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Una pinza y una canción entre los dientes - Zenda
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Una pinza y una canción entre los dientes

Castillos de fuego supone una nueva vuelta de tuerca gracias a la ambición de este autor al poner ante nuestros ojos, de manera magistral e impecable, toda una pintura al fresco, con detalles sorprendentes —como el modo de amortajar a un cadáver en esa época— de los acontecimientos acaecidos en la España de la inmediata...

En unos cuantos meses, justo para el año que viene, se cumplirán cuarenta años de la publicación de su primera novela, La ternura del dragón, donde ya se apreciaba lo que, en un futuro inmediato, podría dar de sí este escritor aragonés nacido en 1960, justo unos pocos años después de esa gloriosa generación compuesta por novelistas de la talla de Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte, Muñoz Molina o Julio Llamazares. Los síntomas que se apreciaban en esa primera entrega desembocaron en una auténtica fiebre creativa con títulos como Carreteras secundarias, El día de mañana, que mereció el Premio de la Crítica, La buena reputación o Derecho natural.

Castillos de fuego supone una nueva vuelta de tuerca gracias a la ambición de este autor al poner ante nuestros ojos, de manera magistral e impecable, toda una pintura al fresco, con detalles sorprendentes —como el modo de amortajar a un cadáver en esa época— de los acontecimientos acaecidos en la España de la inmediata posguerra, entre noviembre de 1939 y septiembre de 1945; es decir, en lo más crudo del crudo invierno, cuando las llamas del conflicto aún no se habían apagado del todo y todavía quedaba lo peor: la venganza fría y tenaz del recién establecido Régimen contra los perdedores.

"El olor a picón recién quemado y a brasero de casa humilde, a gallinero y a fritanga, a hortalizas rancias y frutas pochas, llega hasta las mismas narices del lector"

Martínez de Pisón, al contrario que otros escritores que han naufragado en este mismo mar un tanto encrespado y proceloso, puesto que se refiere a un pasado no muy lejano cuyas heridas aún supuran, conoce a la perfección las reglas del juego, y es consciente de hasta dónde puede llegar, huyendo de los consabidos tópicos. La impecable labor de documentación llevada a cabo —y de ello deja constancia en una “Nota del autor” al final del libro— es la responsable de que el lector, con no poca inquietud, se implique en este relato, que sufra y goce como los propios personajes, aunque el gozo siempre resulte pasajero, efímero, un ave solitaria en medio de la noche.

Se habla del socorrido caldo de gallina, de la dentadura, pobre e irregular, de los españoles de esa época, de los cortes de luz, de las calles, incluso las más céntricas, repletas de pobres, del racionamiento, del tabaco de contrabando, de la españolización de los nombres, de los delatores, de las radios a todo volumen emitiendo canciones de artistas de entonces, del café de puchero y, si era posible, de la botella de anís, de las amas de cría, quien podía permitírselas, de la impunidad y del pillaje de los vencedores, de esos mediocres que ascienden en el escalafón gracias a las depuraciones, de los comedores de niños huérfanos, rapados al cero para evitar los piojos, de los usos y costumbres de la muerte, del papel de los porteros de las fincas urbanas, chivatos y colaboradores. El olor a picón recién quemado y a brasero de casa humilde, a gallinero y a fritanga, a hortalizas rancias y frutas pochas, llega hasta las mismas narices del lector.

"Pero lo importante es vivir. Lo único cierto es que hay que vivir, exclama, desilusionado, uno de estos personajes"

Y, sobre todo, se habla de las ilusiones que aún subsisten en la mente, cuasi romántica, de quienes forman esos focos de resistencia que, poco a poco, se van diluyendo al perder la esperanza de una ayuda externa —de los Estados Unidos, de Francia o Gran Bretaña— para restablecer la democracia en España. Esos maquis que se han echado al monte y que son muchos, pero desperdigados, donde nadie sabe con certeza qué tiene que hacer, donde, por si ello fuera poco, se impone una disciplina autodestructora. Maquis como el Caralarga, el Chaconero o el Mancho, que son tan diestros en despistar a la Guardia Civil como en desollar, con la pericia de un cirujano, una liebre.

