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La guerra interior - Zenda
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La guerra interior

La autora realiza un notable análisis del pasmo que siempre supone la inminencia de la muerte y su continua negación, por mucho que, en un segundo nivel, se vaya produciendo la toma de conciencia de lo inevitable. Es un camino también tomado, parafraseando a Susan Sontag, por la enfermedad y sus metáforas. El camino del...

Nos encontramos ante una novela extraña en nuestros tiempos, tan juveniles y tan dados al presente. La protagonizan un inglés anciano, que agoniza por un cáncer incurable, y su esposa. Rememoran su infancia en el Londres de la Segunda Guerra Mundial, masacrado por los bombardeos alemanes, y realizan un último viaje por la Europa que ha marcado su vida. No es, por lo tanto, la narración de un fin temprano sino de una muerte que ocurre en plena ancianidad y cuya épica es la de un pasado casi remoto. De lo que ya ha ocurrido y no regresará nunca. Es una novela, además, que cuenta con una considerable carga cultural, en concreto europea y clásica, aunque eso no implique una escritura timorata, ni mucho menos. Su descripción de las heridas de la guerra alcanza, en ocasiones, una poética extrema, entre romántica y vitalista (“Me miro en el espejo para asistir al espectáculo de mi decrepitud. Se van dibujando en el rostro del caballero las arrugas de las contrasombras. Y así, hasta que surge el Hugh de ahora mismo, el que casi está a punto de despertar de este sueño que comenzó en un Londres apocalíptico, con monstruos que caminan en una noche de guerra”). En el fragmento también podemos apreciar la extraña disociación del narrador, que por un lado narra en tercera persona, tal vez en busca de una huida de sí mismo, y por otro se contempla. Hay además —y es uno de los méritos más destacados de la novela— un claro paralelismo entre la guerra externa y la interna que sufre el protagonista en su propio cuerpo.

"Contemplamos una Europa distinta, cuántica, emplazada en la frontera de la realidad, donde los tiempos y los espacios se mezclan"

La autora realiza un notable análisis del pasmo que siempre supone la inminencia de la muerte y su continua negación, por mucho que, en un segundo nivel, se vaya produciendo la toma de conciencia de lo inevitable. Es un camino también tomado, parafraseando a Susan Sontag, por la enfermedad y sus metáforas. El camino del cáncer es tan extraño y zigzagueante porque, pese a la gravedad, pese a la obviedad de la muerte, la esperanza no se pierde nunca, el deseo de que surja ese 1%. La referencia evidente, por la enfermedad, por la cultura, por la decadencia, es La muerte en Venecia, de Thomas Mann.

Contemplamos una Europa distinta, cuántica, emplazada en la frontera de la realidad, donde los tiempos y los espacios se mezclan. La famosa frase de Éluard “hay otros mundos pero están en este” alcanza auténtico valor en estas páginas. Aparecen incluso los emigrantes de nuestros tiempos. Es una Europa distorsionada por los filtros de la memoria y por la propia enfermedad. Resulta, en este sentido, una novela bastante empática, que se pone en el lugar de los que sufren y recuerdan.

"Destaquemos también la importancia radical del estilo, de la expresividad. El lector ve con total nitidez, lo que es fundamental para motivar su sentimiento, para espolearlo"

Es una obra, por lo tanto, compleja, aunque plenamente disfrutable. Podemos ver las paradojas de la guerra, esa alegría nacida de la libertad extrema, tan mencionada por todos los supervivientes, que aparece, por ejemplo, en una obra tan distinta como es Las bicicletas son para el verano. No hay, por extraño que parezca, tiempo más brutal ni más libre. Todas las obligaciones que antes tenían una importancia extrema dejan de tenerla.

Los viajeros del continente es también una historia de amor, viva, rotundamente viva, pese a la edad de los protagonistas. Tanto es así que se permite el lujo de una escena de sexo absolutamente explícita. Nos permite recordar lo que debería ser obvio: los ancianos no dejan de amar, de la misma manera que lo hacemos nosotros. Destaquemos también la importancia radical del estilo, de la expresividad. El lector ve con total nitidez, lo que es fundamental para motivar su sentimiento, para espolearlo. No puede sentirse lo que no se contempla, y para ello demuestra un notable dominio del espacio. Tal vez el mayor problema sea cierto caos narrativo. La voluntad de libertad, el vitalismo, necesita un orden mayor para ser digerido, y más cuando se pretende una novela.

Concluyendo, una novela magnífica, con una clara proyección internacional, no solo por el espacio, sino porque la historia de Europa y, por desgracia, la enfermedad, nos afectan a todos.

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Autora: Eva Díaz Pérez. Título: Los viajeros del continente. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todostuslibros.

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Recaredo Veredas

Recaredo Veredas nace en Madrid en 1970. Es abogado, escritor y crítico literario. Ha publicado 12 libros. De ellos, tres son novelas: 'Deudas vencidas', 'Amores Torcidos' y 'Soberbia'. La crítica ha destacado la calidad de sus personajes y la agudeza de su mirada sobre la sociedad. A ello une un gran dominio de la novela. Siempre busca que el lector pase página con interés, que no pueda abandonar la lectura del libro. En 'Soberbia' intenta dar un paso adelante, cuestionando los límites de lo verosímil y mostrando una perspectiva distinta de la sociedad española.

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