Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964), pintor histórico, “el pintor de batallas”, como ya muchos lo conocemos, es un artista de gran reconocimiento en España y en el extranjero. En su estudio de Madrid me brinda sus valiosas palabras sobre la vocación pictórica, sobre el don de la pintura, sobre su quehacer, ideas e inquietudes.
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—¿Crees en la vocación?
—Sí, absolutamente. La vocación es fundamental. Para cualquier cosa a la que te dediques en el mundo tienes que tener vocación, porque entonces te centras más en los temas, profundizas más. La vocación creo que es de nacimiento. Es una actitud, desde mi punto de vista.
—Y tú tienes vocación claramente.
—Yo tengo vocación de dibujar. Tengo vocación por la Historia. Entonces lo haces con más ganas, con más ilusión. Yo creo en la vocación, como también creo en la gente que tiene un don. El don de poder hacer algo, el don de la palabra, el don de la escritura, el don de cantar, el don de la música… Nacen con una facilidad. Yo creo que todas las personas tienen un don. Hay que saber cuál es el tuyo.
—¿Y es difícil encontrarlo?
—No, lo que ocurre es que a veces es un don como muy corriente. Puede ser el don de la palabra, el don de vender algo, el don de ser amigo, el don de tener una vocación cristiana… Naces con una facilidad respecto al resto. Yo no tengo el don de la música. No sé ni tocar una flauta. No sé ni silbar. Sin embargo hay gente que nace con el don de tocar un instrumento.
—Y tendremos más de un don, no sólo uno, ¿verdad?
—Yo sólo he encontrado uno —ríe—, que es el de pintar. Puede que tenga otras facilidades para otras cosas, quizá la facilidad de poder hablar, la facilidad de relacionarme… pero tal vez el don que más me diferencia es éste, desde pequeño. Yo tenía esta facilidad ya respecto a los chavales de la clase, como el que juega al fútbol en el colegio: “Este chico mete goles… el otro no”. “¡Qué bien juega, qué porterazo!”. Cuando eres pequeño empiezas a distinguirte respecto a los de la clase porque eres mejor en algo.
—Desde luego. ¿Y tú ya desde pequeñito destacabas mucho dibujando?
—Yo desde que tengo uso de razón. Dibujaba en los libros, dibujaba cuadernos. Veía a mis compañeros que se acercaban y me miraban. Mi memoria se remonta a los cuatro o cinco años, fíjate. Me acuerdo perfectamente de estar dibujando y que se acercaran mis compañeros: “Mira qué bonito”. Es el primer recuerdo que tengo de destacar en algo. Ya destacaba en la clase.
—Tú antes pintabas sobre todo paisajes.
—Sí, yo cuando empecé a pintar, cuando entré en el mundo de las galerías, fue con el paisaje, paisaje urbano, paisaje de marinas. Sobre todo de Cataluña, donde nací. Es una forma de entrar. Tuve buena aceptación en la época. Era bastante comercial y para todos los públicos. Y hacía exposiciones, y me iba muy bien. Hasta que un día decidí pegar el salto al mundo de la pintura histórica.
—¿Por qué?
—Porque me apetecía mucho. Era lo que más me gustaba. Lo otro estaba muy bien. Esa experiencia me sirvió durante muchos años, porque aprendí a pintar paisajes, a pintar amaneceres, a pintar el mar, las ciudades… Todo eso fue un aprendizaje muy grande para los escenarios de mis cuadros. Yo ahora cuando pinto un cuadro de una batalla, un escenario, no me cuesta nada, porque le he dedicado muchísimos años a desarrollar la técnica de los paisajes.
—¿Qué es la Historia para ti?
—Es el recuerdo, la memoria, de donde venimos. ¿Por qué estamos aquí? España hoy es un país puntero porque antes que nosotros hubo gente que hizo cosas, durante siglos. Ahora mismo el español es el segundo idioma más hablado después del chino. Será por alguna razón. No es porque yo haya nacido aquí. No, es una cadena de sucesos a lo largo del tiempo que nos ha situado en un sitio.
—¿Podrías explicarlo un poco más?
—Yo no sé exactamente por qué un español, por el hecho de nacer, tiene una facilidad de poder hablar el segundo idioma más hablado y el tercero en redes sociales, y tener una posición en el mundo que quizá esté entre las nueve o diez economías de Europa, o del mundo. Pero que todo esto sea así es porque ha habido una serie de acontecimientos en el tiempo, y eso es la Historia. Por eso me gusta conocerla.
—¿Y consideras que tú colaboras a hacer la Historia pintando tus cuadros?
—No, yo pinto la Historia que hacen otros.
