Treinta años después de Felicity, la actriz Keri Russell ha logrado que hablemos del pelo de su personaje. Esta vez no por cortárselo sino por no lavárselo, por mucho que la serie de Netflix que protagoniza y produce, La diplomática, destaque precisamente por lo aseado de sus resultados.
Cualquiera diría que la resolución de su intriga, encontrar a los responsables de un atentado en un portaaviones británico, resultaría traicionada por los superficiales tejemanejes sentimentales, en esta ocasión la crisis de pareja de Kate y su esposo en funciones, Hal Wyler (un excelente Rufus Sewell), así como la inesperada aparición de un tercer actor en escena. Pero ambos aspectos, la crisis internacional y la íntima y personal, se compaginan de manera aguda, humorística y extremadamente ágil, logrando por una vez que el todo sea más que la suma de sus partes. Netflix también sabe hacer las cosas bien.
Efectivamente, y si somos amigos de las fórmulas matemáticas que casi nunca salen bien en ficción pero tanto ayudan al algoritmo, La diplomática mezcla la trascendencia y coherencia intelectual de un Aaron Sorkin pero rebaja sus a veces insoportables pretensiones con dosis de humor negro y no solo diálogos meteóricamente recitados. Sin recurrir al idealismo de postal, su romanticismo existe, solo que escondido en rincones todavía insospechados para el espectador: Hal Wyler es un caradura relegado al segundo plano, extrañamente incapaz de ser completamente infiel a su esposa.
La diplomática, sin embargo, es una serie clamorosamente anclada en el presente, en el que la guerra de Ucrania y la crisis en las relaciones con Rusia juegan un papel fundamental; en el que la integración de una mujer en el gabinete de un presidente momificado puede significar todo en el futuro del país. Que su creadora, Deborah Cahn, haya logrado mezclar con semejante habilidad Anatomía de Grey y El Ala Oeste de la Casa Blanca solo puede deberse a que, efectivamente, Cahn ha trabajado en ambas series.
Antes hablábamos del pelo de Keri Russell, actriz que de nuevo y como siempre vuelve a estar excelente. Su labor en The Americans jamás debería ser olvidada. El equipo de secundarios recita los rápidos diálogos con seguridad y no hay nada en la factura visual de la producción que resulte pobre. Sin abusar de escenarios o puesta en escena, y tiene de ambas cosas, todo está bien equilibrado en la precisa ecuación propuesta por Cahn. Quedamos a la espera de la segunda temporada.
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