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5 poemas de Rojo prodigio, de Ophir Alviárez - Zenda
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5 poemas de Rojo prodigio, de Ophir Alviárez

Ophir Alviárez disecciona su propio cuerpo psíquico para conocer su anatomía y dibujarla. Disecciona también el lenguaje, remueve y mezcla sus entrañas: poemas en prosa, coqueteos con el ensayo, el diario y la crónica que conjuran y reúnen a todas las mujeres que la habitan, incluso a las poetas con quienes dialoga: Pizarnik, Tsvetaeva, Sexton....

Ophir Alviárez disecciona su propio cuerpo psíquico para conocer su anatomía y dibujarla. Disecciona también el lenguaje, remueve y mezcla sus entrañas: poemas en prosa, coqueteos con el ensayo, el diario y la crónica que conjuran y reúnen a todas las mujeres que la habitan, incluso a las poetas con quienes dialoga: Pizarnik, Tsvetaeva, Sexton. Carne, deseo y muerte marcan estas páginas. Lo lacerado y lo erótico, la ternura y la crueldad, la fertilidad y lo estéril se dan cita. Un orden trastocado, subversivo que nos recuerda el carácter salvaje que también tiene la poesía. Un huevo cósmico del que nacerán quimeras: poemas-monstruos que son también partícipes de lo divino; lo femenino y la memoria como espacio de belleza punzante. Nacerá un lenguaje que quiere ser amable y es furia, un prodigio: una criatura extraordinaria, inexplicable, preciosa y roja como la sangre.

Kelly Martínez- Grandal

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HECHICERA 

Ahora ya sé cómo asumirlo. Lo más cercano a la experiencia fue cuando en alguna otra de mis vidas, uno de esos amantes de aquella lista que no he logrado ordenar porque el abecedario sólo lo uso para clasificar las treinta y pico posiciones sexuales con las que me divierto, dijo que la diferencia entre una hechicera y una bruja eran diez años de matrimonio. Yo lo miré y, tras morderme la punta de la lengua, saqué del horno la pizza que había comprado en los chinos y la transformé en el escapulario que me hizo ganar la indulgencia del mortal. He de decir que después de esa noche no pude borrarme la sonrisa, volví a ser una hechicera a pesar de tener mil años siendo bruja.

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HIGIENE BUCAL

“Escucho en la madera dientes invisibles

A. Gamoneda

Esta noche te invitaría un trago, dos, cinco. Te pediría que me acompañaras, que te adentraras en mí, te olvidaras del estuche y hurgaras. Dicen que los ojos son el espejo del ser, yo creo que es la boca, lo que por ella entra, lo que de ella sale. El otro día unas fotos me impresionaron, de las fauces de un hombre surgía una mano con antebrazo y todo que apretaba a una mujer por el cuello, le halaba los pelos y puño cerrado, la golpeaba. Las palabras me golpean, los tonos de las voces, algunos nombres; por eso esta noche te invitaría un trago, conseguiría un rincón en un lugar poco concurrido y me reharía palabras. Te enseñaría, por qué no, los morados y dejaría que me sobaras eso que ¾parafraseando a Nietzsche¾ en el amor envuelve al cuerpo y hay quienes púdicamente llaman alma.

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PARA NO VOLVER A MORIR EN OFRENDAS

Clic en la niña que fui y en la mujer que no soy. Me hurgo, no sé dónde me quedé, en qué cuerpos, qué dedos esconden mis pedazos, a qué risa le entregué la mía, qué piel ardió para olvidar las pecas, luego. Todo luego, ayer, mañana, allá, pero yo estoy en hoy, en now, en que faltan cuatro días para cortar los años, de dieciocho a cuarenta, de treinta y cinco a cuarenta, de veinte a cuarenta, de niña a cuarenta, de inocente a cualquier perra de Pavlov, insalivada, irresoluta, a condición, acto reflejo, acto, acto, actriz. La princesa está triste, la conciencia fue un ciruelo, la conciencia es un nopal, habrá una fiesta. Habrá una fiesta de brujas, habrá máscaras y el mismo antifaz, yo lo recuerdo, agua ardiente, agua, efecto carapacho, piel desnuda, fermento y sal, pétalos en el suelo, pétalos, uno, dos, uno, uno. Tallo que dobla la cerviz a imagen y semejanza, mantis que lava, pero no tiene batea, qué hice conmigo cuando me deshice, bolero y eco, la vida cuerda floja, no hay rewind, no hay agujas en el reloj, no hay mesa hay noches, hay noches con sus días, hay días, ay, ay, ay. Adultez que duele desde el tuétano, desde la vergüenza mensual como la llama Jacqueline, desde el rojo que no me pongo en los labios, desde el orgasmo, or-gas-mo, cuatro decenas, unidad, dame, doma, di, me di, dónde, dónde me quedé, dónde la lengua, el resabio de las páginas tiradas a la cesta. No importa la edad, repaso el tránsito, redundo, redonda, no me vi crecer por ser ventana, por ser la rampa por la que me escapé, por dejarme, por perderme, por ser líquida cuando debí hacerme de sólidos ¾platónicos¾, porque el palito del palito se hizo estaca y huele a clavos, a pantera, huela a axilas y a cera de depilar, huele a mojado y duele el dolor bajito, por la entrega, la vanidad, el cinturón de procacidad, tan casta que era, ella, la otra, qué desorden, me hurgo, me afinco, me afianzo. La casa está limpia, la ropa planchada, las cremas en su sitio, la nevera llena, el silencio se sienta a la mesa, se acuesta en el sofá, me arrulla al otro lado de la cama, me mira con deseo, no se atreve, se conforma con el roce, las sedas, la copa de vino, la maraña de pelos en la ducha, la lucha, la cotidianidad, la fragilidad de los cuarenta, la experticia, la boca, la circunferencia, el aquí, el ahora, la mujer que no soy porque no quiero, porque urdí la piel para olvidar, para creer y criar, para crecer y confiar, para no volver a morir en ofrendas.

