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Carlos García Gual: "Alejandro Magno es un héroe moderno" - Zenda
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Carlos García Gual: «Alejandro Magno es un héroe moderno»

La extraordinaria y trascendental empresa conquistadora de Alejandro Magno se convirtió pronto en fuente inagotable de todo tipo de narraciones y relatos. Fruto de esa rica tradición literaria surgen estas Vidas de Alejandro. Dos relatos fabulosos (Siruela, 2024), compuestas en la época del reinado de los últimos Ptolomeos por un autor desconocido, posiblemente de origen...

La extraordinaria y trascendental empresa conquistadora de Alejandro Magno se convirtió pronto en fuente inagotable de todo tipo de narraciones y relatos. Fruto de esa rica tradición literaria surgen estas Vidas de Alejandro: Dos relatos fabulosos (Siruela, 2024), compuestos en la época del reinado de los últimos Ptolomeos por un autor desconocido, posiblemente de origen egipcio. Construida a base de elementos heterogéneos (relato histórico, relaciones epistolares fingidas, cuentos fabulosos…), el resultado es una obra a medio camino entre la biografía y el género novelesco que gozó de una gran popularidad hasta bien entrada la Edad Media.

El filólogo Carlos García Gual subraya en este volumen fundamental y exento de pretensiones académicas la excepcional e imperecedera difusión de estas historias. Con él nos sentamos en la RAE para hablar de Alejandro, de los héroes y de las leyendas.

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—¿Qué cuentan estas Vidas de Alejandro?

"Yo había escrito ya alguna biografía histórica de Alejandro publicada en National Geographic hace años, pero ahora he querido recoger los dos grandes textos fantásticos sobre el héroe"

—Yo había escrito ya alguna biografía histórica de Alejandro publicada en National Geographic hace años, pero ahora he querido recoger los dos grandes textos fantásticos sobre el héroe. No son textos de historia auténtica, sino ya una mitificación de Alejandro.  Uno de ellos es un texto del llamado Pseudo Calístenes, un escritor del siglo II, es decir, cuatrocientos o quinientos años después de la muerte de Alejandro, y ahí ya está convertido en un personaje de leyenda, casi un mito. Aquí Alejandro no es hijo del rey Filipo, sino de un faraón egipcio llamado Nectanebo que ha tenido sus amores con la reina Olimpia de Macedonia, y después de ese origen egipcio, la historia entronca con las hazañas fabulosas del joven conquistador en su gran marcha hacia el oriente donde muere de una enfermedad súbita en Babilonia.

—Ese texto fue un best seller, podríamos decir ahora, en la Alta Edad Media.

—Efectivamente, fue traducido a más de veinte idiomas. Es decir, después de la Biblia, el libro más traducido durante el medievo fue éste de las aventuras fantásticas de Alejandro.

—¿Cuál era el secreto del éxito?

—Yo creo que no había ningún héroe de la antigüedad que pudiera tener ese halo misterioso y a la vez magnífico del joven conquistador. Digamos que era una versión de un Aquiles trasplantado a otra época donde ya no estaban los dioses del Olimpo. Sin embargo, es un personaje que de alguna manera tiene algo de gran héroe, con la muerte en plena juventud que viene a claudicar una existencia gloriosa.

—¿Es Alejandro un héroe moderno?

"Alejandro era una versión de un Aquiles trasplantado a otra época donde ya no estaban los dioses del Olimpo"

—Bueno, creo que sí. Mire, Alejandro es el único héroe que ha tenido una amplitud de leyendas extendidas por toda la geografía y también sostenida en el tiempo, metamorfoseada por los poetas durante milenios. Además, es el único héroe que se enfrenta a una civilización pero no piensa en destruirla. Por eso el tiempo ha hecho de él no sólo un héroe guerrero, sino un personaje que penetra en el territorio literario de lo fantástico: su enfrentamiento con los monstruos de la India y su arrojo de querer ir más allá. El Pseudo Calístenes recoge muy bien esta leyenda fabulosa: un autor que probablemente era un egipcio que escribía en griego o un griego que vivía en Alejandría, pero ya casi no conoce el mundo griego. En cuanto al segundo texto que ahora se presenta en este volumen, se basa en uno de los primeros libros impresos en griego moderno escritos en Venecia en el siglo XVII y que recoge probablemente una tradición oral aumentando con fantasía las heroicidades que se cuentan en el primero.

