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5 poemas de Forrest Gander - Zenda
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5 poemas de Forrest Gander

*** Sobre un enunciado de Fernanda Melchor What is the most fucked-up thing to happen to you? ¿Qué es lo más cabrón que me ha pasado en la vida? Arruinado por ocupaciones, arrugué mi vida, la dejé caer y luego la sobreviví, balanceándome en mi miseria como un ciprés en el viento. Observé estrellas emergiendo...

Forrest Gander es un poeta, traductor, ensayista y narrador nacido en Barstow, California, 1965. Ha sido reconocido con el Premio Pushcart (2000), el premio de la Fundación Howard y con una beca de la fundación Guggenheim (2008), entre otros. Ha traducido a Alejandra Pizarnik, Pablo Neruda, Pura López Colomé y Coral Bracho. De entre su obra, cabe destacar los libros de poemas Rush to the Lake (1988), Science & Steepleflower (1998), Torn Awake (2001), Eye Against Eye (2005) y Eiko & Koma (2013), así como las novelas As a Friend (2008) y The Trace (2014). Estuvo casado con la poeta C. D. Wright, cuya súbita muerte en 2016 detonó la escritura de Be With (Estar con), libro por el que obtuvo el Premio Pulitzer en 2019. Presentamos una selección de poemas traducidos por Mariana Rodríguez y Gustavo Osorio de Ita.

***

Sobre un enunciado de Fernanda Melchor

What is the most fucked-up thing to happen to you?
¿Qué es lo más cabrón que me ha pasado en la vida?
Arruinado por ocupaciones, arrugué mi vida, la dejé caer
y luego la sobreviví, balanceándome
en mi miseria como un ciprés en el viento. Observé
estrellas emergiendo de un huevo negro. Lucidez
de la pérdida. Alguien vino a decirme: la araña
que vibra sobre sus piernas largas en la esquina del techo
sobre mi escritorio ya no existe. Está acuñada
entre lo violento ininterrumpido
de un solo día y el vacío que descubrí
adentro de mí. Frente tensada con autocompasión.
Dije: Crees que me conoces, pero tú no
me conoces. Ella dijo,
Te conozco mosco, eres uno y la misma cosa.

***

Donde una vez una casa sólida

La voz cantando en la cocina             no es tu voz
No hay                        voz cantando en la cocina

Abre la caja de pizza de la                  noche anterior
Sus secas                     cuerdas de queso extendidas
Como los tendones     de una mano machucada

Desde tu profundidad me he derramado         a lo superficial
Desplomándome         asfixiado
Mi habla                         un paroxismo

Cómo desearía                         estás aquí
Mientras intento           juntar la periferia
Los lugares que se grabaron               a sí mismos en nosotros y
Todo vuelve                extrañamente como niebla
Alzándose para aplanarse       bajo los puentes

Cuando pediste menos            rigor, más enternecimiento
Cuando pediste           más—

Conocimiento: no como recitación     sino como
El desgonzado            evento somático

Aunque ahora todos                mis recuerdos comienzan con resultados
Como en el Shahnameh de Ferdousí
Nuestros anales se mezclan con los paisajes donde tuvieron lugar
Los protagonistas tan flojos    sus moléculas se mezclan
Con surcos                  de agua con tierra y luz

Porque ciertamente el pueblo es hierba como dicen
Incluso aquí                en Punto de las culebras
No amargura               no envidia no avaricia

A menos que               esto sea algo totalmente diferente
Parecido a girar hojas con un gancho para serpientes sólo
Para encontrar             atacantes víboras de foseta

***

Bosque carbonizado

El ojo que estaba abierto el viernes.
El presagio y el desollado oculto del presagio. Cintas de carne
pululando descendentes. Como un cardumen de sanguijuelas
desertando algún cataclismo oscuro.
Y un fantasma escamujado allí, Estigio, erecto.
Diciendo: aquí está la introducción del mundo.
Montado en una aguja de forma.
El desembarco de abismo. Chisporroteo fragmentario.
Y lo que pensaste que eran oscuros lagartijos de iluminación
eran pelos de un oso afeitado
ordeñado por su bilis en una jaula oxidada. Anidado
entre la malla de sonidos suaves translúcidos
caídos de tus labios, los
vestigios de alguien que respira.

***

Madonna del Parto

Y después oliéndolo,
sintiéndolo antes que
el sonido llegue incluso
a él, se arrodilla
al borde del acantilado y por
primera vez, gira su
cabeza hacia las ahora
visibles cascadas que
se precipitan sobre más de un cuarto
de milla de granito
escarpado a través del valle
y hace una pausa,
bajando los ojos
por un momento, incapaz
de resistir la
tranquilidad— vasta, sin trabas,
terrorífica y primordial. Ese
río desnudo
entronizado sobre
el macizo altar,
cipreses inclinados
congregándose a ambos
lados de la roca que brilla bajo el sol, un desgarro
en el continuo tejido del
bosque desde el cual se eleva—
mientras él trata de pararse, tambaleándose, medio
paralizado— un cambiante
arcoíris volatilizado por
una incesante explosión.

***

Dando un paso fuera de la luz

Blanqueando los
espacios entre
cada tronco, la niebla de-
línea, desde
una vasta gama de verde,
la silueta de
cada pino
sobre la ladera.

Tal vez es así,
solo que todo este tiempo fue
oscurecido ¿por qué
prisa, distracción? Niebla.
Un pino. Un cascanueces
que inquiere. Algo
cambia. Te encuentras
a ti mismo en otro
mundo al cual no
buscabas donde
aquello que ves es que
siempre has sido
los lobos
a la puerta. A la izquierda

entornada, entreabierta, tu propia
puerta. E irrumpes
como el Desaparecido,
te arrancas
tu ojo derecho el que
ha ofendido. Y tú
irrumpes como el Gran
Mentiroso hartándote
de tu propia carne
y como un No
Te Irás que tritura
tus tendones, roe
tu fémur. No puedes
dejar de irrumpir,
viniendo sobre ti
solo, vulnerable, en la
privacidad de tu muerte,
inclinándote para recoger
con un pañuelo una araña aplastada

en el piso de la habitación,
detectando a medias en tu plexo
solar las fuerzas
de aquello que aún no puede
ser atendido, descubriéndote
una vez más ya
habiendo estado dentro de algo
como una ecuación con
un resto, un objeto prohibido, un
recordatorio de la imposibilidad
de conciliación—
¿con qué? Una vez más. Perdónate
a ti mismo, dicen, pero
después de perdonar
lo que has vivido,
¿qué queda? No puedes

apartar el sorbo
del presente del
constante derrame de las horas
o incluso diferenciar
rastros de hormigas
corriendo a través de alguna
masiva red subterránea
de los despedazados
restos de una galaxia
retroiluminada por un resplandor estelar. Ya es hora

de cerrar la puerta piensas
pero tu rostro está cambiado,
tantas arrugas. Debes
de estar ya
en la siguiente etapa
en la que comienzas
a reconocer
tu cuerpo mortal,
ese nexo de tus varios
afiances al mundo, como
el repositorio de todo
aquello que no sabías
aceptaste, humano
y no, todo
cargado y reactivo
lo cual explica el temblor
en tus manos pues ahora
disciernes el
cuerpo de tu cuerpo—
como una quieta,
campana colgante
que atrapa y concentra
cada fantasmal reverberación
del ambiente.

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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