Foto: Waldinneres,Gustav Klimt 1881/84
En 2009, Mónica Subietas se mudó a Zúrich, ciudad suiza desde donde en la actualidad ejerce el periodismo. Y fue precisamente en el ejercicio de su profesión cuando topó con una valiosa información sobre la relación entre Suiza y el expolio de arte durante la II Guerra Mundial. El material recopilado era tan interesante que decidió escribir una novela que ya se ha publicado en alemán y en polaco, y que ahora sale en castellano.
En este making of, Mónica Subietas narra el germen de El bosque en silencio (Roca).
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Carl Jung acuñó el término sincronicidad para definir «una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar». Afirmaba que las sincronicidades están dentro de nosotros y son un principio de conexión psicológica con otras personas o con el entorno. Un ejemplo sería pensar en alguien y que de repente te llame, o imaginar algo y que se haga realidad al cabo de un tiempo. Con ello Jung quiso diferenciar las sincronicidades de los meros sincronismos, que no son más que dos sucesos que ocurren de manera simultánea. El bosque en silencio comenzó así, con la sincronicidad que se dio al conocer a mi marido, un suizo zuriqués, en el café Zúrich de Barcelona. Tras once meses surcando los cielos europeos para vernos, decidimos vivir juntos en su ciudad natal.
Llevaba un año viviendo en Zúrich cuando, al buscar información para escribir un artículo periodístico, me topé con el Informe Bergier. Este es el nombre con el que se conoce el informe final de una comisión independiente de expertos, dirigida por el historiador Jean-François Bergier, a la que el Gobierno Federal encargó investigar el papel de Suiza durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Un país comprometiéndose a investigar su pasado? ¿No se supone que eso es muy peligroso porque puede abrir antiguas heridas y causar disturbios?
Once mil páginas y veintiocho volúmenes de informe demuestran que no. Que se puede revisar el pasado, admitir lo que se hizo mal o se pudo hacer mejor, tratar de reparar el daño causado a las víctimas de las decisiones gubernamentales desacertadas —aunque sea solamente pidiendo disculpas y borrando de los archivos judiciales sentencias injustas— y lo que ocurre, oh sorpresa, es que las heridas sanan y la paz suiza se mantiene.
Salí de un país en el que el pasado era tabú. Llegué a otro donde era revisable. Para una periodista como yo, eso era el tema del siglo. ¿Sincronicidad número dos?
Desgraciadamente, el Informe Bergier no respondía al criterio de actualidad, puesto que había sido publicado ocho años antes. No podía escribir un artículo periodístico, así que decidí utilizar un género en el que la actualidad no es un requisito y donde no existe límite de palabras: la novela. La ficción, además, me permitía unir varios de los temas que trata el Informe Bergier, como el cierre de las fronteras suizas a los refugiados durante los años más crudos de la Segunda Guerra Mundial, el nacimiento de las cuentas numeradas, el legado de las cuentas durmientes o el arte expoliado por el régimen nacionalsocialista entre 1933 y 1945, que hoy sigue cambiando de manos y formando parte de colecciones privadas y museísticas, a pesar de los acuerdos de restitución establecidos por los Principios de Washington.
Siempre quise ser escritora y Suiza me lo puso en bandeja. Sincronicidad número tres.
Durante el proceso de documentación para la novela viajé a Viena, ciudad natal de Gustav Klimt. El bosque en silencio gira en torno a una obra temprana de este pintor, un óleo del tamaño de una postal titulado Waldinneres (“Dentro del bosque”). Me hospedé en casa de una amiga muy querida que vivía en el distrito 8. De visita en el museo Leopold, en una de las placas informativas de la exposición descubrí que Klimt había tenido un segundo estudio en Viena, en Florianigasse: precisamente la calle en la que vivía mi amiga. A la hora de la cena, le hablé de la coincidencia y casi me atraganté con su respuesta: “Está aquí, en este edificio, en las buhardillas. Están abiertas porque las están renovando. Si quieres, mañana subimos”. Sincronicidad número cuatro.
Podría continuar narrando coincidencias, casualidades y sincronicidades que se dieron durante el proceso de escritura de la novela, pero el espacio que me proporciona Zenda en este making of es limitado, así que terminaré aquí. Quiero mencionar que, a pesar de lo que pueda parecer, El bosque en silencio no es una novela histórica. El pasado solo es el pretexto para desarrollar una trama de suspense que tiene lugar en el presente. Una trama llena de sincronicidades, por supuesto. No podía ser de otra manera.
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Autora: Mónica Subietas. Título: El bosque en silencio. Editorial: Roca. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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