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Europa, ¿otoño o primavera?, por Alfonso Guerra - Zenda
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Europa, ¿otoño o primavera?, por Alfonso Guerra

Europa, ¿otoño o primavera? es el nuevo libro de Zenda. Un ensayo en el cual diplomáticos, periodistas, profesores, estudiosos, científicos e historiadores han expresado sus puntos de vista acerca de Europa. A continuación reproducimos el prólogo a esta obra escrito por Alfonso Guerra.

Europa, ¿otoño o primavera? es el nuevo libro de Zenda. Un ensayo en el cual diplomáticos, periodistas, profesores, estudiosos, científicos e historiadores han expresado sus puntos de vista acerca de Europa. 

A continuación reproducimos el prólogo a esta obra escrito por Alfonso Guerra.

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El libro que tiene en sus manos, lector, es la respuesta de un grupo de profesionales, de personalidades a quienes hemos preguntado acerca de la situación actual del proyecto europeo. ¿Atraviesa Europa un otoño declinante que la conduzca a la irrelevancia en el conjunto de las naciones? O, contrariamente, ¿Europa vive una primavera creativa que la fortalece y le asegura un puesto clave en el nuevo reparto geopolítico del mundo?

Hemos acudido a personas cuya obra, permanente o efímera, ha mostrado que poseen un criterio propio, con relación a los problemas tradicionales y nuevos en la construcción europea. Políticos, gestores de Europa, en activo y del pasado, diplomáticos, periodistas, profesores, estudiosos, científicos e historiadores han expresado sus puntos de vista acerca del crepúsculo o amanecer del momento de Europa.

Hay pocas dudas sobre el hecho de que los últimos años han sido de prueba para Europa; las adversidades que han aparecido casi simultáneamente hicieron pensar a muchos que Europa dormía un sueño anestesiador del que no lograría despertar. No ha sido así.

La arriesgada decisión de la ampliación a 27 fue una realidad difícil de digerir. Demasiados países en horribles condiciones económicas e institucionales. Sin embargo, una suerte de instinto de supervivencia hizo que todos los países se esforzaran en asumir su cuota de dificultad, y la ampliación salió adelante.

"Por fin Europa se ha encontrado con una guerra en su territorio, una invasión que ha desnudado al totalitarismo imperante en Rusia"

La crisis económica que estalló en 2008 puso a la Unión ante un desafío del que no supo salir bien. La opción de austeridad en el gasto en los momentos en que más duramente se planteaban necesidades vitales para amplios sectores de la sociedad colocó al proyecto europeo en una línea de derrota. No fue así, y aunque aún hay muchos que están pagando las consecuencias, la crisis no se solucionó pero se la rodeó con alguna fortuna.

En el año 2016 el Reino Unido dio un aldabonazo contra Europa convocando un referéndum para la retirada del país de las instituciones europeas. Fueron muchos los que creyeron que la decisión de abandonar la UE tendría seguidores, que otros países se plantearían transitar el mismo camino. Lejos de producirse tal fenómeno, que hubiese debilitado gravemente el proyecto de unidad europea, el Brexit ha jugado como una especie de vacuna; no sólo no ha cundido el ejemplo británico, sino que se suman otros para intentar el ingreso en la Unión, dando muestras de una fortaleza inesperada.

Europa, como el mundo todo, ha sido azotada por una plaga moderna, la del covid-19, con millones de muertes, y ha colocado a las autoridades sanitarias ante un reto desconocido y que ha tenido un desenlace de colaboración de países y laboratorios inédita en la historia, logrando una vacuna “salvadora” en tiempo récord.

Por fin Europa se ha encontrado con una guerra en su territorio, una invasión que ha desnudado al totalitarismo imperante en Rusia; si Europa fue condescendiente con la usurpación de Crimea, y tras haber comprendido que la política de apaciguamiento no da resultado con los tiranos, ha decidido plantar cara a la fiebre expansionista de los déspotas rusos que han intentado dividir a la Unión Europea. Ésta, sin embargo, se ha mantenido unida, arrostrando el riesgo de un invierno sin calefacción por la dependencia del combustible ruso. De manera sorprendente Europa ha logrado orillar las consecuencias de la guerra y su correlato energético sin que se hayan presentado deserciones de la decisión común y unitaria.

Los autores del libro contestan a la pregunta Europa ¿otoño o primavera?, poniendo énfasis en los aspectos que más les importan a cada uno, aunque existe un común denominador en los diferentes pronunciamientos.

Josep Borrell, Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, expone con autoridad y de forma muy sincera las razones que han llevado a la Unión a suministrar armas a un país tercero como Ucrania, en defensa de la seguridad europea y no sólo de Europa. “La Unión Europea también debe plantearse cómo la guerra contra Ucrania ha impactado también al resto del mundo”. Al atacar a uno de los principales exportadores de cereales y fertilizantes, destruir sus silos y bloquear sus puertos, Rusia provocó una fuerte subida de los precios de los alimentos que ha puesto en peligro la vida de millones de personas en todo el mundo, especialmente en África y Oriente.

Miguel Ángel Aguilar desarrolla su ensayo en base a la “idea de destino compartido”, por lo que se necesitan unos medios informativos “que merezcan llamarse europeos”, que no centren su interés informativo en lo que afecte al país del medio concreto.

"Juan Luis Arsuaga lanza una mirada al pasado de Europa, al momento de la creación de la ciencia, en Europa en el siglo XVII"

Una contundente reivindicación del conocimiento humanístico compartido hace César Antonio Molina. “Uno de los grandes problemas de Europa es el desconocimiento de su propia historia desde la antigüedad. Todavía no hay un libro de geografía ni de historia de Europa que se enseñe en todas las escuelas de nuestro continente”.

En el texto escrito por José Ignacio Torreblanca se sostiene que “el proyecto europeo es un proyecto útil tanto desde el punto de vista de las respuestas prácticas a situaciones concretas como valioso desde el punto de vista de los valores que sostiene”. Piensa el autor que se sentarán las bases para la paz y la seguridad en el continente en el siglo XXI “de tal manera que alcance a todos los europeos, incluyendo, ojalá en un futuro no muy lejano, a los propios rusos”.

Juan Luis Arsuaga lanza una mirada al pasado de Europa, al momento de la creación de la ciencia, en Europa en el siglo XVII. Ligando con la realidad actual, Arsuaga afirma que “la vacuna ha salvado a la humanidad” gracias a que Europa ha dado un gran regalo a la humanidad: la ciencia.

Mercedes Monmany centra su visión en las fronteras hoy desaparecidas de Europa, resucitando “un imaginario literario en el que las historias de frontera han protagonizado gran número de leyendas, aventuras, apasionantes novelas y dramas desgarradores que durante un tiempo pueblan con intensidad la memoria e imaginación de la gente que habita a un lado u otro de los márgenes”. Una realidad que se actualiza con los millones de ucranianos que hoy viven en las fronteras.

El historiador Enrique Moradiellos considera que la creación de la Unión Europea ha representado un gran avance en los tres objetivos que justifican su construcción: la paz, el respeto de los derechos humanos y la promoción de la prosperidad compartida. Pero no son pequeños los problemas a que se enfrenta Europa, que debe acomodarse a un mundo globalizado “que cada vez es menos eurocéntrico e incluso menos euroatlántico (o lo que es igual: menos occidental). Mediante un recorrido por la historia nos lleva Moradiellos a la constatación de la realidad geopolítica del momento actual que exige el abandono de nacionalismos caducos, única vía de supervivencia de Europa con garantía de mantener sus valores de paz, derechos y prosperidad.

Con un repaso histórico que muestra el papel de la ciencia en Europa y de la gran conquista del siglo XX, el estado del bienestar (y la batalla por destruirlo a partir de los años 80) José Manuel Sánchez Ron concluye que “lo que no debería haber cambiado es que Europa defienda los mejores valores de la Ilustración. Honraría así a lo mejor de su historia”.

La descripción de los valores de la Unión Europea da pie al excomisario europeo Miguel Arias Cañete para apoyar la resolución del Parlamento europeo de junio de 2022 que supondrá reformas de los Tratados para que se permita a la Unión actuar con mayor celeridad y eficacia ante las crisis que puedan venir.

"La historiadora Araceli Mangas sostiene que, ante las adversidades sufridas por Europa en los últimos años, ésta ha sabido responder con una lección de unidad"

Cristina Manzano deposita su confianza en la vitalidad que pueda demostrar la Comunidad Política Europea que “aspira a establecer un espacio político más allá de la Unión Europea y que agrupe a 43 países”.

Al paso de movimientos musicales, (sonata, adagio, rondó), Ignacio Camacho nos proporciona las claves que ve en el desarrollo de Europa. “Los retos concluyentes del nuevo orden geoestratégico mundial han sorprendido a Europa en una situación de vulnerabilidad agravada por deficiencia en el liderazgo”.

Victoria Prego señala que “la visión optimista de la Europa que hemos conocido y disfrutado” contrasta con el peligro de implosionar “acechada por los problemas sin resolver que pueden acabar devorándola”, los problemas de la carencia de Ejército propio, de una regulación de la inmigración, de la dependencia energética, etc.

La historiadora Araceli Mangas sostiene que, ante las adversidades sufridas por Europa en los últimos años, ésta ha sabido responder con una lección de unidad (Brexit), una lección de solidaridad (pandemia y vacunas) y un liderazgo global (ante la agresión rusa a Ucrania). Para la autora del ensayo, la Unión Europea “ha vivido en un mundo paralelo, pensando que sólo tenía amigos y que todo se solucionaba sin la fuerza militar”. La agresión a Ucrania la ha hecho despertar a los conflictos (China, Rusia, EEUU con un Trump). Afirma Araceli Mangas que la integración europea estuvo motivada por la idea de no volver al pasado de guerras entre nosotros, porque nuestro enemigo éramos nosotros mismos. Ahora el riesgo viene de otros, de foráneos. Europa está ante el desafío de “construir en el corto plazo una defensa común y preparar la paz para el continente con todos”.

Aconsejando releer el discurso de Schumann de mayo de 1947, Juan Claudio de Ramón nos sitúa ante un hecho no suficientemente reconocido ni comprendido: la Unión Europea reposa sobre un equilibrio de dos conciencias entrelazadas, “el supranacionalismo generador de un acervo cada vez más abultado y el intergubernalismo, garantía de que los intereses de los Estados se tienen en cuenta en la producción del ordenamiento jurídico”.

Europa es una idea, una realidad, un sueño, un presente, ¿un futuro? Si miramos hacia el pasado Europa es un ejemplo de civilización con etapas de barbarie. Si la creación literaria es modelo de nobleza de espíritu y cultura, no es cosa menor que cuando se quiere compendiar todo lo escrito en la historia occidental se apele al quinteto excepcional en el que cabe toda la literatura: Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare y Joyce, europeos todos. Si añadimos, además, a Erasmo, Montaigne, Voltaire, Goethe y Proust, completaríamos una decena de pensadores y creadores, de Europa todos, que nos hacen sentirnos orgullosos de pertenecer a una cultura civilizatoria excelente. No sería una visión real de Europa sin contraponer otros muchos momentos de enfrentamientos e intolerancia, porque cuando una sociedad ignora el ennoblecimiento del espíritu, cuando una sociedad no cultiva las grandes ideas humanas, acaba en la violencia y la autodestrucción (Rob Riemen).

Europa es —en terminología de George Steiner— un lieu de la memoire, un lugar de la memoria, pero ha de ser también un lieu de l’avenir, un lugar para el futuro. Europa debe superar los odios étnicos, los nacionalismos, la violencia (hoy Europa padece la sinrazón culpable en Ucrania) para ser una oportunidad a la esperanza, a lo que se inició después de 1945 y que a tropiezos ha ido construyendo la unidad del continente.

"La crisis financiera que estalló en Estados Unidos en 2007-2008 ha puesto al desnudo los problemas de Europa"

No había transcurrido mucho tiempo tras el final de la Segunda Guerra Mundial cuando Robert Schuman anunciaba, el nueve de mayo de 1950, la creación de una Comunidad Europea (del Carbón y el Acero) entre Francia y Alemania, los eternos enemigos cuyos enfrentamientos habían provocado casi cien millones de muertos entre 1914 y 1945.

Se trataba de un cambio profundo y trascendental, se pasaba del lenguaje de los cañones al diálogo de precios y cantidades de producción y comercio. Pero, aunque estaban transformando el mundo europeo no pudieron soñar que cincuenta años más tarde los europeos construirían una Unión de 27 países y con la expectativa de la adhesión de algunos más.

Entre las dos fechas, un largo proceso, con la creación de la CECA, la Comunidad Económica Europea y la Unión Europea, la construcción de un Parlamento Europeo, el establecimiento de una moneda común, la eliminación de fronteras, la aparición del más amplio mercado del mundo, el espacio de libertad, justicia y protección social más seguro del planeta.

Hasta que llegó la crisis. La crisis financiera que estalló en Estados Unidos en 2007-2008 ha puesto al desnudo los problemas de Europa. Cuando casi dos años más tarde los jefes de los Gobiernos europeos exigían a los países una política económica de reducción de gastos afectando a las prestaciones sociales básicas estaban situando al proyecto europeo en una zona de riesgo muy lábil. La noche del 8 al 9 de mayo de 2010, los dirigentes europeos pusieron en peligro el proyecto europeo. Una política de austeridad que paraliza la actividad económica sólo podía tener el rechazo de la sociedad. Los ciudadanos no pueden entender para qué sirven las instituciones europeas si las decisiones de la UE provocan el empobrecimiento de amplios sectores de la población. Bruselas aparecía cada día más lejana, los procedimientos más burocratizados.

Los responsables políticos, guiados por la mano de los expertos económicos, han propiciado este fiasco. No se entendió que pretendieran castigar a las víctimas de la crisis.

El sueño del Estado social y de derecho se ha transformado, primero en un Estado económico y después en un Estado financiero, en el que gobiernos y parlamentos no cumplen con sus atribuciones de organización de la sociedad, sino que legitiman las decisiones previamente adoptadas por los grandes grupos financieros.

Pretenden, y parece que lo están consiguiendo, un Estado ejecutivo, un Estado de gestión, en el que las decisiones las toman los técnicos, los expertos, en un régimen postdemocrático.

¿Existen alternativas a esta situación? Los dirigentes políticos afirman en muchos casos que no, que ningún gobierno puede eludir el cumplimiento de las exigencias de la Unión Europea. Pero existe otro punto de vista, un enfoque diferente de las opciones políticas y económicas. Claro que representan una verdadera revolución en el método y en las relaciones entre países. Pero si los gobiernos tuviesen voluntad política, muchas cosas cambiarían.

Hoy parece claro que ha fracasado, en la opinión de las poblaciones y en los resultados económicos, el sueño neoliberal de imponer unos criterios de estabilidad que obliguen a los presupuestos de los Estados. Aquellos gobiernos que los siguen son rechazados por la sociedad, y los que no se pliegan a las exigencias son castigados por los mercados.

"La prevalencia de los recortes, austeridad frente a crecimiento, debe preocuparnos por el funcionamiento de nuestra economía, pero sobre todo por los costes sociales"

La prevalencia de los recortes, austeridad frente a crecimiento, debe preocuparnos por el funcionamiento de nuestra economía, pero sobre todo por los costes sociales de esta opción que deberán pagar los sectores más vulnerables de la población. No lo pagarán con monedas, lo harán con una divisa más injusta, la calidad de su existencia cotidiana.

Como sostiene Jürgen Habermas: «Por primera vez en la historia de la Unión Europea vivimos un retroceso de la democracia». Y es que algunos agentes financieros de Estados Unidos y Europa a los que se suman las agencias de calificación han tomado como rehenes a los responsables políticos europeos.

Europa no será una zona de estabilidad hasta que los europeos no tengan el valor y la fuerza para ejercer una regulación interventora de los mercados financieros. Porque la economía global significa el declive programado de los viejos Estados liquidados por la extraterritorialidad de los flujos financieros. La solución de la crisis pasa inexorablemente por la regulación de los mercados financieros, hoy omnipresentes. Por ello el lema fundamental es: restaurar el Estado, contrarrestar las finanzas.

La libertad de actuación de los mercados es un principio básico del sistema capitalista que ha sido respetado siempre por los gobiernos. El problema se plantea cuando la acumulación de activos financieros es de tal magnitud que les da a los mercados la capacidad de limitar las libertades públicas. Es entonces cuando se plantea el debate de si pueden caminar separadamente la economía y la política, si no es aceptable, incluso obligado, la intervención de los responsables políticos en la actividad económicofinanciera.

Para los gobiernos y para la tecnocracia de Bruselas los retos están ligados a las instituciones: el euro, el déficit, la deuda, la estabilidad económica, mediante reformas que están provocando el malestar de los europeos.

Para los europeos los retos a los que se enfrenta Europa son el bienestar de las personas y el sistema democrático. El desafío es combatir la pobreza de 116 millones de europeos (el 24% de la población), es dar una oportunidad laboral a los 13 millones de parados que hay en Europa, acabar con un desempleo entre los jóvenes que supera en algunos países el 30%.

A fin de cuentas, todo es un convencionalismo, ¿Cuánto dolor se hubiese evitado a las familias más vulnerables si el establecimiento de un déficit máximo hubiese sido del 5% en lugar del 3%? La pandemia les ha llevado a suavizar las reglas.

"Vivimos una crisis comparable a la de los años treinta que tuvo su solución a través de la revolución keynesiana y el new deal"

Los gobiernos, bajo la inspiración o la complicidad con los grandes grupos económicos financieros, han tomado la crisis como una oportunidad para transformar el Estado social y de derecho en un Estado de mínimos, con una concepción de Estado de beneficencia. ¿Son conscientes de los movimientos sociales de rebeldía que pueden estar forjando en la sociedad? Las estructuras políticas que estabilizan el sistema de representación democrática pueden estar hoy en peligro. Las personas responsables, que conservan el sentido común, saben que lo que está en juego no es sólo el saneamiento de las entidades bancarias. La creciente distancia entre los ciudadanos europeos y las instituciones europeas que deberían representar sus intereses alcanza hoy una dimensión muy preocupante.

Vivimos una crisis comparable a la de los años treinta que tuvo su solución a través de la revolución keynesiana y el new deal, superando, siquiera parcialmente, las contradicciones entre capital y trabajo. ¿En qué se diferencia esta crisis? En que en la de los treinta el problema se resolvió a escala nacional, y en ésta se necesita una solución global. De ello se infiere la importancia de llevar adelante un proyecto europeo que asegure el bienestar y respete y haga crecer la democracia. Si no hay una pronta rectificación, el sueño de una Europa fuerte, de altos niveles de empleo y bienestar, apoyada en una democracia activa, desaparecerá.

Esta situación tiene solución. Una buena noticia: la historia demuestra que se puede salir de la depresión colectiva en sólo unos meses.

En 1933, cuando Roosevelt llega al poder, los Estados Unidos viven un absoluto desorden económico y social: 14 millones de parados, y una producción industrial que ha descendido un 45% en tres años. América toca fondo. Roosevelt sucede a Hoover, conocido como Mr. Do Nothing. ¿Se podría aplicar hoy a los dirigentes europeos?

Roosevelt actuó inmediatamente y con una determinación que generó una gran confianza. La actividad legislativa fue extraordinaria. En sólo tres meses se adoptaron más reformas que en los cuatros años de Hoover. Y todo no para tranquilizar los mercados, sino para domar los mercados. Las protestas fueron muy acuciantes por parte de los accionistas de bancos, por los más adinerados, contra el impuesto de rentas altas, contra la creación de un impuesto sobre el beneficio. Pero Roosevelt aguantó. Las catástrofes anunciadas por los financieros no se produjeron. Roosevelt puso en marcha muchas reformas radicales en tres meses.

En Europa hoy atravesamos un período de emergencia social. Los dirigentes tienen que elegir entre:

— Esperar a que llegue el crecimiento económico, mientras ellos se contentan con una gestión saneada de las finanzas públicas y algunas pequeñas medidas para limitar el riesgo de una explosión social, o

— Reaccionar como Roosevelt y adoptar unas reformas que eviten el hundimiento, el colapso global, y construir las bases de una nueva sociedad.

La gravedad de la crisis no permite dilación. La emergencia social exige dirigentes dispuestos a cambiar algunas de las reglas del juego del capitalismo que funcionaron cuando éste era industrial y ha pasado a ser un lastre en la actual etapa de capitalismo financiero.

"La justicia social no es un lujo al que hay que renunciar a causa de la crisis. Al contrario, reconstruir la justicia social es hoy la prioridad"

En democracia nunca se puso en causa la libertad de los mercados. Ahora han acumulado tal poder de decisión que amenazan la democracia, y ésta tiene que reaccionar para mantener los derechos conquistados por los ciudadanos durante todo el siglo XX.

Si las decisiones políticas (la desregulación de la economía) nos ha llevado a la crisis, otras decisiones políticas pueden sacarnos de ella.

La justicia social no es un lujo al que hay que renunciar a causa de la crisis. Al contrario, reconstruir la justicia social es hoy la prioridad, el único medio de salir de nuestra dependencia de la deuda. No es una crisis del Estado de Bienestar, es una crisis del capitalismo desregulado. Se plantean tres tareas para aquellos que crean en un proyecto europeo:

— La adopción de medidas urgentes para proteger la economía real y a los ciudadanos del tsunami que han provocado los mercados financieros.

— La lucha radical contra el desempleo y la precariedad.

— La construcción de una Europa nueva, democrática y social que tenga peso en el mundo.

Y ¿cómo cumplir con estas tareas? ¿Cómo solucionar el problema que crean los recortes a causa del déficit y la deuda? ¿Es normal que los Estados hayan pagado seiscientas veces más que los bancos privados en los intereses de la deuda?

Durante la crisis se inyectaron centenares de miles de millones de euros a los bancos privados al 1% de interés (en Estados Unidos al 0,01%), mientras los Estados estaban asfixiados por una deuda que debían pagar al 6, 7 u 11%.

Se debe acabar con el dumping fiscal, creando un impuesto europeo sobre los dividendos.

¿Por qué en Europa son tan bajos los impuestos a las empresas? Porque tras la adhesión de Irlanda y Gran Bretaña todos los Estados europeos establecieron una oferta fiscal a la baja para atraer a las empresas. El resultado es que el nivel medio de impuestos en Europa ha bajado un tercio en los últimos veinte años, una de las causas importantes del endeudamiento público. Ningún Estado europeo podría elevar los impuestos sobre los beneficios 15 puntos, porque las empresas migrarían al Estado vecino, pero ¿por qué no se puede actuar a nivel europeo, creando un impuesto europeo sobre los beneficios para todos los países de la Unión?

Es el mismo argumento para las SICAV, que prácticamente no pagan impuestos, porque si un Estado les sube la tasa los inversores huirán a los Estados vecinos. Creemos un impuesto europeo sobre las SICAV y se acabó el dumping, y aumentará ostensiblemente la recaudación, lo que haría innecesario los recortes y se activaría la economía.

Se necesita plantear una verdadera revolución fiscal. Atreverse a hacer algo verdaderamente nuevo que impida el sabotaje fiscal. Es preciso enfocar la solución de nuestros problemas con una mentalidad abierta, no prisionera de la rutina. No es mejorando la vela como Thomas Edison inventó la bombilla eléctrica. Hay que luchar radicalmente contra los paraísos fiscales. En lugar de imponer a los pueblos planes de austeridad que agravan la crisis, las autoridades europeas y nacionales deben declarar la guerra a los paraísos fiscales. ¿Cómo? sancionando a las empresas que tengan filiales en los paraísos fiscales y a las entidades financieras que actúan en ellos.

Se precisa asegurar los puestos de trabajo, luchar contra los despidos. Si una empresa ve que baja un 20% sus cifras de negocios, pretende despedir al 20% de los empleados. ¿No es mejor reducir un 20% el tiempo de trabajo y mantener todos los puestos? El salario baja, pero el Estado puede suplementar los ingresos. Es mucho menos caro que financiar a los parados teniendo en cuenta los costes inducidos y las pérdidas de ingresos fiscales y sociales.

Se debe asegurar a los parados. Para evitar que la precariedad, la pobreza y la marginación sea el camino habitual de los trabajadores en paro se debe prolongar el subsidio de desempleo.

"Conviene impulsar la economía social. Son todavía muy escasas las experiencias de cooperativas y empresas de economía social"

Es necesario impedir que los bancos puedan especular con nuestro dinero. Por ello es preciso separar los bancos de depósito de los bancos de negocio. ¿Por qué los bancos de negocios tienen que tener la red de que, en última instancia, se sanearán con el dinero de los contribuyentes? Cuando el negocio va bien, reparto de dividendos entre los accionistas; cuando va mal, que paguen los ciudadanos bajo la máscara de saneamiento financiero. Los bancos juegan al lanzamiento de la moneda. Si sale cara yo gano, si sale cruz tú pierdes. Si las actividades estuviesen separadas, los bancos de negocios no se meterían en irresponsables operaciones de riesgos y no pagarían las obscenas cantidades que pagan a sus dirigentes. Se debe crear una tasa sobre las transacciones financieras, que alcance una verdadera repercusión que proporcionaría buenos réditos a los Estados asfixiados por la crisis.

Conviene impulsar la economía social. Son todavía muy escasas las experiencias de cooperativas y empresas de economía social. Aun en la crisis están creando puestos de trabajo y repartiendo justamente los beneficios. Se precisa un nuevo reparto del tiempo de trabajo, lo que supondría un nuevo reparto de los ingresos económicos.

Hoy es difícil encontrar un empleo estable antes de los 30 años. A los 55 ya se consideran innecesarios y se les sustituye por trabajadores más jóvenes con menor salario. Al mismo tiempo se les pide más larga cotización para acceder al derecho a una pensión. Una espiral absurda.

Estamos ante una revolución en el trabajo que habrá que emprender sin prejuicios. Los expertos opinan que sólo con el establecimiento de las 32 horas, en cuatro días de trabajo, se podrá lograr que los empresarios creen empleos. Este es un camino que se recorrerá inexorablemente y que permitirá, como dice Edgar Morin, reconstruir una vida familiar, una vida privada, hoy demasiado compleja.

Hay que abrir este debate sin prejuicios, sin miedos y sin demora.

Un desafío importante y difícil es cómo dar respuesta al número incesante de refugiados e inmigrantes que están dispuestos a arriesgar sus vidas y las de los suyos, incluidos los niños, para lograr alcanzar el suelo europeo como forma de evitar la muerte o la persecución en el caso de los refugiados; para encontrar un sustento que les asegure la supervivencia que no vislumbran en sus países de origen, especialmente los países africanos, en el caso de los inmigrantes.

Europa ha representado durante la época contemporánea el refugio de los perseguidos políticamente. No puede ahora suspender la acogida humanitaria de los que huyen de la muerte y la tortura.

"En Europa no se tiene conciencia de la gravedad que presenta la evolución demográfica del continente"

La llegada masiva de refugiados exige unas políticas claras en tres fases o momentos. A su llegada hay que proporcionarles un hogar y alimentación, justo lo contrario que se ha permitido en los últimos años: abandonar a familias enteras con niños y ancianos entre dos alambradas bajo el frío, la lluvia y la nieve, favoreciendo así la enfermedad y la muerte de los que no han cometido hecho doloso alguno.

La segunda fase es la integración, facilitarles que puedan desempeñar alguna actividad laboral, insertando a los niños en las escuelas y poniendo a disposición de todos los cuidados sanitarios.

La última fase es la de favorecer la vuelta a los países de origen cuando cese la causa que les empujó al exilio, las guerras y persecuciones, pues los exilios masivos responden a un patrón de deseo de volver a su tierra y entorno.

Hasta aquí las razones humanitarias que obligan a los países y a sus actividades a atender las necesidades de los desplazados. Pero hay aún otra razón de peso para los reticentes a admitir a los que llegan a un país. Es que los países desarrollados necesitan el aporte de personas de otros lugares para mantener la actividad económica y para dar garantía de mantenimiento de las prestaciones a los nativos de los países de acogida. Es el problema demográfico que Europa tiene ante sí y al que casi nadie quiere atender. En cambio, es importante y urgente, pues el rechazo a los refugiados está propiciando la xenofobia y un caldo de cultivo para la extrema derecha y los populismos, dos formas que arruinan a los países y amenazan la libertad y la democracia.

En Europa no se tiene conciencia de la gravedad que presenta la evolución demográfica del continente. El bajo índice de natalidad y el incremento de esperanza de vida está conformando una Europa en decrecimiento de población y en envejecimiento alarmante. Estas dos variables harán de Europa una región con presencia menguante en el mundo, además de crear unos problemas de difícil solución.

"El único recurso que puede mantener una estabilidad económica en cuanto a la demografía se refiere es aceptar el proceso inmigratorio no como un problema sino como una solución"

El más visible afecta al sostenimiento del sistema de pensiones. Para el caso español tómese en cuenta las circunstancias que rodeaban a la creación del sistema, retiro obrero se llamó, en 1919. Se estableció como edad de jubilación los 65 años cuando la esperanza de vida era de 42 años Hoy que la esperanza de vida es de 80 años para los hombres y 85 para las mujeres el panorama se hace mucho más complejo. Además, el envejecimiento de la población supone un mayor gasto sanitario.

Los gobiernos reaccionan poniendo obstáculos a las obligaciones financieras del futuro, reformas que suponen disminución de las pensiones, exigencias de un tiempo más largo para ser beneficiario de la pensión, etc., pero esto genera otro problema: la disminución de la capacidad de gasto, la reducción del consumo, que afectará negativamente a la actividad económica.

El único recurso que puede mantener una estabilidad económica en cuanto a la demografía se refiere es aceptar el proceso inmigratorio no como un problema sino como una solución. Pero la dificultad está en que los gobiernos están presionados por la propaganda populista xenófoba que amenaza con hacerles perder el poder. Es esencial una buena política pedagógica para llevar a toda la población al conocimiento de la realidad de la cuestión y la necesidad de que gobiernos, empresas y sociedad se orienten en la dirección correcta.

En éste, como en otros asuntos, la ausencia de una respuesta socialdemócrata a la crisis ha despejado el camino para las políticas neoliberales y para el resurgir de fenómenos populistas con etiquetas a derecha y a izquierda, todos ellos contribuyendo al deterioro de la población europea en las clases media y trabajadora.

Los socialdemócratas, artífices, con los democratacristianos, del Estado de Bienestar, se han olvidado de cómo defenderlo. Están a la defensiva, en muchas ocasiones tratan de excusarse por su aceptación de políticas liberales, pero el Estado de Bienestar no ha perdido popularidad. ¿Quién votaría hoy contra la sanidad pública, contra la educación gratuita o el sistema de pensiones?

Lo fundamental del proceso de la política socialdemócrata consistió en reconocer el papel que en la sociedad tienen los no triunfadores, los perdedores, el ciudadano común al que dirigió el conjunto de las políticas sociales. Hoy parece que se les ha dado la espalda. Es prioritario el crecimiento económico sobre la provisión de las necesidades de los hombres.

"¿Cómo hemos podido llegar a la situación de desafección fiscal, a la opción egoísta de sobrevalorar lo privado y despreciar lo público?"

Se ejecutan políticas de recortes que producen dolor en los más débiles y se argumentan con razonamientos falsamente éticos, proclaman el orgullo de haber sido capaces de adoptar decisiones difíciles, no les tiembla la mano, dicen, para tomar medidas necesarias, aunque perjudiquen a los más débiles, se opta antes por la eficacia que por la compasión.

¿Cómo podemos lograr enmendar que toda una generación incline sus objetivos hacia la búsqueda de riqueza y muestre escasa sensibilidad al dolor de los demás? ¿Cómo convencerlos de que no siempre fue así, que no siempre la razón económica dominaba sobre la razón moral, que lo útil no era sólo lo que resultara rentable económicamente?

Alguno dirá que no es cierto el principio de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Y acertará, pero sólo hay algo más grave que idealizar el pasado: olvidarlo.

Es que hubo una época en la que impuestos altos no era considerado una apropiación indebida. Casi todos creían que un gasto público alto, administrado por las autoridades con libertad suficiente para regular la vida económica, era una buena política. El Estado intervenía en la vida económica conviviendo con el mercado sin que nadie se sintiera avasallado por ello.

¿Cómo hemos podido llegar a la situación de desafección fiscal, a la opción egoísta de sobrevalorar lo privado y despreciar lo público? Mucho tienen que ver las renuncias día a día de la defensa de las políticas socialdemócratas por algunos de los propios dirigentes europeos.

Y por último, pero no lo menos importante, Europa necesita una revolución en su estructura institucional. La ampliación a 27 ha tenido como efecto la paralización de las reformas económicas y sociales. En la mesa de decisión se sientan Jefes de Estado y de Gobierno de 27 países que se ven obligados en largas sesiones nocturnas a aceptar por unanimidad acuerdos aguados para evitar los enfados de unos y otros. Finalmente serán los técnicos los que van dando forma a la construcción europea, sin un control democrático de los ciudadanos. Hay un interrogante que evidencia esta falta de democracia: ¿quién tiene más poder, la presidenta del Banco Central Europeo, sra. Lagarde, o los 751 parlamentarios europeos? La respuesta es evidente: Lagarde. Un empleado, en definitiva, manda más que el Parlamento Europeo. Así no se puede seguir.

"Si Europa quiere construir una verdadera unidad política, y es claro que lo necesita, tiene que hacer una transición a un verdadero sistema parlamentario"

El rechazo a la propia existencia de la Unión Europea está protagonizado por dos corrientes del populismo: el conservador, que cree que el Reino Unido se ha “liberado” por fin del yugo de las “élites plutocráticas” de Bruselas, y el populismo con etiqueta de izquierda que condena a la Unión como la Europa de los mercaderes, sin interesarse por la necesidad de un proyecto común para el continente.

Si la fiebre de desconexión no es detenida por políticos decentes dispuestos a arriesgar para frenar los populismos estériles, Europa quedará en el futuro condenada a convertirse en una residencia de tercera edad y en un gran museo para beneficio de los ciudadanos de los países ricos.

Si Europa quiere construir una verdadera unidad política, y es claro que lo necesita, tiene que hacer una transición a un verdadero sistema parlamentario, del que surja un gobierno europeo democrático. Extraigamos las enseñanzas evidentes del proceso del Brexit, un referéndum engañoso, tramposo del que hay más arrepentidos que satisfechos.

Europa ha cambiado la trayectoria histórica de siglos. De los enfrentamientos bélicos, con muerte, destrucción y odios, se ha pasado a las discusiones sobre intereses mercantiles. Es, sin duda, un cambio importante, pero no es suficiente. Europa no ha conseguido darse forma, con lo que ha perdido el alma. Europa necesita que los hombres y mujeres que pueblan el territorio europeo reconozcan un alma, un objetivo común, una decisión cotidiana de compartir una historia futura y mejorable.

Fue Jean Monet quien advirtió que Europa sólo avanza mediante ideas simples que puedan ser comprendidas hasta por un niño. Los europeos quieren la democracia, apoyan el bienestar, desean un verdadero tratado social. Dirijamos los pasos de Europa hacia la unidad política, la justicia social y la democracia de funcionamiento.

Corresponde a los ciudadanos decidir en qué sociedad quieren vivir. Hay que reaccionar antes de que sea demasiado tarde.

"La Europa de hoy es un proyecto que esquiva la historia pasada en la que las guerras y los enfrentamientos era la moneda común"

Las nuevas generaciones posiblemente se lamentan de que ellos no tienen ante sí la tarea titánica de reconstruir un continente tras una guerra, sin comprender tal vez que ellos están destinados a preservar el lugar, casi único en el mundo, donde se respetan las libertades, donde la protección social alcanza mejor nivel, donde los jóvenes acuden a recibir educación universitaria en mayor número. Lejos de defender esta situación de Europa, somos más propensos a la crítica permanente. No es que falten motivos, pero debemos ser conscientes de que, aun con todo, la Europa de hoy es un proyecto que esquiva la historia pasada en la que las guerras y los enfrentamientos era la moneda común. No es sensato dar la paz por descontado, es preciso emplearse en mantener la paz europea y su correlato de un continente en libertad y progreso social, una tarea digna de una generación destinada a cambiar el mundo. Y lo habrá de hacer colocando por encima de todas las decisiones una concepción nueva e imperiosa, la preservación del medio en el que vive la humanidad, una mentalidad que reflexione ecológicamente antes de adoptar cada decisión.

Tras el duro otoño Europa pasará un tormentoso invierno que habría de desembocar en una acogedora primavera.
En manos de los europeos está.

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VV.AA. Título: Europa, ¿otoño o primavera?

Editorial: Zenda. Descarga: AmazonFnac y Kobo.

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Alfonso Guerra

Alfonso Guerra (Sevilla, 1940) fue vicepresidente del Gobierno de Felipe González entre 1982 y 1991. En 1997 asumió la presidencia de la Fundación Pablo Iglesias, vinculada al Partido Socialista Obrero Español, y permaneció en el puesto hasta 2017. Tras su retirada del Gobierno, publicó dos ensayos de teoría política titulados La democracia herida (Espasa, 1997) y Diccionario de la Izquierda (Planeta, 1998). En 2019 regresó al ensayo de la mano de La España en la que creo (La Esfera de los Libros). Sus memorias han sido publicadas en tres volúmenes, los dos primeros en Espasa y el tercero en Planeta.

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