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Abierto en canal - Zenda
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Abierto en canal

A las buenas, querido lector. Créeme que después de haber escrito algo tan bueno para mí como lo fue el capítulo anterior, me cuesta retomar la senda de relatarte el calvario. Pero es que no queda otra si quiero seguir un orden más o menos cronológico. Así que, sin más, sigo relatándote donde me quedé....

A las buenas, querido lector.

Créeme que después de haber escrito algo tan bueno para mí como lo fue el capítulo anterior, me cuesta retomar la senda de relatarte el calvario. Pero es que no queda otra si quiero seguir un orden más o menos cronológico. Así que, sin más, sigo relatándote donde me quedé.

No sé si recuerdas que me derivaron a La Fe para que allí me valoraran. Bueno, pues tras mucho insistir conseguí que accedieran a hacerme la prueba por la que se me remitió allí. Manda huevos que tuviera que chuparme tanto kilómetro para insistir, manda huevos…

Fuera como fuese, junio de 2014 se presentaba interesante en cuanto a médicos, primero estaba esto de la prueba, luego algo que te contaré más tarde y que volvió a cambiarlo todo. Sí, una vez más, qué le vamos a hacer.

"Me dijeron que me abrirían la pierna y que de ella me cortarían un trozo minúsculo de músculo. No sé qué entenderán ellos por minúsculo."

A lo que iba. Creo que fue a mediados de junio cuando me llamaron para ir a hacerme la biopsia muscular. Me dijeron que era una cirugía menor, pero, la verdad, no me dieron más información que esa. Mi mujer no podía acompañarme, a Leo le quedaba apenas un mes para llegar y la pobre no podía meterse un viaje así en el cuerpo. Me acompañó mi cuñado. Y menos mal… Tras un buen rato de espera, me llamaron a quirófano. Yo ni sabía qué era exactamente lo que me iban a hacer. Cuando me acostaron en camilla y me lo contaron, me puse blanco. Bueno, eso para mí no era muy difícil, pero es que yo pensaba que iba a ser más leve. Me dijeron que me abrirían la pierna y que de ella me cortarían un trozo minúsculo de músculo. No sé qué entenderán ellos por minúsculo. Claro, en comparación con el culo aquello lo era. Pero, sinceramente, cuando vi la muestra aquello parecía una loncha cruda de bacon.

Pero a lo que iba. Me tumbaron, me contaron lo que era y me echaron una pomadita alrededor de la zona a cortar. Llámame desconfiado, pero loco de mí pensé que esa mierda de ungüento no me iba a anestesiar lo suficiente. Y no, no soy más listo que el cirujano, pero, ¿qué hubieras pensado tú? Además, creo que el propio médico era el cuñado de Bertín Osborne, porque no dejaba de hacer bromas con las que sólo se reía él y no ayudaba en absoluto. Fuera como fuese, empezó a cortar con el sable láser que tenía por bisturí y, bueno, con la piel bien, pero cuando empezó a rajar un poco más allá, a su madre le empezaron a pitar los oídos. Para relajarme me contaba que con ese mismo bisturí había cortado la carne de la barbacoa durante el finde. Lo dicho, muy gracioso.

"Te juro que a día de hoy me sigo quedando sin fuerza al recordar la sensación de tener a Kristian Pielhoff cortando el bacon con las herramientas de Manny Manitas."

Pensaba que ese dolor era de los peores que había pasado en mi vida, pero nada fue comparable a cuando metió una especie de alicates de corte y, como la misma palabra indica, cortó el trozo de músculo. Te juro que a día de hoy me sigo quedando sin fuerza al recordar la sensación de tener a Kristian Pielhoff cortando el bacon con las herramientas de Manny Manitas. JO DER. En serio. JO DER. Noté a la perfección cómo cortaba el músculo, el dolor que sentí JAMÁS lo he vuelto a sentir. Y de verdad, puedo sonar exagerado, pero te aseguro que me estoy dando cuenta que esto se está quedando en un ramo de flores comparado con lo que de verdad sentí.

