Sabíamos que Rodrigo Sánchez es un diseñador extraordinario, fuera de lo común. Así lo atestiguan sus trabajos y la infinidad de reconocimientos nacionales e internacionales que ha recibido. Lo que ignorábamos, al menos yo, es que fuera tan genial como escritor como lo es como director de Arte. Así lo atestigua en su “diario irreverente” El periódico es un cruel amante, publicado por Experimenta Libros.
Según avanzaba en la lectura, temía dar la vuelta a la página, no fuera que me encontrara con que la siguiente víctima de sus mordaces retratos fuera yo mismo. Al fin y al cabo, bogamos juntos, durante más de 25 años, en la misma nave, la redacción de El Mundo, pero o bien él estaba en proa y yo en popa, o viceversa. Siempre nos hemos llevado bien desde una distancia prudencial. Pocas veces tuvimos la oportunidad de trabajar en los mismos proyectos. Sin embargo, en lo personal, teníamos nuestros puntos de encuentro. Fue el jefe de mi primera mujer, la diseñadora Lola Gómez Redondo, uno de los personajes que mejor parado sale en el libro. En más de una ocasión, tuvimos la oportunidad de compartir mesa y comida, de conversar sobre nuestras lecturas o películas favoritas y de poner en común nuestras pasiones, ya fuera por La montaña mágica, de Thomas Mann, o por el ingenio de Woody Allen.
Al leerlo llama la atención lo descarnado de su lenguaje. Rodrigo dice muchos tacos, pero una cosa es oírlos con su tono de voz sosegado, casi susurrante, sin una palabra más alta que otra, y otra bien distinta es leerlos. Aquí se expresa a grito pelado sin renunciar a ninguna palabra malsonante que, por otra parte, son las voces que mejor reflejan los sentimientos. Quiso la casualidad que mi anterior lectura fuera Miedo y asco en Las Vegas, de Hunter S. Thompson, que pasa por ser uno de los títulos con más palabrotas por página. Estuve tentado de contar los tacos de uno y otro libro. Pero, al final, me pareció un trabajo inútil. Rodrigo Sánchez hubiera ganado por goleada.
Pero esta no es mi historia, es la de Rodrigo Sánchez. En El periódico es un cruel amante no hay sitio para los paños calientes ni las medias tintas ni los peloteos, lo que da una autenticidad a lo que escribe, su autenticidad, eso sí. No se trata de convencer a nadie de sus puntos de vista, siempre originales, siempre osados, siempre provocadores, nunca anodinos.
“Me temo que en este libro hay demasiado respirar por la herida, y no lo considero en absoluto necesario —escribe el diseñador gráfico Emilio Gil en sus «notas para el texto del prólogo»—. Está claro que las razones que la empresa editora tenía al prescindir de Rodrigo eran de motivación económica, mezcladas con intrigas domésticas, y no razones profesionales estrictas”.
Pero la herida era profunda y demasiado reciente. Rodrigo Sánchez escribió el libro en los meses siguientes a su despido, con lo que resulta inevitable que la herida aún duela, se reabra, trate de respirar. Aunque sospecho que algunas partes ya estaban anotadas en su diario mucho antes, en caliente, en el momento mismo de la herida, a la espera de que llegara el momento de sacarlas a la luz.
El dolor no es óbice para que en cada página el autor demuestre el amor por su oficio, “un oficio muy especializado, vinculado estrechamente con el periodismo, pero también relacionado con el arte”. Desde las primeras líneas advierte que no se considera “artista, soy periodista”. “Es un oficio [el de diseñador de periódicos] en el que no es necesario escribir, ni dibujar, ni fotografiar. El típico chollo de los de no sé por qué te pagan”.
Resume en pocas palabras lo que a cualquiera nos costaría miles de caracteres, una labor tan etérea como la del director de Arte. “Mi trabajo consiste en convertir la realidad, la noticia, en algo atractivo para que el lector se sienta interesado por lo que se publica, cuándo se publica y cómo se publica —escribe—. Dar sentido a cada impacto (…). Yo diseño noticias, les doy forma, las hago atractivas, las diferencio, las jerarquizo, las ordeno, las destaco o las escondo”.
Entonces, ¿qué es el diseño? “Diseño es saber que no con lo más grande se llama más la atención —me contesta su libro—. Y que un buen blanco a tiempo soluciona más de un problema. Diseño es aprender a desdramatizar y a tener una visión global del oficio. Es saber que lo más bonito no es lo más adecuado. Es dar a cada tema el valor que se merece. Incluso dar valor a lo que no lo tiene, pero que si se publica es por algo”.
