como tres horas en regresar, me quedaba allí esperando y a veces no volvía, lo dejaban en las cocheras para guardarlos ya que había acabado la hora punta y no se necesitaba tantos metros en circulación.
Eso era terrible.
En 1982 hubo una manifestación contra las armas nucleares. Una revista me dijo que le gustaría publicar alguna de mis fotos y que sería genial alguna con algún graffiti con este tema.
Hable con “Skeme” uno de los escritores más activos de aquella época, él habló con su amigo “Agent”, se le ocurrió una gran idea e hizo un mural precioso en dos vagones que decía “America’s Got Enough Nuclear Troubles”, utilizando “Agent” la brillante técnica de que con la primera letra de cada palabra se hacía su nombre.
Quedó muy bonito, gracias al trabajo de ambos.
Yo necesitaba fotografiar ese metro, y fue uno de los que estuve buscando varios días y no lo encontraba o me cruzaba con él.
Por fin lo encontré muy bien colocado en una de las cocheras y pude fotografiarlo.
Estoy muy orgulloso de haber conseguido esa foto, por lo que me costó y por su mensaje.
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Mi recomendación a los lectores de Zenda, es, sin duda, descubrir el trabajo de Henry. Sus libros Subway Art y Spraycan Art, y su película Style Wars para conocer la cultura Hip Hop, y el mundo del graffiti en particular, sus inicios e historia.
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