Conociendo las reticencias del padre del Heavy del Bigotón a que su hijo iniciara una carrera artística, me sorprendió descubrir, a través de las investigaciones de César Pinedo, que de casta le venía al galgo, y que algunos de sus antepasados se habían dedicado a la música. El Concertista del Mostacho, que así se autodenominaba su tatarabuelo, había exprimido la vida al máximo bajo el lema Sexo, drogas y vals vienés, y por lo visto fue él quien, en un noche de jarana, inspiró a Johann Strauss (padre) el título de su obra más famosa al gritar «Vaya marcha, Radetzky» a un mariscal que daba palmas en evidente estado de embriaguez y felicitaba el año nuevo aún siendo seis de mayo. Su hijo, El Teclista del Hiperbólico Bigote —los antepasados de nuestro protagonista eran también celosos de su intimidad— era de carácter más austero aunque, pese a su timidez, estuvo a punto de provocar graves disturbios en Anatolia debido al incidente reflejado en las viñetas. Esto sucedió en una gira europea que le ocupó todo 1873, periodo donde su esposa aprovecharía para serle infiel con Johann Strauss (sobrino); en la Europa decimonónica, donde no existían las redes sociales, pero el lenguaje de los abanicos permitía la propagación de chismes a gran velocidad. La noticia del adulterio corrió tan rápido como el mote que le adjudicaron al músico: el clavicornio. Al acabar el tour se retiró, vendió todos sus instrumentos y aunque fuera de manera inconsciente, transmitió a sus hijos un desprecio por las veleidades artísticas que sólo desaparecería con el nacimiento de su bisnieto, un niño que, siempre según su profesor de música, tenía un cierto parecido físico con los Strauss: El Heavy del Bigotón.
4.9/5 (7 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: