Hay ciertos hombres que rehúyen a las mujeres, otros que las culpan, muchos que las acosan, algunos que las maltratan, unos cuantos que las temen. De todos ellos escribe Laura Bates en su última obra, Los hombres que odian a las mujeres (Capitán Swing, 2023), un ensayo dedicado a analizar las subculturas misóginas online: ínceles, artistas de la seducción, hombres que siguen su propio camino… Los foros y páginas webs que conforman la machosfera —en los cuales se infiltró la escritora británica para elaborar su libro— acumulan millones de hilos, mensajes y vídeos con contenido que alimenta las agresiones sexuales y justifica las violaciones. Pero muchos de esos usuarios no se conforman con lanzar amenazas por la red, unos cuantos han llevado su odio al mundo real, como Elliot Rodger, que antes de matar a seis personas e herir a otras catorce subió un mensaje a Youtube en el que afirmaba: «No sé por qué no os sentéis atraídas por mí, chicas, pero pienso castigaros a todas. Es una injusticia, un crimen, por qué no sé qué es lo que no veis en mí, soy el tío perfecto y, aun así, os lanzáis en brazos de esos hombres odiosos en vez de en los míos, el caballero supremo«. El vídeo fue borrado, pero este «testamento íncel» se ha vuelto a subir a la plataforma, accesible a cualquier joven del mundo con un móvil con datos.
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—Mucha gente no ha oído hablar de los ínceles. Explíquenos quiénes son.
—Se trata de una comunidad online, formada por foros, sitios webs y diversas plataformas, que está creciendo rápidamente, y cuyo principio universal es que los hombres tienen derecho al sexo y que la función de la mujer es proveerles de ello. Estos hombres que no tienen sexo y quisieran tenerlo se definen como víctimas, y se describen a sí mismos como ínceles, como célibes involuntarios. Es una ideología misógina que estos hombres —que son miles— difunden online. Pero también llevan sus ideas al mundo real, atacando a las mujeres.
—En un capítulo de su obra, muestra un debate en el cual unos ínceles se muestran favorables a la legalización de la violación, justifican su razonamiento por la negativa de las mujeres a tener relaciones sexuales con ellos.
—Es muy habitual que debatan sobre los derechos de las mujeres, sobre los que no tienen, sobre legalizar la violación, sobre volver a implementar la esclavitud… Tienen muchísimo odio a las mujeres. También afirman que la violación no es tan mala porque hay mujeres que tienen fantasías acerca de ella y pueden disfrutar con ese acto.
—Cuenta en su libro que los ínceles hablan de «hembras humanoides» (foid, es el término usado en inglés) porque llamarlas mujeres les confiere una humanidad excesiva. No son seres sintientes para ellos.
—Así es. De hecho, discuten sobre si las mujeres tenemos que ser consideradas humanas. Por eso utilizan léxicos y denominaciones como la que has mencionado. Tienen términos peyorativos, basados en sus creencias misóginas, para aquellas mujeres que consideran que son demasiado promiscuas, tienen nombres para las que están racializadas y expresiones despectivas para las mujeres en función de sus diferentes edades. Tienen un abanico gigante de vocabulario para burlarse de nosotras
—Una de las aspiraciones de los ínceles es acabar con la libertad de más mujeres. El Gilead de El cuento de la criada, la novela de Margaret Atwood, no es algo tan lejano. Hay gente que quiere llegar allí.
—Lo que más me asusta es que esta hostilidad y estas actitudes agresivas online van en aumento también fuera de Internet. Hay una relación entre el aumento de la hostilidad hacia las mujeres en la web y el freno que han sufrido los derechos reproductivos de las mujeres en Estados Unidos. Hay un aumento de partidos populistas con un discurso misógino como VOX en España, y también de políticos como Donald Trump en USA.
—En los últimos años hemos visto episodios de violencia extrema, masacres como la que cometió Elliot Rodger —conocido como el Caballero Supremo y que es considerado el gran mártir de la causa— y que ha sido imitada posteriormente.
—En los últimos diez años hemos visto más de cien personas asesinadas o heridas debido a esta ideología. No fue solo Elliot Rodgers, también Alek Minassian, Christopher Harper-Mercer… En el Reino Unido Jake Davison mató a cinco personas —incluidas su madre y una niña de tres años— influido por el ideario íncel. No son personas raritas que se comunican online, sino que son personas con mucho peso en la política. Ellos son muy útiles para el Partido Republicano en los Estados Unidos, que tiene páginas web extremas, misóginas y que también tienen políticos que defienden estas ideas. También tienen una gran influencia en la opinión pública por la enorme cantidad de gente que accede a esta información en Internet. Uno de cada cinco hombres en España, entre los 18 y 29 años, creen que la violencia basada en la violencia de género es una invención. En Estados Unidos, el 27% de los hombres sostienen que no quieren tener una reunión con una mujer a solas en el lugar de trabajo por miedo. Hay muchas personas que están en estas webs, que participan en estos foros y que luego ponen en práctica esta ideología y sus principios en la vida real.
—Dentro de la machosfera existe otra comunidad, la de «los artistas de la seducción». Sus técnicas y comportamientos son muy parecidos a los de los violadores.
—Nuestra sociedad minimiza su impacto porque tiene bastante cariño a este concepto del hombre seductor. En países como Francia son asociados como hombres encantadores. Estas páginas webs de seducción forman parte de una industria de millones de dólares. Mueven muchísimo dinero. Su objetivo suelen ser jóvenes vulnerables, que en ocasiones han sido víctimas de violencia sexual. Justifican sus acciones con una pseudociencia basada en la misoginia.
