Hace algunos meses me planteé en privado si buena parte de la realidad que hoy debatimos no se origina gracias a dos herramientas con entrada en la Wikipedia. Una sería la llamada “cherry picking”; y la otra, la llamada “profecía autocumplida”. De hecho, hasta que estos dos términos no se popularizaron gracias a todos esos tertulianos de los que no puedes esperar que lean otra cosa que la Wikipedia, yo no había oído hablar de estas cosas. La Wikipedia está llena de conceptos muy pintones, y de teorías fabulosas para dar lustre fugaz a cualquier opinión.
El CIS publicó un estudio amplio sobre las cuestiones de género, después de entrevistar a varios miles de personas sobre la igualdad y las labores domésticas y todo eso. Ahora me pregunto por qué este estudio no se ha elaborado antes, o más veces, o todos los años desde hace por lo menos una década.
Precisamente hace años apareció otro titular que nos pilló desavisados (a los pocos que nos proponemos no dejarnos llevar, blandamente, por la corriente, y que le den a todo), y que decía (lo recupero de memoria, perdonen la pereza): “El 74% de los jóvenes espía el móvil de sus novias”. El alto porcentaje de fiscalización juvenil masculina dio para mucha alarma, cimentó la creencia de que vivíamos tiempos de machismo insoportable y centró el tiro en los varones jóvenes y en su necesaria re-educación.
Fue Emilia Landaluce quien, desde una columna, me abrió los ojos a la fácil manipulación de la que pueden ser objeto los datos, por muy científicos que se nos presenten. Resultó que el estudio había certificado al mismo tiempo que las chicas también miraban, espiaban e invadían el móvil de sus novios en un porcentaje exactamente igual al de ellos, pero este dato no se daba en las noticias sobre el asunto. Eran sólo los chicos los que miraban el móvil a sus parejas, y además tres de cada cuatro, nada menos. Si se hubiera dicho que tres de cada cuatro chicas miraban también el móvil a sus parejas, no hubiera habido noticia (no es noticia que todo el mundo haga lo mismo) y, por tanto, nadie haría dinero ni clicks ni una columna para mañana, ni un tuit. En los bares no habría de qué hablar.
Esto, en fin, es lo que los anglosajones llaman cherry picking. No se miente, sólo se reduce la realidad a datos coordinados. Diríamos que el cherry picking consiste en unir los puntos que forman la figura que conviene y en dejar fuera los puntos que nos destrozan el dibujo. Escoger cerezas, en inglés.
Aunque estoy cansado de escribir sobre ello, vuelvo a mi asombro ante la facilidad con la que tanta gente disocia lógica y ética, siendo que no hay nada más ético que los comportamientos lógicos insobornables, pues pueden llevarte a sitios donde descubras que, antes de llegar ahí, estabas equivocado. No parece propio de adultos ni de personas formadas dar un dato que sabes insignificante si apareciera al lado el otro dato, o si amplías el contexto o el arco cronológico. Sin embargo, esto se hace constantemente.
Así, junto al 44% de hombres que creen que ahora somos los varones los discriminados, hay un 33% de mujeres que piensan exactamente igual. Si una tuitera (antes secretaria de Estado) llamó a este 44% de hombres “cuñados, incels y machirulos” (no especificaba la proporción), ¿qué son ese 33% de mujeres? ¿Íncelas?
Asimismo, una columnista tituló su columna sobre el caso (el inexistente caso): “El 44% de los hombres son idiotas”. Pienso que se quedó muy corta en el porcentaje: a mi juicio, seguramente el 95% de las personas son idiotas. Sin embargo, como ese 44% iba a justificarse por la encuesta del CIS, debemos asumir que hay, junto a un 44% de imbéciles, un 33% de mujeres todavía más imbéciles. O sea, el titular estrictamente lógico sería: “El 44% de los hombres son idiotas, y el 33% de las mujeres son muy, muy idiotas”.
Si seguimos métodos deductivos, debemos asumir que un hombre que ahora se cree discriminado, como idiota, lo será mucho menos que una mujer que no sabe que sigue estando discriminada, y que opina además que son de hecho los hombres los que viven alejados de toda equidad y de toda justicia.
Pero hacer aparecer ese 33% de mujeres que piensan exactamente lo mismo que el 44% de los hombres nos arruina la columna, el tuit, la indignación y la ideología. Y todo, particularmente la sensatez, la justicia, las matemáticas morales, el pensamiento riguroso, todo, digo, puede traicionarse y despreciarse, volverse barbarie, en suma, si nuestro objetivo propagandístico sale por ello beneficiado.
Por otro lado, tenemos que ese 44% se ha interpretado como el porcentaje de hombres que aún no es feminista, no cree en la igualdad, no ve la desigualdad o no está dispuesto a derribar los privilegios masculinos. Aunque esto exige un punto más de inteligencia, resulta extraño que tanta gente sea incapaz de ver que ese 44% no es el porcentaje de machismo restante entre los hombres, sino el porcentaje de escepticismo en aumento entre los hombres. O sea, ese 44% no estaba ahí antes de que se creara el Ministerio de Igualdad. Ni ese 33% en las féminas, por supuesto.
La profecía autocumplida es, por esto mismo, una herramienta algo más compleja que el cherry picking. Diría incluso que el cherry picking es burdo y voluntario, mientras que la profecía autocumplida resulta casi autónoma: no tengo tan claro que quien la fomenta y lleva a buen puerto sepa realmente lo que está haciendo. Sería, ese alguien, un genio del mal.
Para ilustrar la profecía que acaba generando la lacra que dice estar combatiendo, me permito poner un breve ejemplo sucesivo, en este caso, con las personas trans. Digamos que tú no tienes mayor problema con las personas trans, y de hecho no has conocido a muchas personas trans en tu vida, dado que se trata de una minoría particularmente reducida. Alguien dice: hay que respetar a las personas trans. Y tú dices: claro, muy bien. Hay que reconocerles más derechos. Venga. Existe mucha violencia y discriminación contra las personas trans. Eduquemos a la gente para acabar con ambas, sí. Nadie ha sufrido más en la Historia de la Humanidad que una persona trans. Bueno, no sé yo. ¿Ves?, aún hay mucho que hacer por las personas trans. Bueno, me ha parecido exagerado, pensando por ejemplo en seis millones de judíos exterminados en campos de concentración tras siglos de ser perseguidos… Lo primero es reconocer tu transfobia. Mmm, no diría que soy tránsfobo, pero dejémoslo. Hay que reconocer los derechos de las personas trans. Que sí. Las personas trans tienen que gozar de más visibilidad. Qué coñazo con las personas trans, también te digo. Queda mucho por hacer. Sí, pero a lo mejor podríais bajar el tono. ¡Te vamos a cancelar por tránsfobo! ¡Me da igual, sois un puto coñazo; en cierto sentido, es verdad que odio a los trans de pronto!
Esto, en relación a la desigualdad entre hombres y mujeres, es lo que ha hecho el Ministerio de Igualdad mientras Irene Montero llevó la cartera: crear lo que decía que venía a combatir. No en vano, la actual tuitera ya afirmaba, cuando secretariaba algo, que todos los hombres eran machirulos, incels, violadores y maltratadores, y ahora un estudio le ha adjudicado al menos un porcentaje a sus delirios.
Para estas personas, ese 44% es oro puro, hay que mimarlo y, por supuesto, hacer todo lo posible para que suba cada año.
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