Pues bien, tras eso me cosió de cualquier forma —te prometo que esto no lo digo yo, las enfermeras que me curaron los días siguientes en mi pueblo me lo decían ellas mismas— y me mandó para casa. Le dije que no podía andar del dolor, me contestó que no fuera exagerado, que eso no dolía. Pobre madre, que le siguieron pitando los oídos durante al menos cuarenta y cinco minutos más.

Mi cuñado me ayudó a llegar hasta el coche. Recorrimos la larga kilometrada de nuevo hacia casa y al llegar me era imposible, de ninguna manera, poner un pie en el suelo. Pues así estuve más de una semana. Como curiosidad te contaré que me dijeron que los resultados estarían listos en octubre. Cuando llegó octubre los resultados se perdieron.

¿Cómo te quedas?

Supongo que con una cara parecida a la mía.

Pues bien, estuve más de un año y medio luchando para que esos resultados aparecieran. Por mis cojones que no volvía a pasar por quirófano con el doctor Frankenstein.

"Recuerdo que iba en el tren con destino a Alicante, acompañaba a mi hermano a una gestión suya. Entonces se me ocurrió, a través de Twitter, pedir un inicio de una historia en un tuit que yo continuaría para crear un relato."

Y ahora te cuento rápido el otro gran evento médico que tuve en junio. Creo que te conté que el médico que me estaba tratando el brazo en mi hospital de siempre me derivó al General de Alicante, ya que allí, supuestamente —en la próxima entrega verás por qué ese supuestamente—, había un médico experto en ese tipo de cirugías complicadas que yo necesitaba. Pues bien, tras varias consultas y pruebas —necesarias, creo yo, para asegurarse que era el síndrome del desfiladero torácico y no otra cosa— decidió que no me quedaba otra opción que operarme. Era eso o, posiblemente, perder el brazo. Claro, mi hijo iba a nacer y yo no podía perderme ese momento por nada del mundo. Así que le pedí un poco de tiempo para poder disfrutarlo. Me dijo que seis meses, ni más ni menos. Yo acepté y me sirvió para hacerme la idea. Lo que no podía imaginar era lo que iba a venir después de eso. Pero eso te lo contaré en la siguiente entrega.

Como sé que también te inquieta el saber cómo iba la búsqueda de mis sueños, me voy a trasladar en el tiempo al mes de octubre de 2014. Estaba en un momento dulce, la verdad. No es que fuera la caña dentro del mundo de los junta letras, pero por primera vez sentía que tenía una serie de lectores fieles que les gustaba lo que iba haciendo. Ya tenía Siete días de marzo terminada y en movimiento por algunas editoriales pequeñitas. Dudé bastante de cuál sería el siguiente paso a dar. Tenía varias historias en la cabeza y no sabía por cuál inclinarme. Pero entonces pasó algo que lo cambió todo. Recuerdo que iba en el tren con destino a Alicante, acompañaba a mi hermano a una gestión suya. Entonces se me ocurrió, a través de Twitter, pedir un inicio de una historia en un tuit que yo continuaría para crear un relato. Algo así como un juego. No esperaba respuestas pues por aquel entonces apenas tendría mil seguidores —ahora tengo cinco mil, que es que tampoco es que sea un influencer de la leche jajaja, pero entonces tenía menos—. Lo que pasó es que en menos de una hora recibí ochenta y ocho propuestas de inicio. Y, joder, ¡todas buenísimas!

Mi cabeza empezó de inmediato a tejer una historia entrelazando algunas de esas respuestas. Pensé que el relato corto, de unas dos mil o tres mil palabras podría convertirse en un relato algo más largo. Pero como mucho de diez mil.

Llegué a casa a las horas y mi cabeza seguía dando forma a la historia que se me acababa de ocurrir. ¿Por qué no un thriller con hackers, conspiraciones gubernamentales y cosas así? No estaba nada mal la idea. Pero según iban pasando las horas pensé que aquello me estaba desbordando y que diez mil palabras no serían suficientes para lo que quería contar.

