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Lucian Freud y la verdad de las costillas - Zenda
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Lucian Freud y la verdad de las costillas

‘Retrato de un hombre’, Lucian Freud Una vez acompañé a una persona para recoger a un perro en adopción. El animal, al vernos, culebreaba todo su cuerpo, movía la cola en sentido opuesto a su cuello en una especie de alegría sincronizada. Se me subió, contemplé algo humano en sus ojos: un brillo de gratitud...

‘Retrato de un hombre’, Lucian Freud

Ya no es algo exclusivamente de jóvenes mirar el mundo a través del móvil. Personas con canas sacan sus teléfonos para hacer fotos de los cuadros y de las cartelas de la exposición Lucian Freud: Nuevas perspectivas en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Una señora con un moño hortícola gasta más tiempo en sacar la fotografía que en contemplar el cuadro. Algunos piden a sus acompañantes que les tomen una foto. Salen sonriendo, antítesis de la pintura junto a la que se retratan.

Una vez acompañé a una persona para recoger a un perro en adopción. El animal, al vernos, culebreaba todo su cuerpo, movía la cola en sentido opuesto a su cuello en una especie de alegría sincronizada. Se me subió, contemplé algo humano en sus ojos: un brillo de gratitud sin esquinas. Le acaricié, tenía las orejas como pétalos de rosa al final de la primavera. Se tumbó, despatarrado y con el cráneo pegado al suelo me ofreció la verdad de sus costillas. Algo de ese gesto tienen las pinturas de Lucian Freud: sus modelos aparecen sumidos en una docilidad animal, como alguien que se rinde ante la conciencia de su mortalidad.

"Cuentan que una vez le dieron una paliza y se quedó tirado en el suelo con la postura de un bañista relajado en la playa. Quizá en ese momento ofreció su costado y aprendió a jugar con la vida"

Los primeros retratos de sí mismo y de sus dos primeras mujeres tienen algo infantiloide (Muchacha con rosas). El autorretrato de Durero en versión naif. Agranda los ojos, como si allí hubiese algo más, pero solo encontramos la escrupulosidad del pincel, especialmente en los detalles de los tejidos, rayas, puntos y pliegues. Los objetos le pesan. Lucian Freud pintaba sentado, todavía no era él, no se había conocido.

Cuando su segunda mujer, Caroline Blackwood, rompió con él (Habitación de hotel), Lucian Freud se perdió en los pubs, bebió y se metió en peleas. Cuentan que una vez le dieron una paliza y se quedó tirado en el suelo con la postura de un bañista relajado en la playa. Quizá en ese momento ofreció su costado y aprendió a jugar con la vida. O tal vez fue cuando conoció a Francis Bacon y observó que la pincelada podía ponerse al servicio de aquello que no vemos a simple vista, pero que intuimos, como los animales.

Alguien se convierte en artista cuando fractura una máscara. Lucian Freud lo consigue cuando su pintura habla el lenguaje de la carne, su atención se centra en la piel como superficie arcillosa donde el brillo y las arrugas muestran cartografías vitales. Retrato de un hombre (Barón H. H. Thyssen-Bornemisza) tiene en la mirada algo de animal maltratado. La misma sensación tengo al ver los retratos de su madre, que la adoptó tras la muerte de su padre y tras haber intentado suicidarse. Las miradas reflejan un interior que se desborda. Su pincelada está ahora más cerca de Rembrandt.

"Comenzó a pintar desnudos porque quería alcanzar el gesto manso del animal humano que rara vez vemos en sociedad, pero que sí encontramos en una postura postcoital, cuando estamos relajados o dormidos"

Al parecer, Lucian Freud no era bueno en la escuela, le costaba relacionarse y pasaba la mayor parte del tiempo cuidando caballos, cabras y aves. Lo que vivió en los establos le persiguió toda la vida, conectó con los humanos a través de su animalidad, aunque antes hay que domesticarla. Cuando el mundo artístico abandonaba la figuración, él y Francis Bacon pintaban los cuerpos que ocultamos. Ambos retrataron a George Dyer, excriminal y amante de Bacon, que murió de sobredosis. En una entrevista, Francis Bacon afirmó que si no hubiese pintado, habría matado o robado. El arte y la sexualidad son formas de domesticación.

Comenzó a pintar desnudos porque quería alcanzar el gesto manso del animal humano que rara vez vemos en sociedad, pero que sí encontramos en una postura postcoital, cuando estamos relajados o dormidos. La belleza del cuerpo cuando se le ha caído el andamiaje y la tensión de intentar seducir o ser seducidos (Y el novio).

