Dispongo de una personalidad rústica y poco asequible a las altas tecnologías, de modo que hasta ahora he observado con desvaída y despreocupada curiosidad todo el revuelo que se ha montado con la Inteligencia Artificial.
Leí después algún artículo sobre la IA que explicaba aplicaciones como ChatGPT, Shortly, Write Up, Bloom o Grammarly; algunas eran generadoras de textos y otras ofrecían servicios de corrección gramatical. Prometían eficiencia, calidad del manuscrito mejorada, consistencia, estilo y vocabulario con personalidad. Qué valor, «con personalidad». Sería la de la máquina, supongo. Tras leer un poco más e informarme, llegó la reflexión. Si un producto se ofrece será porque hay mercado, y en consecuencia habrá usuarios. ¿Para qué utilizarán esas herramientas borreguiles?, me pregunté. Porque si todos usaban las mismas obtendrían los mismos textos, variación arriba o abajo. Y vale que el hombre tiende a lo gregario, a la uniformidad de opinión y al gusto de la masa, pero me da que esto es como pasarse. Sé de buena tinta que algún usuario de IA ha participado en concursos y másteres literarios, que en teoría serían para aprender a escribir, y no para desaprenderlo todo.
¿Qué pensará el usuario de IA que gane uno de esos concursos? ¿Sentirá un poco de vergüenza o habrá normalizado el uso de la IA, tal y como tristemente se ha hecho con la piratería literaria? Tal vez ese hábil tramposo se regodee de su ingenio. Qué simpático pillastre. Qué listísimo estratega, esto ni en la picaresca del Lazarillo de Tormes. Sin embargo, a mí me viene a la mente aquella famosa escena de Juego de tronos en que Ygritte, la salvaje, mira fijamente a Jon Snow a los ojos y le dice aquello de: «No sabes nada, Jon Snow».
Porque esa es la situación, querido Jon. No tienes ni idea de qué va esto. Y no, no vas a aumentar tu productividad, sino la de la máquina. Y tampoco vas a ver cómo desaparece tu bloqueo como escritor, porque no vas a tener ninguna idea propia, sino solo la que implante la aplicación en tu cabeza. No sé si has considerado la posibilidad de que los algoritmos direccionen también temáticas e ideologías, pero puestos a denostar el pensamiento crítico y la reflexión individual tampoco será algo que te quite el sueño, claro. Tampoco creo que hayas considerado lo que te estás perdiendo. Lo emocionante que es ir a buscar historias porque, por si no lo sabías, no suelen acudir a los ordenadores de los escritores que observan el mar desde su ventana mientras un café humeante reposa en su mesa. ¿Pensabas que el asunto funcionaba así? No hombre, no. Hay que salir, chaval, hay mancharse las botas de barro. Hablar con la gente, viajar, investigar y vivir. Porque cuando lo vives, puedes contarlo. Y cuando observas con detenimiento algunas realidades, eres capaz de imaginar otras, de inventarte historias genuinas. Y entonces ni se te va a pasar por la cabeza que una máquina haga la sinopsis de tu manuscrito, porque querrás seguir creando y darle tu toque al asunto. Querrás que haya frases que sean caricias y otras que funcionen como hachazos. Que la musicalidad del texto te haga disfrutar al releerlo, y que una inesperada magia te devuelva aquella ingenua curiosidad que tenías cuando eras niño.
Y entonces eso que codicias ahora, que es el éxito mediático y social, te parecerá una pérdida de tiempo, porque estarás deseando terminar con los festivales literarios y las entrevistas para volver a buscar historias, para escribirlas y pelearte con ellas. Solo entonces serás escritor. Entre tanto, jugarás a escribir pero no serás más que un animalillo perdido en el bosque y engullido por la espesura. No sé qué podrán decir los algoritmos de la IA sobre el conocimiento, pero yo te aseguro que, de momento, tú no te has enterado de nada, Jon Snow.
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