—¿La machosfera se ha radicalizado después del #MeToo? ¿Ha aumentado su número de seguidores desde entonces?
—La machoesfera ya existía antes del movimiento #MeToo Lo que ha ocurrido es que sus figuras han aprovechado la reacción pública para radicalizarse. La opinión pública ha reaccionado de una forma muy crítica con el #MeToo. Se ve este movimiento como una amenaza al hombre, algo a lo que debemos tener miedo porque los hombres están siendo perseguidos. Parece que hubiese una conspiración para acabar con estos pobres hombres. Todo esto se ha utilizado de una forma muy efectiva para radicalizar estos movimientos.
—También ha surgido un activismo por los derechos del hombre MRA que tiene como objetivo de su lucha atacar al feminismo.
—Exactamente. Quieren aparentar lo que no son. Estos activistas de los derechos del hombre dicen que ellos pretenden ayudarlos con los problemas a los que se enfrentan, pero en realidad su movimiento sirve únicamente para atacar a las mujeres. Ellos no hacen nada para apoyar la salud mental de los hombres. Tampoco hacen ninguna campaña de prevención del suicidio, y ni siquiera trabajan con los hombres supervivientes de violencia sexual. Son simplemente hombres en contra de las mujeres. Nos dicen que los hombres tienen que ser viriles, muy hombres, cuando sabemos que hay evidencias de que estos estereotipos son los que les están haciendo daño.
—Ahí un punto que comparten todos esos movimientos: su obsesión con que las acusaciones de violación son falsas. Todos acaban, de una forma u otra, aprobando las agresiones sexuales, culpabilizando a las mujeres por esos delitos.
—Vemos cada vez más a menudo en la opinión pública la creencia de que las denuncias de violación son falsas. Y en realidad no son más falsas que cualquier otro crimen que se denuncia. En el Reino Unido un hombre tiene 230 veces más posibilidades de ser violado que de ser acusado falsamente de violación. La realidad es —tristemente— que menos del 2% de las denuncias por violación en el Reino Unido termina con una condena. Mientras se está descriminalizando la violación a la vez se difunde esta idea de que las mujeres mentimos para atacar los hombres.
—En su libro hay palabras, pero también hay cifras sobre el maltrato a las mujeres: más de un tercio de las mujeres del mundo ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida, y 137 mueren a diario en todo el mundo asesinadas por algún familiar.
—Estas formas de violencia son devastadoramente comunes. El 30% de la población española conoce a alguien que ha sido acosado sexualmente o violado. Una de cada tres mujeres del planeta va a sufrir violencia física o sexual a lo largo de su vida. Esto es una emergencia de la salud pública, que debería ser tratada como una crisis internacional, pero aceptamos esta realidad, porque la hemos normalizado; la misoginia es algo normal y corriente, la vemos como como algo inevitable sin que podamos hacer nada para evitarlo.
—En su ensayo nos cuenta la relación que existe entre los atentados terroristas y la violencia de género.
—Sabemos que un 98% de los terroristas son hombres. Y estos hombres que realizan ataques masivos tienen un historial de violencia doméstica. Necesitamos tomarnos en serio la violencia de género para prevenir justamente estos atentados. Pero, otra vez, tenemos tan normalizada la misoginia que permitimos que esto siga ocurriendo.
—Usted vive la violencia sexista a diario. La amenazan con matarla, violarla, torturarla… ¿Qué es lo que les enfada tanto?
—Buena pregunta. Cuando empecé con este trabajo, yo misma estaba muy sorprendida con esta respuesta, porque pensaba que lo que estaba haciendo era darles espacio a las personas —hombres y mujeres— para que hablaran de sus historias, para que pudieran compartir las experiencias horribles que habían padecido. Pero creo que la reacción demuestra el poder de la desinformación: si una mujer habla de las mujeres, se sienten amenazados y tienen que silenciarla. He recibido amenazas de agresión, de violación… Ellos piensan que quiero quitarles sus derechos, pero, en realidad, mi objetivo es intentar apoyar y proteger a estos adolescentes varones que son vulnerables y que son víctimas o pueden serlo de estas comunidades ínceles.
—¿Cómo vive con ese acoso constante?
—Tiene muchísimo impacto en mi vida y en mi familia porque tenemos que vivir con protección policial. Hay alarmas en toda la casa. Debo ser muy cuidadosa con la seguridad: no revelar mi ubicación. Necesito ir con personal de seguridad a los eventos y a las charlas que doy. Todo esto tiene un efecto en mi familia. Es muy complicado para mí porque ellos no han elegido esta vida, fui yo. Pero siento firmemente que no puedo permitir a esta gente que ganen, no puedo parar mi trabajo. Intento protegerme y mantener a salvo a mi familia, pero creo profundamente que tengo que seguir adelante con mi trabajo porque hay mujeres y jóvenes adolescentes que están siendo abusadas online a diario. Yo no me rindo, se lo debo a ellas.
—Terminamos la entrevista con la pregunta más difícil: ¿Cómo se combate ese odio?
—Hay muchas maneras de combatirlo. Necesitamos tener plataformas y páginas webs que sean fiables, que denuncien el terrorismo. Tenemos que intentar censurar o bloquear aquellas que fomenten el odio o las acciones terroristas hacia las mujeres. Estamos en la obligación de apoyar a las escuelas y a los docentes para que entiendan que esta radicalización afecta a los hombres jóvenes y debemos darles los recursos que necesitan para luchar con esto. Hay que enfrentar y visibilizar la misoginia latente que está en nuestra vida cotidiana. Porque como es cotidiana, y es a un nivel más bajo no parece extremo, pero son estas pequeñas cosas tan habituales las que luego llevan a la radicalización y a los ataques contra las mujeres.
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