El escritor cubano Ernesto Delgado se alzó con el XXXVI Premio Loewe a la Creación Joven con este su primer poemario. En opinión del también escritor cubano Sergio García Zamora, el autor “posee el don de descubrirnos la extrañeza del mundo y nuestra propia extrañeza; en su voz respira el inocente, germina la estrella y fluye la cañada de la temporalidad”.
En Zenda ofrecemos cinco poemas de Pálpito (Visor), de Ernesto Delgado.
***
PÁLPITO
Mira, abajo la nube negra cubre al relámpago
sumergido,
medidor del magma y los eléctricos minerales.
Encima, tierra acumulada mostrando
la súbita raíz impactante, el esparcimiento
de espigas condensadas.
Tierra y cielo, puños del aire.
Tierra y cielo, dos gemelas intercambiándose vestidos.
Y el aire como un espejo sosteniéndose
en la luz y sus costumbres.
Mira al relámpago rajar el polvo.
Mira a la raíz reventar en comienzos.
Mira al azogue mostrándose en la lejanía.
Raíz y relámpago nos apuntan:
percátate de que llevas el imán del misterio,
de lo creciente como fósforo en la madera.
Mira a los potros sacudirse la noche
como el águila se sacude los espacios.
Entremos a donde se juntan lo inverosímil y lo probable.
Entremos al fósforo para revelarnos.
Desconociendo aún
por qué el todo se reúne en lo impalpable.
Desconociendo el todo
a la vez que me rodea con su tribu de señales.
Y percibo la corrida del fuego hacia el fuego señalando
puertas,
entre los por cuánto y los aquellos y los entonces
que justifican los ahora, los posibles y lo doliente.
***
OSCURIDAD
Baja hasta el fondo donde mi sombra
se ata al musgo y yo doy con los otros.
Baja hasta el fondo donde expurgo mis huesos
y las raíces de la humedad borran sus signos.
Estoy en la última oscuridad divisada,
en la última oscuridad mía.
Y la derrota gotea
y mi grito se iguala al musgo
y mi grito escarba en mi grito, inútilmente.
Los días se alargaban como una función
sobre la silla en que debía yo sentarme.
Y yo de pie, de amargo pie en el festín donde todos
comían.
Riéndose, conquistándose, aplaudiendo.
Y yo entré a buscarme un sitio
y lo único en mí era un animal hecho de rejas.
Un animal girando sobre sus muertes.
La bestia desató su boca
y me vi saliendo otra vez de mí
como si me echaran esposado de mi madre.
***
CERCOS
Rodeado por la edad que seré y esta muerte
como hiena encadenada
restregando su hocico en las vidas que me escudan.
Miope de lo invisible,
mis ojos le dan forma a lo que aman y le dan un brillo.
Bajo las tumbas nos descomponemos en pedrería.
Piedras vienen buscando los otros,
para eso nos escarban;
nos abren el silencio con una pala y una promesa.
Qué hace el tiempo sino saquearnos
porque estas son sus minas.
Cada edad es un capataz en nuestra sangre,
cada edad pesa porque viene con un pico,
para que nos cavemos
hasta el fondo de la memoria
mientras la muerte pasa oliéndonos.
Este miedo de tambores enemigos,
este reconocerme
en el rostro de quien me invade,
este ser mi propia hiena.
Las escucho devorar en el fondo de los días
el rastro que la cordura deja.
Yo miro hacia las cosas
y solo veo hienas escarbando,
escarbando hondo
donde los aviones dejaron caer sus intestinos
como cabezas de titanes decapitados.
Solo es mi edad otro enemigo aislándome
de las vidas que me escudan,
mientras la paz huye con todos los rostros,
todas las bocas,
todas las piedras que he sido.
Yo vengo del dolor como un soldado
que vuelve de todas las guerras.
***
PERMANENCIA
Yo me dejaría en los otros como un plato o un abrigo.
Porque están enfermos, enfermos de tener uñas y lenguas.
Allí donde jamás me esperan,
donde se agrupan sin conocerme,
donde me conocen y mal,
allí yo iría a entregarme como una noticia.
Miren por los huecos de mis manos, les diría;
examinen el clavicordio de mis huesos,
tiene su humanidad intacta.
Allí donde abunda el pesado idioma de la ceniza,
yo iría a pedirme.
Denme vidas,
denme nombres,
denme sombras, redes,
denme los pies del que ha saltado sobre la luna
como en el colchón de una cama recién comprada;
yo les pido sus oquedades,
sus enterradas noches, sus pedrerías.
Yo soy como un pálpito en medio de las cosas,
alrededor de mí arde lo vivo.
***
ÁGUILA
Posada sobre todo lo vivo,
el águila gira brusca su cabeza brusca
buscando nacimientos, esperándolos.
Y luego asciende y cae en su vuelo,
dibujando el círculo de todo lo que nace.
Todo lo naciente tiene un águila
que le hace señas a las cosas que nos encuentran.
El águila toma la forma de tu espíritu
para que puedas entender el idioma de su vuelo.
Un día se posa cerca de tus ojos esperando,
esperando que empieces a nacer.
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Autor: Ernesto Delgado. Título: Pálpito. Editorial: Visor. Venta: Todos tus libros.
BIO
Ernesto Delgado (Placetas, Cuba, 1996) estudió Literatura en la Universidad Central «Marta Abreu» de las Villas y es miembro fundador del grupo literario «La estrella en germen». Pálpito, galardonado con el XXVI Premio Loewe a la Creación Joven, es su primer libro.
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