Sánchez —qué raro se hace llamarle así— confiesa lo mucho que ha aprendido en la redacción. Entre sus confidencias hay una que, tratándose de un director de Arte, llama poderosamente la atención”. He aprendido que el periódico lo firma un director —revela—. Y que él firma su trabajo, el tuyo y el del resto de la redacción. El director cede su soberanía en nosotros, en el responsable del diseño, pero es su periódico, y si en alguna ocasión dice no, es no (…). Trabajamos para él, y él nos da su confianza. Pero la confianza no es un papel en blanco. He aprendido que el mérito no es solo de quien hace, sino de quien deja hacer”.
Pero lo fundamental, lo que jamás se puede olvidar, lo verdaderamente importante de ese aprendizaje “es dotar de alma a un producto”. “Un periódico o una revista sin alma es un periódico muerto o una revista muerta. El diseñador juega a ser Dios en su creación (…). El mercado está lleno de bellos productos sin alma que aparecen y desaparecen y nadie los echa en falta. Hay que crear productos con personalidad, que reclamen atención, que creen dependencia y orgullo en sus lectores. No buscar la belleza, sino buscar la funcionalidad a través de la claridad y del ingenio”.
La carrera de Rodrigo Sánchez está vinculada fundamentalmente al papel —aunque en su haber hay más de un diseño de páginas web, por desgracia inéditos—, pero no es un nostálgico y es muy consciente de la época en la que vive. “La agonía es imparable. El declive del soporte papel será continuo y su muerte, mucho me temo, inevitable”.
Lo que no le impide ser muy crítico con la mudanza del papel a la web que están haciendo las principales cabeceras de este país. “Internet ha incorporado la falta de edición, de cuidado y de mimo de la noticia —escribe—. Ya todo vale (…). El diseño digital informativo (webs de diarios) está a años luz del diseño editorial impreso. Falta de jerarquía, falta de precisión gráfica y de relación entre noticias”.
Entonces ¿no hay futuro? Claro que sí. A Rodrigo nadie le va a ganar en modernidad y rupturismo. Sólo hace falta comprender que “antes se leían periódicos y ahora se leen noticias”, que “ahora se lee en el móvil”. El gran reto es que los directores de Arte se adapten al nuevo soporte y hacer de la nueva forma de lectura una experiencia placentera y gratificante. Y que les dejen, claro.
Para los seguidores de Rodrigo, amantes del diseño gráfico, en El periódico es un cruel amante también está recogida toda su experiencia con las ya clásicas portadas de Metrópoli —”con algunas, enloquecí”—, sus juegos con la intocable cabecera —”la torturaba casi todas las semanas”—, la tipografía y su potencial informativo, los rediseños de periódicos y revistas.
A lo largo del libro hay numerosas referencias cinematográficas. Pero no es que el cine se ocupara mucho de los diseñadores de periódicos. Me viene a la cabeza Stanley Tucci, director de Arte de la revista de moda Runway en El diablo viste de Prada (David Frankel, 2006). Sin embargo, lo más próximo a los avatares de Rodrigo en la redacción es la escena en que Humphrey Bogart, el director de El Día en Deadline (Richard Brooks, 1952), encarga a un dibujante una caricatura de Rienzi, el malvado gánster contra el que el periódico ha emprendido una feroz campaña.
—”Bill. Quiero una caricatura de Rienzi. Debe ser dura, cruel, como un buitre que devora una ciudad. ¿Comprende?”.
—”Pero un buitre sólo busca sus presas entre los cadáveres o los moribundos”, le corrige el dibujante, tiquismiquis como todos los artistas en el periodismo.
El director, como buen director, le ignora. Y le dicta hasta el texto que ha de acompañar la ilustración.
—”Presa. Ese será el pie. Buscando presa, P-R-E-S-A”, le recalca el director, emocionado y ufano de su genialidad.
Esta escena con un dibujante, que bien podría ser Raúl Arias —”el Picasso del periódico”—, Ricardo Martínez —”el Velázquez”— o el propio Rodrigo —el director de Arte—, define a la perfección lo que más odia el autor del libro de la forma de trabajar en el periódico. Que le digan cómo tiene que hacer las cosas, que le traten como a un autómata, que le corten las alas a su creatividad, en suma, que no le dejen hacer el trabajo por el que le pagan.
Para encabezar este artículo, he osado cambiar el título de su libro. Seguro que no me perdona. Tenía que haber sido más irreverente.
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Autor: Rodrigo Sánchez. Título: El periódico es un cruel amante. Editorial: Experimenta Libros. Venta: Todostuslibros
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