—A eso me refiero, que igual que otros hacen libros de Historia, tú pintas cuadros de Historia.
—Yo pinto imágenes, secuencias de la Historia. Hemos leído mucho, tenemos muchos libros, hemos estudiado, pero muchas veces me encontraba de pequeño que cuando estudiaba la batalla de Covadonga, por ejemplo, no tenía la imagen, de cómo era. Me imaginaba a unos tíos medievales, pero no tenía una visión exacta de cómo vestían, cómo eran. Ahora gracias a los cuadros podemos reconstruir episodios de la Historia muy reales, y éste es el trabajo del mundo de la Historia, de la pintura histórica.
—De hecho, para reconstruir esa página de la Historia estuviste en Asturias tomando notas, trabajando.
—Estuve en Asturias, me junté con especialistas del mundo de la reconstrucción histórica, gente muy buena, muy preparada, que me explicaron todo, me daban documentación, como el tipo de espada, o cómo vestían, qué tipo de guerra hacían, qué peinados llevaban, qué barbas… Siempre hay gente muy estudiosa de un tema. Yo busco a esas personas que me documentan, para no equivocarme, para intentar hacer lo máximo posible. Probablemente habrá errores, habrá pequeñas erratas, y con el tiempo se irán descubriendo cosas nuevas, pero tú ves el cuadro de Covadonga y es un retrato de cómo eran ellos, cómo vestían y cómo combatían.
—En una conferencia de María Fidalgo, gran experta en tu obra, le oí decir que al principio tú te documentabas mucho, que lo hacías tú todo, pero que eso te llevaba mucho tiempo por cuadro.
—Al principio me documentaba yo, pero perdía mucho tiempo, porque no sabía y siempre tenía la posibilidad de cometer algún error, y de hecho cometía errores. Solución: vas directamente a los mejores. Ya tengo asesores de cabecera que sé que ellos van a firmar el cuadro como asesores. Eso es muy importante: yo pinto el cuadro, pero hay un grupo de personas que hacen el trabajo de documentación. Es un trabajo de equipo. Hay una garantía mayor de que salga mejor el cuadro.
—¿Cuántos cuadros aproximadamente crees que has pintado?
—No muchos. Para un pintor histórico, pocos. Pienso que al año puedo pintar tres cuadros grandes, dos o tres máximo, y luego algunos cuadros pequeños, cuatro o cinco. No me da para más. Un cuadro de cierto tamaño mínimo son tres meses. Piensa que yo soy una persona que trabaja una media de doce horas diarias durante el lienzo. Cojo tres o cuatro días de vacaciones al año. Trabajo sábados, domingos, lunes… Trabajo 360 días al año, diez o doce horas diarias.
—En una ocasión me dijo Pérez-Reverte que estabas todo el día pintando.
—Todo el día. Me levanto por la mañana, me tomo un café, miro las noticias y me pongo a pintar. Descanso, me fumo un cigarrillo y sigo pintando. Y así hasta que dan las tantas. Y según el cuadro, si me agobio mucho, me puedo tirar hasta las tres o cuatro de la mañana y dormir cuatro o cinco horas. Hay momentos del proceso del cuadro que duermo una media de cuatro horas. Cuando ya lo tengo solucionado entonces me relajo, pero es una locura, es un sufrimiento.
—¿Es pasión?
—Es masoquismo. Pintar un cuadro es masoquismo. A mí me preguntan: “¿Eres feliz cuando pintas un cuadro?”. Y yo respondo: “No, yo lo paso muy mal, yo sufro muchísimo con cada cuadro”. Desde que empiezo a pergeñarlo hasta que lo termino es un drama, porque nunca estoy satisfecho y nunca pararía de pintarlo. Luego además tengo que pasar el examen de la gente, si le gusta o no le gusta. A mí me gusta mucho pintar, pero es un sufrimiento. Dice algún pintor: “Es que me relaja mucho pintar”. A mí no me relaja nada, yo lo paso fatal. Ese tipo de pintores que se relajan… yo sufro muchísimo.
—¿Y por qué pintas?
—Porque me apasiona. Pinto porque me apasiona, me gusta, pero cuando me encargan un cuadro yo tengo que hacerlo bien, lo mejor que puedo. Entonces intentas poner todo lo que tienes para que salga bien el cuadro, y mejorar el anterior que hiciste, con lo cual es un reto constante, es un examen constante cada cuadro. Cada cuadro que pinto es una reválida, es un fin de carrera, es un sufrimiento. Ésta es la realidad.
—¿Es un vicio también?
