Se trata de un viejo desdentado y raquítico; de barba plateada y brazo inútil; de mirada torva en apariencia, pero limpia en esencia. Roza los setenta años, y la muerte se perfila más claramente cada mañana a los pies del camastro. Es Miguel de Cervantes Saavedra, ese escritor que había ganado fama con la primera parte de su Quijote, pero que va a morir tartamudo, pobre, abandonado y desprovisto de todo prestigio. Aun con todo, está a punto de acabar su obra póstuma: el Persiles. Es entonces, en su pequeña casa de la calle Francos, cuando el autor alcalaíno escribe la dedicatoria de este libro postrero. Porque la apertura del Persiles es una de las páginas de más calidad de la historia de la literatura universal: «Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, esta te escribo. Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir…». Moría Cervantes poco después, dejando tras de sí el halo legendario que nadie supo ver.
Cuatro siglos más tarde, un canal de televisión ha sacado a la parrilla un programa que intenta elegir entre un ramillete de personajes al español más importante. A través de esa percha escribo ahora estos párrafos intentando justificar lo que no es necesario justificar, que son dos cosas: por un lado, que Cervantes es de lejos el español más insigne de todos los tiempos; y, por otro, que es algo bochornoso compararlo con presentadores de la televisión del siglo XXI o personajes más cercanos al faranduleo que al arte. Sea lo que sea eso de «insigne», eso de «mejor», y tantos otros adjetivos que se topan de bruces con el concepto de realidad histórica.
Más allá de haber escrito la mejor novela de todos los tiempos, y más allá de la fama que tiene en todo el mundo, justifico la importancia de Cervantes en torno a una sentencia: el Quijote es la primera obra de arte que se basa en la razón más allá de la fantasía. Cervantes rompe con lo que había sido la literatura hasta entonces: mitos, brujas, héroes, amor cortés, etc., son todos sustituidos por un personaje que debajo del traje de una falsa locura esconde la razón que más tarde daría paso a las Luces y en general al pensamiento moderno. En este mismo sentido, la sempiterna comparación con William Shakespeare no se sostiene cuando comprobamos que el bardo inglés no rompía con nada de lo previo, con la mitología, el amor cortés y el brujo de turno, al contrario que su «enemigo» de Alcalá de Henares. Cervantes analiza los grandes dilemas del ser humano con soterrada ironía y extraordinaria perspicacia, y crea una filosofía profunda, antropocéntrica, moderna, insuperable. Por todo ello, en ese famoso programa espero que le den la importancia necesaria al español más extraordinario que dio esta cultura, la importancia necesaria a Miguel de Cervantes.
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