Mi padre siempre contaba el chiste de un alumno que se examinaba de química. En el estrado, delante del catedrático, recibía un tubo de ensayo cerrado con ácido sulfúrico en su interior y tenía que enunciar sus características. Como no había estudiado y no tenía la más remota idea, en una huida hacia adelante, fue describiendo lo que veía: es líquido, incoloro, huele bien… El catedrático lo paró en seco.
El chico hizo lo que le habían indicado y, acercando la nariz al tubo de ensayo, con la cara desencajada sólo acertó a decir: “Bueno, ¿qué pasa? A mí me gusta”.
Con esto de los gustos lo único que se puede hacer es ser respetuoso. Si acaso, se pueden intentar explicar las claves de disciplinas desconocidas por parte del interlocutor. Ante un amigo que desconozca la fiesta de los toros y que afirme que no le gustan, se puede intentar explicar la liturgia y sus motivos. A partir de ahí, puede que se mantenga en su criterio o puede que lo cambie. Pero no se puede hacer nada más. A cada uno le gusta lo que le gusta y eso no es discutible. Cosa distinta es la exposición de los motivos por los que algo gusta o no. Eso sí es un campo abonado para la polémica y admite debate (y, por qué no, bronca).
En las últimas dos semanas hemos visto, leído y escuchado opiniones muy enfrentadas sobre la última película de Scorsese, Los asesinos de la luna: o apasiona o decepciona. La historia, basada en el libro de David Grann (que no puedo recomendar lo suficiente), es de sobra conocida a estas alturas, así que no voy a dar la enésima conferencia sobre los indios Osage y sus desventuras petrolíferas. Pero, como afiliado al club de los hechizados por la cinta de Scorsese (y gustándome más una buena discusión que una final de Champions del Madrí), voy a intentar rebatir los argumentos dados hasta ahora por “los desencantados”.
—Es muy larga, tres horas treinta y cinco. Cierto, ¿y? ¿Hay algún sorprendido en la sala, teniendo en cuenta que Casino tiene una duración de tres horas, El Irlandés tres horas y media, El Lobo de Wall Street tres horas y Uno de los nuestros e Infiltrados dos y media cada una? Por cierto, Lo que el viento se llevó son tres horas cincuenta y ocho minutos de obra maestra.
—Como produce Apple, seguramente está pensada para ser ofrecida en miniserie. Volviendo a Lo que el viento se llevó, ¿a alguien se le ocurre una película más fácilmente fraccionable en capítulos de cuarenta y cinco minutos?
—No aborda todo el genocidio de los Osage en su dimensión real. El libro de Grann, una celestial investigación periodística, sí se enfrenta al genocidio (que lo fue: decenas de osages asesinados con premeditación), pero se centra en la familia de William Hale (De Niro) y en el matrimonio de su sobrino Ernest Buckhart (DiCaprio) con la Osage Mollie (Lily Gladstone) y lo hace para que el lector/espectador comprenda los motivos, los métodos y las consecuencias y empatice con ellos. Esta película no es un documental, del mismo modo que Lo que el viento se llevó no es material de estudio sobre la guerra de Secesión (ni falta que le hace).
—La extensión es innecesaria y a la hora y media decae. A partir de la primera hora se producen no menos de seis asesinatos por encargo, con sus correspondientes autopsias, un viaje a Washington para llamar la atención del presidente Coolidge, la fundación del FBI, una boda, una investigación federal, varias detenciones, un juicio y un prolongadísimo homicidio en grado de tentativa. Albaceas corruptos, médicos desalmados, sicarios despiadados, pardillos que pagan el pato, agentes honrados, familias desesperadas, todos personajes imprescindibles para la trama que deben ser introducidos de manera comprensible para el espectador. Y eso que no desarrolla apenas la contratación por parte de Mollie (en realidad fueron los Osage y no ella) del detective privado. Si alguien cree que se puede hacer con menos metraje, que me diga de qué está dispuesto a prescindir.
—Robert De Niro hace de Robert De Niro. Estoy de acuerdo en que la interpretación no es muy sorprendente. ¿Y eso es malo?¿Que Robert De Niro haga de Robert De Niro no nos gusta? ¿Pondríamos pegas a un partido en el que Messi sea Messi o Nadal haga de Nadal? Si esto es otro día en la oficina para De Niro, que me den toda su cotidianidad. Ya sabré disfrutar de ella.
—Di Caprio está horrible, un bobalicón, e imita a Brando. Siempre he pensado que las interpretaciones de personajes histriónicos tienen menos mérito que los sutiles. Day Lewis en Mi pie izquierdo, de Niro en Despertares, Hoffman en Rain Man o Pacino en Esencia de mujer (todos oscarizados o, al menos, nominados) hacen interpretaciones asombrosas que, por excesivas, debieran resultar más fáciles de interiorizar. En este caso, DiCaprio interpreta a un garrulo sin personalidad, a merced de su tío, realmente enamorado de su mujer pero incapaz de plantarse ante su fatal destino. Y sufre por ello, vaya si sufre. Y ahí radica el mérito. En su convincente y desbordado desprecio por sí mismo, en su evidente voluntad de mejora y en su incapacidad para tan siquiera intentarlo. Respecto a la imitación de Brando, fundamentalmente a partir de un cierto prognatismo, sobre todo cuando es interpelado, yo lo que veo es la expresión de un niño cuando es reprendido por sus padres, con ese gesto que se parece a un puchero y que anuncia el llanto y la vergüenza (recordemos, el bobo). En todo momento veo reflejado en la pantalla al personaje que leí hace un año. Auguro nominación y ya veremos si algo más.
—El cierre es una travesura que no viene a cuento. En este mundo del cine, siempre estamos escuchando que después de Griffith no se ha inventado nada. Pero no es cierto, lo que pasa es que cuando se inventa se desprecia. En vez de cerrar la película con los típicos rótulos de hechos posteriores al cierre, Scorsese la mete de tacón, con una pirueta en forma de radionovela de los años 40 que ni siquiera inventa, ya que es a través de un programa similar, y también patrocinado por Lucky Strike, como los oyentes estadounidenses tuvieron noticia de los hechos acontecidos en la reserva Osage de Oklahoma.
Como con la ambientación, el vestuario, las localizaciones y la interpretación de Gladstone no hay controversia alguna, dejo paso a las llamadas.
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