La anécdota se cuenta rápido: el 23 de junio de 1934, Stalin llama por teléfono desde el Kremlin a la casa del escritor Borís Pasternak, le pregunta por un tercero (el poeta Ósip Mandelstam, recientemente detenido) y, viéndose insatisfecho con la respuesta, el dictador cuelga el teléfono. La conversación, como dice el título de este libro, apenas dura tres minutos. Las divagaciones a las que ha dado lugar, de todos los colores, cumplirán en unos meses ya 90 años.
Con este telón de fondo, el autor de El Palacio de los Sueños comienza lo que parece una autoficción, hablándonos de su pasado en Moscú, de las conversaciones incómodas con su editor acerca de un fragmento problemático en una novela suya, de la sobrina de Pasternak, de la relación de David Samoilov (traductor de un poemario suyo) con la hija de Stalin, para después cortar la narración y zambullirse de lleno en el tema al que apuntan los pasajes anteriores: las distintas versiones que circulan sobre la llamada del tirano al poeta. Trece, para ser exactos, enumeradas y analizadas una a una a lo largo de las fascinantes casi cien páginas que siguen.
En algún punto del texto, Kadaré reflexiona sobre el drama del tránsito de los grandes escritores de la época burguesa a la comunista, anota que el terror y las cárceles fueron la parte más tangible del cuadro y continúa: “La otra, la de los dramas interiores, la de las rupturas y concesiones, que continúa sin ser analizada hasta el presente, ha acabado por ser la más incomprensible”. Éste es precisamente el meollo de Tres minutos. No la detención de Mandelstam, no el temor a expresar públicamente una discrepancia, sino el enrarecimiento y el deterioro de las relaciones humanas, convertidas en un teatro de mutismo, de palabras torpes y mal medidas, de angustia ante los pasos en falso y sus consecuencias.
El recorrido por las trece versiones que recopila el autor nos conduce a través de las voces muertas de la viuda de Mandelstam, de la mujer y de la amante de Pasternak o de la poeta Anna Ajmátova, entre otros, en busca de la respuesta a muchas preguntas. ¿Cuál fue el propósito real de aquella llamada? ¿Averiguar si Pasternak conocía un poema censurable de Mandelstam, comprobar si podría dar una oportunidad al segundo, jugar con Pasternak o simplemente darle información? ¿Qué hizo que el escritor fuese poco claro? ¿Su desinterés, su nerviosismo, sus dudas sobre lo que el dictador sabía? ¿Por qué se mostró Stalin insatisfecho? ¿Porque no obtuvo lo que buscaba, porque Pasternak le pareció cobarde o porque sintió el deseo de humillarle? Y ¿qué llevó al futuro autor de El doctor Zhivago a intentar aclararse con el dictador? ¿El verdadero deseo de ayudar a Mandelstam o simplemente el miedo?
Las respuestas se alejan más y más a medida que avanzamos. Y esto, por supuesto, es lo mejor que podía ocurrir. Lo que nos queda es una reflexión desordenada y lúcida sobre nuestra incapacidad para comprender. El espejismo de los hechos, imposibles de concretar, da lugar, a través de cada una de estas aproximaciones fantasmagóricas, a las exégesis obsesivas y brillantes de Kadaré y, de rebote, a un retrato espectral del entorno del poeta (de sus amigos, de sus enemigos, de los vigilantes) y de la atmósfera opresiva de la Rusia estalinista, llena de rencores, de remordimientos, de impotencia y, sobre todo, de silencios.
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Autor: Ismaíl Kadaré. Título: Tres minutos. Editorial: Alianza. Venta: Todos tus libros.
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