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Pacto de soberanía, de Ignacio Camacho - Zenda
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Pacto de soberanía, de Ignacio Camacho

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reina, un libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de...

La España actual y la España de los próximos años conviven en Cartas a una reinaun libro colectivo que reúne las misivas que 35 autores, de diversos ámbitos y sensibilidades (tanto monárquicos como republicanos y nacionalistas), han escrito a la princesa Leonor. Esta obra de Zenda, patrocinada por Iberdrola, es una edición no venal que se puede descargar de forma gratuita en esta página. 

A continuación reproducimos la carta escrita por Ignacio Camacho, que lleva por título «Pacto de soberanía».

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Su Alteza Real:

Esta carta se la escribe un español que por previsibles razones biológicas tal vez no alcance a conocer su reinado. (Permítame dirigirme a SAR en el «usted» contemporáneo, que entiendo más apropiado para una persona de su generación aunque a la mía la enseñaron a tratar a la realeza en términos mayestáticos). Sí conocí completo el de su abuelo, cuya condición refundadora tuvo poco que ver con el momento histórico en que usted será llamada a ocupar el trono, y he asistido de cerca a la década, ciertamente azarosa, que ha transcurrido desde que Felipe VI fue llamado a ceñirse la simbólica Corona. Casi medio siglo en total, durante el cual se ha asentado la convicción social mayoritaria de que la monarquía constitucional es, por razones pragmáticas, el régimen más adecuado para España, el más estable para una nación cíclicamente sometida a convulsiones políticas a menudo dramáticas que en buena medida quedaron alejadas gracias al acuerdo de convivencia forjado durante la Transición a la democracia.

Si existe ese consenso, que las encuestas demuestran, es porque los titulares de la Corona han sabido combinar la legitimidad de origen —la constitucional, respaldada además en referéndum por amplísima mayoría— con la de ejercicio. Y las circunstancias más delicadas que ha atravesado el sistema monárquico vigente han sobrevenido cuando esa legitimidad de conducta ha flaqueado o se ha perdido. No es necesario recordar, porque usted lo ha vivido en familia, el precio que don Juan Carlos hubo de pagar por olvidar el compromiso de ejemplaridad sobre el que los monarcas modernos cimentan su autoridad moral y su prestigio, los únicos factores que justifican —legitiman— el privilegio de un poder dinástico que, aunque muy limitado, supone una excepción en el principio democrático de la igualdad de todos los ciudadanos.

"La monarquía moderna surge de la Constitución y funciona con arreglo a las leyes que la desarrollan, pero se asienta sobre un conjunto de intangibles"

Se trata de un pacto de soberanía. El pueblo, fuente del poder constituyente, admite una excepción singular y reglada en sus mecanismos representativos a cambio de una garantía de continuidad, unidad y neutralidad institucional depositada en la Corona por su arraigo en la tradición histórica. Delega, en una palabra, la ultima ratio de su legítima autonomía para preservar la cúpula del Estado de las tensiones políticas y alejarla de sesgos partidistas y de instintos sectarios. La Corona es el símbolo de la voluntad de concordia reflejada en la Constitución, y como tal sólo tiene sentido en la modernidad si cumple su parte del trato con una conducta digna de encarnar la representación colectiva de los ciudadanos. No es, o no sólo, que el rey o la reina deban parecerse al pueblo, sino que deben personificar sus ideales a través de un comportamiento modélico, conforme con los valores del momento. Es decir, dar ejemplo. Constituirse en paradigma cívico, político, reputacional, ético. Generar crédito y respeto para convertirse en instancia a la vez generadora y depositaria de consensos.

La monarquía moderna surge de la Constitución y funciona con arreglo a las leyes que la desarrollan, pero se asienta sobre un conjunto de intangibles. Con un margen de actuación muy cerrado, para no interferir en las libertades de los ciudadanos, se desempeña a base de liderazgo moral. Una línea invisible que sirve de referencia para establecer los valores de la vida pública. Auctoritas sin potestas. Rigor, austeridad, honestidad, sensibilidad, escucha activa, transparencia. Y una escrupulosa imparcialidad para ejercer la tarea de moderación y arbitraje que el ordenamiento le encomienda. Los reyes no tienen ideas, y si las tienen no las expresan. Salvo, claro está, aquellas que defiendan la tolerancia, los derechos humanos, la dignidad de las personas, el entendimiento y la convivencia.

