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Porlock - Zenda
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Porlock

Podemos suponer que hubo alguna pequeña celebración del trigésimo cuarto cumpleaños de Holmes, la noche del viernes 6 de enero de 1888, porque a la mañana siguiente estuvo sentado ante el desayuno intacto, con la cabeza apoyada sobre la mano… (S. Baring – Gould)   … En ese preciso momento, Holmes y Watson se disponían...

Podemos suponer que hubo alguna pequeña celebración del trigésimo cuarto cumpleaños de Holmes, la noche del viernes 6 de enero de 1888, porque a la mañana siguiente estuvo sentado ante el desayuno intacto, con la cabeza apoyada sobre la mano… (S. Baring – Gould)

 

… En ese preciso momento, Holmes y Watson se disponían a iniciar una divagación algo irónica sobre la necesidad innata en el ser humano de hacer uso del pensamiento. El detective acababa de poner sobre la mesa un mensaje en clave que le había sido enviado por un tal Porlock y que se encontraba enfrascado en descifrar, pero esperaba una posible carta que le pudiera ayudar en la tarea. Watson se interesó por saber quien era ese sujeto y Holmes le respondió que se trataba de un mero intermediario, un don nadie, que le enviaba información confidencial a cambio de unas pocas libras esterlinas que llegaban a su destino por un conducto poco ortodoxo. Luego, el detective, añadió: ¿Alguna vez me ha escuchado nombrar al profesor Moriarty? Y Watson le respondió lo muy poco que sabía de él, a lo mejor alguna palabra suelta, y Holmes argumentó que el desconocimiento del personaje lo convertía en el más peligroso de los criminales, es el anonimato absoluto lo que lo que le da poder frente a sus víctimas.

El mensaje de Porlock se componía de dieciocho cifras una de ellas precedida de una C (se supone que esta letra encierra el significado de columna) y de tres palabras: DOUGLAS, BIRLSTONE y de nuevo BIRLSTONE. Holmes conjeturó que para lograr descifrar la clave tenían que buscar un libro escrito a dos columnas y que eso explicaría la existencia de una C delante de una de las cifras del mensaje.

En ese momento sonaron unos golpes en la puerta y apareció el mensajero Billy con la carta que esperaban y cuya lectura los desanimó de poder recibir más ayuda para culminar sus propósitos. El contenido de la misma era desalentador pues parecía que Porlock había estado a punto de ser descubierto por su jefe, lo cual podía significar la muerte segura,  Holmes opinó que se había librador por un pelo.

Acto seguido se centraron en descifrar la carta por sus propios métodos. Sin ninguna ayuda adicional. Según Holmes la clave tenía que encontrarse en un libro de uso común escrito a dos columnas.

La Biblia —exclamó Watson.

—Es muy improbable porque los secuaces de Moriarty no estarán familiarizados con un libro sagrado y además existen tantas ediciones de las Sagradas Escrituras que difícilmente podíamos pensar que dos copias pudieran tener la misma numeración.

—La Bradshaw (Guía de los ferrocarriles británicos) —siguió insistiendo Watson.

—Presenta ciertas dificultades porque su lenguaje no se presta para componer mensajes generales, pero puede que vayamos por el buen camino.

—¡Un almanaque! —repitió incansable Watson.

—¡Perfecto!, mi querido amigo, con su tradicional astucia quizá haya dado en el blanco.  Consideremos las excelente cualidades de uso común del Whitaker’s Almanack (Almanaque británico de enorme difusión) y probemos. Holmes se acercó a la librería y cogió un libro de pastas amarillas.

Los principios no fueron alentadores pues la unión de las palabras al ritmo que marcaba el Whitaker no tenía sentido alguno. Holmes pensó entonces que habían utilizado con mucha precipitación el recientemente editado por ser ya 7 de enero y que quizá el mensaje se había confeccionado con el Almanack del año anterior, es decir el de 1887. El resultado fue un éxito rotundo, veámoslo:

«Hay un peligro que amenaza a un tal Douglas. Hacendado rural. Ahora residente en Birlstone. Birlstone House. Confidencia  apremiante».

Aún estaban Holmes y Watson congratulándose de su éxito cuando Billy, el chico de los recados, abrió la puerta y anunció al inspector MacDonald de Scotland Yard que traía el siguiente mensaje:

«Un tal señor Douglas, de Birlstone House, fue salvajemente asesinado anoche».

   El inspector se asombró al comprobar que ambos estaban al corriente de los hechos.

   —Acabamos de averiguarlo querido Mac —exclamó Holmes— utilizando una pequeña confidencia y el procedimiento deductivo. Les sugiero a los dos que partamos de inmediato hacia Birlstone House, creo que comienza el juego.

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Javier Casis

Javier Casis nació en Logroño (La Rioja en 1941). Ha desempeñado diversos cargos en la Administración, la empresa pública y la privada. Es un apasionado de las librerías de viejo y de la literatura fantástica, sobre todo de la británica. Ha escrito cinco libros de relatos y cinco novelas, cuatro de ellas relacionadas con el mundo de Sherlock Holmes. javiercasis.hostei.com

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Deseando leerla. No sé por qué la reseña me ha recordado «La tabla de Flandes», esa novela detectivesca, insuperable, que he leído incontables veces. Quizás don Arturo ha vuelto, si es que volver es posible, a esa senda.

Ecaminemosnos pues a navegar en esta nueva aventura.

Juan Manuel Santos González
Juan Manuel Santos González
1 año hace

¿Y no se podría haber evitado el anglicismo calcado del título del artículo? Es que no se trata de un tributo, sino de un homenaje, creo yo. No esperaba que la página de Zenda cayese también en esta contaminación.

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