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Eugenio Montale y su historia de todos los días - Zenda
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Eugenio Montale y su historia de todos los días

Quizá por ello la crítica literaria suele dividir la obra de los poetas en diferentes épocas; generalmente, esta compartimentación suele ser ternaria, asignándose a cada autor tres periodos que suelen corresponderse con las tres edades creativas señaladas por Jaime Gil de Biedma en su artículo El juego de hacer versos. Y es que los poetas...

En otros artículos ya he comentado mi fascinación por los poetas viejos y —para precisarlo un poco más— por la última de sus etapas creativas, esa en la que la pulsión escritural siempre está sometida a la desabrida luz de la conciencia. Para ejemplificar esta predilección suelo acudir habitualmente a una frase atribuida a Víctor Hugo que precisa con inusitada clarividencia la diferencia entre las dos edades más creativas del ser humano: «En los ojos del escritor joven arde la pasión y en los del poeta viejo brilla la luz». O lo que viene a ser lo mismo: los creadores jóvenes suelen distinguirse por su pasión verbal y los hacedores viejos por su acerado desvelamiento.

Quizá por ello la crítica literaria suele dividir la obra de los poetas en diferentes épocas; generalmente, esta compartimentación suele ser ternaria, asignándose a cada autor tres periodos que suelen corresponderse con las tres edades creativas señaladas por Jaime Gil de Biedma en su artículo El juego de hacer versos. Y es que los poetas —ya sé que vuelvo a reiterarme—, por muchos libros que hayan publicado en vida, son en realidad autores de un solo libro, considerándose sus publicaciones poéticas como partes adelantadas de un todo que suele reunirse en su obra completa.

"Montale, a pesar de su compleja sintaxis y de su objetivadora mirada, nunca pierde su conexión con la realidad, quizá porque, como el mismo señala, su punto de partida es siempre la verdad, no sé inventar nada"

Por ello, para dotar el libro definitivo de cierta coherencia creativa y estilística, los críticos y especialistas, y también los propios autores, suelen agrupar sus obras de acuerdo con distintas etapas en las que predominan dispares supuestos estéticos; aunque quizás lo más determinante sea la cronología, la edad en la que los respectivos autores se enfrentaron creativamente a los diferentes contextos y a sus correspondientes sistemas de vigencias: la juventud, la madurez y la senectud.

Naturalmente hay excepciones, ya que existen poetas que parecen no haber sido nunca jóvenes, al menos en el mismo grado que lo fueron la generalidad de sus coetáneos, como es el caso de Eugenio Montale; de ahí que la mayoría de los estudiosos de su poesía la dividan en dos etapas, la primera abarcaría sus primeros tres libros: Ossi di seppia (1925), Le ocassioni (1939) y La bufera e altro (1940-1954). El corpus poemático de estos tres libros se caracteriza por su compleja comunicatividad, lo que le sitúa como un precursor de la poesía hermética que caracteriza la lírica italiana de entreguerras, junto a Ungaretti y Quasimodo, si bien su poesía reviste otras características que la aleja de los deliberados intentos de otros hermetistas italianos, sobre todo de aquellos que no solo intentaron burlar a la censura sino inventar un lenguaje nuevo, llevándoles sus intencionadas pretensiones a desconectarse de la realidad y de los lectores. Montale, a pesar de su compleja sintaxis y de su objetivadora mirada, nunca pierde su conexión con la realidad, quizá porque, como el mismo señala, su «punto de partida es siempre la verdad, no sé inventar nada». Ese poso de verdad que anida en sus palabras moviliza en el lector, aunque no alcance la interpretación ultima del poema, ya que hay que conocer muy bien el universo montaliano, una serie de imágenes y sensaciones iluminadoras, como si entrase en una sala oscura cuyos objetos —palabras— revelasen sus emociones profundas. Leer a Montale es abismarse sin condiciones por lo más inmediato e instantáneo para extraer de la efímera experiencia lo más permanente y absoluto: «El argumento de mi poesía es la conciencia humana en sí considerada; no este o aquel acontecimiento histórico».

"Montale era un poeta serio, reflexivo y solitario que poco tenía que ver con aquellos poetas arracimados en torno a la figura monacal de Vicente Aleixandre"

Los poetas suelen escribir como respiran o como caminan, y ese parece ser el caso de Eugenio Montale, por lo que sus múltiples cambios profesionales incidieron notablemente en su poesía, aunque quizá el periodo más determinante en su obra creativa sea su etapa de periodista. Montale estuvo en España como corresponsal del Corriere della Sera, por lo que pudo conocer bien el mundillo poético madrileño que orbitaba en torno a Velintonia. Su impresión de aquellos jóvenes poetas exacerbados en torno a la figura monacal de Vicente Aleixandre no debió de impresionarle favorablemente, a tenor de sus breves, irónicas y frías anotaciones. Montale era un poeta serio, reflexivo y solitario que poco tenía que ver con aquellos poetas arracimados en torno a la figura monacal de Vicente Aleixandre.

