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La lengua del eureka, de Pilar Reyes - Zenda
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La lengua del eureka, de Pilar Reyes

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de...

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reinaun libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página. 

A continuación reproducimos la carta escrita por Pilar Reyesque lleva por título «La lengua del eureka».

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Señora:

La profesión de editar permite una mirada particular sobre la cultura. La describía con gracia el escritor Eduardo Mendoza: estamos a medio camino entre la poesía y los presupuestos generales del Estado. Trabajamos con creadores pero, al mismo tiempo, somos los responsables de que sus obras lleguen al máximo de lectores posibles. Es decir, la materia de nuestro trabajo es la creatividad y su traducción en una lógica de mercado que la potencia y la amplifica. Con esa mirada en mente le escribo esta carta sobre un tema que no por ser recurrente cuando hablamos de comunidad con América Latina, es menos importante: nuestra lengua.

La relevancia de la lengua española en un mundo cada vez más digitalizado y virtual pasa, inexorablemente, por un apoyo a la creatividad y a la innovación, como pilares del tejido cultural del mundo que habla la lengua de Cervantes.

La creatividad no tiene centros aunque la lógica económica algunas veces nos haga creer que sí. Como usted sabrá de sobra, a menudo se asume erróneamente que el español nunca fue una lengua prominente en Europa y que la supremacía actual del inglés ha sido una constante histórica. A este supuesto se suma otro igualmente arraigado, de acuerdo con el cual nuestro idioma y sus regiones de habla rara vez han sido ambientes propicios para la innovación. Podemos refutar fácilmente esas creencias al observar la cantidad de palabras de origen español que figuran en el Oxford English Dictionary o en el Larousse francés (aproximadamente 1.658 en el primer caso y alrededor de 2.312 en el segundo). La exportación de palabras implica, en última instancia, la exportación de innovación.

"Aparte de la riqueza léxica, me gusta que el anterior ejemplo muestre el carácter policéntrico, no forzosamente anglosajón, de las innovaciones humanas"

Por motivos editoriales, tuve la oportunidad de leer hace años el manuscrito de un libro fascinante titulado Las máquinas del imperio y el reino de Dios: reflexiones sobre ciencia, tecnología y religión en el mundo atlántico del siglo XVI, escrito por el historiador colombiano Mauricio Nieto. En esta obra, Nieto explica que hacia 1530 España era líder en Europa en conocimientos relacionados tanto con la construcción de naves marítimas como con la navegación de larga distancia. Como resultado, en un periodo de veinticinco años, se publicaron en ciudades como Sevilla o Valladolid tratados como el Espejo de navegantes (1545) de Alonso de Chaves, el Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar (1551) de Martín Cortés y el Regimiento de navegación (1563) de Pedro de Medina.

Estas obras, junto con muchas otras sobre el mismo tema que aparecieron en Madrid o Ciudad de México, fueron traducidas rápidamente a las principales lenguas europeas. Esto permitió que numerosos términos del lenguaje de la marinería española se integraran al acervo lingüístico de idiomas como el francés o el inglés. Quizás usted recuerde, Señora, que en su célebre Historia de la lengua española Rafael Lapesa nos informa que a la navegación hispánica se deben términos como demarcación (fr. démarcation), cabotaje (fr., ingl. cabotage), embarcadero (fr. embarcadère, ingl. embarcadere), sobrestadía (fr. surestarie) o arrecife (fr. récif). Podríamos añadir a esta lista términos como armada, caracol, anchoa (ingl. anchovy), bonanza —en el sentido de tiempo tranquilo en el mar—, brisa (ingl. breeze) o calendario (ingl. calendar).

Aparte de la riqueza léxica, me gusta que el anterior ejemplo muestre el carácter policéntrico, no forzosamente anglosajón, de las innovaciones humanas. El hecho de que en Sillicon Valley se hable inglés y se hayan desarrollado las computadoras tal como las conocemos influye en el vocabulario español usado en ese campo, pero de ningún modo autoriza a suponer que entonces solo se produce innovación en el mundo de habla inglesa. Como el lenguaje de la informática, las ciencias económicas y la mercadotecnia provienen del inglés, y como esas tres áreas gozan de enorme prestigio ahora mismo, se asume tal vez de manera inconsciente que la innovación únicamente es concebible en el marco estrecho de cada uno de esos campos.