"El firmante, escéptico por carácter, alberga sin embargo pocas dudas de que Leonor I accederá al trono. Las tentativas de disrupción se han ido desinflando poco a poco, y el blindaje constitucional es sólido"

Es así como sus padres, don Felipe y doña Letizia, han atravesado durante estos diez años una complicada sucesión de contingencias críticas. Como lo hicieron don Juan Carlos y doña Sofía, en tesituras aún más difíciles, hasta que el primero extravió la brújula de su extraordinaria intuición perceptiva. Como suele recordar el rey reinante, nadie le dejó una hoja de instrucciones escritas. El ejercicio de la Corona no tiene más bitácora que la Constitución, y usted deberá establecer su propia ruta con arreglo a la formación recibida. El modo en que su padre está sorteando las dificultades de esta etapa polarizada en una sociedad profundamente dividida puede servirle de guía. Pero cada tiempo tiene sus condiciones específicas.

El firmante, escéptico por carácter, alberga sin embargo pocas dudas de que Leonor I accederá al trono. Las tentativas de disrupción se han ido desinflando poco a poco, y el blindaje constitucional es sólido. Aunque el sentimiento republicano ha crecido porque el final del período juancarlista se hizo penoso, la actual Corona recupera confianza, ascendiente, popularidad y apoyos. Y el refuerzo de las primeras apariciones de SAR como heredera ha sido un éxito pleno. Es probable que, al igual que en otras monarquías europeas, la sucesión se efectúe por abdicación y no por fallecimiento, de manera que si todo va bien usted podrá contar con el criterio experto de un padre que ya ha pasado por el complejo trance del relevo. Nada está hecho, desde luego. La Historia dispondrá, cuando toque, pero a juzgar por los indicios la continuidad dinástica está en buen camino. Los españoles podemos sentirnos al respecto razonablemente tranquilos. Y muchos, sobre todo los más jóvenes, confían en el espíritu renovador, el carisma emocional y la sintonía social de un reinado femenino.

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Cartas a una reina es la octava colaboración entre nuestra web literaria e Iberdrola, después del gran recibimiento de los anteriores volúmenes: Bajo dos banderas (2018), Hombres (y algunas mujeres) (2019), Heroínas (2020), 2030 (2021), Historias del camino (2022), Europa, ¿otoño o primavera? (2023) y Las luces de la memoria (2023).

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Ignacio Camacho

Ignacio Camacho (Marchena, Sevilla, 1957) es un periodista español que, entre los años 2004 y 2005, ejerció el cargo de director del diario ABC. Con anterioridad había sido redactor para otras cabeceras de tirada nacional como Diario 16 o El Mundo. Su obituario al escritor Francisco Umbral, publicado en 2008 en ABC, lo hizo merecedor del Premio González Ruano de periodismo. Asimismo, en 2014 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo ‘Miguel Delibes’. En la actualidad se desempeña como columnista en ABC y como colaborador en diversos programas de radio y televisión. Participó como autor en los volúmenes colectivos 'Crónica de un sueño' (Ediciones El País, 2001), sobre la transición democrática en Andalucía, y 'Memoria del paisaje' (Turismo de la Provincia de Sevilla, 2003).

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Ricarrob
Ricarrob
4 meses hace

Bien el artículo pero quizás adolece de cierto idealismo utópico. Pero, bueno, en general estoy de acuerdo con él. Es evidente que don Eduardo es ideológicamente monárquico, cosa que es muy de respetar.

La verdad es que del conjunto de estas misivas a la futura reina se podría hacer todo un estudio sociológico de la sociedad española. Tambien varios estudios psicológicos o psiquiàtricos sobre varios de los personajillos que han escrito.

Hay casos extremos, muy curiosos y dignos de ser calificados de esperpénticos, como es el caso rufianesco, el caso coletas y el caso simoníaco obrerista (la sra. Simón). Pero, en general, predomina la cantención, la moderación y el raciocinio incluso en posturas alejadas; los hay republicanos, los hay monárquicos y los hay simplemente constitucionalistas.

Con ello, quizás se pueda sacar la conclusión de que, a pesar de todo, predomina en este país la moderación y el buen juicio. A pesar de todo y a pesar de los grupúsculos extremistas que lo emponzoñan todo y que hacen tantísimo ruido pero que se quieren imponer a todos los demás. Totalitarismo, que se dice.

Un acierto estas cartas. Espejo de país.

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