Cualquiera puede escribir como Jon Fosse. Diálogos que no dicen casi nada y personajes que no van a ninguna parte. No hay trama, no hay puntos de giro, no hay resolución, no hay final sorprendente. Puedes saltarte dos años del máster de dramaturgia y empezar a copiar a Jon Fosse esta tarde. Si tienes paciencia y te va bien, en unos años tendrás el Nobel en tu estantería.
Esta es la nota del autor que precede al texto e indica como debe ser montada la pieza. También nos sirve como sinopsis o como aviso a navegantes, nunca mejor dicho. Estamos ante una obra que está más cerca de lo poético que de lo teatral. Se puede leer como un largo poema, incluso como un monólogo en el que un solo interprete encarna las dos voces de los personajes. Al fin y al cabo, me da la sensación de que los dos personajes podrían estar dialogando, o esbozando acciones, en la cabeza del autor. O quizá los dos personajes son el autor.
EL UNO
Todo es muy visible
Todo se ve
Todo lo que la gente oculta con lo que dice
Cosas que quizá ellos mismos ni saben
Todo eso lo veo
Un sueño, o un sueño imaginado, un deseo de sueño, una voluntad consciente de modelar un sueño. Puede ser, o no, porque es una obra que deja al espectador la mayor parte del trabajo de interpretar qué está pasando, o qué no está pasando.
Es una obra genial o redundante y pedante. Está llena de mensajes profundos, o no dice absolutamente nada. Hay frases que suenan al Tao Te Ching, pero como en el Tao, puede que estén llenas de significado o puede que sean una chorrada.
EL UNO
Me gusta imaginar la marea.
(Pausa breve)
Verla cuando cierro los ojos
EL OTRO
No necesitas verla
Eres la marea
(pausa breve)
¿Dónde está la emoción en este texto? Los intérpretes que decidan encarnar al “uno” o “el otro”, los dos personajes de la función, se enfrentan al reto de intentar transmitir algo, o simplemente convertirse un canal neutro y dejar que cada espectador resuelva y se gestione, en ese mar entre el aburrimiento y la transcendencia.
Rafael Azcona decía que las películas de Bergman le parecían ejercicios espirituales para protestantes. El dialogo entre el uno y el otro tiene algo de eso, algo de salmodia (no estoy seguro de lo que es una salmodia), en la que los dos personajes comparten su desorientación con pausas milimétricamente pautadas. Si entras en ese recitativo y te dejas llevar, la obra puede tener el efecto de un bálsamo existencial. Si no entras en el juego, la obra puede despertar tus instintos asesinos.
El texto no tiene puntos, pero sí, cientos de pausas cuidadosamente medidas para provocar un efecto musical en el espectador.
EL OTRO
Pero a ti no te gustan los ruidos
EL UNO
No
(Pausa bastante breve)
o
(Se interrumpe)
EL OTRO
Bueno en cualquier caso
(pausa bastante breve)
en el mar es como si los ruidos fueran silenciosos
EL UNO
Sí
(pausa bastante breve)
a su modo
en el mar hay silencio
Lo más peligroso de esta manera de escribir son los imitadores. Lo trascendente y lo vacío están separados por una línea inefable. Es fácil copiar este estilo y que nadie distinga si estamos poniendo blanco sobre negro lo más profundo del ser humano, o practicamos la escritura automática y soltamos lo primero que nos viene a la cabeza.
Jugando con esta idea uno de los fragmentos de Jon Fosse aquí citados me lo he inventado. ¿O me los he inventado todos?
¿Quién sabe si este texto lo ha escrito EL UNO o EL OTRO?
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Autor: Jon Fosse. Título: Yo soy el viento. Editorial: Teatro del Astillero. Venta: Todostuslibros.
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