‘Retrato de un hombre’, Lucian Freud
Ya no es algo exclusivamente de jóvenes mirar el mundo a través del móvil. Personas con canas sacan sus teléfonos para hacer fotos de los cuadros y de las cartelas de la exposición Lucian Freud: Nuevas perspectivas en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Una señora con un moño hortícola gasta más tiempo en sacar la fotografía que en contemplar el cuadro. Algunos piden a sus acompañantes que les tomen una foto. Salen sonriendo, antítesis de la pintura junto a la que se retratan.
Los primeros retratos de sí mismo y de sus dos primeras mujeres tienen algo infantiloide (Muchacha con rosas). El autorretrato de Durero en versión naif. Agranda los ojos, como si allí hubiese algo más, pero solo encontramos la escrupulosidad del pincel, especialmente en los detalles de los tejidos, rayas, puntos y pliegues. Los objetos le pesan. Lucian Freud pintaba sentado, todavía no era él, no se había conocido.
Cuando su segunda mujer, Caroline Blackwood, rompió con él (Habitación de hotel), Lucian Freud se perdió en los pubs, bebió y se metió en peleas. Cuentan que una vez le dieron una paliza y se quedó tirado en el suelo con la postura de un bañista relajado en la playa. Quizá en ese momento ofreció su costado y aprendió a jugar con la vida. O tal vez fue cuando conoció a Francis Bacon y observó que la pincelada podía ponerse al servicio de aquello que no vemos a simple vista, pero que intuimos, como los animales.
Alguien se convierte en artista cuando fractura una máscara. Lucian Freud lo consigue cuando su pintura habla el lenguaje de la carne, su atención se centra en la piel como superficie arcillosa donde el brillo y las arrugas muestran cartografías vitales. Retrato de un hombre (Barón H. H. Thyssen-Bornemisza) tiene en la mirada algo de animal maltratado. La misma sensación tengo al ver los retratos de su madre, que la adoptó tras la muerte de su padre y tras haber intentado suicidarse. Las miradas reflejan un interior que se desborda. Su pincelada está ahora más cerca de Rembrandt.
Al parecer, Lucian Freud no era bueno en la escuela, le costaba relacionarse y pasaba la mayor parte del tiempo cuidando caballos, cabras y aves. Lo que vivió en los establos le persiguió toda la vida, conectó con los humanos a través de su animalidad, aunque antes hay que domesticarla. Cuando el mundo artístico abandonaba la figuración, él y Francis Bacon pintaban los cuerpos que ocultamos. Ambos retrataron a George Dyer, excriminal y amante de Bacon, que murió de sobredosis. En una entrevista, Francis Bacon afirmó que si no hubiese pintado, habría matado o robado. El arte y la sexualidad son formas de domesticación.
Comenzó a pintar desnudos porque quería alcanzar el gesto manso del animal humano que rara vez vemos en sociedad, pero que sí encontramos en una postura postcoital, cuando estamos relajados o dormidos. La belleza del cuerpo cuando se le ha caído el andamiaje y la tensión de intentar seducir o ser seducidos (Y el novio).
Su abuelo, Sigmund Freud, escribió sobre la paradoja que padecemos culturalmente. Por un lado, abrazamos las leyes, las costumbres, el lenguaje y las instituciones porque son nuestras formas de sobrevivir en la naturaleza. No tenemos garras, alas, habilidades miméticas, los seres humanos estamos indefensos, nuestro escudo es la cultura. Por otro lado, la sociedad reprime nuestro deseo animal, somos naturaleza, también salvaje, instinto, sexualidad y vulnerabilidad. La pintura de Freud refleja la otra cara de la cultura, esa que nos empeñamos en ocultar para sobrevivir. El abuelo auscultó al ser humano mediante la palabra, el nieto lo hizo a través de la pintura.
Lucian Freud contrajo grandes deudas en las carreras de caballos, un corredor de apuestas le permitió pagar una parte con retratos (Dos irlandeses en W11, inevitable compararlo con El papa Inocencio X de Velázquez, pintura que versionó Bacon). Sin ánimo de romantizar las adicciones, quizá el hecho de perder todo el dinero cosechado, y el que no tenía, era una forma de pintar desde la vulnerabilidad, ofreciendo a la pintura la verdad de las costillas.
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