En Fontiveros (Ávila), localidad natal del genio de la literatura española, tuvo lugar el pasado sábado el acto de entrega del IV Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz – Academia de Juglares, que, si bien se nos presenta en su cuarta edición con esta denominación, la trayectoria de este premio, su intencionalidad de poner en valor la figura del poeta místico castellanoleonés y la trascendencia del valor de su obra a través de los siglos y hasta nuestros días, ahonda sus raíces a través de más de una treintena de ediciones, por lo que, en esencia, se trata de uno de los grandes premios de poesía del panorama nacional, con una rigurosa y eximia relevancia forjada en los cimientos de la importancia del personaje que le da nombre, su historia y continuidad —independientemente de la denominación— el desvelo por la propia comunidad de poetas que conforman la Academia de Juglares de Fontiveros, y un jurado comprometido exclusivamente con la poesía, sin olvidar, el apoyo institucional de la Diputación de Ávila y la férrea apuesta de su ayuntamiento.
El encargado de desvelar por parte del jurado las particularidades del libro premiado fue el poeta abulense José María Muñoz Quirós, presidente de la Academia de Juglares de Fontiveros.
Muñoz Quirós destacó del libro ganador que se trataba de «un gran libro, porque en poesía es difícil encontrar que alguien rompa los márgenes de lo que es la tradición poética del mundo y haga algo que tenga un interés sinceramente particular y personal».
Dijo del poeta motrileño que «todo poeta verdadero —y este poeta lo es— debe reconocerse en el inmenso artificio de la palabra, ya dicha, la existente, la del conocimiento que otros creadores anteriores ya vieron, ya hicieron, ya escribieron, ya vivieron, y debe sumarse al esfuerzo y a la aventura de la creación, y solo entonces, en ese momento en que se mete en la historia de la poesía, adquiere sentido este viaje iniciático por los pasadizos laberínticos de la literatura y la música. Porque este libro es palabra y es música. Es palabra, es música, es literatura, es creación».
La certeza de convicción del jurado que provocó la unanimidad del fallo fue otro de los aspectos que Muñoz Quirós no quiso pasar por alto, reconociendo que cuando se encontraron con El bosque errante, de Juan José Castro Martín, «todos los miembros del jurado comprendimos que estábamos ante un libro que era una propuesta seria, firme, muy intensa. No es una poética de corto recorrido. Detrás de cada uno de estos poemas, detrás de cada uno de las seis partes o capítulos del libro, encontramos un mundo sinfónico de música y de poesía, una labor de creación y una entrega absolutamente comprometida por el poeta con las palabras».
Continuaba el presidente de la Academia de Juglares desvelando en partes del libro de Castro algunos aspectos claves de la poética del ganador y de la profundidad de los versos, en ocasiones cercanos a la esencia de la obra del propio Juan de la Cruz… «Y cuando en el bosque de sus búsquedas Juan José Castro se amarra a la vida se produce la fusión de lectura, reflexión, conocimiento y creación y se despiertan los fantasmas que emanan “cuando todo pronuncia un idioma distinto y escondido de la palpitación de lo viviente”. Palabras claves y profundas que explican y expresan el origen de este libro. En esas palabras del poeta hay búsqueda en la profundidad del bosque que se convierte en el rastro de luz por el que camina aprisa en la espesura (San Juan de la Cruz), hasta la cima del canto (San Juan de la Cruz), hasta el pájaro solitario (San Juan de la Cruz).
Cuando un poeta sabe con certeza que tiene que caminar en el bosque errante del lenguaje, pone al servicio de la búsqueda, todo el poder de su intuición, su conocimiento, su emoción y su vivencia.
Intuimos que este libro es el resultado de esa extenuación larga y pronunciada de un poeta fiel a la palabra, pero errante sin descanso. No estamos ante un libro de factura fácil, ni de construcción apresurada. Divisamos la voz germinativa, fundadora, de un poeta que vuela las alturas difíciles y nuevas de la creación y la búsqueda.
El poeta persigue el eco de la construcción de una voz, que, al fin y al cabo es lo que un poeta verdadero busca y precisa, crearse una voz en el mundo de los ecos que de respuesta feroz a los ecos mentirosos, falsos de los que no saben de la creación y de la vida».
Antes de recibir el premio, representado en una escultura en granito del santo y poeta, José María Muñoz concluyó poniendo una vez más en valor la obra ganadora y poniendo de manifiesto la importancia del mismo dentro de la trayectoria del premio: «Con este libro, el Premio San Juan de la Cruz sube un peldaño más, un escalón hacia la belleza que la poesía entraña como tal y que nos muestra siempre en su esencia vital, y en este libro se suma el poeta a los anteriores galardonados, a los libros que ya son parte de la historia de un itinerario de errantes bosques en el paisaje encendido y renovado de la poesía. Sea bienvenido Juan José a este universo donde el misterio de Juan de la Cruz, aquí en Fontiveros, permanece esclarecido noches y nadas en el espíritu del ser humano de la voz, la palabra y la vida».
Por su parte, el ganador agradeció la distinción destacando la importancia que para él suponía no solo lograr un premio, sino la singularidad de este premio, en particular por el hecho de asociarse su nombre y su obra al nombre de uno de los grandes autores de la poesía en castellano, por tener la oportunidad de conocer el lugar y las gentes del sitio que lo vio nacer, por haberse visto sometido a un jurado conformado por admirados y grandes poetas y por ver el libro editado en la prestigiosa editorial Reino de Cordelia.
Juan José Castro indicó también que El bosque errante es una prolongación del aliento y variación de otro poemario propio, editado en 2010, El margen de lo invisible (Ed. Adonáis), que comenzó su gestación entonces, no viéndose culminado hasta diez años después, lo que venía a poner de manifiesto la apreciación del jurado sobre la obra cuando Muñoz Quirós en su intervención dijo: «Intuimos que este libro es el resultado de esa extenuación larga y pronunciada de un poeta fiel a la palabra, pero errante sin descanso».
Para finalizar, Castro explicó que, el largo recorrido de gestación y creación del libro no solo habla de su carácter y concepción sino que habla del hecho palmario común al acto mismo de creación.
Un libro que para quien inicia la lectura de sus páginas inicia un peregrinaje a través del bosque de símbolos para hallar distintas voces, todas muy reconocibles, que aportaron esa misma lucha a brazo partido consigo mismo en el instante en el que el tiempo se conforma como vivencia y artefacto artístico que encierra un mundo interpretado.
Para el poeta, la poesía es soledad, concibiendo al poeta como un creador solitario, alejado de los discursos imperantes y al margen de la comprensión de las mayorías, un fruto del oficio silencioso, alejado, escondido, muchas veces desapercibido e insatisfactorio, lo que le llevó a plantearse dejarlo descansar el sueño de los justos.
Por suerte, ese sueño se ha visto interrumpido o no se ha llegado a conciliar y ya está disponible en librerías.
****
DE ESTE DOLOR DE SER TEMBLOR Y BARRO
resta la cicatriz que las palabras
en el letargo de las cosas abren,
como un silencio que poblara el bosque.
Extranjero en tu voz a veces, vibras
alejado en el curso disonante del mundo
y de aliento en aliento intruso existes
para que un cuerpo siempre se estremezca.
Árboles vagabundos en un sueño albergamos,
savias cobrando el signo de su forma
que hondas dicen gramáticas de raíces y nubes.
En la parte más sola de nosotros conversan
la intemperie y las hojas. Mientras hablan,
conocen qué alfabeto de estrellas es la noche.
Por el silencio viene el hombre y funda
en huellas de quietud bosques errantes.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: