Recuerdo muy bien un día de 1993: pudo ser perfectamente primavera. Una amiga, una compañera de COU, Mónica Negro, vino hacia mí y hacia otros compañeros que hablábamos en un descanso de las clases, en mi colegio, en el pasillo que comunicaba las aulas, y me dijo, entusiasmada: “Eduardo, estoy leyendo un libro que mientras lo leo me digo a mí misma: “Este libro le va a encantar a Eduardo.”” Y, efectivamente, cuando lo terminó me lo prestó y lo leí, y me encantó. Mis amigos me conocen mucho mejor de lo que yo creo, quizá mejor que yo mismo.
Pero éste tiene de todo, lo serio y lo jocoso, lo formal y lo informal, es mezcla de varios géneros literarios, tiene algo de ensayo, sobre los temas que trata, los libros, Dumas, los folletines, el diablo, etc.. pero al mismo tiempo es un gran thriller, un libro apasionante que nos atrapa y nos lleva a su desenlace con los ojos pegados a sus páginas. Es un libro para perderse en sus páginas, para abrirlo al azar y leer por cualquier parte, pues cualquier página nos dice algo interesante, un matiz que no conocíamos, que nos había pasado desapercibido. Y así, efectivamente, hasta el infinito.
Alfaguara ha publicado ahora una edición especial de 30 aniversario que es una auténtica belleza. Pretendiéndolo o no, continúa el juego del libro, pues el mismo ejemplar que tenemos en las manos, por cierto numerado (son 9.000 ejemplares numerados, el mío es el 1.932), remeda los tres ejemplares de Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras del interior del libro. Tiene tapa dura y sobrecubierta, en negro, con letras doradas y un pentáculo en la portada. Es un libro grande, hermoso, con menos páginas, porque son más grandes, que la edición original. Lleva un prólogo muy narrativo de Pérez-Reverte, “30 años después”, que recuerda a ese Veinte años después que continuaba las aventuras de Los tres mosqueteros, en el que Boris Balkan cuenta cómo va a tomar algo con los personajes del libro, 30 años después, al bar de Makarova, la amiga de Lucas Corso.
La editorial, sin duda para enriquecer todavía más la nueva edición, ha incluido nuevas ilustraciones, nuevos dibujos que sin embargo tienen un sabor muy antiguo. En fin, este nuevo Club Dumas es el mismo de siempre pero con un nuevo ropaje que lo hace todavía más atractivo, para los que ya conocemos el libro y para los nuevos lectores que sin duda encontrará. Porque los temas de El club Dumas no son de ayer ni de hoy, son de siempre, muy permanentes, y las historias son universales, no se pasan si están bien contadas, y todos sabemos que Pérez-Reverte es un gran contador de historias, un maestro en el arte de contar historias. Las conoce muy bien porque las ha leído mucho, las ha estudiado, como lector y como escritor: se ha divertido mucho con ellas, leyéndolas y escribiéndolas. Y todavía más, las ha protagonizado en su propia vida, como periodista, corresponsal de guerra y viajero.
Hace no mucho tiempo Pérez-Reverte me firmó uno de los ejemplares que tengo de El club Dumas —tengo tres, gozosamente, como una forma incipiente de bibliofilia—, y me escribió las siguientes palabras: “A Eduardo, que es mi amigo, ésta que sigue siendo mi novela favorita. Con un fuerte abrazo. Arturo Pérez-Reverte.” También ha dicho algunas veces que es la novela con la que más disfrutó escribiéndola, y es que yo pienso que uno de los secretos del éxito de nuestro escritor, secreto que no es secreto, es lo bien que se lo pasa escribiendo y cómo es muy capaz de transmitir esa diversión al lector. Es decir, el novelista disfruta mucho, muchísimo, y transmite esa sensación al lector. Sospecho que esto suele suceder cuando se escribe gozando con lo que se está escribiendo, incluso gozando del propio acto de la escritura, y creo que tiene algo que ver con esa otra idea que repetía Francisco Umbral: “Lo que está escrito con facilidad se lee con facilidad”. Ahora diríamos: “Lo que se ha escrito con diversión se lee con diversión.”
Arturo Pérez-Reverte ha aprendido de la alta cultura y de la llamada cultura popular. Ha aprendido mucho de los clásicos y de los modernos, desde los grecolatinos, que le apasionan, a los actuales best-sellers. Por eso tiene la habilidad de juntar todo lo que ese caudal de literatura puede ofrecerle para su propósito, que es contar historias, historias que en un primer momento le diviertan a él como escritor —y yo diría que como lector, pues antes se documenta mucho para escribir sus libros—, y que luego diviertan a sus lectores. Su gran éxito podríamos decir que consiste en que ha logrado los dos objetivos: se ha divertido mucho escribiendo sus textos, y se sigue divirtiendo, y tiene millones de lectores en todo el mundo, que siguen sus libros y sus artículos con gran fruición.
Juan Ramón Jiménez decía que los libros, leídos en ediciones diferentes, resultaban libros diferentes. Ésa es precisamente la sensación que he tenido al leer El club Dumas en esta nueva edición, muy especial, muy trabajada con esmero, que ofrece Alfaguara de uno de sus grandes clásicos, clásico moderno pero clásico. He tenido la sensación de leer un libro distinto, aún leyendo la misma historia y a los mismos personajes. Y yo creo que esta nueva edición me ha ayudado a profundizar en este libro tan complejo que es El club Dumas. Esta novela no se acaba de leer nunca, nos acompaña a través de la vida, va cumpliendo años con nosotros. Ahora son 30, y los celebramos con gran alegría. Pero en el futuro serán más, crecerá con nosotros, sus lectores, y a medida que nosotros vayamos ganando en vida y saber la propia novela lo hará también. Creo que es una de las virtudes de los grandes libros, y para mí El club Dumas lo es. Los grandes libros están vivos. Sus mundos laten, por siempre, como el corazón de sus lectores.
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