"Fuera como fuera la historia se gestó en menos de tres meses —muy intensos, eso sí— y en febrero de 2015 decidí (mos) lanzar Kryptos al mundo. La ONG elegida fue Educo, su programa de Becas Comedor."

Pero luego, al mismo tiempo, surgió una cuestión. ¿Qué haría con esa historia? Sería injusto venderla bajo mi nombre pues habría colaboraciones de personas en forma de tuit —al final elegí tres (de Panitheboss, de El Señor Soprano y de la periodista Ana Ruiz Echauri, los dos primeros nicks de Twitter)— y, aunque apenas fueran cuatrocientos y pico caracteres, no dejaba de llevar su huella y no era del todo mía. Pues ya está. Esa historia se vendería para tratar de ayudar a los más pequeños a través de una ONG.

Pero mi cabecita, que no paraba, antes incluso de escribirlo imaginó que en esa novela aportaba un capítulo varios de los mejores escritores del panorama español. Y ni corto ni perezoso me fui a por ellos. Los que elegí fueron: Roberto López-Herrero, Bruno Nievas, Juan Gómez-Jurado, Gabri Ródenas y César Pérez Gellida. Su respuesta me abrumó porque no sólo aceptaron crear un capítulo cada uno sino que además confiaron en mí ciegamente para dirigir el proyecto y que ellos escribieran un capítulo prácticamente a ciegas, sin una estructura que seguir, sólo dejándose llevar por lo que les sugiriera la historia. Además, su implicación fue mucho mayor de la que yo hubiera esperado en un primer momento porque a cada segundo me preguntaban cómo iba la cosa, sugerían, aportaban… yo aprendí en tres meses con ellos, sin ni siquiera verlos en persona, más que en todos los años anteriores como pseudo escritor que creía ser.

Fuera como fuera la historia se gestó en menos de tres meses —muy intensos, eso sí— y en febrero de 2015 decidí (mos) lanzar Kryptos al mundo. La ONG elegida fue Educo, su programa de Becas Comedor, simplemente me fascinaba. Era muy importante que los más peques pudieran disfrutar de una comida decente al día y decidí que el cien por cien de lo que yo pudiera percibir con los derechos de autor con la novela irían destinados a la ONG y su causa. Y déjame decirte que así ha sido hasta el día de hoy y lo seguirá siendo de por vida.

Y, bueno, te aseguro que el día que se lanzó Kryptos fue verdaderamente alucinante. Pero no me queda más espacio para seguir ni a ti más ganas de leerme. Así que la próxima entrega, como ves, vendrá calentita.

Y a ti, querido lector, como siempre, te pido que me cuentes qué te ha parecido este texto. Puedes hacerlo en mi correo o a través de mi Twitter. Y sígueme en esta última, que me quiero convertir en un influencer de esos. ;D

Nos leemos.

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Blas Ruiz Grau

Blas Ruiz Grau (Rafal, Alicante, 1984). Informático y escritor. Auto publicó su primera novela (La verdad os hará libres) en 2012, con una buena acogida por parte de los lectores. Su segundo trabajo (La profecía de los pecadores, 2013) ya ha superado las 80.000 copias (papel y digital), obteniendo diversos números 1 en todo el mundo en las listas de los más vendidos de Amazon y Casa del Libro. Kryptos (2015), en apenas unas horas, se colocó número 2 en los más vendidos de Amazon y en muy pocos días alcanzó el número 1, hecho que se repitió hasta en una decena de ocasiones y en una larga lista de países. Un fenómeno de ventas con el que decidió donar todo su beneficio a la ONG Educo, que se encarga de dar de comer a los más pequeños. Al poco tiempo acabó fichando por Ediciones B. Pronto publicará dos nuevos trabajos. Su presencia en redes sociales, sobre todo en Twitter, es muy activa (@BlasRuizGrau).

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