Foto: Julieta Bugacoff.
Javier Galarza fue un poeta y ensayista nacido en 1968 en Buenos Aires. Dio cursos en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. Publicó los libros El silencio continente (2008), Reversión (2010, Tropofonia, Belo Horizonte), refracción (añosluz, 2012), Cuerpos textualizados (Letra Viva, 2014, en coautoría con Natalia Litvinova), Lo atenuado (audisea, 2014), Chanson Babel (Buenos Aires Poetry, 2017), el ensayo La noche sagrada (audisea, 2017), Für Alina (Ediciones en Danza, 2018), el ensayo La perfecta desnudez (Letra Viva, 2018, en coautoría con Leonardo Leibson y María Magdalena) y participó con sus notas en la edición de H.D –Qué son las islas, Llantén, 2018, (traducciones de Tom Maver). En narrativa editó Diez cuentos góticos por La Docta Ignorancia, en 2019. En 2022 la editorial Llantén editó sus ensayos La Religión Hölderlin. Murió el 22 de julio de 2022.
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EFECTO INVERNADERO
Con el cambio climático,
las especies migratorias
se ven afectadas,
porque los indicadores varían
y confunden los períodos
en los que deben partir,
‘así estás vos’, me dice N., ‘como los pájaros
cuando se derriten los polos’,
porque sufrí una caída mientras
intentaba subir por un callejón
y mi cuerpo quedó dislocado,
listo para no dejar de caer.
Es cierto, pierdo mi brújula,
dejo de hibernar en forma prematura
o doy frutos fuera de estación,
esto lo debí cantar en primavera,
pierdo mi norte,
las cosas caen por su propio peso,
del verbo ‘cadere’ (caer o suceder),
similar al verbo ‘caedere’ (matar
o hacer morir)
la caída en el Génesis
es lo que nos priva de un lugar seguro,
reptar; arrastrarse sobre el propio vientre,
tentarse y sufrir el castigo
o tomar conciencia de la desnudez,
solo lo prohibido
nos alienta a continuar
o hace lugar al deseo
y cada uno pone un precio
a la medida de su transgresión.
Decenas de pájaros colisionan cada día
contra los cristales de los edificios.
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POEMA PARA MIROSLAV TYCHY
La obra no es consciente de sí misma.
Aquel consejo de Osip Mandeltam:
‘hacer a un lado el texto principal
y guardar lo escrito en los márgenes’.
La captura del instante,
algo del orden de lo que no perece
ni perdura. Estados de suspensión.
La consigna de Rimbaud: ‘fijar vértigos’.
No, no fue Miroslav Tichy un vagabundo
que construía sus máquinas de foto a mano,
con cartón, latas y cinta adhesiva;
no revelaba y enmarcaba las fotos
con desechos que juntaba de la calle.
No fotografió mujeres checas,
pequeñas postales voyeur del deambulador.
No agradezco su merodeo
en torno a las piscinas de Praga,
todas esas estampas imperfectas que el tiempo
y el anonimato hubieran arrebatado.
No vivió Miroslav entre 1926 y 2011.
Miroslav no ‘miró’. No ‘cartoneó’.
No es el arte un daño colateral.
Ni duele esta noche escribir estas palabras.
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DECANTAR
Para Mijail Bajtin ‘la lírica solo vive
gracias a la confianza en un posible
refuerzo coral’,
lírica como espera de otra voz,
un movimiento hacia el otro
lo ‘prosaico’ entonces
sería eso que carece de emoción.
Pero silbar solo en una calle
deshace los géneros literarios;
comer, dormir, caminar en invierno,
el deseo de abrigarse,
eso es tejer,
eso es escribir;
‘texto’ deriva del verbo latino ‘texere’:
tejer, trenzar, entrelazar.
En el principio escribir fue cifrar,
rasgar una piedra o el barro,
para grabar algo
de carácter religioso o funerario,
incisiones sobre el lodo fresco
o sobre tablas de madera,
pero un hombre que silba en un callejón
nos recuerda que ‘cantar’
significa ‘coser canciones’.
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LA ENVIADA
Esta es la canción de una adolescente
de la ciudad que renegando de todo
alcanzó la iluminación en un andén,
junto a las vías del tren de las afueras.
Pues vino al mundo otra mesías,
nacida en la tierra santa de Estonia,
un viejo dormía cerca de allí,
envuelto en hojas de diario,
y fue salvo en la contemplación de la niña.
Viajaba yo en el tren,
descreído y falto de fe,
cuando una joven metió su mano
en el bolsillo de mi sobretodo
y una navaja en mi costado.
«Quedate quieto» me dijo para enseñarme
el camino de la desposesión
Yo fui tocado, fui tocado y creí.
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LA TRANSACCIÓN
Las vírgenes de los andenes
fueron testigos de la transacción.
Unas dosis entre el jean y la ropa interior.
Alina se derrama contra los azulejos del baño.
El tren de la madrugada arranca
y mi dealer bordea la estación.
“Busca y encontrarás.
Golpea y te será abierto”
Voy a pegar con la foto de mi nena.
Su estampa me protege en los barrios duros.
En este borde, amigos hermosos
me refugian en sus casas,
con comida caliente y revistas pornográficas.
Alina escupe las manos de los policías y dice:
“Entre las letras soy la a,
la dualidad entre los compuestos,
Ushana entre los poetas”.
Sobre estas piedras edifico el templo.
Su palabra es profecía.
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HAY MÁS LUZ CUANDO ALGUIEN HABLA
Chuang Tzu cuenta de un hombre que intentó librarse de su sombra. Para ello echó a correr. Su sombra, no obstante, acompañaba cada paso. Entonces corrió hasta caer muerto. El sabio oriental dice que si este hombre se hubiera detenido y puesto a la sombra de un árbol, la otra sombra se hubiera desvanecido. ¿Qué camina junto a nosotros corporizando temores, culpas, olvidos imposibles? ¿Qué ocurriría si intentamos integrar eso que rechazamos? Cuando en la noche atacan las sombras, bajo del altillo y me siento a mirar por la ventana. Comienza a amanecer en cuanto me digo “el miedo y yo somos uno”.
En un viejo libro, llamado El Kybalión, solía leer los principios del hermetismo, una de cuyos axiomas dice «como es arriba es abajo». Esta ley ha sido citada por revistas de divulgación para contar que las células humanas emiten un máximo de luz antes de morir. La primera vez que tuve miedo, busqué una voz que me devolviera el hilo de una narración, cualquiera que fuera. Freud relata una escena donde un niño, en la oscuridad, le dice a su tía:
—Tía hablame, tengo miedo.
—Pero… ¿de qué te sirve? ¡si no podés verme!
—Hay más luz cuando alguien habla.
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