Estos son cuentos de verdad. Cuentos que aúnan una verdad honesta, directa, literaria. Estos cuentos son la auténtica biografía de un creador particularísimo que es un formidable estímulo para sus lectores. José Antonio Garriga Vela, el escritor que colecciona casualidades, ha reunido en la editorial Candaya 104 textos titulados Cruce de vías, como el nombre de la sección que escribió durante tres décadas en el diario Sur.
A veces es otro Garriga, un personaje inventado. O incluso puede ser él:
Nunca fui un hombre ambicioso. Era feliz por las noches asomado a la ventanilla del vagón, viendo las luces blancas de las locomotoras iluminar los raíles hasta llegar al destino final. En ocasiones tenía la sensación de contemplar el mundo desde un lugar privilegiado.
(«Estación término»)
La escritura, siempre amiga de la frase sencilla, corta y que exhibe creatividad sin alharacas, se entremezcla con la vida cotidiana:
Cuando me matan a golpes de teléfono o las preocupaciones y los pensamientos me martillean la cabeza, salgo de casa y me dirijo hacia ninguna parte. Andar es un descanso, lo mismo que escribir. No se trata de huir sino de buscar otra perspectiva para distinguir con mayor precisión lo que tenemos delante, como sucede en algunos cuadros que hay que distanciarse para observarlos con nitidez. El arte de la vida.
(«La huella de la mariposa»)
Un viaje, tantos viajes. El viajero incansable, desconectado de cualquier mundo cuando está fuera; solo ensimismado en el suyo, el interior, “que nos muestra los lugares más misteriosos y secretos de nosotros mismos”.
Veo a los supervivientes andar sin destino sobre los escombros igual que los fantasmas de una pesadilla. Les pongo cara y tienen nombres. Algún día Nepal recobrará vida, pero el tiempo del dolor transcurre con demasiada lentitud. No hice fotos, o sea que las imágenes que guardo del viaje permanecen intactas y vivas en la memoria.
(«El cielo del mundo»)
Hay que perderse en sus páginas, merodear entre líneas buscando a Garriga. Pero es muy esquivo, no te va a enseñar sus huellas al primer instante. Conviene estar muy atento para sacarle todo el jugo a su mundo. En Cruce de vías hay orígenes de sus novelas, esbozos de ficciones que fueron en estos cuentos un ensayo más o menos consciente de lo que luego narró.
Fue el Viernes de Dolores. Unos minutos antes de que un traslado de imágenes anunciara la inminente Semana Santa con una marcha procesional que entraba de lleno en la sala, la editora Olga Martínez tomaba el micrófono en la librería Proteo y leía un fragmento del libro. Se trata del último cuento, un cuaderno de viajes, inédito, que escribió tras varias semanas de periplo en Ecuador.
16 de noviembre de 2022.
Vuelo a Ecuador huyendo de la muerte. Desde el cielo diviso el pasado con sus nubes y claros, luces y sombras. Nadie debe corregir el diario personal. No hay viaje de vuelta para lo que ya está escrito, del mismo modo que es imposible borrar las sombras de las nubes en el océano. Del libro de los días no pueden pasarse las hojas hacia atrás. Las páginas permanecen grabadas para siempre en la memoria con sus errores y confusiones, tachaduras y subrayados
(«Diario de Ecuador»)
A Garriga le entusiasmaría ser ese escritor del silencio que publicó el 16 de diciembre de 2000. El autor que se quedaría a vivir en Puerto Escondido, el que viajaría de nuevo a su cuarto de las estrellas de La Araña; el de Muntaner, 38 y ese encuentro con su clase de Parvulitos en Barcelona. O el que escuchaba las clases de Literatura de ‘El Pipa’, el profesor de Los Olivos que le mostró el camino con tantas lecturas inolvidables. Y la noche, tantas noches. Nubes de vigilia soñando con islas solitarias.
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