Por fin la cultura gallega alumbra la edición de uno de sus libros más esperados: Mis ojos, el primero de los volúmenes de la trilogía de Ramiro Fonte. Considerada la cima del memorialismo gallego, sale a la luz la traducción al castellano publicada por Hércules de Ediciones.
Ramiro Fonte
Ramiro Fonte Crespo nació en Pontedeume (Coruña) en 1957. Escritor español en lengua gallega, fue una de las figuras fundamentales de la poesía española del último siglo y una de las voces más importantes de la lírica europea contemporánea.
Licenciado en Filosofía y Letras, poeta, novelista, ensayista, crítico, gran estudioso de la Literatura y de erudición inmensa, fue miembro de la Real Academia Galega y Director del Instituto Cervantes de Lisboa desde 2005. Con su nombramiento se dijo que “nunca había habido un director mejor formado para el cargo”, por su gran dominio de la literatura ibérica y la cultura lusa. En Lisboa se sintió plenamente realizado y acometería proyectos de gran calado. Murió en 2008, cuando se encontraba en el cénit de su carrera literaria, y aun así dejaría una obra monumental.
Junto a su destacada obra poética, ya traducida al catalán, francés, inglés, italiano y ruso, desde su publicación voces autorizadas consideraban urgente y necesario la traducción al castellano de toda su obra, y en especial de su trilogía Vidas de infancia.
Una trayectoria muy premiada
Ramiro Fonte nació en una familia que amaba las letras: “De todas las aficiones que mi madre me inculcó la que nunca abandoné fue la escritura”. Escribió con excelencia desde que tuvo uso de razón, tanto que siendo adolescente llegaron a acusarle de copiar sus redacciones porque “era imposible que alguien de su edad escribiera así”. En 1983 publicaba el primero de sus libros de poesía, de los diez que editaría en gallego y cuatro en castellano. A As cidades de nada seguiría Designium, y con Pensar na tempestade comenzaría una larga lista de primeros premios: el Premio de la Crítica de Galicia y el Premio Losada Diéguez. Por Pasa un segredo ganó el Premio de la Asociación de la Crítica Española, por Adeus Norte el Premio Esquío. Luz do mediodía fue Premio de la Crítica Española y finalista al Premio Nacional de Literatura, con el que llegaría el reconocimiento unánime del mundo académico y la crítica especializada de todo el país. Siguieron O cazador de libros, en el que se refleja su gran vocación de buscador empedernido de joyas bibliográficas, Mínima moralidade, Premio González Garcés, el fascinante Capitán inverno, finalista del Premio Nacional de Literatura; A rocha dos proscritos y Xardín do pasatempo (2008), que supuso su única e ilusionada incursión en la literatura infantil, y que hoy es uno de los libros más leídos en los colegios de Galicia. Como ensayista publicó entre otros As bandeiras do corsario y como narrador Catro novelas sentimentais, As regras do xogo, Aves de paso, Os leopardos da lúa y el relato “Soños eternos”. Y sobre todos ellos, su obra cumbre: la trilogía Vidas de infancia. El conjunto de su trayectoria estaría además galardonado con el Premio Porto Magno.
Se ha escrito que el poemario Reversos fue su obra póstuma, pero no fue tal. Cual escena de novela, pocas horas antes de morir pudo tener el ejemplar en sus manos y fue releyendo los poemas con su hermana. Pasando cada página, iba considerando que cada uno de los que había escrito era el mejor. “Neniña, este é o que mais me gusta, y este, y este, y este…”, le decía con ilusión. El editor Fernando Bores había hecho lo imposible para que “a uña de caballo” pudiera llegarle a tiempo, y la providencia le dio esa lucidez que se dice suele aparecer como antesala de la muerte para verlo publicado y sentenciar a su hermana: “Nena, os meus favoritos son todos”. La pasión absoluta que sentía por la palabra y por la poesía le acompañó hasta su final cronológico.
En algunos textos Ramiro Fonte aparece inscrito en una generación de poetas gallegos de los 80, pero hoy, cuatro décadas después, se desmarca totalmente de este movimiento. Era un clásico en las formas, que se complacía en la rima, pero a la vez era profundamente moderno en su contenido. Fue un ente poético independiente, con sello gallego pero también español y europeísta, por su estrecha relación con tendencias de otras literaturas ibéricas y europeas, algo que le distinguía de un ámbito poético mayoritariamente ensimismado en su entorno más inmediato. Junto a ello, una sabiduría enciclopédica que cultivó desde niño, su compromiso con la calidad, que blindaría su obra al paso del tiempo, y el ser un verdadero puente entre culturas le dieron una singularidad especial en la cultura gallega.
Una heterodoxia dentro de la ortodoxia
Una heterodoxia dentro de la ortodoxia, que si bien le llevó al prestigio nacional le haría en algunos ámbitos pagar cara su independencia. Él quería ser un poeta en gallego, pero un poeta con visibilidad en España. Su trayectoria fue un viaje en solitario, y sus compañeros de trayecto literario estuvieron en Galicia con Rosalía, Murguía, Cabanillas Cunqueiro y Valle Inclán, y en España con Baroja, Unamuno y Cervantes. Pero también en escritores foráneos a quienes permanecieron ajenos otros artistas de su generación en Galicia, como Faulkner, Kafka, Paul Celan, Mandelstam, Pessoa, Ezra Pound, César Vallejo, T. S. Eliot, Yeats, Luis Cernuda, Pablo Neruda o Rubén Darío.
Vidas de infancia
La obra de Fonte en poesía y prosa es el relato de su vida. Residió en distintas ciudades, pero confesaba que era en la infancia y en Pontedeume donde estaba su alma más íntima y profunda, y eligió la frase «o xenio é a infancia netamente formulada”, de Baudelaire, para abrir la trilogía. “La infancia es la patria del hombre”, y como escritor volvía a ella, y por lo tanto a su villa natal, Pontedeume, de forma recurrente.
Siempre había tenido en mente volcar todos sus recuerdos infantiles en un relato, pero serían los sucesos del 11-S el detonante de que se pusiera en marcha.
Lo haría de forma compulsiva, dedicando a ello todo su tiempo disponible, horas de escritura sin límite. “A medida que avanzaba en el proyecto entré en esos espacios donde la memoria personal confluye con la colectiva”, confesó. Y lo que en principio iba a ser un relato breve acabaría convirtiéndose en tres grandes novelas ambientadas en la vida de un niño. De ahí su título: Vidas de infancia.
El proceso sería premonitorio… ya que el último tomo de las memorias se publicaría poco antes del diagnóstico del cáncer letal que le llevaría a la muerte. Y precisamente, como relata Cesar Antonio Molina en el prólogo, según los especialistas médicos su dolencia fue provocada por un tratamiento radial que se le dio en la infancia. “Tuvo como un destino: acabó las memorias y se le acabaron los meses”, contaba un querido amigo. En una vuelta de tuerca, estaba entroncando con los clásicos de la Literatura, que tanto había estudiado y que tanto le habían influido, y los conceptos de la eterna reflexión literaria sobre la fugacidad de la vida, tempus fugit, ubi sunt…
Ramiro Fonte saldría del proyecto “tan robustecido como exhausto: había explorado y llegado a nuevos límites para la narrativa gallega”, anunció la crítica.
Vidas de infancia constituyó la consagración de Fonte como prosista, que le llevaría a ser finalista del Premio Nacional de Literatura. La trilogía compuesta por Os meus ollos (2003), premio Losada Diéguez; Os ollos da ponte (2004), y As pontes no ceo (2007), son novelas memorialistas en las que en más de mil cuatrocientas páginas Fonte va reconstruyendo la vida de Pontedeume, poderosa villa de los Andrade, impregnada de leyendas, “que nació donde el río Eume se hace mar”. Una villa gallega de los años 60, cuando iba emergiendo el desarrollismo de la dictadura franquista y superándose la difícil posguerra, pero en la que aún “seguían viviendo las sombras de los caídos por Dios y por España”.