—Un héroe de leyenda errante: Macedonia, Grecia, Alejandría, Egipto…

—Y Persia. Como si se tratara de Las mil y una noches, la leyenda y las historias cada vez más fantásticas de Alejandro nutren el imaginario y los libros de medio mundo: las batallas son ahora de miles de guerreros y el héroe lucha contra monstruos inverosímiles. Yo creo que los autores de aquellas historias ya no conocían la geografía antigua, así que les daba igual que se mezclaran en las historias personajes de toda naturaleza e índole. Recordemos que en la Grecia medieval había poetas errantes, aedos, que cantaban historias inventadas de Alejandro. No podemos olvidar que en la literatura persa también existen cuentos, aventuras, cuyo héroe es Alejandro. Incluso le inventan un nacimiento curioso, como antes citábamos: su madre sigue siendo Olimpia, pero su padre es ahora un rey persa que lo entronca directamente con el rey Darío, convirtiéndolos en medio hermanos. Le van cambiando de padre y de estirpe a medida que cambia la nacionalidad de los poetas y las gestas del héroe.

—¿Qué nos queda del Alejandro real?

"Los enigmas rodean, imperturbables, su vida y sobre todo su muerte"

—Bueno, los historiadores conocen muy bien al verdadero Alejandro. Por desgracia, las crónicas y textos de los testigos inmediatos de Alejandro se perdieron, sobre todo de los dos más cercanos a él: Ptolomeo y Calístenes. Este último escribió una crónica contemporánea de Alejandro (era, por cierto, sobrino de Aristóteles quien, como sabe usted, había sido el preceptor de Alejandro). En fin, que este Calístenes terminó participando en una conjura y fue condenado a muerte por el propio Alejandro. Imagino que a Aristóteles eso no le sentó nada bien, claro. En cuanto a los historiadores posteriores, éstos recogieron en la distancia temporal los hechos históricos del personaje, sobre todo Plutarco y Arriano, así como el latino Quinto Curcio. Todos eran, desde luego, gente culta que habían leído a los anteriores cronistas. Es decir, que del verdadero Alejandro tenemos ciertamente noticias históricas en abundancia, y aun así, fíjese, los enigmas rodean, imperturbables, su vida y sobre todo su muerte.

—La tumba de Alejandro es el Grial de los arqueólogos.

—Claro, claro. Sabemos que en Alejandría hubo una gran tumba de Alejandro, donde descansaba el cuerpo previamente raptado a los Diádocos por el rey de Egipto, Ptolomeo. Éste quiso impedir que estos compañeros de Alejandro llevaran de vuelta a Macedonia el cuerpo de su rey y lo enterró en Alejandría (fundada por Alejandro en el 331 AC) en una tumba suntuosa dentro de un edificio erigido en su memoria; un templo-tumba, el Soma. Pero ese mamotreto se perdió, y eso es una cosa curiosísima. Se sabía, incluso, que los emperadores romanos peregrinaban hasta allí para ver la tumba y venerar al héroe como a un dios. Pero la ciudad y los siglos se lo tragaron sin dejar huella. Tan perdida como la mismísima biblioteca de Alejandría.

—En ese contexto de misterio y fábula encajan muy bien los textos que ahora publica usted en estas Vidas de Alejandro.

—Efectivamente. Los historiadores siempre han despreciado estos dos textos que comento y reúno en este volumen por tratarse de historias de naturaleza fabulosa, fantástica. He de decir que de estos dos textos no hay más traducciones al castellano, aunque en la Edad Media sí se había traducido del griego al latín, claro. Existe, por citarte el más conocido, el Libro de Alexandre, de comienzos del siglo XIII, basado en crónicas francesas y en alguna traducción al latín del Pseudo Calístenes, que ahora pueden tener los lectores en este volumen de Siruela en español.

—¿Por qué se le llama al autor “Pseudo Calístenes” o “falso Calístenes”?