Pues en este periodo de urgencias escriturales, Montale comenzó a enfocar de otra manera su poesía, centrándose más en lo inmediato, iniciando lo que puede considerarse su segunda etapa poética con Satura (1969-1970), Diario del 71 e del 72 y Quaderno di quattro anni (1977). Con Satura, como su etimología indica, Montale prodiga la mezcla y también la sátira, la crónica diaria si no de hechos puntuales sí del estado de conciencia que estos desencadenan. El poeta, con este poemario, despistó a críticos y lectores, pero a partir de entonces continuó la misma estrategia creativa, como demuestra Diario del 71 e del 72, donde el propio título indica el registro diario, no de sus asuntos o rutinarios actos, sino de la huella que el paso del tiempo a través de ellos deja en su conciencia.

"La editorial Cántico, en su colección Doble orilla, ha puesto a disposición de los lectores una cuidada edición bilingüe de Cuaderno de cuatro años - Quaderno di quattro anni"

Cuaderno de cuatro años es el último libro revisado por Eugenio Montale antes de su muerte. En él ya no segmenta los años para realizar las correspondientes divisiones, como hizo con Diario del 71 y 72, simplemente se limita a anotar en sus sucesivos poemas el registro de su soledad y puede que de su desencanto. Como él mismo señaló, son «las poesías de un viejo». Pero que el lector no se engañe: en esta última entrega de su creatividad poética no solo se encuentran algunos de sus más desabridos poemas sino también de más conmovedora significación. Sirva de ejemplo el díptico de «Vivir»: «La hoja quedó en blanco. / El recuerdo, objeté, no llega antes, sino después».

Hace algo más de un año que la editorial Cántico, en su colección Doble orilla, ha puesto a disposición de los lectores una cuidada edición bilingüe de Cuaderno de cuatro años – Quaderno di quattro anni. Ciertos libros de poesía están fuera de las vertiginosas reglas del mercado, por lo que tal vez resulten menos intensos sus impactos mediáticos o promocionales, pero sí suelen ser en cambio mucho más sustantivos y duraderos en sus efectos y, por lo tanto, menos efímeros. Cuaderno de cuatro años forma parte de esos libros intemporales que todo lector de poesía debe leer.

"Pues a todas esas pruebas, y al juego de sus resonancias fónicas, se han sometido los dos traductores, realizando quizá la versión más lograda de Eugenio Montale en español"

El Cuaderno de cuatro años de la editorial Cántico sorprende por su pulcritud y su belleza tipográfica, pero sobre todo por la traducción de Fruela Fernández y de Andrés Navarro. Montale pone a prueba a cualquier traductor, no solo por la oscuridad de sus sintagmas, sino por la dificultad que conlleva su compleja sintaxis rítmica y versal, ya que no puede decirse que el poeta italiano utilice el verso libre, aunque tampoco profese los cánones tradicionales. Montale suele utilizar el endecasílabo y el heptasílabo, pero estableciendo con ellos una serie de suturas y de encadenamientos de difícil interpretación. Pues a todas esas pruebas, y al juego de sus resonancias fónicas, se han sometido los dos traductores, realizando quizá la versión más lograda de Eugenio Montale en español, al menos de estos poemas de su última etapa, donde apenas brilla la descarnada luz.

Lo dicho, un libro para permanecer y para leer a lo largo de la vida.

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Autor: Eugenio Montale. Traducción: Fruela Fernández y Andrés Navarro. Título: Cuaderno de cuatro años. Editorial: Cántico. Venta: Todos tus libros.

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Ricardo Labra

Ricardo Labra, poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en Investigaciones Humanísticas y master en Historia y Análisis Sociocultural por la Universidad de Oviedo; licenciado en Filología Hispánica y en Antropología Social y Cultural por la UNED. Es autor de los estudios y ensayos literarios: Ángel González en la poesía española contemporánea y El caso Alas Clarín. La memoria y el canon literario; y de diversas antologías poéticas, entre las que se encuentran: Muestra, corregida y aumentada, de la poesía en Asturias, «Las horas contadas», del libro Últimos veinte años de poesía española, y La calle de los doradores; así como de los libros de relatos La llave y de aforismos Vientana y El poeta calvo. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La danza rota, Último territorio, Código secreto, Aguatos, Tus piernas, Los ojos iluminados, El reino miserable, Hernán Cortés, nº 10 y La crisálida azul.

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Agustín Villalba
Agustín Villalba
6 meses hace

«Algunos poemas […] fueron publicados sin permiso del autor en la revista Vogue (1876).

La revista La Vogue publicó entre mayo y junio de 1886 el libro entero. O más bien todos los poemas que se conocían entonces y que fueron publicados en libro (ordenados por Félix Fénéon y con un prólogo de Verlaine) en el otoño de ese mismo año, con el nombre de editor Publications de La Vogue. La edición definitiva (que no se sabe si está completa) de «Les Illuminations» fue publicada en 1895

don dumas
don dumas
6 meses hace

Amén

don dumas
don dumas
6 meses hace

El niño poeta no quiso ser poeta. Odiaba los márgenes de la poesía y la mediocridad, y la hipocresía. No vendió un libro en su corta vida. Lo que demuestra que era verdadero y puro poeta. Amén

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