Tres de las mejores novelas gallegas de los últimos siglos
La trilogía incluye tres de las mejores novelas escritas en lengua gallega en los últimos siglos. Porque pese a la aparente “localidad” de lo que en ellas acontece, la calidad literaria y narrativa a la hora de presentar situaciones y personajes les da un valioso carácter de universalidad, algo que las hace equiparables a una versión moderna del clásico gallego Memorias de un neno labrego, de Neira Vilas, o cual ubicación gallega de la irlandesa Las cenizas de Angela, de Frank McCourt. En estas memorias infantiles, Fonte expresa con brillantez su intención en una metáfora de altura: “Tiven a ousadía de encerrar nel o tempo da miña infancia como as galaxias de cores estaban encerradas nas esferas de cristal”.
Grandes valores añadidos: editorial, prólogo, traducción e ilustración de altura
La publicación en castellano viene avalada por un conjunto de factores que redondean magistralmente la obra.
Edición
Al hablar de una obra tan capital de la cultura gallega parece que no podría haberse publicado en otro sello. Mis ojos ve la luz en Hércules de Ediciones, que en Galicia supone mucho más que una editorial. Su trayectoria la ha convertido en símbolo de cultura e identidad, y es responsable de auténticos tótems editoriales cruciales para la conservación y difusión de la cultura gallega.
Prólogo
El libro comienza con un prólogo de altura. ¿Su autor? César Antonio Molina, escritor y uno de los ministros de cultura más valorados de la democracia. El texto aúna en sus líneas el ser escrito con la emoción de proceder de uno sus amigos más queridos, compañero de fatigas y vivencias, y a la vez todo un experto en la obra de Fonte. En sus páginas subraya la importancia de «rescatar y dar a conocer, más allá de Galicia, a uno de los más grandes autores de la segunda mitad del pasado siglo».
Traducción
La traducción ha correspondido al filólogo José Fonte Sardiña, gran conocedor y admirador tanto de la obra de Ramiro Fonte como de la idiosincrasia de su pueblo. Emprendió años ha la traducción, aun sin saber cuando sería publicada, lo que le dio tiempo para pulirla y cuidarla con mimo, logrando con éxito no solo traducir sino poder plasmar la cadencia musical de la prosa de escritor eumés, una traducción que ha obtenido el beneplácito de los críticos más exigentes. Es más, se detectan sutiles giros y modismos del castellano de la zona que hacen especialmente verídica la traducción.
La ilustración
Esta edición castellana está profusamente ilustrada por el artista Antonio Seijas con unas imágenes delicadas y líricas, muy imbricadas en el relato. Ha sido todo un acierto su apuesta por el blanco y negro, como forma de antigua expresión a modo de flashback cinematográfico (el cine tiene gran presencia en la obra). Seijas huye de la representación realista para presentar imágenes difusas de trazos gruesos, casi oníricas, escenas blanquinegras que nos remiten a un niño único en el universo que va desgranando sus páginas, que recogen alguno de los escenarios más emblemáticos de la novela, como la casa natal (“llego a casa y en el balcón me siento el dueño del mundo”), juegos de canicas, como la elegida para la portada, el puente que domina la villa, escenarios de la novela y microhistorias relatadas. Además, las imágenes hacen especialmente atractiva su lectura para el público juvenil.
