Y uno debe procurar que los otros, que son el infierno, según Sartre, uno debe procurar que los otros crean que es medio salame, algo tarado. Debe procurar que crean que le va mal en la vida, que nada le sale, que siempre la erra, o al menos que la erra la mayoría de la veces, que aunque se lo propone no logra llegar a la meta, aunque esto último… Esto último da un poco que pensar, porque las redes abundan de fotos de Fulano con el premio en la mano, o de Fulano con la revista que lo galardonó en la mano, o de Fulano logrando cierto objetivo que se había propuesto, un título, un trabajo, una cena con velitas, un corte de pelo, estrambótico o no, la funda del colmillo nueva, y esos posteos exitosos cosechan muchos megusta y felicitaciones, felicitaciones con florcitas y corazoncitos incluidos, no cualquier cosa. Lo que no sabemos es si son sinceras sendas manifestaciones, y vamos a ello.
Dada mi experiencia con humanos podríamos arriesgar que no, que en su mayoría son felicitaciones de cocodrilo, felicitaciones que preceden al siguiente pensamiento, cuasi literal: este mediocre de mierda se ganó el premio; esta alfeñica de porquería tuvo un chico y tiene un marido trabajador y yo, que soy tan afable, que voy a hacerme el tratamiento de la papada semanalmente y tengo mi propio departamento ¡estoy sola y angustiada! En definitiva, como ya lo vaticinaron Roberto Arlt, Erasmo de Rotterdam, el antihéroe seduce, genera empatía, gana amigos, no amigos de verdad, ojo, amigos condescendientes, amigos que en el fondo le tendrán al fracasado un poco de lástima pero, sea como fuere, lo querrán al fin y al cabo, porque está por debajo, porque nunca la pega o porque pobre… todo siempre le cuesta tanto…
Y acá cabe aclarar que, es sabido, si las cosas cuestan es porque se es buena persona, así lo ha sentenciado el saber frondoso popular en estos tiempos en los que las víctimas son subidas al pedestal por el solo hecho de ser víctimas. Ahora, la «victimitud» —que existe el estado pero no encuentro la palabra que lo describa, que me desasne Reverte, si tiene tiempo—, la «victimitud», decía, ¿es algo que se gana con esfuerzo? ¿Por mérito propio? ¿Y a los que no la padecen? ¡Hay que tratarlos como el culo! ¡Con resentimiento! Porque, justamente, no la padecen. ¡A la vida no padecen, señora! ¡Entonces que se las arreglen solos, soberbios reventados! Y sobra la aclaración, reventados que no le hacen mal a nadie salvo a los que sí, salvo a los que pretenden ser sus salvadores, a los que viven de demostrarle al mundo que ayudan a víctimas y por eso son buenas personas. ¿O no ves que estoy publicando una foto de Ludmila, que necesita plata para la operación a corazón abierto y retuitié también a un inundado y a un diputado buenista de la izquierda? YO SOY EL BIEN (que lo parió…).
La cuestión es que si va de perdedor no les va a oler a presumido, a nariz parada, a soberbia, son los únicos aromas que perciben esos seres: los temerosos resentidos. Le tendrán a usted rencor porque más o menos se las arregla y entonces no los necesita. Le tendrán ellos entre ojo y ojo porque no supieron hacer de su vida algo que les guste, algo que les valga la pena, o no pudieron. Sea como fuere, y para redondear, si va de perdedor es menos probable que le tengan bronca por debajo de la alfombra.
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