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Sobrevivir al futuro con Zweig - Zenda
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Sobrevivir al futuro con Zweig

La escena con la que dan hoy comienzo las Romanzas no es alegre. La protagoniza un autor con la mente oscurecida, absolutamente destruida la conciencia por los fanatismos del siglo XX. Stefan Zweig se ha refugiado en Petrópolis, Brasil, huyendo no sólo de los nazis, sino de un mundo nuevo que no es el de...

La escena con la que dan hoy comienzo las Romanzas no es alegre. La protagoniza un autor con la mente oscurecida, absolutamente destruida la conciencia por los fanatismos del siglo XX. Stefan Zweig se ha refugiado en Petrópolis, Brasil, huyendo no sólo de los nazis, sino de un mundo nuevo que no es el de ayer, y en el que no tiene cabida. Pocos amigos le quedan en aquel punto de la selva, quizá la poeta Gabriela Mistral sea una de los pocos. «Cuando hablábamos de la guerra, Zweig no escuchaba historias de muerte, sino que las tocaba con sus propias manos», dijo la escritora chilena de él. Poco antes del suicidio, envió una carta a un conocido glosando los encantos de una obra de Jacinto Benavente, para renglones más tarde confesar que su camino ya era de sombras. Esa mañana, la criada de Zweig dejó pasar el tiempo hasta las cuatro, momento en que no resistió el impulso de abrir la puerta. Allí estaban los dos cadáveres: el del célebre autor, con la corbata anudada cuidadosamente; y el de su amada Lotte, recostada sobre él en kimono. Dejó una nota: «Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche».

"Si hablamos del legado de Zweig lo hacemos de algo que va mucho más allá de su vasta obra"

Este 22 de febrero se cumplieron 80 años desde que Zweig decidiese envenenarse en aquel rincón brasileño. ¿Qué legado dejó? Vaya por delante: escribo sobre uno de mis autores preferidos, quizás hoy algún punto por delante del segundo, hecho que puede hacer que a la habitual poca objetividad de esta sección se añada algo de hiperbolismo. Pero es que si hablamos del legado de Zweig lo hacemos de algo que va mucho más allá de su vasta obra. No son sólo sus poemas, ni su teatro, ni su texto periodístico. Tampoco son sólo sus novelas, quizás algo anquilosadas hoy, más decimonónicas que contemporáneas. Ni siquiera es por sus escritos ensayísticos, género este donde se levanta como un verdadero prodigio, mezclando el corte divulgativo con el narrativo, mezclando novela y ensayo en un cóctel este sí tan moderno que hoy todos lo copiamos. No, su legado es algo más.

"Leer a Zweig es leer a alguien cuya memoria nunca se dejó intoxicar por el verbo incendiario de aquellos años"

Leer a Zweig es leer a alguien cuya memoria nunca se dejó intoxicar por el verbo incendiario de aquellos años. Encontró en Europa un espacio para la concordia, y de su obra siempre se desprende todo lo que el ser humano pierde cuando se deja abrazar por los totalitarismos, por la guerra, por los extremos, por la barbarie. El amor, la amistad, el éxito y la cordura se pierden por el desagüe cada vez que se levanta una frontera o se establece una censura. Las figuras que rescata en sus maravillosos ensayos biográficos persiguen esa especie de consenso entre iguales: desde la elevación del moderado Castellio por encima del cerril Calvino, hasta la crítica tácita al despotismo de Fouché y su entorno histórico. En El mundo de ayer, el autor judío se afana por conseguir, en los últimos momentos de su vida, un esmerado recuento de todos aquellos placeres que Europa conoció en tiempos de paz, para ponerlos delante del lector magistralmente contrapuestos al terror del gobierno fanático, que desprecia los derechos humanos por razas, banderas o credos. Leer a Zweig es acercarse al consenso del individuo, a la dignidad del acuerdo. Lean a Zweig, que falta hace.

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Carlos Mayoral

Juntapalabras. Mitad machadiano, mitad azorinista. Ha publicado, entre otras novelas, 'Empiezo a creer que es mentira' (2017, Círculo de Tiza, finalista premio Ojo Crítico de Narrativa) y 'Un episodio nacional' (2019, Espasa). @Carlos__Mayoral

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Toño
Toño
1 año hace

En El Quijote, los moros no salen precisamente bien parados. Lo echamos a la hoguera también con los libros de caballerías que perturbaron al ingenioso hidalgo?

Roberto G. Boza
Roberto G. Boza
1 año hace

Zweig vivía deprimido por la deriva fanática y guerrerista de Europa después de la primera guerra mundial, que impedía disfrutar de su cultura, la que amaba profundamente y lastimaba su espiritu cosmopolita y pacífico el deseo de revancha de Alemania y Austria que había perdido su imperio. La paz de Versalles fue la base y el preludio de la segunda guerra mundial, que terminó de desarraigarlo y destrozarlo espiritualmente.

Aniceto
Aniceto
1 año hace

Buen día
Muchas gracias por el artículo tan inciso y esclarecedor.
Me ha gustado su visión sobre este mundo: «la estupidez y la necedad».
Me ha recordado la canción de George Brassens, «El rey», de los años 70, pero siempre vigente, que le aconsejo escuchar con atención, si es que no la conoce.
Muchas gracias.
Un saludo.

Jorge Aravena Negrioli
Jorge Aravena Negrioli
1 año hace
Responder a  Aniceto

La estupidez y la intolerancia no tiene fronteras.

Jorge Aravena Negrioli
Jorge Aravena Negrioli
1 año hace
Responder a  Aniceto

Comparto la opinión de don Aniceto.

Sintagmas y metáforas
Sintagmas y metáforas
1 año hace

? Y no será un caso de «docencia preventiva» ? La profesora lo quita antes de que vaya un padre a exigir que lo retire.

Concha D’Olhaberriague
Concha D’Olhaberriague
1 año hace

A la hoguera tendría que ir el verbo “cancelar” de estos necios inquisidores, a los que produce urticaria la libertad y la vida misma, cuando irrumpe sin ambages.

benizenda
benizenda
1 año hace

Weltschmerz

Guadalupe Gómez
Guadalupe Gómez
1 año hace

Estamos perdiendo todos la cabeza y sólo va a quedar la IA que como es artificial dirá lo que es políticamente correcto.

Javier
Javier
1 año hace

El mundo está reventón, seguramente porque ya le toca y no hay nada que hacer. Pero aunque me coma enterito el reventón, en el fondo me voy a alegrar de ver todo el Sobradismo y la Subnormalidad de Occidente hecha añicos.

Carlos Santovenia Pérez
Carlos Santovenia Pérez
1 año hace

Es lamentable el mundo que le vamos a dejar a nuestros hijos y nietos. La estupidez actual no nos permitirá revertir la destrucción ambiental pero si ayudará a destruir a la humanidad. Por concentrar toda nuestra atención en cambiar lo que ya sucedió y en destruir la lógica y la objetividad del mundo.

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