Dice José Besteiro que este libro a Umbral no le hacía falta, pero a él sí. Y el autor de este bello prólogo que va continuación, certifica: “claro que a Umbral le convienen manuales de exacto desorden como éste, donde el descaro lleva levita, donde la memoria incluye un burdel de imaginaciones, donde la página se quiere una discoteca”. En este libro el lector se encontrará con el gran Francisco Umbral y su mundo.
Zenda adelanta un extracto del prólogo, firmado por Ángel Antonio Herrera, a Francisco Umbral. Manual de instrucciones, de José Besteiro.
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Obviamente, este libro asoma como lo que es, un monumento con Umbral en pie, pero enseguida nos acaba dando algo aún más rico, demorado y difícil, un tomo secreto sobre el propio autor, José Besteiro, que practica la brujería de decirse, al decir de otro, y la lujuria de birlar en el ajeno lo que él ya tiene. De modo que estamos ante un tratado de la vida y la obra de Umbral que va incluyendo además la biografía, literaria y vivencial, del propio Besteiro, en un tuteo virtuoso, en un desacato mágico, en un monólogo a medias en donde a menudo no sabemos si Besteiro se aplica de lector de Umbral o si son más bien las páginas de Umbral las que de pronto se han puesto a desentrañar a Besteiro. A ratos, no sé yo muy bien quién empuja aquí el empleo de biógrafo, y quién el de biografiado. Eso, sin olvidar que esto no es una biografía, sino un artefacto de indagación, a bordo del estilo, sobre Umbral como clima o juguete o desafío. Besteiro se ha puesto a la faena de escribir sobre Umbral, porque en ese rodeo estaba el atajo de escribir de sí mismo.
Uno arriesgaría que ese es el primer mérito de este libro orgiástico, y por tanto antigénero, que pilla aquí y allá del ensayo pop, del dietario privado, del archivo lírico, para completar un espejo largo, distinto y decidido de Francisco Umbral en el que muy a menudo sale otro escritor, Jose Besteiro, insisto, entre la complicidad linguística y la furia confesional, entre el sabio exceso y la elocuencia arborescente. Porque Besteiro sabe de Umbral lo que a veces el propio Umbral orilla, o ignora, pero el dato, que nutre, en efecto, un insólito manual de instrucciones, no es un recuerdo de erudito en la materia, que también, sino una joyería necesaria que viene a poner sorpresa donde hay episodio, y resplandor donde prospera el desorden, y susto donde convenía prudencia. Una vez más, el lenguaje nos trae aquí el pensamiento.
De Umbral lo conocemos todo, pero quizá no, porque su obra le explica desde la invención de la verdad, y a ese prodigio de obra abierta, y por tanto de existencia también abierta, se ata Besteiro, que compone unas páginas directamente descerrajadas al firmamento de la fiesta de la palabra, que va y viene por artículos, citas, recuerdos, chicas, bares, locuras y bibliotecas, hasta pararse en algún momento dentro de algún encuentro, en Madrid, entre Umbral y Besteiro, cuando Umbral ya era un Rolling Stone del columnismo, y Besteiro un joven malherido por la vocación de “la calidad de párrafo” y el rocanrol de diccionario.
Decía Borges que todo libro que pasa de las cien páginas es autobiográfico. Yo creo que eso es cierto, y aún más. Yo creo que todo libro sobre otro autor es un libro propio, porque no se elige con entusiasmo a un autor, como tema, si no existe con él un linaje común, un parentesco ardiente, una vecindad de abismos. Así, Besteiro, al elegir a Umbral, se ha decidido a hablar de sí mismo, porque el biografismo sentido es un autobiografismo certero, donde los demonios del ajeno se parecen a los ángeles propios, donde son nuestras causas la causa de otro, y todas las ninfas de novela son aquella ninfa única que nos desquició el corazón para siempre.
Insisto en que este libro no es una biografía, pero a veces sí. Tampoco es una novela, aunque a menudo sí. Participa del ensayo en la medida en la que lo supera, o lo desprecia. Resulta un artículo sucesivo mientras se desvía como crónica. Alterna el jaleo y el disparo, el ingenio y la anécdota, la documentación y el birlibirloque. Es y no es lo que a Besteiro le da la gana, con Umbral de clave o eje, que es como decir con la norma de la rebeldía ahí en lo alto, como un designio nocturno, o una desvelada maravilla.
Más allá de todo eso, este libro de Besteiro no deja nunca de mirar hacia sí mismo, mientras nos alumbra, hacia afuera, una biblia sobre Umbral que viene a prorrogar y mejorar, incluso, los estudios caudalosos y diversos del inventor del “Spleen de Madrid”. Besteiro es un fanático del articulismo, y ha escrito siempre con puntería y reprís y abolengo, sólo que a rachas publicaba, y a rachas no. Antes de este libro, nos regaló otro libro de desobediencias, Un hombre que se parecía a Cunqueiro, un viaje esclarecedor y alucinógeno alrededor de la obra de Álvaro Cunqueiro, aquel cardiólogo del idioma, aquel pianista de la fantasía. Naturalmente, tampoco la elección de este autor es urgente, o improvisada, porque Cunqueiro vive en la tradición arterial que a Besteiro le interesa, cuando el barroquismo enciende todos los timbres y el párrafo juega de falsificador de Quevedo, que es oficio que transitó Cunqueiro, por cierto.
Remata Besteiro, al final de estas páginas lucradísimas, que este libro a Umbral no le hacía falta, pero a él sí. Es hermosa la rúbrica, pero mejor no la voy a avalar. Claro que a Umbral le convienen manuales de exacto desorden como éste, donde el descaro lleva levita, donde la memoria incluye un burdel de imaginaciones, donde la página se quiere una discoteca.
A eso mismo vinimos los que amamos la barbarie de la escritura.
Ángel Antonio Herrera
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Autor: José Besteiro. Título: Francisco Umbral. Manual de instrucciones. Prólogo: Ángel Antonio Herrera. Editorial: Renacimiento. Biblioteca de la memoria. Venta: Todos tus libros.
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