El Hada del Cine

La contadora de películas, de Hernán Rivera Letelier, bucea en la oralidad y la ficción como zonas de huida al paraíso de quienes se dejan encantar por ellas. Se traslada en su historia a un pueblo remoto y pobre de la zona de las salinas en el que nos presenta la historia de María Margarita. La menor de cinco hermanos, todos ellos varones y cuyos nombres empiezan por M debido a la pasión cinéfila de su padre, que el lector verá se extiende a todo el lugar. La familia de María Margarita es humilde, por eso, abandonados por su madre, cuando quieren mantener la tradición cinéfila deciden que solo una persona de la casa podrá asistir al cine y será la encargada de contar la película al resto en una suerte de sesión ante un juglar, de cuenta-cuentos encantado en el que la joven niña destaca convirtiéndose en la contadora de películas oficial de la familia. Con una prosa aparentemente sencilla, el autor divide su historia en capítulos cortos que se suceden como secuencias de un hermoso documental sobre lo que vamos dejando atrás, y por qué hay personas que deciden no hacerlo. María se convierte en la voz que permite, primero a su familia y después al poblado, olvidar en dónde viven. Las escenas que tuvo ante sus ojos cobran vida gracias a las palabras que salen de su boca y se deja llevar por la pasión de quienes viven a caballo entre dos mundos y sienten el poder de contagiar sus propias pasiones. Un bonito cuento de hadas en el que estamos tentados de olvidar lo que rodea a la voz de esta joven hasta que el autor decide recordarnos que la vida, por muy romántica que la soñemos, no admite magias a largo plazo. Llegan entonces la pobreza y el abuso a ensuciar el sueño del celuloide, que también se ve amenazado por la televisión, Pinochet asciende y aquel lugar en el que los vecinos se unían para escuchar historias. La ternura del tono se ve atacada por la crueldad de la vida y la familia se rompe una vez más, y María se pregunta a quién contará ahora sus historias, si tal vez al turista peregrino o a aquella persona que tenga en sus manos la que refleja su vida.