María José Solano y Arturo Pérez Reverte en la Academia de Esgrima
Tras seguir los pasos de Patrick Leigh Fermor en Una aventura griega (Debate) y desplegar un retrato personalísimo de Andalucía en Jerez (Tinta Blanca, 2023), María José Solano presenta ahora La mujer que besó a Virgilio y otros viajes literarios (Berenice 2024), un volumen que lleva de la mano al lector por las librerías de viejo de Buenos Aires, se mueve diestra por el azul de Niza, Cannes, Antibes y Montecarlo y arroja su mirada intensa sobre el Mediterráneo, ese mar de Homero que ella conoce al dedillo.
Un libro de esta naturaleza no podía presentarse con un aburrido pregón. Para compartirlo con los lectores, Solano eligió la Escuela de Esgrima Ateneo, del maestro Jesús Esperanza. En una conversación a mitad de camino entre el combate y el coloquio con el escritor y académico de la lengua Arturo Pérez-Reverte, Solano habló de la naturaleza literaria del viaje en su obra y de la importancia de los clásicos en la definición de su voz narrativa.
Florete en mano, Solano y Reverte conversaron durante más de una hora no sólo sobre el libro de la sevillana, también de su vida, su infancia y de aquellos episodios que han hecho de ella la escritora que es hoy. Rápidos, ágiles, certeros, conradianos. Solano y Reverte se convirtieron en duelistas. Intercambiaron lances. Pérez-Reverte habló con Solano como un maestro que examina a su más aventajado alumno. Bien es sabido que han de tener el mismo rango los dos contendientes para poder batirse. Y en este caso, María José Solano ha exhibido galones y estilo.
—¿Hasta qué punto proyectar los libros leídos te ayudó a entender la vida y a moverte por ella?
—Los libros te ayudan, pero si no tienes un Virgilio, si no tienes un maestro que te lleve por los caminos adecuados, que seleccione para ti, que te guíe, te cuesta más llegar. Yo tuve la suerte de tener muy buenos maestros en el camino.
—¿Qué libros fueron definitivos?
—Esa pregunta tiene trampa —Solano saltó, felina— porque tú y yo sabemos que esos libros que nos hicieron felices son los libros que ahora publicamos en Zenda-Edhasa. Esos títulos de aventuras son los libros que a mí me convirtieron en lectora.
LEER EN MOVIMIENTO
Mitad presentación y la otra conversación, los asistentes presenciaron ya no sólo una exhibición de destrezas: asistieron al retrato en primera persona de María José Solano. Arturo Pérez-Reverte consiguió descubrir ante los lectores quién es esa mujer brillante a la que precede un espíritu aventurero. «María José es una paseante, una paseante por el mundo, con una diferencia importante al resto de las paseantes, y es que ella lo sabe contar. No se limita a decorar los lugares que visita, sino que los cuenta, y los cuenta muy bien. Los libros y el viaje han estado muy vinculados a ella desde niña», explicó Arturo Pérez-Reverte a manera de preámbulo, para ir luego directo al grano.
—¿Para ti qué es el viaje?
—Para mí viajar es leer en movimiento. Mi biografía se hace viajando, primero con mis padres, con mi familia, con mis hermanos y después sola, muy pronto y muy pronto sola. Y como los libros han sido mis compañeros de vida, yo nunca he concebido un viaje sin libros.
—Lees desde pequeña. Eras una cría de pelo corto que leía en el patio del colegio mientras los demás jugaban. ¿Cuál fue el primer lugar donde hallaste la lectura? ¿En la librería de casa, en la biblioteca, el colegio?
—En la librería de casa. Tuve la suerte de nacer en una familia con seis hermanos mucho mayores que yo. Cuando alcancé la edad lectora ellos ya eran universitarios, todos. Ya cada uno había hecho su propia biblioteca especializada: uno era arquitecto, el otro era historiador, americanista, la otra era filóloga inglesa, la otra filóloga hispánica, la otra abogado… Entonces me movía por una casa con seis bibliotecas. Tuve mucha suerte, podía no haberme interesado, pero encontré en aquel sitio, en aquel ecosistema, encontré el lugar donde yo era feliz, sin ser consciente de eso. Luego ya, claro, por supuesto, vino la certeza de que esa era la forma, y una forma de felicidad.
—¿Te puedes imaginar en una vida, en una relación, en un mundo sin esos libros?
—Jamás. No sería yo.
Touchée.