—Como el tabaco. Sabes que te va a matar y sigues fumando. Es como no hacer deporte: sabes que te vas a anquilosar, pero no haces deporte. La pintura es un vicio. Sabes que te hace sufrir, pero sigues pintando. Y yo creo que no hay forma de poder llegar a la pintura, de poder hacer cosas interesantes, si no sufres. Pero pasa lo mismo con un deportista. Un deportista de élite que corre el maratón es una persona que corre todos los días, sufre, siente dolor, se pone cremas en las piernas, se pone vendas, y sigue corriendo. ¿Pero por qué corres? Rafa Nadal, pongo el ejemplo. ¿Por qué sigue compitiendo? Tiene el pie mal, tiene problemas físicos… y sin embargo es capaz de morir en la pista. ¿Por qué? Porque es pasión, porque es vocación. Es aquello que te empuja al abismo, pero no puedes parar.
—¿Cuál es el pintor que más te gusta, al que más admiras?
—Velázquez me parece un extraterrestre en su época, sobre todo por la calidad de su pintura, la técnica, con los materiales que utilizaba en su tiempo. Hoy podemos llegar a un nivel de Velázquez porque tenemos muy buenos materiales, pero en esa época era como si metieran a un extraterrestre en ese siglo. Su depuración de la pintura, por ejemplo. Y ves los lienzos y te dices: «Pero no noto la pincelada, pero ¿dónde está este tío?». No eran pinceles como los de ahora, la pintura no era de tubo como ahora, y sin embargo el cuadro está allí, y está impecable. Es un extraterrestre en el siglo XVII.
—Y si pudieras hablar con él ¿qué le dirías?
—Explícame cómo lo haces. Déjame mirarte. ¿Te importa que esté a tu lado? Te pago para estar a tu lado, para ver cómo lo haces. Es un extraterrestre.
—¿Y Rembrandt te gusta?
—Está bien, está en la misma línea. Me gusta, sí, pero nada que ver con Velázquez, en mi opinión.
—¿Otro que te guste mucho?
—Luego ya me tendría que ir quizás a la pintura francesa, a los pintores franceses de finales del XIX. Me gustaban mucho Meissonier y Cusachs, de temática militar, muy buenos. Me inspiro mucho en su obra, sobre todo en la caballería, que la hacían muy bien. Eran grandes pintores. Ahí tengo muchísima influencia.
—He leído hace poco que te has hecho reservista. ¿Puede ser?
—Me hice reservista hace tres años, y ahora lo he vuelto a renovar: sargento de la Legión.
—Te hará mucha ilusión, ¿verdad?
—Claro, porque es como rejuvenecer. Vuelvo a los 18 años, cuando fui a la mili. Me hace gracia. Me pongo a las órdenes del teniente, del capitán de turno. Me gustan los cuarteles, me traen buenos recuerdos de mi juventud.
—Tú tienes algo de soldado.
—Yo quería ser militar, pero era mal estudiante. Y me quedé con las ganas siempre de ser militar. En cierto modo he hecho la milicia de otra manera, pero yo quería ser militar. Cuando me preguntaban: “¿Qué quieres ser de mayor?”. “Yo, militar”. Lo tenía clarísimo. Lo que pasa es que era un vago, un mal estudiante, pésimo.
—¿Para aprobar las oposiciones, quieres decir?
—Para ser militar hay que estudiar mucho, hay que saber mucho de ciencias, y yo en ciencias era malísimo. En Matemáticas y en Física era pésimo. Por mucho que quisiera, me faltaba ese conocimiento de lo que eran las ciencias. En letras era muy bueno, pero en ciencias pésimo. Y tampoco era buen deportista.
—Leer te gustaba, entonces.
—Leer siempre he leído muchísimo. Desde que tengo uso de razón. Porque yo vengo de la época del blanco y negro, de dos canales de televisión, donde no ponían tantas películas que me gustaran. Entonces yo las películas las tenía que leer. Los libros eran un complemento. Estaban los tebeos también. Comencé con los cómics y cuando tuve una cierta edad pasé a las novelas, y luego a los libros de Historia. Me apasionaba. Me pasaba horas y horas leyendo.
—¿Te nutrieron mucho como pintor los libros que has leído?
—Claro, todo lo que he leído me ha servido luego para pintar mis cuadros, porque leía novelas históricas, libros de Historia. Mientras yo leía me imaginaba lo que estaba leyendo. Me imaginaba las secuencias. Leía batallas, como las Navas de Tolosa, leía el Desastre de Annual, leía Episodios nacionales… Siempre tenías algún libro para saber cómo era Marruecos, por ejemplo.
—¿Consultabas también fotografías?