"¿Quién recuerda la novedad representada, por ejemplo, por el amontillado en los vinos, el cigarro en los placeres bucales, la barbacoa en el asado de alimentos al aire libre o el adobe en la construcción de viviendas?"

Para contrarrestar este reduccionismo, la filología nos brinda el concepto de especialización. Según este concepto, un idioma exporta palabras a otras lenguas no solo porque haya una actividad bulliciosa en su seno y se produzcan una variedad de objetos, sino también porque ese idioma tiene términos que designan realidades inexistentes en otras lenguas.

Si consultamos el Oxford English Dictionary o el Larousse con esta guía en mente, rápidamente descubrimos que el inglés y el francés poseen, además de abundantes vocablos de origen español que aluden a tecnologías tan perfectas y naturalizadas que ya nadie percibe su condición de tales, una multitud de términos en los que resulta difícil identificar el aura misteriosa de la invención.

A cinco siglos de distancia, cabotaje simplemente significa «navegar siguiendo puntos fijos en la costa», pero en el siglo XVI representó una innovación que redujo los tiempos de entrega, aumentó la capacidad de carga, disminuyó el costo de los fletes y fortaleció los niveles de seguridad para los mercaderes de la época.

Lo mismo ocurre con una multitud de otros vocablos. ¿Quién recuerda la novedad representada, por ejemplo, por el amontillado en los vinos, el cigarro en los placeres bucales, la barbacoa en el asado de alimentos al aire libre o el adobe en la construcción de viviendas? Estas realidades, técnicas o utensilios no existían en el inglés y han sido adoptados por esa lengua, sin modificar su grafía pero sí su pronunciación.

No ignoro, Señora, que a lo dicho hasta aquí se puede oponer el argumento del tiempo: finalmente, esos datos, esas palabras son de hace siglos. Desde entonces, la presencia del español parece haber disminuido en las demás lenguas europeas.

En 1971, el profesor Arthur Montague decidió verificar la validez de esta afirmación y descubrió que, salvo en el siglo XVIII, la incorporación de hispanismos a la lengua inglesa nunca había disminuido: de 296 palabras en el siglo XVI, se pasó a 639 en el XIX.

"En la época de Cervantes, el polígrafo italiano Fabio Franchi solía decir que si en París o Roma querían llenar un teatro, los empresarios solo tenían que montar una comedia de Lope"

Hoy en día, si quisiéramos repetir la investigación del profesor Montague, casi con seguridad demostraríamos una vez más que esta cifra ha seguido aumentando. Esto se debe, en primer lugar, a la migración masiva de hispanohablantes a los Estados Unidos, pero también a un hecho que desafía el cliché moderno de que la innovación solo ocurre en campos como la tecnología, la informática, la mercadotecnia y la economía: el continuo prestigio de nuestras artes y literatura. En la época de Cervantes, el polígrafo italiano Fabio Franchi solía decir que si en París o Roma querían llenar un teatro, los empresarios solo tenían que montar una comedia de Lope, pues con solo anunciarla «faltaría coliseo para tanta gente y caja para tanto dinero».

Si extrapolamos esta idea a los siglos XX y XXI, podríamos utilizar el mismo patrón para describir el impacto de los mambos de Dámaso Pérez Prado, las novelas del Boom latinoamericano, las telenovelas, la música y la mejor literatura de nuestra lengua, que se traduce a una considerable cantidad de idiomas. Con solo dos números, Qué rico el mambo y Mambo Nº 5, el pianista de Matanzas logró que el mundo entero bailara al ritmo de su música y que la palabra mambo ingresara en los diccionarios de al menos dieciocho lenguas.

