Después de La mala víctima (2023), una novela escrita a cuatro manos por Rosa Belmonte y Emilia Landaluce, donde se mezclaba, casi como recurso literario, el humor con el thriller, llega a las mesas de novedades una segunda aventura: Donde caiga la flecha (Espasa, 2024), un libro de título cinematográfico en el que vuelve a aparecer la protagonista anterior, la periodista Socorro. Ésta tendrá que completar un reportaje sobre crímenes sin resolver.
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—Donde caiga la flecha es, de primeras, un título enigmático.
—Hombre, cualquier cinéfilo sabe que esa frase corresponde a una escena de la película Robin y Marian, con Sean Connery y Audrey Hepburn. Pero bueno, como no todo el mundo es cinéfilo o se acuerda de las frases, pues el lector tendrá que llegar al final del libro para averiguar por qué le hemos puesto ese título. Debo confesar que nos gustaba tanto esa frase que dijimos: “Tenemos que escribir una novela para poder titularla así”. Digamos que hicimos el camino al revés.
—En la novela se nota cierta melancolía por el periodismo de los 90.
—Por supuesto. De hecho, no nos escondemos: dedicamos el libro “a los periódicos bellamente maquetados”. La esencia del periódico, que es su maqueta, preferentemente con grapa, nos gusta. También es verdad que nos gustan las misas en latín, pero eso es por esnobismo. En este caso, el periódico maquetado es para nosotras el orden clásico frente a las webs, que no son nada.
—Tanto monta, monta tanto. ¿Cómo se escribe una novela a cuatro manos?
—Tenemos un desempeño de trabajo bastante exigente: Rosa empieza a trabajar a las 5 y hasta las 14 no ha acabado su trabajo para el periódico, y yo empiezo más tarde, pero termino también más tarde. Entonces lo que hacemos es estructurar la trama y hablar de ella todo el tiempo posible. Nos diseñamos un índice de trabajo y nos lo repartimos. Hablamos de los personajes, convivimos con ellos… De hecho, para la primera novela sí nos hicimos un listado de nombres y referencias, para no perdernos.
—¿Escribir novela os ha cambiado la manera de escribir periodismo, o es al contrario?
—Las columnas son una cosa y la novela es otra, independientemente del trabajo que te lleve. Yo recuerdo —dice Rosa— que de pequeña escuchaba a Rosa Montero cuando se puso a escribir novela y decía: “Me paso todo el día escribiendo en el periódico y luego me tengo que poner a escribir en casa. Sin embargo, Juan Benet es ingeniero”, como diciendo: «Él lo lleva mejor» (risas). Pero en nuestro caso estás escribiendo columnas todo el día y cuando toca novela, es totalmente diferente.
—Pero si ya tenéis reconocimiento en el periodismo, y hoy casi nadie se hace rico escribiendo novelas, ¿qué os motiva a vosotras?
—A mí me encantaría escribir libros de autoayuda, por probar —afirma Emilia—. A Federico Moccia le decían: «¿Usted por qué escribe estos libros tan ligeros?». Y él respondía: «¿De verdad usted cree que yo no soy capaz de escribir otra cosa? Los escribo porque se venden». O el propio Sorolla, de quien contaba Baroja que podía pintar cualquier otra cosa, pero esos cuadros eran los que le daban dinero —concluye Rosa—. No, a ver. Escribimos por placer. Y porque si se van a acabar los periódicos, también querríamos tener otra forma de ganarnos la vida (risas). De todos los trabajos que he desempeñado, escribir novelas es el más divertido —insiste Emilia—. Nuestra motivación para escribir es doble: por placer y por diversión.
—¿Sería igual de divertido si escribieseis solas?
—¡No! Nos gusta firmar libros juntas. A mí siempre me ha dado vergüenza firmar sola (me refiero a la feria del libro y a las presentaciones y todo eso) —apunta Rosa—. Por esa razón nunca he querido sacar libro por mi cuenta, ni siquiera mi recopilación de artículos…. Además —comenta Emilia—, Rosa siempre ha sido para mí como una hermana más y nos reímos mucho juntas imaginando tramas, situaciones, pensando escenas o criticando a determinados personajes a los que odiamos…Es que odiar a la misma gente une mucho —concluye Rosa— (risas).
—Puestas a rentabilizar la literatura, no hay mejor cosa que un premio. ¿Os presentaríais al premio Planeta?
—¡Hombre, si nos garantizan que nos lo van a dar, claro que sí! Yo estoy deseando —confirma Rosa—. Y que luego en El País nos hagan una crítica demoledora, pero queremos que sea como la de Luz Gabás, o sea, muchos meses después de salir el libro (risas).
—¿Os presentaríais con pseudónimo, o sin él?
—No lo sé… (duda Rosa) Mira, como no tenemos planes, ese tampoco lo tenemos. Pues ahora que lo dices —menciona Emilia—, yo tengo una colección de pseudónimos buenísimos: Osiris Codero, por ejemplo. No me digas que no suena genial. Un seudónimo bueno anima a presentarse al Planeta. Aunque lo que anima más es que nos llame el señor Lara… ¡pero Dios mio! A mí me llama Lara —interviene Rosa— y me da algo, que lleva muerto no sé cuánto. Bueno —corrige Emilia—, quería decir Creuheras. Si nos llama él, o quien sea para ofrecernos el Premio Planeta, lo dejamos todo.
—Los casos de Socorro tienen pinta de saga.
—Bueno, la verdad es que le hemos cogido cariño y no la queremos dejar ahí, abandonada. Pero todo esto lo dictará el mercado. Según como vayan las ventas, así actuaremos nosotras. Si nos lo piden los editores, pues no podremos decirles que no.
—¿Qué personaje os gusta más de todos los de esta novela?
—Pilar es mi favorita, por ser, quizás, la más diferente a mí, pero a Emilia le gusta más la protagonista, Socorro. Si es que se parece mucho a ti —responde Emilia—. Pero —apostilla Rosa— el espíritu periodístico es tuyo absolutamente. Digamos, por concluir de nuevo, que la periodista protagonista de este thriller, Socorro, es una mezcla de nosotras dos y así debe ser, porque es nuestra criatura.
—Cuando uno termina un libro se queda con cierto vacío, ¿no?
—A nosotras lo que nos ha quedado al finalizar la novela son unos cuantos kilos de más (risas). A ver —reflexiona Emilia—, yo después de entregar me quedo como cuando vaciabas el pupitre al final del curso, sabiendo que tienes todo el verano por delante. Pues yo —afirmar Rosa— me quedo aliviadísima. De todas maneras, la última etapa de corrección se hace demasiado pesada, está una ya deseando soltar el libro, entregar las últimas versiones y descansar. El final es mortal… “Mortal y Rosa… Belmonte” (risas). Más bien “Mortal y gordas” (más risas).
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