—Consultaba libros de fotografía, y entonces imaginaba mientras leía. Pero echaba de menos imágenes. Los que nos gusta imaginar mucho en los libros buscábamos imágenes, similares, de la época, para poder plasmar el escenario. “Sí, puedo leerlo (me decía), pero quiero verlo”. Echaba de menos esto. La pintura histórica es el complemento que faltaba. Hay muchas imágenes que hemos leído y que no tenemos. Y éste es el compromiso que tengo yo con el mundo de la Historia.
—De hecho a ti te gustaría cubrir la Historia…
—Toda la que pudiera. Pero soy consciente de que tengo una fecha de caducidad; por eso mi objetivo, y ya está en marcha, ya funciona, es mi taller de pintores, y estamos desarrollando proyectos para poder continuar cuando yo no esté. La Fundación se creó en torno a un taller de pintores para que continuaran lo que hemos iniciado, la pintura histórica, para que se formen bien y que puedan seguir pintando los cientos de miles de episodios de la Historia que no tienen imágenes. Historia española, pero también me han pedido cuadros de Historia de otros países. Este taller yo quiero que sea el primero del mundo, y creo que lo vamos a conseguir.
—Y está inspirado en uno ruso muy importante.
—El mejor taller que existe en el mundo es el taller Grekov de Moscú, que hace un siglo que se creó, y su idea era recoger la Historia de Rusia. Se pensó en un momento, a través de la Revolución, dar imágenes de Historia Contemporánea, lo que ocurre es que se fue ampliando y ya toca la Historia de toda Rusia. Hacen grandes cuadros, grandes estatuas. Cuando fuimos Pérez-Reverte y yo a ver el taller dijimos: “Necesitamos algo así en España”. Son veinte artistas y cada vez que un artista se jubila o se muere, hacen un concurso en Rusia para seleccionar un candidato. Se presentan miles de personas con trabajos y seleccionan a los mejores. Por eso Rusia tiene una pinacoteca tan grande y estatuas impresionantes, porque tienen la élite. Está en ese taller.
—¿Quién lleva ese taller en Rusia?
—Esto lo lleva el Ministerio de Defensa de Rusia. Nosotros lo hacemos a modo particular. Si dentro de cien años la Fundación sigue y hay veinte artistas, y están trabajando en pintura histórica actual, y del pasado, y con otros países… España tiene un potencial de artistas que no tienen otros países. La prueba real es que ya estamos en marcha.
—¿De qué manera?
—Ya hemos presentado un cuadro en el Museo Naval, hecho por el taller, un gran cuadro, maravilloso, que va a ir a Cartagena, La construcción del San Ildefonso. Va al Museo Naval de Cartagena. Con mis indicaciones les voy formando, les voy enseñando trucos: cómo patinar un cuadro, las veladuras… Formar a los artistas para que hagan un trabajo serio. Yo estoy muy satisfecho. Lo que parecía un sueño ahora es una realidad, y vamos a hacer muchísimas cosas. Va a dar mucho que hablar este taller.
—¿Qué piensas del futuro de la pintura?
—La pintura como la conocemos desaparecerá. Ya están las nuevas tecnologías, ya están las pinturas digitales, la inteligencia artificial está a la vuelta de la esquina. La inteligencia artificial ya crea cuadros. Yo probablemente sea de los últimos pintores de este mundo (risas). Por otro lado, a mí me quedan diez años buenos, ya estoy en la recta final.
—Pero hoy en día se puede durar mucho.
—A partir de los setenta y tantos años ya no estaré bien para poder trabajar. Tendré problemas. Con la vida que llevo no paso de los setenta, lo tengo asumido; yo tengo los días contadísimos. Además, tengo más gente en el cielo esperándome que en la Tierra. Yo soy muy creyente; entonces no tengo miedo a la muerte. Para mí la muerte es un paso transitorio que me lleva donde están muchas personas que me esperan: mis padres, amigos, familiares.
—¿Crees que en lo más importante ya has cumplido con la vida?
—Yo pienso que lo que tenía que hacer en la tierra, prácticamente, ya lo he hecho: he sufrido, me he peleado, he tenido éxito, derrotas… He tocado fondo. Me ha pasado de todo.
—¿Crees que lo que viene después es mejor?
—Estoy convencido, segurísimo. Lo único que me molestaría es que la forma de la transición que fuera dolorosa. A mí me gustaría algo ligero y rápido, que me dé tiempo a despedirme pero que no sea muy fastidioso (risas). Yo no quiero hacer un maratón de hasta dónde llego, cuántos años vivo. No tengo ningún interés. No quiero estar a los 78 años o a los 80 fastidiado, con problemas, sin disfrutar de la vida, sólo para ver lo que está pasando.
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