Pero lo importante es vivir. Lo único cierto es que hay que vivir, exclama, desilusionado, uno de estos personajes. Por eso vemos en estas páginas que, pese a la tensión con la que se vive en ciudades como Madrid, la actividad laboral se va recuperando poco a poco, con sueldos de auténtica mierda, en las improvisadas fábricas de coser donde se apiñan decenas de mujeres en muy poco espacio, o matando ratas, cuatro a dos pesetas.

"Martínez de Pisón también incorpora a su texto personajes reales, como Carmen de Icaza, Guillermo Ascanio y el poeta Dionisio Ridruejo, fijándose en su especial mirada"

Son muchos los personajes que pone sobre esa piel del tambor, tersa y vieja, Martínez de Pisón. Algunos sólo cuentan con su minuto de gloria, como nos enseñó, años atrás, Pío Baroja en novelas como La busca. A otros les seguimos la pista de principio a fin a lo largo de los años. Personajes que nos recuerdan, por ejemplo, al viejo Villaamil de Galdós, aquel cesante con el que llegamos a compartir su propia desgracia. Eso mismo es lo que sucede con Basilio, el padre de Gloria: un hombre depurado de su puesto como profesor universitario; un hombre culto, prestigioso y querido hasta entonces y al que todos dan ahora la espalda. Un lector voraz cuya biblioteca se va vendiendo poco a poco para aplacar las primeras necesidades. Un lector impenitente de la obra titulada La vida de los insectos, del francés Jean-Henri Fabre, en cuyas páginas se describe con meticulosidad cómo el escarabajo pelotero es capaz, a base de astucia, de robarle la bola a otro de la misma especie cuando aquel la había arrastrado, con todo su peso, durante un largo trecho. Toda una expresiva metáfora de lo que sucede en nuestro país por aquellos años.

Martínez de Pisón también incorpora a su texto personajes reales, como Carmen de Icaza, Guillermo Ascanio y el poeta Dionisio Ridruejo, fijándose en su especial mirada, que brilla como el fulgor de un iluminado, y al que describe como un hombre extremadamente delgado, “con esa delgadez ascética y monacal que sólo se alcanza mediante sacrificios y privaciones”. Ridruejo sirve de excusa para que el autor vaya al fondo de un asunto de gran interés y sobre el que apenas se había reparado: la encarnizada rivalidad interna entre los propios miembros del régimen; la criminal y endiablada carrera por situarse en la mejor posición posible y no caer en desgracia.

También conviene destacar el denodado esfuerzo del autor por incorporar ciertos discursos —de no mucha extensión, yendo a lo esencial— con los que, en unas ocasiones, asistimos a las consabidas soflamas de los vencedores, y en otras son los personajes más humildes los que nos recuerdan la magia irrepetible del primer amor, o aquel otro de Cristina, que echa de menos palabras, olvidadas por completo, como alegría, felicidad, esperanza y futuro.

"Una obra cuidada hasta el extremo, con diálogos vivos e ingeniosos, con pasajes a veces crueles, cercanos al más puro tremendismo, y, en otras ocasiones, delicados, de una enorme ternura"

Castillos de fuego, la novela que ahora nos regala Martínez de Pisón, bien podría merecer los honores de ser considerada como una verdadera obra maestra por muchas y diversas circunstancias. Entre ellas, la presencia de esa raíz tan humana de un mundo que destila verdad. Y ese lenguaje sencillo, claro, natural, sin malabarismos, sin virtuosismos formales, que exhibe, sin el menor asomo de retórica, excepto cuando es preciso imitar o parodiar el discurso de ciertos pedantes que proclaman, a bombo y platillo, la nueva doctrina.

Una obra cuidada hasta el extremo, con diálogos vivos e ingeniosos, con pasajes a veces crueles, cercanos al más puro tremendismo, y, en otras ocasiones, delicados, de una enorme ternura. De igual modo, se aprecia de inmediato la difícil labor de montaje —con la destreza de un maestro albañil imbuido en su trabajo, con la precisión de un buen relojero— llevada a cabo, con casi setecientas páginas ante sí, para poner las cosas en el sitio que les corresponde.

Es Madrid. El Madrid del “Insomnio” de Dámaso Alonso. La ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). Un Madrid en donde, como diría el maestro Marsé en una de sus más conocidas novelas, las muchachas tienden la colada con una pinza y una canción entre los dientes.

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Autor: Ignacio Martínez de Pisón. Título: Castillos de fuego. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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José Belmonte Serrano

José Belmonte Serrano (Murcia, 1957), fue, hasta 1992, profesor de Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Desde 1997 hasta 2016 fue Profesor Titular de Didáctica de la Lengua y Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. Desde 2016 es Profesor de Literatura de la Facultad de Letras de la misma institución. En la actualidad, forma parte del Consejo Editor de las revistas Scripta Mediterranea, de Canadá, Letras Peninsulares, de los Estados Unidos, y Ocnos, de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es codirector de Hécula, revista de la Fundación Castillo-Puche de Yecla

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Xaquín
Xaquín
1 año hace

Resulta muy curioso que los mismos argumentos que anota el escritor, para explicar la asunción de una neutralidad impuesta, en cuanto a oponerse al Régimen Franquista, los borre de un plumazo, para decir que la mayoria de los españoles era , o franquista un apoyo «inconsciente» del franquismo… costó mucho tiempo quitar la venda de los ojos (y aún se mantiene el «que me quitan las vacas los comunistas, Galicia dixit), por lo que esa marea «de cambio» (más indignada que el 15M) se hizo muy lenta… no olvidemos que muchos antifranquistas lucharon en el llamado bando nacional… en fin, que el Pisón no ha comprendido el discurso del Xan en As bestas, cuando denuncia que necesita los cuartos de «las eólicas» para pagar a unas putas que ni (a ellas) su olor les gusta…

jesus
jesus
1 año hace

la verdad, creo que no es adecuado denominar complices a la mayoría de la población, creo que es mas adecuado decir que la mayoria tenia miedo y quería poder consrvar la vida. En eso el regimen fue especialista, pero de ahi a ser complice creo que es desacertado.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Una y otra vez, una y otra vez, cuando se va a terminar esto. Estamos todos nás que saturados, más que hartos. El problema es que algunos vivís de ello, de la mugre, del franquismo. Yo, personalnente pensé, cuando era joven, que con la transición se iba a terminar el franquismo, el falangismo y todos sus aledaños. No. Hay gente que le interesa seguir hurgando en la herida hasta apurar los últimos resquicios monetarios. ¿De qué viviríais muchos si no fuera gracias al franquismo? ¿Sabríais escribir de otra cosa diferente?

Y, además se permiten, con total desverguenza, acusar de complices a los que vivieron aquello. Yo viví, desde el nacimiento, veinte años de franquismo. ¿De qué me tengo que considerar culpable por obra y gracia del sr. Pisón? Ni yo ni mi familia fuimos falangistas, ni yo ni mi familia vivimos a costa del régimen y como yo, millones de españoles. Pero usted si que vive del franquismo y seguirá viviendo como otros muchos entre los que se encuentran muchos políticos, sobre todo de izquierdas. ¡Por Dios, demuestre usted que sabe escribir de otra cosa!

Una y otra vez, una y otra vez…

Feliciano
Feliciano
1 año hace

Usted dice que es escritor. Yo siento que usted de la segunda guerra mundial, sabe poco. Cuando el general Franco invadió la segunda República española, con la ayuda de los italianos y loscon la ayuda de los italianos y los marroquíes, España era mayoritariamente de izquierdas. El único culpable de que triunfara en España la invasión franquista fue Franco con la ayuda de Italia y Marruecos.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Mi familia era republicana y durante el franquismo pasó del hambre a mandar a los hijos a la Universidad y tener un piso en la playa y un coche propio. No les regalaron nada, pero tampoco se lo quitaron. Novena potencia industrial, paro por debajo del 5%, 700.000 funcionarios, pensiones aseguradas, y déficit público por debajo del 20% del PIB. Normal que acabarán siendo ‘cómplices’. Mientras hablamos de lo que pasó hace ochenta años, nos olvidamos de que mis nietos aún seguirán pagando el derroche de los políticos actuales, de que tendrán que emigrar si tienen estudios, o aceptar un trabajo de camarero si quieren quedarse aquí.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Lleva usted razón, sr. Wales. Cuando dicen que hay dos españas (siendo yo joven no había conciencia de ello), quizás sea razón en un sentido: hay una España que ha intentado e intenta mirar siempre hacia adelante, hacia el futuro y otra (espero que sea la menos numerosa) que siempre está mirando hacia atrás, hacia el pasado (pero no hacia todo el pasado dentro de nuestra larguísima historia, sino hacia un concreto y minúsculo pasado). Para avanzar, para caminar, ir en coche o en cualquier otra forma de moverse, siempre hay que mirar hacia adelante. Si siempre se mira hacia atrás, la catástrofe está asegurada.

Lo que no dice este señor es qué tendríamos que haber hecho los españoles, en aquellos días, para que no fuéramos objetos de sus críticas.

Indignado estoy con este vergonzoso artículo.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Ricarrob

Si usted hace una rápida indagación virtual, verá que el señor Martínez de Pisón es hijo de un oficial del ejército (franquista, como lo eran todos). También pertenece a una familia aristocrática. Sin querer rascar más, porque tiene toda la pinta de que hay más.

A estas alturas de la vida, cuando veo a alguien que va de rojo y separatista, siempre veo una familia del régimen detrás. Mi familia era republicana, pero muy española, más que esas de la banderita en la pulsera, aunque no hablamos castellano (ni puñetera falta que hace). Después de la guerra, los que iban de nacionalistas se hicieron de Franco y pisaron moqueta, y sus nietos se hicieron comunistas o separatistas. Después de Franco, por supuesto. También he tenido que soportar a los que no saben hablar bien mi lengua vernácula, que vienen de otra región, a decirme que yo soy un ‘colono’ español ¡yo, que soy de siete apellidos de aquí! Esto no va de ideologías, es la historia de los que venden y de los que no vendemos.. Esta es la basura que comemos hoy en España.

antonio
antonio
1 año hace

LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA LA GANÓ francisco franco con la ayuda material de ADOLF HITLER Y BENITO MUSSOLINI; AYUDA EN TROPAS Y MATERIALES DE GUERRA.
EN ANDALUCÍA fusilaron los franquista a 47.399 y los republicanos a 8367. Los fusilamientos de los franquistas en Andalucía duraron hasta los primeros años cincuenta. LOS AUTÉNTICOS ANTIESPAÑOLES fueron los franquista. ESPAÑA CAYÓ EN LA POBREZA MÁS ABSOLUTA; hasta 20 años después no se logra el PIB que había en 1936. Y EN REALIDAD, la mejoría económica en muchos lugares de España se empieza a notar a finales de los años sesenta, no muchos antes.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  antonio

Eran rojos, no republicanos, porque muchos republicanos no apoyaron al Frente Popular cuando empezaron a matar gente o directamente apoyaron el Alzamiento (Partido Republicano Radical, Lliga Catalana, Derecha Liberal Republicana, PNV de Navarra y Álava). El Frente Popular destruyó la República con el golpe de Estado de octubre de 1934, con el fraude electoral de febrero de 1936 (con el secuestro de actas electorales en varias provincias por milicianos y la declaración del fraude por el Tribunal de Garantías Constitucionales, algunos de cuyos miembros fueron encarcelados y más tarde fusilados), el encarcelamiento o asesinato de los opositores (José Antonio o Calvo Sotelo, respectivamente) y los actos terroristas y la ruptura de la legalidad previa al 18 de Julio. Ellos fueron los golpistas, ellos destruyeron la República. Cuando empezó la guerra, ya no había legalidad, luego ya no existía la Republica.

Dicho esto, la guerra fue ganada por los nacionales porque ganaron las batallas y aprovecharon mejor sus escasos recursos. Los rojos tuvieron que movilizar siete reemplazos, los nacionales sólo cinco. Fue porque tuvieron más voluntarios. Además tuvieron mejores mandos, organización y disciplina, que cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe en la guerra es más importante que las armas. El mito de que ganaron la guerra gracias a la ayuda italiana y alemana es propaganda, pero no historia. Si la ayuda extranjera hubiera decidido la guerra, hubieran ganado los rojos, que tenían más y mejores aviones (soviéticos), tanques (comprados con el oro del Banco de España) y las brigadas internacionales, lo más aguerrido del ejército popular. Hasta la caída del Norte, los rojos eran muy superiores. Hasta la batalla de Teruel, ganada por los nacionales por goleada, estaban a la par. Sólo después de la batalla del Ebro era claramente superior el ejército nacional.

La mejoría económica se notó por primera vez a finales de los cuarenta, cuando los payeses y campesinos de este país empezaron a poder comer sus huevos y tocino, porque por primera vez se les compraba la producción a un precio que les permitía dedicar una parte de la producción al autoconsumo y no comer sólo berzas y legumbres. La mejoría en las ciudades empezó en 1952, con el final de la cartilla de racionamiento. Once años después, se creó la Seguridad Social. Si uno repasa en las estadísticas los índices de producción, el salto fue espectacular, por eso se habló en el extranjero de ‘milagro español’. Las VPO, las pagas extra, el Salario Mínimo, la Formación Profesional, las cajas de ahorro y los créditos sociales, las universidades laborales, la enseñanza primaria y sanidad universal y gratuita, los dispensarios, la electrificación de las zonas rurales, las carreteras asfaltadas, la SEAT y la Zona Franca del puerto de Barcelona, los Altos Hornos de Sestao y Sagunto, las centrales eléctricas, los hospitales provinciales y universitarios, etc. Eso, por no hablar de que siendo un niño podías ir a todas partes sin miedo (quienes tenían miedo eran los delincuentes) o dejar abiertas las puertas de casa (yo eso todavía lo vi hasta los años noventa). A los hechos y a la historia de mi propia familia me remito. Las cosas como son.

antonio
antonio
1 año hace

LOS DATOS DE 47399 FUSILADOS POR LOS FRANQUISTAS Y 8367 FUSILADOS POR LOS REPUBLICANOS en Andalucía están en el libro El Holocausto español de Paul Preston. En ese libro viene el número de los fusilados por provincias y por regiones en España.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  antonio

Paul Preston es un historiador sensacionalista. En mi pueblo, los rojos mataron a todos los que iban a Misa (incluidos varios campesinos y dos obreros), al boticario (que era falangista) y a dos que a base de trabajar habían conprado buenas tierras. Se las quedaron ellos y se echaron a perder, porque eran tan vagos y mala gente que ni querían trabajar, preferìan ir a la caza de ‘fascistas’. Cuando llegaron los nacionales, salieron por patas, los muy valientes. A dos los cogieron y los fusilaron. Ahí se acabó la guerra. ¿Reconciliación? A un tío mío, del Frente Popular, lo tuvieron en prisión dos meses, pero como no tenía delitos de sangre, lo soltaron. Fue una guerra civil, y no de las peores. Echen un vistazo sobre la guerra civil rusa, la siria, la yugoslava, o la argelina…