El argumento
Las primeras frases de Mis ojos ya nos sumergen en el argumento y producen un pellizco en el corazón… “Tenía once años acabados de cumplir cuando nos marchamos del pueblo para ir a vivir a la ciudad. Entonces aprendí que uno nunca está preparado para ese momento en el que el destino nos arranca de las manos las cosas queridas. Cuando esto sucede nadie nos pregunta nada. Mejor así, pues tampoco podríamos responder nada. Sangramos por dentro porque nos cortan las raíces. Soportamos el dolor. No abrimos la boca. No existe la persona que pueda comprendernos. En un tiempo que denominamos futuro, como si fuéramos los geógrafos que les ponían nombres a los espacios en blanco de los mapas, me decido a escribir sobre aquella pérdida. El dolor ya no me duele. La sangre invisible de aquella herida fertiliza mis palabras”
Así comienza el gran desarraigo, el que sufre un niño de una villa marinera cuando su familia debe trasladarse a Ferrol, entonces gran urbe militar e industrial, en las antípodas de su plácido cosmos. “Nadie cree en la felicidad de ciertos momentos hasta que se da cuenta de que no volverán”. En primera persona, y desde la tristeza y la nostalgia, el niño Fonte va narrando sus vivencias infantiles, familiares, identitarias, sociales y académicas, enmarcadas en la comunidad en la que ha vivido. Desde la ciudad cercana, Ferrol, descubre que se ha convertido en un ser anónimo en la masa de la bulliciosa urbe, que nadie sabe quién es y de quién viene, y el niño siente el desamparo de haber perdido la calidez del espacio al que pertenecía de forma natural. Va añorando cada calle de su pueblo, las “grandes torres barrocas sobre tejados sumisos” de su iglesia, cada acera en su condición de niño calexeiro, el “universo tabernario”, que existe aunque nunca ha entrado, los hombres y mujeres que allí pululan y los sonidos entre los que ha nacido, como los de sus fuentes: “la melodía de las plazas con su música transparente”. La añoranza le hace dibujar con palabras un fresco de gran altura. «Fonte —subraya Molina en el prólogo— siente nostalgia de las campanas, de las misas en latín, de las casas familiares…». Pero la verdadera casa de aquel niño, como el propio César Antonio recuerda, es «el pueblo entero». El pueblo entero, sí señor. “El Pontedeume de Ramiro Fonte. Ahora, para toda la eternidad. Nada hay, créanme, más cierto que eso”, afirma el escritor Ramón Loureiro.
«Mis ojos es un libro infinito, donde todo se encuentra»
«Mis ojos es un libro infinito, donde todo se encuentra», señala, en el prólogo, César Antonio Molina. Fonte brilla especialmente a la hora de construir personajes inolvidables, héroes anónimos que construyen identidad, que son no solo verídicos sino rigurosamente reales. A ellos, pese a su humildad, los hace merecedores de pasar a la historia de la Literatura como grandes personajes. Tullidos, mujeres desequilibradas, “municipales”, viudas de fuxidos, o escapados del maquis, muertos que resucitan en las tertulias, mujeres décadas enlutadas, maestras despiadadas, niños pobres parrocheiros o bandidos infantiles heroizados… También son especialmente conmovedoras las escenas o capítulos cotidianos convertidos en apasionantes vivencias, como la instalación del nacimiento navideño, las procesiones, la historia de un pintor naíf o la relación de su familia con la música: “Doy gracias al cielo por haber nacido en una de esas familias que cantan”…
Y es que, siguiendo el hilo de sus recuerdos y de la prodigiosa memoria de sus familiares más cercanos, “de labios de mi madre aprendí de chiquillo el arte de la memoria”. La novela se transforma en un testimonio de memoria colectiva que permite entender todo un siglo de existencia en un pequeño lugar, que podría haber sido cualquier lugar de Galicia o del mundo. “Descubrín que para ser universal hai que volver ao local: as grandes obras literarias son profundamente localistas. Pasa con el Quijote: «En un lugar de La Mancha…». Los arquetipos humanos cos que elaboro a narración repítense en calquera lugar”. Como hemos comentado, Fonte tiene el poder de extrapolar el marco local al concepto de universalidad.
