Deprecated: Methods with the same name as their class will not be constructors in a future version of PHP; GDLR_Import has a deprecated constructor in /var/www/vhosts/zenda.trestristestigres.com/httpdocs/wp-content/plugins/goodlayers-importer/goodlayers-importer.php on line 28
Nace Marcel Proust - Zenda
Warning: is_dir(): open_basedir restriction in effect. File(/usr/share/nginx/html/wp-content/plugins/wpdiscuz/themes/default) is not within the allowed path(s): (/var/www/vhosts/zenda.trestristestigres.com/:/tmp/) in /var/www/vhosts/zenda.trestristestigres.com/httpdocs/wp-content/plugins/wpdiscuz/forms/wpdFormAttr/Form.php on line 157

Nace Marcel Proust

Por ejemplo, los eruditos sostienen que algunos rasgos de la duquesa de Guermantes son el reflejo de la fisonomía de la condesa Laure de Chevigné, cuya hermosura se hacía notar en los salones del París frecuentado por Proust, quien nos habla de su aspecto “ornitológico”. Más aún: “Una vez no fue… una mujer de perfil...

Cabe suponer que los propietarios de la pastelería de la plaza principal de Illiers-Combray —población francesa, literaria como pocas, de la región Centro-Valle del Loira—, donde gusta imaginar que adquiría sus famosas magdalenas la familia Proust, hoy tendrán un buen volumen de ventas. Bien es cierto que Marcel nació en París el 10 de julio de 1871, hace por tanto 153 años. Pero el autor cuyos recuerdos habrían de inspirar un ciclo narrativo que constituye una de las cimas de la literatura universal, siempre que cita un lugar, un sabor, un personaje, parece invitar a sus lectores a buscar el modelo de su inspiración, quién o qué fue en el tiempo perdido.

Por ejemplo, los eruditos sostienen que algunos rasgos de la duquesa de Guermantes son el reflejo de la fisonomía de la condesa Laure de Chevigné, cuya hermosura se hacía notar en los salones del París frecuentado por Proust, quien nos habla de su aspecto “ornitológico”. Más aún: “Una vez no fue… una mujer de perfil de pájaro lo que vi, sino un verdadero y auténtico pájaro”. Por lo demás, el modelo de la duquesa era madame Emile Straus, una de las mujeres más brillantes de aquel tiempo.

Pero antes del mundo de los Guermantes, sus salones aristocráticos y la encrucijada que los llevó del siglo XIX al XX, fue el mundo de Swann, el distinguido vecino de las estancias en Combray, que tenía al pequeño Marcel, tímido y enfermizo, maravillado.

"Un siglo después, ante la gran afluencia de buscadores de las huellas del tiempo perdido que acuden a visitarlo, las autoridades territoriales francesas deciden llamar a Illiers, Illiers-Combray, como lo refiere Marcel Proust"

El escritor no nació en Illiers. Vio la luz por primera vez en el número 96 de la calle La Fontaine, residencia parisina de su tío Louis Weil. Su madre había abandonado el 9 del bulevar Malesherbes —domicilio habitual de los Proust— buscando refugio en casa de su hermano en el barrio de Auteuil —entonces, casi a las afueras de París, en las inmediaciones del Bois de Boulogne, hoy su distrito XVI—, huyendo de los desórdenes de La Comuna. Apenas hacía unas semanas —el último mes de mayo— los infames versalleses pasaron por las armas a los últimos comuneros en el cementerio de Père-Lachaise.

Proust nace para un mundo mucho más apacible que el París de la última primavera. Auteuil, junto al Bois de Boulogne —el polen de cuyos árboles temerá por su asma—, además de Cabourg y en Trouville —ya en Normandía— serán el modelo de Balbec, la imaginaria ciudad de vacaciones de la costa normanda.

Pero todo ese juego de trasuntos arranca en Illiers, que el pequeño Marcel no visitará por primera vez hasta la primavera de 1872. Enfermizo hasta el punto de que su padre —el eminente epidemiólogo Adrian Proust—, duda de que le viva, llamará a Illiers, Combray, y hará de dicho lugar, no la fuente de los orígenes, el paraíso perdido.

"Aquel sabor, además de devolverle al de las magdalenas de Combray, es uno de los pasajes más conocidos de la Recherche. De hecho, es el que nos descubre todo el procedimiento de la búsqueda"

Un siglo después, ante la gran afluencia de buscadores de las huellas del tiempo perdido que acuden a visitarlo, las autoridades territoriales francesas deciden llamar a Illiers, Illiers-Combray, como lo refiere Marcel Proust en sus páginas. De modo que, aunque el escritor no nació allí, sí podemos decir que nace allí su ciclo, paradigma, no solo de la creación artística y literaria del siglo XX, también de una buena parte de su pensamiento.

Y es allí, en la página 60 de la célebre traducción de Por el camino de Swann (1913) debida a Pedro Salinas —que Alianza Editorial aún comercializaba en 1979, en una de aquellas ediciones de El Libro de Bolsillo tan entrañables como mal encuadernadas—, donde Proust escribe: “Hacía muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas (…), me llevé a los labios una cucharada de té, en el que había echado un trozo de magdalena”…

Aquel sabor, además de devolverle al de las magdalenas de Combray —el recuerdo que le reconfortó en horas de desaliento—, es uno de los pasajes más conocidos de la Recherche —que la llaman los eruditos—. De hecho, es el que nos descubre todo el procedimiento de la búsqueda. Incluso ha dado nombre a un procedimiento de la memoria, merced al cual un sabor o u olor nos devuelven un recuerdo.

"El recorrido de un sugerente ferrocarril discurre en paralelo a ella. Los nombres de las estaciones que el tren va dejando atrás, le resultarán familiares al lector viajero: Marie-Antoinette, Saint Vaast, Gonneville, Riva Bella"

El viaje a la Normandía de Marcel Proust es el viaje literario por excelencia. Yendo a ella desde París, Illiers-Combray es la primera localidad que sorprende al viajero y le sorprende porque se diría que todo sigue tal y como el escritor lo dejara. El campanario de la iglesia de Saint-Jacques hará evocar al turista el de Saint-Hilaire, que el escritor reconocía desde muy lejos, antes de llegar al pueblo.

Una vez en la villa, pese a que el desembarco aliado en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial causó estragos en el epicentro de la cosmología del novelista, en la plaza de Lemoine, aún puede visitarse la casa de la tía Léonie. Es más, incluso puede entrarse en ella por la cancela por donde lo hacía Swann. El jardín ornamental, creado por el tío del escritor, Jules Amiot —la finca de Swann en la novela— también aguarda al visitante con sus templetes, sus palmeras enanas, su gruta artificial y sus insólitos palomares.

La costa de Balbec se extiende desde Deauville hasta Luc-sur-mer. El recorrido de un sugerente ferrocarril discurre en paralelo a ella. Los nombres de las estaciones que el tren va dejando atrás, le resultarán familiares al lector viajero: Marie-Antoinette, Saint Vaast, Gonneville, Riva Bella, son pueblos que aparecen en las páginas de En busca del tiempo perdido y que aquí se ofrecen al visitante. Merece especial atención el Gran Hotel de Cabourg, el Gran Hotel de Balbec en A la sombra de las muchachas en flor (1919) y en Sodoma y Gomorra (1922-1923). Será en él donde el escritor recibirá la llamada telefónica que le anuncia que la abuela está a punto de caer. Actualmente, todo lo reformado que cabe suponer al cabo de casi cien años, el establecimiento sigue en pie para deleite de cuantos quieran pasar allí unos días.

5/5 (22 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)

Javier Memba

Tintinófilo, escritor y periodista con casi cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978–, Javier Memba (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario EL MUNDO desde 1990. Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción–La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008). Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha. Blog El insolidario · @javiermemba

Ver más publicaciones

Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas:

  • Toda alusión personal injuriosa será eliminada.
  • No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • Zenda no se hace responsable de las opiniones publicadas.
Notificar por email
Notificar de
guest

1 Comentario
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Quizás lleve usted razón. Pero quizàs no. Yo creo que no. Independientemente de lo que el excelso Proust pensara o no. Yo si que creo que somos capaces de recrearnos el espíritu del autor y de experimentar sus propias emociones y de volver a recolectar la miel. Hay muchos estadios anímicos que se nos despiertan con la lectura y evocaciones que van más allá del tiempo y del espacio. Y, negarlo, es negar la magia de la literatura y de la lectura. Negarlo, es negar los arquetipos y negar el común espíritu de aventura y de introspección que anidan en nuestro inconsciente. No niegue usted la magia… la necesitamos.

suscríbete a nuestra newsletter

Recibe cada semana una selección de los mejores contenidos de la web, ¡No te lo pierdas!

[contact-form-7 id="6d737e1" title="Formulario de newsletter"]