"Nada sabemos de la mano misteriosa que se esconde detrás de este Pseudo Calístenes"

—Pues porque en el manuscrito encontrado aparecía una firma en la que se podía leer “Calístenes”, pero los historiadores y filólogos sabían que era imposible que ese texto pudiera ser de aquel Calístenes ajusticiado. Por eso, para evitar errores de autoría y cronología, se le pasó a llamar como “falso” Calístenes. Nada sabemos de la mano misteriosa que se esconde detrás de este Pseudo Calístenes, aunque sí podemos deducir, al leer su historia fantástica de Alejandro, algunas cosas.

—¿Por ejemplo?

—Pues este autor probablemente escribía en Alejandría, porque conoce muy bien el mundo alejandrino y además hace que el último faraón, Nectanebo, sea el padre de Alejandro, lo cual es una gran jugada. Probablemente a los griegos aquello no les habría gustado en absoluto, pero claro, dentro del mundo egipcio, en esa época, era una idea política muy adecuada. Es más, estoy pensando que incluso al propio Alejandro le habría gustado aquella adopción.

—¿Qué tenía Alejandro para que los hombres le siguieran hasta los confines del mundo?

—La magnanimidad. Yo me acuerdo siempre de este adjetivo, que es el que utiliza Homero cuando habla de los héroes, que en griego se llama mega thimos (gran ánimo). Debió de ser un hombre magnánimo y noble, y lo demostró con los vencidos, incluida la familia de Darío, el poderoso rey de Persia. Es además una virtud que los griegos siempre han apreciado, una virtud que pocos gobernantes poseen. Ni siquiera los héroes. Además, imagino que fue un gran orador. ¿Cómo no serlo, con Aristóteles como maestro? Y todos los historiadores coinciden en su audacia y su inteligencia. Viajaba con un ejemplar de la Ilíada, y esos héroes constituyeron, de alguna manera, el espejo en el que reflejarse.

—Aquel libro era conocido como la “Ilíada de la almohada”.

"Dormía teniendo el texto de Homero bajo su cabeza"

—Sí. Parece que dormía teniendo el texto de Homero bajo su cabeza. La pena es que no sabemos nada de ella, aunque sería distinta a la que hoy leemos. La Ilíada que nosotros conocemos puede remontarse al museo de Alejandría, donde hubo un par de maestros que hicieron las primeras ediciones que son las que, seguramente, llegaron hasta nosotros. O sea, construyeron hacia el siglo II las ediciones canónicas: dividieron la Ilíada y la Odisea en 24 cantos, conforme a las letras del alfabeto. A partir de ahí se copiaron los manuscritos, probablemente añadiendo alguna cosa, hasta llegar a nosotros. Desde esa época, los textos homéricos no han cambiado demasiado.

—¿Qué tiene de singular este Alejandro “heroizado”?

—Pues además de lo ya anteriormente citado, Alejandro es, sobre todo, el héroe que no tiene decadencia porque muere joven. Y lo valioso de este texto del Pseudo Calístenes es que supo encajar a la perfección el personaje heroico de Alejandro en la mentalidad y el imaginario medieval. Ese esplendor se apagó durante el Renacimiento, donde los historiadores prefirieron recuperar de nuevo al personaje histórico, quedando todas aquellas leyendas arrumbadas. En este sentido, la leyenda de Alejandro ha sido generosa, pero mucho más fantástica que la de otros gobernantes. Y desde luego no olvidemos lo fundamental: gracias a Alejandro, el griego se convirtió en la lengua culta del mundo conocido; es decir, desde Roma hasta la India la gente culta hablaba griego. Por eso, quizás cruzando un amplio arco temporal, gracias a él usted y yo estamos hoy sentados aquí, en la Real Academia de la Lengua, hablando de héroes y de libros y de reyes y de aventuras griegas.

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María José Solano

Autora de Una aventura griega (Debate) y Jerez (Tinta Blanca). Columnista en ABC Licenciada en Historia del Arte, cofundadora de zendalibros.com, colabora en FD Magazine, ABC Cultural y Diario ABC, donde conduce el podcast de entrevistas "Casa de fieras". Es corresponsable de la editorial Zenda-Edhasa y directora del taller de la Fundación de Arte e Historia Ferrer Dalmau (FFD). mypublicinbox.com/mariajosesolano

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