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ABISMO

Tengo fiebre, los cachetes rojos y los talones secos. Hace calor dentro de mí mas siento el frío. Desde la cama la montaña de libros es un frasco de Nutella que sí abriré, se inundan las papilas gustativas, la imagen es recurrente. Temprano, el repique y una voz que me arrastra a lo alto de un árbol. No tiene hojas por eso veo los cuerpos. A Bolaño le hizo crac el corazón, a mí me inmunizaron contra el tétano. Cuando era otra un clavo me atravesó el zapato, yo jugaba entre cajas de madera y tenía el pelo liso, me llevaron alzada. De ahí debe haberme quedado el regusto por los brazos. Y por los clavos. Pensé escribir objetos punzo-penetrantes, pero me distraje. Huelo el pecho de quien me carga, puedo chuparme a Adán en su cuello, era fácil dejarse llevar entonces. Dame la mano, quítate la media. Hoy no uso medias y me bajo las panties, sola. Sola las subo y muchas veces me voy. Irse es una misión difícil cuando quieres quedarte. Irse es menguar el paso a golpe de cintura, habitar las yemas de un fabricante de letras o la mirada tras el vidrio de un aeropuerto con nombre de monarca. Irse es encontrarse, perderse, volver al más allá, aunque en el más allá haya un abismo, como decía Porchia. Abismo y tengo fiebre, los cachetes rojos, los talones secos y no, no me voy, me quedo. Me quedo y cuento. Tres, dos, uno… Me quedo desde antes, me quedo mañana, me quedo desde esa historia en la que érase una vez y otra y ésta y a quién le importa si soy transcurso, si soy la esperanza que se nos volvió memoria, —o viceversa— y ayer me inmunizaron contra el tétano y no me dará polio, rubéola o lechina, no me dará ratón, guayabo o mal de ojo; no me darás nada, no te daré nada; nada.

***

MAMÍFEROS DE COLECCIÓN, MUERTE SEGURA

Behind our divided home
behind the heart locked against itself…
answering something, believing something, knowing something

Ingrid Junker

En el absurdo de cómo llenar un sobre se escapó la mañana. El teléfono anuncia que la vecina se murió. Temo a la muerte, aunque sea ajena. Temo al teléfono y al tono de la voz. La imagen de una mujer inyectadora en mano se pasea por mis venas. Ingrid Jonker se diluye en el mar. La droga mata, me repito. Los gritos matan, el amor mata, la política mata, los ladrones matan, el hambre mata, la tristeza mata, la alegría mata, la distancia mata. Nos matamos a diario, aunque sigamos vivos. Matamos también cunaguaros, osos polares, ilusiones inmigrantes, fetos. Entonces los poemas y oye tú, sifrinita: para eso la letra, los pegostes, la primavera, tu ciudad del primer mundo, la culpa por no estar. Como si estar se redujera a las cuatro paredes, la autopista, el pueblito de provincia. Adentro el miedo, afuera el miedo, define las fronteras, el Coco, los límites de las variables, el orden de los factores y quién paga la renta. De lo básico y de lo absurdo. De la muerte de la vecina y la merma de un país. De cómo llenar un sobre, enfilar líneas, domar el pánico, otorgar disculpas, chupar ciruelas, lanzarte a la calle, ser. De cómo ser sin que se manche el cuero, se acierte el disparo, la raya te doble las muñecas, te vuelvas otra y mutes en mamífero de colección. Why do we still listen to the answers given by the daisies. Para qué.

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Autora: Ophir Alviárez. Título: Rojo prodigio. Editorial: Kálathos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO

Ophir Álvarez. Escritora venezolana. Ha publicado Escaleno el triángulo (2004), Ordalía (o La pasión abreviada) (2009) y Rojo prodigio (Kálathos, 2023). Parte de su obra ha sido recogida en antologías colectivas en países de América Latina y Estados Unidos. Vive en Houston, Texas.

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Laura di Verso

Leo poesía, con o sin rima. Y me gusta que me cuenten cuentos. Frecuento las redes, poco, desde marzo de 2020, como @lauradiverso.

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