La escritora argentina Sofía Balbuena reflexiona en este libro sobre los hábitos y estructuras que nos empujan hacia determinados consumos. A través de su experiencia personal, construye un mosaico de narrativas alcohólicas escritas por mujeres en busca de un espacio de pertenencia más ancho que el yo.
En este making of Sofía Balbuena cuenta la génesis de Borracha menor (Caballo de Troya).
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Es octubre del año 2021 y mi amiga Valentina y yo estamos en mi casa en Madrid. Ella en la cocina prepara arepas para el desayuno del día siguiente y yo estoy sentada en el escritorio, respondiendo correos de trabajo. De repente, como si nada, me dice: “Deberías escribir un ensayo sobre tu relación con el alcohol”. El comentario me toca, como cuando te molesta el nervio ciático. Es una muy buena idea y no aguanto que no se me haya ocurrido a mí. Así que le miento y digo que por supuesto, que lo tengo todo pensado.
Reviso las estanterías, las listas de libros leídos, los subrayados que colecciono en mi Instagram, y está todo ahí. Había recorrido el asunto desde todos los ángulos, pero no había reparado en lo que esas lecturas y libros y citas tienen en común: el hábito de beber y el hecho de que era yo la que las estaba leyendo. El problema de que vayamos a la lectura únicamente para identificarnos, para sentir empatía con alguno de los personajes o contención en lo que se narra, es que una pierde la capacidad de descubrir el vasto mundo fuera de una misma. Como una hija única que, con doce años e incipientes tetas, en la colonia de vacaciones todavía se empeña a que se juegue siempre a lo que ella diga.
Entendí recién cuando mi amiga me orientó hacia la escritura que yo leía sobre las diferentes formas del consumo problemático de alcohol buscando un espejo. Me llegaban las imágenes, tenía cierta sensación de culpa constante, pero el televisor estaba mute. En silencio todo eso se fue acumulando, esperó en algún lugar dentro que pudiera prestarle la atención que necesitaba. A mí releer me abruma, me cansa y aburre. Pero algo se había activado y el texto leído ya no era el mismo texto, como el río en el cual alguien se baña y ya no es el mismo.
Cuando me puse a escribir, el derrame fue vertical. Sentía que me vaciaba. Una vez que empecé no pude parar y no había nada que me separara de la silla frente al escritorio. No tenía tema de conversación, no quería salir, ni armar planes. Era imposible conversar conmigo de cualquier otra cosa que no fuera lo que había leído, lo que estaba escribiendo. Escribir, pienso, es vivir adentro de una por una cantidad de tiempo siempre variable, como si todo alrededor te estuviera interrumpiendo. Puede ser algo maravilloso o una catedral de ansiedad. Puede hacerte muy feliz o separarte del mundo entero. En ese sentido funciona como el alcohol.
Terminé un primer borrador y lo giré. Entendí de vuelta y otra vez, gracias a la lectura de mis amigas, que ese borrador era un libro. Un libro cortito pero un libro. Lo publiqué. Primero en Argentina y después en Chile. Poco después levanté mi vida en Madrid, dejé mi casa y mi trabajo y me fui a vivir a Iowa City, Estados Unidos, con una beca para escribir. Algo de ese libro mínimo me ayudó a dar el salto. Sabina Urraca leyó ese primer ensayo que yo había nombrado Doce pasos hacia mí y me dijo que no todo estaba dicho, que podía sacar de ahí algo más. Entonces, encerrada en el invierno espantoso de Iowa, me volví a sentar en mi escritorio para darle vueltas a algo que hubiera querido clausurar con esa primera parte. Frente a la pantalla, absorbida otra vez, escribí en un mes y medio y de un tirón una segunda parte que llamé El diario de la beca.
Doce pasos hacia mí y El diario de la beca son dos partes de una misma cosa que hoy se llama Borracha menor.
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Autora: Sofía Balbuena. Título: Borracha menor. Editorial: Caballo de Troya. Venta: Todos tus libros.
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