Ustedes me van a perdonar, pero pocas cosas más misteriosas que un libro de relatos. Empezar uno es igual que ser invitado en secreto a una de aquellas Wunderkammer —como se las llamaba en Alemania— o cabinets des curiosités —el apelativo francés—, uno de esos cuartos de maravillas en los que nobles y burgueses acumulaban objetos extravagantes como muestra de estatus. Cada pocas páginas, una nueva sorpresa. Y es que imagínenselo: poder pasear a su ritmo por los pasillos del anticuario, sorprenderse con cada especie de un jardín exótico, hojear sin prisa cada volumen de esa librería de viejo desconocida hasta entonces. Porque, aunque nadie niega la volumétrica profundidad y grandeza de la novela, el género breve encierra una potencia capaz de albergar decenas de ideas originales y dispararlas con la fuerza de un cañón.
Nos encontramos así con objetos inusualmente bellos sobre los que pesa una maldición, seres que crecen en tu inodoro a base de desechos, dedos gélidos moviéndose en la oscuridad, pastillas anticonceptivas que embarazan, androides melancólicos, trampas para zorros capaces de hacerte rico, seres picudos que moran al fondo de cuevas, parejas que compran al contado extraños edificios, princesas valientes que caminan por el desierto o amantes traumatizados con gusto por las cuerdas. Diez piezas cortas que, aun conservadoras en la forma, logran remover tripas y conciencias: Chung no teme ensuciarse las manos en las poco más de doscientas páginas que arman el libro, poniendo bajo la lupa conceptos sacrosantos como la maternidad, las relaciones de pareja, las normas sociales, la juventud o el progreso económico.
Pero más allá de la elección de la mujer —y del asedio físico y psicológico al que suele estar sometida— como eje temático, junto a otros como la soledad, la codicia, la violencia estructural o la falta de empatía, lo que verdaderamente caracteriza a Conejo maldito es el uso desprejuiciado de lo fantástico, lo terrorífico y lo surrealista. No es arriesgado apreciar cierto parentesco con el modo en que Stephen King (1947) muestra el trauma y sus consecuencias, y la huella de Ursula K. Le Guin (1929-2018) queda patente en el humanismo crítico con el que la autora mira los adelantos tecnológicos o los dramas sociales. Si nos apuramos, hay trazas del siempre delirante Yasutaka Tsutsui (1934), experto en abrir la puerta a lo grotesco, y la indudable influencia de Franz Kafka (1883-1924) en las no pocas ocasiones en las que ni los protagonistas ni quienes los rodean parecen advertir el absurdo que invade su existencia aunque, a su modo, se rebelen contra ella. El coqueteo con la ciencia ficción de baja intensidad —como en los buenos tiempos de Black Mirror— convive con textos cercanos al cuento clásico, a caballo entre la tradición europea —la de las Caperucitas, los Hanseles y las Greteles— y el estilo oriental —como en las narraciones de Las mil y una noches. Es posible incluso hallar pequeñas joyas de lo inquietante, como el último relato, que entronca con la literatura más expresionista y desencantada posterior a la Segunda Guerra Mundial, y que sirve como una más que oportuna denuncia de la miseria moral que sigue a todos los conflictos bélicos. Y es que la impronta de la cultura occidental es clara en los relatos de Chung, ella misma traductora al coreano de obras provenientes de la literatura rusa y polaca, aunque no por ello deje de dar cabida a situaciones propias de su realidad sociocultural.
Conejo maldito logró ser finalista del prestigioso Booker Prize en 2022, y se publica por primera vez en castellano gracias a la acertada traducción de Álvaro Trigo Maldonado, bajo la habitual elegancia de las ediciones marca Alpha Decay y con una hipnótica ilustración de cubierta obra del artista Jaehoon Choi. De modo que, si se encuentran ustedes deambulando por su librería de confianza en busca de caramelos raros, si toquetean nerviosos las hojas de cada libro que se les cruza, si anhelan descubrir títulos desafiantes y apellidos novedosos no le pierdan la pista a Bora Chung. Porque puede que, como en aquella tiendecita mágica al principio de Gremlins (1984), hayan abierto la caja en la que mora su propio mogwai. Eso sí: cuidado, que muerde.
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Autora: Bora Chung. Título: Conejo maldito. Traductor: Álvaro Trigo Maldonado. Editorial: Alpha Decay. Venta: Todostuslibros.
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