Llega a las librerías —y por primera vez en habla española— la poesía completa de uno de los grandes representantes de la primera generación de poetas románticos ingleses. Un libro que hace honor a las palabras que un día dijera su propio autor: “La poesía ha sido siempre para mí su propia y grandísima recompensa”.
En Zeda reproducimos tres piezas de la Poesía completa (Cátedra), de S. T. Coleridge.
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TRABAJO SIN ESPERANZA
Versos compuestos el 21 de febrero de 1827
Hoy la Naturaleza trabaja sin descanso.
Los caracoles salen — revolotea la abeja —
los pájaros ya vuelan — ¡y el Invierno se duerme al aire libre
y sonríe su rostro, que sueña con Abril.
Y mientras tanto yo, el único aquí ocioso,
no elaboro la miel, ni construyo ni canto.
Pero conozco bien
las orillas floridas de amarantos.
¡Floreced, amarantos! ¡Floreced para todos,
pero no para mí!¡Fluïd también
vosotros, los arroyos! Yo vago por aquí,
no hay ya brillo en mis labios ni laurel en mi frente.
¿Aprenderéis vosotros los conjuros que adormecen el alma?
Obrar sin esperanza vierte el néctar
en algún colador; sin un objeto
la esperanza jamás podrá vivir.
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EL ARPA EOLIA
Compuesto en Clevedon, Somersetshire
¡Mi Sara pensativa, que apoyas la mejilla
de ese modo en mi brazo; más dulce es aún
sentarse al lado de nuestra casa campestre,
cubierta de jazmines y de muy anchos mirtos
(¡estas flores son símbolos de Inocencia y Amor!),
y contemplar las nubes de la puesta
que son ricas en luz, y todo lo entristecen,
y también observar la estrella vespertina
brillando tan serena (cual la Sabiduría
debería ser) frente a las nubes siempre!
¡Qué exquisito el aroma de aquel huerto!
¡Qué gloria la del mundo en su silencio!
El murmullo constante de la Mar
nos habla del Silencio.
¡Y el más simple Laúd
escúchalo sonar a leguas de distancia!
¡Y como acariciado por brisas desganadas,
cual tímida doncella quejándose a su amante,
con tan dulces reproches, el laúd
incita a repetir nuestros errores!
Pero ahora sus cuerdas, audazmente pulsadas,
con notas ordenadas que se extienden
y sobre grandes olas se hunden y se alzan,
tal una brujería flotante del sonido
como hacen los Elfos al crepúsculo,
a quienes gusta cabalgar galernas
que vienen desde el Reino de las Hadas,
donde las Melodías cercan flores de miel
rebosantes, silvestres, aves del Paraíso,
ni paran ni se posan y aún revolotean
con alas que jamás serán domadas.
Oh la vida que hay en nosotros y fuera,
que es toda movimiento y en alma se convierte,
una luz que es sonido, el poder de una luz como sonido,
el ritmo en pensamiento, y alegría por doquier —
me parece imposible no amar todas las cosas
en un mundo repleto de milagros:
donde gorjea la brisa como un pájaro
y el aire mudo y quieto es una Música
que se adormece sobre su instrumento.
¡Y así, Amor mío, como en la ladera
de la colina aquella estirazo mi cuerpo
al mediodía, mientras con ojos entreabiertos
veo la danza de los rayos del sol,
veo diamantes que rompen en el mar
y a la Musa tranquila veo en tranquilidad;
hay así pensamientos que jamás invoqué
y muchas fantasías tontas y pasajeras,
que atraviesan mi mente tan pasiva
con tanta variedad y cantidad
como los vendavales azarosos
que se mecen o flotan sobre el mismo Laúd!
¿Qué dirías si todos los seres animados
no fueran sino arpas orgánicas, con cuerpos
diferentes, tal vez estremecidos
pensamientos, mientras sobre sus cuerdas
sopla la vasta brisa intelectual,
Alma de cada uno y a la vez Dios de todos?
¡Pero hay reprobación en tu seria mirada,
oh mi Amor, mi mujer! Ni tales pensamientos
oscuros y profanos no rechazas,
me pides caminar humildemente
aferrado a la mano de mi Dios.
Mansa hija eres tú de Familia Cristiana,
has hablado muy bien, y no sagradas
son para ti las formas de esta mente
incorregible, sí, como burbujas
que brillan un instante al subir y romperse
sobre la fuente siempre charlatana
de la Filosofía.
¡Jamás libre de culpa podré yo hablar de Él,
pues es lo Incomprensible!
Excepto cuando con espanto hondo
lo alabo, y con la Fe que el pecho nutre;
pues me ayudó con toda su piedad,
siendo yo un pecador tan miserable,
y aun así me cedió la Paz, luego esta Casa,
¡y por último a Ti, Amada, que me honras!
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LA TUMBA DEL CABALLERO
¿Dónde se halla la tumba de Sir Arthur O’Kellyn?
¿Dónde estará la tumba de ese nuestro gran hombre? —
¡Junto a algún manantial, en el pecho de Helvellyn,
y bajo las ramitas de un abedul muy joven!
El roble al que era dulce escuchar en verano,
y hacía crujir sus hojas en otoño,
y que a solas soplaba y rugía en el invierno,
ha desparecido — en su lugar
se alza ahora el abedul tan bello. —
Son polvo ya los huesos de este Noble
Caballero, y es óxido su espada —
yo diría que su alma está ya con los santos.
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Autor: S. T. Coleridge. Traducción: José Luis Rey. Título: Poesía completa. Editorial: Cátedra. Venta: Todos tus libros.
BIO
Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) pertenece a la primera generación de los poetas románticos ingleses, junto con su amigo William Wordsworth. Ambos se dieron a conocer con las célebres Baladas líricas (1789), donde ya se señalaban diferencias entre ellos: el uso del lenguaje coloquial en Wordsworth y la primacía de la imaginación en Coleridge.
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