LA VUELTA AL MUNDO
Pérez-Reverte elogió la elegancia de la prosa de María José Solano, una mujer acostumbrada al viaje porque lo lleva dentro. Aventajada exploradora y escritora, hace unos años cogió una maleta de mano, metió en ella una libreta, varios libros, y se marchó sola a Grecia para reconstruir el paso del héroe de guerra, escritor y cronista viajero Patrick Leigh Fermor (1915-2011). De ahí nació Una aventura griega (Debate), que también ocupa parte de la conversación esta tarde. «Una mujer enamorada que busca a un escritor muerto». La definición de Reverte no puede ser más precisa. Nausícaa buscando a Ulises por todo el Peloponeso.
Con una prosa apasionada, aventurera y recia, elegante como una cubertería de plata, Solano mezcló en aquel libro la novela, biografía y diario de viaje para retratar un ser mitológico. Corinto, Micenas, Epidauro, Esparta o la isla de Hydra… De la mano de María José Solano, el lector se pierde en el molino de Lemonodasos y bebe retsina en sus tabernas. Dentro y fuera de sus libros, Solano no para de moverse. Para ilustrar esa simbiosis entre viaje, exploración y creación, Arturo Pérez-Reverte decide adentrarse en aquellos personajes clásicos de la literatura de aventura a los que Solano trae consigo como parte de su esencia lectora, desde niña.
—¿Quién es Phineas Fogg? ¿Y D’Artagnan? ¿Qué fue antes, Willy Fogg o D’Artagnan?
—Willy Fogg, claro. Tendría seis o siete años cuando esa serie se hizo… Ahora diría loco, pero diría viral. Fue una locura. Fui a buscar en la biblioteca quién lo había escrito y lo leí.
Cinéfila, políglota, historiadora del arte, madre, escritora, zendiana, lectora. La conversación va mostrando todas las capas de María José Solano, una mujer que igual analiza un western como se sienta a hablar con José Luis Garci de El halcón maltés. En Solano el viaje ocurre de forma permanente, incluso hacia zonas para muchos desconocidas y que esta tarde se manifiestan con belleza y honestidad en una conversación inagotable entre la mujer que besó a Virgilio y el maestro de esgrima.
—Tardaste mucho en escribir y en publicar. ¿Por qué? ¿Esperaste a vivir y a leer para escribir? ¿Por qué tan tarde?
—¿Eso es bueno o malo?
—Es una pregunta.
—Tardé porque yo no pensaba escribir.
—¿Nunca tuviste ambición de escritora?
—Nunca. Yo tengo ambición de lectora. Cuando se te ocurrió la magnífica idea de Zenda y se formó aquel equipo magnífico.
—Aquí están.
—Zenda fue la oportunidad para, de una manera natural, escribir. Yo creo que todos los lectores, de una manera natural, tienden a querer escribir. Yo nunca había querido publicar ni tenía nada escrito. Yo no quería tener una novela en el cajón, quería tener muchos libros sobre la mesa. Esa era mi ambición. Y lo que pasa es que Zenda me llevó a escribir.
LOS HÉROES Y LAS HEROÍNAS
Sevillana hasta los huesos. También lampedusiana, jerezana, veneciana, florentina, londinense. Mujer de aeropuertos y ojos pardos, zendiana y guerrera; heroína en trance de contar héroes. ¿Qué no es María José Solano? Esta tarde explica la escritora a Arturo Pérez-Reverte que le interesan los héroes con fisuras. Reconoce, también, cómo se vuelven tales según quién los mire. «Si no hay una mirada de mujer que lo construya, por mucho que canten su épica no hay héroe posible».
—Dices que al héroe lo explica entonces la mirada de la mujer…
—Lo explica Ovidio, lo explica Tucídides, lo explica Butler, que tiene la certeza, después de traducir la Odisea y la Ilíada, de que los libros tienen manos diferentes. Se va a Sicilia a investigar qué puede deducir con un mapa y el libro en griego y llega a la conclusión de que la autora de la Odisea es una mujer. Es Nausícaa. Y Robert Graves, que sigue esa línea, lo explica en La diosa blanca.
—¿Y las heroínas, quién las construye?
—Se construyen a sí mismas, solas. La heroicidad de la mujer es la soledad.
Rodeados de floretes, espadas, petos y sables, Pérez-Reverte y Solano acometen una conversación deslumbrante sobre un libro deslumbrante escrito por una mujer deslumbrante. Si Artemisia estuvo al mando como general en la batalla de Salamina y Juana de Arco lideró los ejércitos franceses contra Inglaterra en la guerra de los Cien años cómo no va a ser ella, la mujer que besó a Virgilio, la espadachina aventajada para batirse a duelo con un maestro esta tarde de junio, en el número seis de la calle Academia.
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