"Sin ánimo de romantizar las adicciones, quizá el hecho de perder todo el dinero cosechado, y el que no tenía, era una forma de pintar desde la vulnerabilidad"

Su abuelo, Sigmund Freud, escribió sobre la paradoja que padecemos culturalmente. Por un lado, abrazamos las leyes, las costumbres, el lenguaje y las instituciones porque son nuestras formas de sobrevivir en la naturaleza. No tenemos garras, alas, habilidades miméticas, los seres humanos estamos indefensos, nuestro escudo es la cultura. Por otro lado, la sociedad reprime nuestro deseo animal, somos naturaleza, también salvaje, instinto, sexualidad y vulnerabilidad. La pintura de Freud refleja la otra cara de la cultura, esa que nos empeñamos en ocultar para sobrevivir. El abuelo auscultó al ser humano mediante la palabra, el nieto lo hizo a través de la pintura.

Lucian Freud contrajo grandes deudas en las carreras de caballos, un corredor de apuestas le permitió pagar una parte con retratos (Dos irlandeses en W11, inevitable compararlo con El papa Inocencio X de Velázquez, pintura que versionó Bacon). Sin ánimo de romantizar las adicciones, quizá el hecho de perder todo el dinero cosechado, y el que no tenía, era una forma de pintar desde la vulnerabilidad, ofreciendo a la pintura la verdad de las costillas.

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Sergio Antoranz

Sergio Antoranz es Doctor Mención Internacional Cum Laude en Filosofía. Es editor y autor de diversos libros sobre Filosofía Contemporánea, Estética y Literatura.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Todo falso. El cuadro. El hombre. Lo que realnente pinta Lucian Freud es ese informe telar que hay a la izqierda del sillón. Eso es lo que realmente nos desasosiega al mirar este cuadro. Ese detalle que parece insignificante y que el artista podría haber evitado. ¿La tela que resguardaba el sillón en una casa abandonada y sin uso? ¿La tela del sudario que espera paciente a esa culminación de la vejez, a ese hombre pensativo y cabizbajo con manos como garras? Lo que nos preocupa y atrae la mirada es ese bulto de tela y su inquietante desorden… Se he dejado ahí de forma provisional, sin doblar. ¡Para qué! Si la vamos a utilizar dentro de poco, con cada uno de nosotros…

AMLM
AMLM
1 año hace

Genial texto sobre la pintura de Lucían Freud. El filósofo, doblado de amante del arte, nos ofrece un inspirado retablo de las distintas obras del pintor. La reflexión de S. Antoranz sobre la creatividad pone de manifiesto la vulnerabilidad del ser humano, al mismo tiempo que la importancia de las experiencias negativas en las creaciones artística, algo que no compartimos los que tenemos otras formas de vida. Mi más enhorabuena Sergio!!!

elenaclasica
elenaclasica
1 año hace

Queridísimo Sergio:
Llevo años preguntándome quién es la esfinge, realmente quién es, quién es, esa bárbara criminal, animal, que presume de inteligente y de animal y no soporta que alguien se exprese desde la mente y la quietud ordenada. Acabo de vislumbrar una de sus formas en tu análisis de Lucien Freud, es la esfinge la que se asoma, la visceralidad más terrible, el dolor inexpresable, el interior oculto, por más que los cuerpos quieran mostrarse tan desnudos es el interior el que grita, y lo hace con alaridos insoportables.
Sí, Lucien Freud sabe de las inquietudes de sus genes: “estamos indefensos, nuestro escudo es la cultura” , pero la sociedad reprime nuestros instintos y animalidad. Y sin embargo, los perros toman protagonismo, en feliz simbolismo del lastimoso sentir de los hombres y de las mujeres. Es ahora el nieto el que entra hasta el tuétano del ser humano “ a través de la pintura, mientras el abuelo los hacía a través de la palabra. Pieles desgastadas por el sufrimiento, ojos que ya han visto demasiados horrores, genitales que se muestran descaradamente a sabiendas de que en su visión no se ofrece ningún desnudo…
Una vez más “el comienzo de lo terrible” de nuestro transitado estudio de lo siniestro, y de nuevo Freud, un expresionismo fuera de moda, un arte figurativo que grita incluso a través de la inquietud de los móviles en un arrebatador gesto rebelde, colándose en un “selfie”.
Una esfinge que pregunta al futuro si los gritos de dolor ya no se producen o si por el contrario, aparecen mansamente más sórdidos y audaces.
Lucien Freud, universo de pinchos y ojos grandes.
Gracias, maestro, como siempre, de tu mano a que el arte nos vuelva a salvar. Un abrazo.

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