El puro disfrute de la Literatura
Además, paralelamente, y esto es uno de sus grandes valores, la eficacia expresiva en la creación de ambientes íntimos, los sentimientos epidérmicos, el calado de situaciones, generan en el lector la convicción y sensación del puro disfrute de la literatura. Le permiten recrearse en pequeños retazos de su vida “que le dieron felicidad sin pedir nada a cambio”, imágenes que por la magia de las palabras emocionan en sus páginas, al igual que lo sorprendente que hay detrás de las microhistorias, ventanas a la vida de los humildes, ventanas a su propia familia, melodías en sobremesas (“las canciones son los manantiales en las que nació el río de mi poesía”), paisajes de niñas que juegan a la cuerda, “latigazos de un certero metrónomo” con “olores que abren abismos”, o la propia ternura que despierta imaginárnoslo vestido con “mandilón” y avergonzado porque no puede llevar la limosna para “los paganitos”.
La narración exhibe una de las prosas más imbuidas de poesía de toda la literatura contemporánea, algo que singulariza su estilo dentro de los narradores gallegos de los últimos siglos, tal vez porque siguió la máxima de Aristóteles en la Poética. «La poesía es más verídica que la historia».
Tal vez por ello ha sido uno de los libros más releídos de la Literatura gallega. Y es más: lectores confiesan que, por ese motivo, en la relectura, no comienzan desde el primer capítulo. Abren el libro y repasan páginas al azar. Frases cortas, a veces sin verbo, que te animan a leer despacio, a saborear cada encadenado de palabras. Algo que suele pasar en libros de poesía, donde no hay un hilo argumental, pero raramente en las novelas.
No solo una novela de memorias
La obra, pese a ser una obra memorialista, presenta temas eternos que dominan en los clásicos de la Literatura y en toda la obra de Fonte: el paso del tiempo, la reflexión sobre la condición humana y la amenaza de la muerte. Todo ello salpicado por un imaginario marítimo, con “acentos telúricos, en la que la mar, aún domada al fondo de la ría, invita a salir fuera de uno mismo «, valora el almirante José Ángel Sande. La villa de Pontedeume se convierte en un “claro referente vital y caudal inagotable de nostalgias”. Es una tradición literaria que identifica las ciudades con sus bardos: Baudelaire y París, Dickens y Londres, Clarín y Oviedo, Pardo Bazán y Coruña, Whitman y Nueva York. Pontedeume se catapulta a la gran Literatura como otros lugares literarios eternos, irreales como Bomarzo o Macondo, o reales como Marineda o Vetusta, pero que aquí aparece con su propio nombre: Pontedeume. Una villa marcada por el río y la montaña que guardará siempre el espíritu de Ramiro Fonte no solo a través de sus obras, sino de las canciones que hoy llevan sus palabras, de la Biblioteca que lleva su nombre y que debería cumplir su voluntad de albergar las joyas bibliográficas que desde niño fue atesorando como “cazador de libros” y que quiso que tuvieran como último destino su pueblo.
El estímulo de la obra
Mis ojos ya tenía un lugar de honor en la Literatura memorialista española, pero con la traducción se universalizará el reconocimiento de Ramiro como artista de la Literatura, y no sólo de la Literatura gallega. Pasados los años perceptivos desde su fallecimiento, su nombre suena con fuerza para el próximo Día das Letras Galegas. Es una conmemoración en la que Galicia acerca al gran público durante un año el legado de sus escritores más sobresalientes. Con ello se intenta evitar que en estos tiempos oscuros para la cultura, estos malos tiempos para la lírica, caigan en el olvido. Y entre ellos, entre los más excelsos, Ramiro Fonte tiene un puesto de honor. No solo por su gran calidad literaria, sino porque la excelencia y magia de sus palabras han dejado para la posteridad una obra universal sobre los sentimientos y la memoria de la infancia, la única patria de todos.
Se dice que ningún poeta muere, pero no es cierto. Solo los más grandes traspasan las fronteras del tiempo. Y, ahora en lengua castellana, también lo harán del espacio, y Ramiro Fonte, el poeta de la memoria, podrá leerse y disfrutarse esta vez también a ambos lados del Atlántico, ese mar tan presente en su vida y al que en su solsticio quiso volver.
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