Los ejemplos podrían multiplicarse, pero el propósito de mi carta es simplemente señalarle, Señora, que, en términos de la competitividad del español en el mundo, España y América Latina, así como Guinea Ecuatorial, la República Árabe Saharaui Democrática y las Filipinas, deben conformar una comunidad cultural sólida, unida, diversa (y orgullosa de serlo), con múltiples centros de influencia. Para lograrlo, es necesario aumentar nuestro peso diplomático, nuestras actividades económicas, científicas y culturales, así como nuestros intercambios comerciales y financieros, de manera que el español adquiera lo que podría llamarse una «comunidad hablante secundaria», es decir, aquella que aprende la lengua no solo porque es la de sus padres, sino porque la encuentra útil y apasionante, convirtiéndola en su segunda lengua o lengua franca para comunicarse en el mundo. Entre los siglos XVI y XIX, el español logró este objetivo en diferentes circunstancias. Ahora, debemos trabajar para alcanzar lo mismo en nuestro tiempo.

"El idioma no es de nadie. Al idioma nadie lo gobierna. El idioma no atiende las razones de los expertos, ni de las academias, ni de las gramáticas, estas solo reflejan lo que sucede en las calles"

El idioma no es de nadie. Al idioma nadie lo gobierna. El idioma no atiende las razones de los expertos, ni de las academias, ni de las gramáticas, estas solo reflejan lo que sucede en las calles. Pero si usted, Señora, dedica parte de sus quehaceres a conseguir que el español sea no la lengua imperial que soñó Nebrija, sino la lengua del eureka, la lengua de los descubrimientos, la lengua —como decía al comienzo— de la innovación y la creatividad, la lengua que exporta incesantemente vocablos a otros idiomas, entonces quizá la posteridad la recuerde como recordamos a la reina Isabel I de Castilla: como la mujer que propició, gracias al patrocinio dado a Cristóbal Colón, una de las grandes aventuras de la historia moderna. Pero el viaje hoy en día es en los dos sentidos, y es necesario fomentar ese intercambio enriquecedor, la única vía real de que nuestra lengua y nuestra cultura sean protagonistas de los años por venir.

En el deseo de poder ver cumplidas estas expectativas, y ofreciéndole mi colaboración activa en ese empeño, quedo a su entera disposición para seguir con nuestra correspondencia.

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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).

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Pilar Reyes

Pilar Reyes (Bogotá, Colombia, 1972) es la Directora Editorial de la División Literaria de Penguin Random House Grupo Editorial, integrada por los sellos Alfaguara, Lumen, Random House, Salamandra, Caballo de Tro-- 196 ya, Reservoir Books, Debate, Taurus y las publicaciones que el Grupo editorial adelanta con la Real Academia de la Lengua Española. Estudió Letras en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Empezó su carrera editorial desde muy joven, como asistente de edición del director editorial del Grupo Santillana en Colombia, en 1994. Trabajó como editora y directiva editorial en Colombia hasta 2009 y desde entonces desempeña su labor en España.

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Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Bien el artículo pero quizás adolece de cierto idealismo utópico. Pero, bueno, en general estoy de acuerdo con él. Es evidente que don Eduardo es ideológicamente monárquico, cosa que es muy de respetar.

La verdad es que del conjunto de estas misivas a la futura reina se podría hacer todo un estudio sociológico de la sociedad española. Tambien varios estudios psicológicos o psiquiàtricos sobre varios de los personajillos que han escrito.

Hay casos extremos, muy curiosos y dignos de ser calificados de esperpénticos, como es el caso rufianesco, el caso coletas y el caso simoníaco obrerista (la sra. Simón). Pero, en general, predomina la cantención, la moderación y el raciocinio incluso en posturas alejadas; los hay republicanos, los hay monárquicos y los hay simplemente constitucionalistas.

Con ello, quizás se pueda sacar la conclusión de que, a pesar de todo, predomina en este país la moderación y el buen juicio. A pesar de todo y a pesar de los grupúsculos extremistas que lo emponzoñan todo y que hacen tantísimo ruido pero que se quieren imponer a todos los demás. Totalitarismo, que se dice.

Un acierto estas cartas. Espejo de país.

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