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  antonio

Yo he hecho el ejercicio, ya que me apasiona la historia no la histeria, de leer a Preston. Me gustaría, sería recomendable, que la izquierda hiciese el ejercicio de leer a otros hispanistas: John Elliot, Stanley G. Payne y otros muchos. Además de a la amplia variedad de historiadores españoles. Y obteber diferentes versiones para poder juzgar. Los datos de Preston no están contrastados. Y faltan los horrendos asesinatos perpetrados por las checas. Y faltan los asesinatos de religiosos y faltan las masacres de Paeacuellos y faltan lis asesinatos del cyartel de la montaña y falran…

En este tema, tan tremendamente complejo, no se puede ni se debe recurrir a una sola fuente cuando, además, esa fuente es parcial e inclinada ideológicamente hacia uno de los lados. La manipulación y la tergiversación están servidas.

Quizás falten todavìa muchas décadas para tener una información objetiva. Desde luego, la de Preston no lo es.

antonio
antonio
1 año hace

«LA FRASE DE MARTÍNEZ DE PISÓN es excesiva; de parte de Franco se pusieron parte de la clase industrial o terrateniente y por supuesto la IGLESIA QUE ES QUE DA VERGÜENZA AJENA VER EN LOS VÍDEOS O PELÍCULAS DE LA ÉPOCA COMO LLEVABAN a este personaje (a Franco) bajo palio. Y nadie de la iglesia española se ha disculpado por ponerse de parte de la dictadura; es que no es que se pusiera de perfil; es que obligaban a la gente que iban a fusilar a confesarse.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  antonio

Lo hará cuando los rojos pidan perdón por haber violado, torturado y asesinado a mujeres, viejos y niños a millares por ir a Misa o tener una estampita. Como al niño de Albacete al que despellejaron después de violar y matar a su madre delante de él para que blasfemara. El niño no lo hizo.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  antonio

Verguenza san muchas cosas. Muchas. Muchísimas. Un solo ejemplo: da verguenza ajena ver fotografías de monumentos madrileños y de otras ciudades con gigantescos retratos de Estalin y Marx con las palabras de ¡Viva la Urss! Si, esos que nos robaron el oro del Banco de España.

Cesar
Cesar
1 año hace

COMPLICE? no lo creo. Tal como hoy con la dictadura de mas de 64 años de Cuba. Los complices, son los que estan dentro del ajo. El pueblo, es el sometido y constantemente amenzado. O me aplaudes o no comes. O me aplaudes o tienes 10 años de carcel. O me aplaudes o te desaparecemos. Eso, no es ser complice, es ser victima del miedo.

Pepa
Pepa
1 año hace

Y este señor , mientras el resto de los españoles éramos cómplices del franquismo ¿qué hacía? Si viene de buena familia es posible que ni viviera en España pero si no debería de haber escrito sus primeros libros desde la cárcel. Nunca escuché su nombre entre los contrarios a Franco.

Lola Tristante
Lola Tristante
1 año hace

Para variar un poco de tema y abrir su mente, el señor Martinez de Pisón podría escribir una novela sobre los cómplices de las barbaridades de la República.
Las horribles torturas en las chekas a ciudadanos conservadores.
La persecución religiosa a obispos, sacerdotes, frailes, y monjas. Asesinaron a más de 9.000 religiosos, después de someter a algunos de ellos a horribles torturas, vejaciones y violaciones a las monjas. La destrución del arte sacro fue brutal. Se compotaron como unos verdaderos talibanes.
También podría documentarse sobre los fusilamientos de Paracuellos. Miles de personas inocentes asesinadas. Algunas de ellas menores de edad.

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